Hope

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Primer acto » Capítulo 10. A veces es mejor ignorar que saber

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Durante mucho tiempo pensé que las tragedias unían a las personas, pero en aquellos días comprendí que una vez compartes el dolor, un dolor profundo, con alguien ya no puedes compartir nada más.

Recuerdo una mañana en la que Hope y yo buscábamos a su madre cuando reparamos en algo que ninguno de los dos esperaba. Era una imagen insólita: el señor y la señora Black, juntos, sentados en el sofá del salón. Y dirás, ¿qué tenía de raro? Eran marido y mujer, ¿no? Nadie debería sorprenderse. Pero tú no los conocías, no de verdad. Nunca los oíste discutir, no pudiste percibir la rabia, el dolor, ni tampoco viviste en el silencio que separaba unos gritos de otros. Para ti, lógicamente, solo hubiesen sido palabras. Sin embargo, para la niña que me sostenía entre sus brazos en aquel instante era lo más parecido a una tortura. Por eso fue raro verlos en una misma habitación, en calma. Se les veía juntos, juntos de verdad, no solo el uno al lado del otro.

No tardó en aparecer una sonrisa en los labios de Hope. He de admitir que yo también sentí lo mismo que ella, la esperanza de que alguna de las historias que solía contar se hubiese hecho realidad.

Oí risas, pero no procedían de ellos —eso hubiera sido un milagro—, sino del televisor.

—Acércate, vamos —le pedí a Hope porque no podía ver mucho desde mi posición, apoyado en uno de sus brazos.

Ella permaneció muy quieta, como si estuviera esperando despertar de un sueño recurrente.

Y entonces pude atisbar en la pantalla a un niño de pelo castaño que daba volteretas en una cama elástica y reía como si el aire estuviera haciéndole cosquillas. Era el mismo chico de la fotografía aunque unos años más joven, el hermano de Hope.

—¡Cuidado, James, te puedes caer! —gritaba una versión tierna y edulcorada de la señora Black.

Cuando supe que se trataba del hermano de Hope, toda mi esperanza se esfumó. Solo estaban jugando al olvido, a fingir que su hijo no estaba atrapado en aquel televisor, que nunca podrían crear nuevos recuerdos.

Hope no lo comprendió, no en aquel momento. Los ojos se le iluminaron y se acercó al televisor, ajena a las protestas de sus padres. Sus dedos manosearon la pantalla, recorriendo el rostro de su hermano, mientras comenzaba a cantar aquella canción.

Lavender’s blue, dilly dilly, lavender’s green. When you are king, dilly di… —fue lo único que consiguió cantar antes de que su madre se levantara del sofá y la agarrara de un brazo para sacarla del salón.

Me caí durante el forcejeo.

Hope gritó, su madre gritó más fuerte y yo me quedé ahí, tendido en el suelo, observando cómo su padre bebía de una petaca y maldecía a su hija sin ningún pudor.

A veces me alegraba de que Hope no pudiera escuchar.

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