Honor

Honor


VII

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VII

 

Los nubarrones de la guerra

 

El año 1939 fue el inicio de la gran catarsis que envolvió no sólo a Europa, sino que al final involucró a todo el orbe.

Cada año el sentimiento nacionalista, junto con el orgullo alemán, iba creciendo día a día. En parte era la revancha por ese Tratado de Versalles que acabó con la Primera Guerra Mundial y que sometió a unas condiciones vejatorias a Alemania. Hitler era capaz de electrizar a las masas y no cabía duda de que había recogido los restos de una nación en una situación caótica, hundida económica y moralmente, y en muy poco tiempo la había conducido a la prosperidad, a la riqueza; había conseguido unir a su pueblo en un destino común: el orgullo de ser alemán, el orgullo de su patria.

De una manera indolente, el resto de los países europeos habían dejado que Alemania fuera expandiéndose invadiendo los territorios que había a su alrededor. Primero fueron la región del Sarre y los Sudetes, después fue Austria, el llamado “Anschluss” (anexión), en el año 1938 y casi con el entusiasmo de todos los austriacos; no en balde, Hitler no había nacido en Alemania sino en Austria. Compartían el mismo idioma y casi los mismos objetivos. El resto de los países europeos miraban con inquietud ese expansionismo, pero esperaban que las ansias de Hitler no fueran más allá de lo que se podían considerar territorios de espíritu alemán, territorios que se habían integrado en el Tercer Reich, pero sin episodios bélicos, sin necesidad de disparar una sola bala. No obstante, Alemania se preparaba para la guerra. El ejército crecía de manera exponencial. Cada día la nueva Luftwaffe, la futura fuerza aérea, construía más y más escuelas, y no sólo de vuelo sin motor, que era el peldaño inicial en la formación de los pilotos, sino también aeroclubs estatales en los cuales se formaban a los aviadores que iban a constituir el arma de la aviación futura. Allí no se instruía únicamente a los incipientes aviadores en el arte del pilotaje, sino que también se les aleccionaba en las doctrinas del partido único en el poder: el Partido Nazi.

 

***

 

Peter en esos años tuvo una actividad incesante. Por un lado seguía cooperando con Alexander Schleicher en la construcción y diseño de nuevos veleros. Junto con el equipo de ingenieros y el mismo Alexander, trataba de dar impulso a los refinados aviones que se continuaban fabricando en Poppenhausen. El concurso anual de vuelo a vela, que seguía todos los años celebrándose durante el verano en Wasserkuppe, tenía cada vez unos tintes más europeos. No sólo se presentaban pilotos y planeadores alemanes, sino que también del resto de Europa se acercaban con sus diseños dispuestos a tratar de combatir la hegemonía alemana en este deporte.

El concurso de 1938 tuvo el pomposo nombre de “Competición Mundial”, aunque tan sólo pilotos y aviones de Francia, Inglaterra, Polonia, Italia y alguna testimonial representación de otras naciones europeas llegaron a este concurso.

Peter preguntó a la representación polaca por Robert.

—¿Se refiere usted a Robert Stanko? —dijo uno de los pilotos polacos de nombre Baranowsky que competía con un diseño construido en Polonia—. Sí, claro que le conozco. Ha tenido gran influencia en el desarrollo y en las pruebas de este velero. Es un piloto formidable, pero no quiere participar en esta competición. La verdad es que no sé exactamente cuál es el motivo. Tampoco he tenido un contacto muy estrecho con él, pero si le he visto volar y su habilidad es notable.

Peter llevaba ya años sin saber nada de su amigo. Sabía que ya no estaba residiendo en Varsovia y no conocía su nueva dirección.

 

***

 

Era una pena, pero llevaban cerca de un lustro sin saber uno del otro. También la vida de Peter había cambiado totalmente…

Requerido por las autoridades del Reich, había tomado una parte muy activa en la formación de las nuevas escuelas de vuelo a vela que florecían por toda Alemania. Al principio tomó esta actividad con gran entusiasmo. El contacto con una juventud que a penas sobrepasaba los quince años de media era gratificante. Pero las autoridades superiores ponían mucho más énfasis en la instrucción premilitar que en la aeronáutica. Esto molestaba a Peter, cuya pasión por el vuelo a vela intentaba inculcarla a los nuevos pilotos.

Debido a su experiencia al final le programaron un curso de aviones de motor para que simultaneara la enseñanza en los veleros y la enseñanza en las avionetas iniciales en la fuerza aérea alemana: la Luftwaffe. Fue asimilado a un empleo de suboficial y nombrado instructor de vuelo. Empezó a enseñar el arte de volar tanto en veleros como también en las avionetas de entrenamiento del ejército del aire alemán.

La gran base donde estaba la escuela principal de vuelo del ejército era Fürstenfeldbruck: un amplio campo de hierba con unas instalaciones nuevas donde una muchachada, imbuida del gran fanatismo que esparcía el Partido Nazi, tomaba con entusiasmo sus primeras lecciones a los mandos de un avión. Primero lo hacían en los veleros elementales y, cuando adquirían ya algo de experiencia, pasaban a las avionetas de motor. Una vez terminado ese curso elemental irían a las diferentes escuelas en las cuales les enseñarían a ser pilotos de caza a los mejores, y pilotos de transporte o de bombardeo a los que no habían mostrado tanta habilidad en el dominio de un avión.

Únicamente Peter tenía una gran satisfacción estando en esta base aérea, y era porque se encontraba a menos de veinte kilómetros de Dachau, donde Erika continuaba trabajando para la fábrica de veleros de Egon Scheibe.

Todos los fines de semana iba a su casa y pasaban juntos el sábado y el domingo, hasta que, por la tarde, volvía de nuevo a Fürstenfeldbruck para retomar el lunes sus labores de profesor de vuelo. Su relación era firme y estable, pero todavía no tenían intención de formar un matrimonio.

 

***

 

La familia de Erika estaba compuesta sólo por su madre, Anita, y su hermano mayor, Walter, al cual Peter nunca había conocido, pues vivía en Brasil a donde emigró hacía ya bastantes años. El padre de Erika había muerto al final de la Gran Guerra. Nunca se atrevió a preguntar por qué, si fue un soldado o si, por el contrario, la causa de su desaparición fue un accidente o una enfermedad. Únicamente en la casa, sobre una repisa de madera pulida de la chimenea, había una manida foto, más que de color sepia, de color indefinido y desgastado, en la cual se veía la cara de una persona delgada, grandes bigotes y que mantenía una larga pipa entre sus dientes. Ésa era toda la referencia que había en ese hogar al cabeza de familia.

Anita era la clásica mujer bávara: fuerte, de rubios cabellos, mirada limpia de ojos muy claros y una piel blanca y tersa para sus años, que le formaban, al igual que a su hija, unos hoyuelos en las mejillas cuando sonreía.

En la parte de atrás de la casa, que era relativamente sencilla, sin grandes lujos, aunque decorada con gusto y muy limpia, tenía un pequeño terreno en el cual pastaban unas pocas vacas. Anita, con la leche de ellas, hacía artículos artesanales, principalmente quesos que eran muy apreciados por las gentes de Dachau. Llevaban una vida modesta pero desahogada.

Desde el principio se llevó bastante bien con la madre de Erika; no en vano la familia de Peter era también poseedora de una granja, aunque bastante más grande que la de Anita.

Bastantes veces había discutido con Erika la posibilidad de formar un matrimonio. Él siempre ponía las mismas excusas:

—Creo que estamos abocados a una guerra, una confrontación que será tan cruenta y despiadada como la Primera Guerra Mundial. El pueblo alemán pide revancha y Hitler tiene la oportunidad de dársela. Mi trabajo es volar y, si al final estalla la guerra, yo seré seguramente un piloto de la Luftwaffe… quiera o no.

Las probabilidades de supervivencia de los pilotos de combate durante la Gran Guerra, eran ínfimas, la mayoría acababan muertos en la primera semana de operaciones de combate.

—¿Por qué no vivimos lo que tenemos ahora? —argüía ella—. Creo que tenemos derecho a disfrutar del momento presente. Yo creo que al final llegará la cordura. El pueblo alemán cada vez vive con más prosperidad y no querrán lanzarse a una guerra incierta sin saber a dónde nos puede llevar.

Pero aunque ellos no estaban de acuerdo con la política de los nazis, era cierto que Hitler y los actos que hacían los integrantes del Partido enfervorizaban a las masas. Eran espectaculares, a veces hechos de noche, con antorchas, himnos y música alemana trasmitida a la multitud por medio de grandes altavoces.

En el pueblecito de Dachau también las agrupaciones juveniles se dedicaban los domingos a hacer grandes desfiles con los jóvenes vestidos con trajes bávaros y disciplina militar.

 

***

 

Sus convicciones sobre el partido del gobierno casi las tenían que llevar en secreto, pues discrepar de la línea oficial era como un insulto a las autoridades.

Curiosamente allí, en Dachau, la población apenas prestaba la más mínima atención al campo de prisioneros que había aumentado de manera considerable su número de integrantes. Desde que hubo ese Anschluss, la anexión de Austria, habían llegado a las instalaciones gran cantidad de austriacos de origen judío. También comunistas y sacerdotes de varias órdenes religiosas.

Tanto Erika como Peter estaban escandalizados por esta actuación del gobierno alemán; pero no podían mostrar sus opiniones en público, pues se exponían a un serio castigo.

Sheibe y Alexander Schleicher seguían construyendo veleros a gran ritmo, pues estaban nutriendo a las escuelas que las Juventudes Hitlerianas emplazaban a lo largo de la geografía alemana.

Peter era ya considerado viejo para estar enseñando a los chavales de quince años a aprender las artes de volar un velero, cosa que hacían personas de menos edad y también con menos experiencia de vuelo. No obstante, cuando podía volaba, y simplemente por el placer de experimentar esa alegría de sentirse pájaro flotando en el viento con un avión sin motor. Por eso, el trabajo de Peter era enseñar a los futuros pilotos del arma aérea alemana. Él les daba la instrucción inicial. Por el Tratado de Versalles, Alemania no podía tener un ejército del aire, pero en 1935, por orden de Hitler y saltándose todas las restricciones, se creó esta nueva fuerza aérea. En realidad nunca estuvo desactivada, pues incluso Peter sabía que en Rusia, en un aeródromo que se llamaba Lipestk y a escondidas, los pilotos alemanes habían estado entrenándose para constituir la nueva Luftwaffe durante los años de entreguerras.

 

***

 

La reunión anual de Wasserkuppe durante el verano seguía atrayendo a los mejores pilotos de vuelo sin motor de Alemania y otros países de Europa. Era en ese campeonato cuando recababa alguna noticia de su amigo Robert a la delegación polaca… Pero en 1939 le contaron que hacía tiempo que no sabían nada de Robert, que quizás hubiese abandonado el vuelo a vela.

 

***

 

—¿Por qué no hacemos un viaje a Polonia? —propuso un día Erika—. Tal vez podamos encontrar a tu amigo.

—¿Pero si tú ni siquiera le conoces? —respondió Peter.

—Te he escuchado tantas veces hablar de él... cómo empezasteis juntos a volar, cómo os envolvió la pasión del vuelo a vela… que para mí es casi ya uno más de la familia —dijo Erika entre sonrisas.

Robert quedó pensativo y al cabo de unos momentos de reflexión respondió:

—Está bien. Mira, este verano que ahora empieza estamos muy ocupados. Quieren que en la próxima olimpiada, que tendrá lugar en 1940, el vuelo a vela sea un deporte olímpico. Para ello se tiene que hacer un diseño de avión que sea universal. Todos los competidores volaran el mismo tipo de velero.

—Y tú estás metido en ese comité, ¿verdad? —respondió con resignación Erika.

—No verdaderamente. Hay bastantes países que presentan un diseño: Francia, Inglaterra, Holanda, Polonia… No sé los pilotos que los van a evaluar para decidir que velero se debe escoger para los Juegos Olímpicos. Aquí en Alemania se han unido varias fábricas para refinar el diseño. Alexander me ha pedido ayuda para presentar un avión que sea el ganador; se va a llamar “Olimpia”.

—¿Lo vas a volar tú en el concurso de Wasserkuppe?

—Eso no lo tengo que decidir yo, pero es muy posible.

—¿Por qué no aprovecho las vacaciones de agosto y me voy contigo a ayudarte durante la competición? —dijo Erika en un gesto de complicidad.

—Eso sería un sueño para mi —respondió Peter mientras abrazaba a la muchacha.

 

***

 

La competición de ese año de Wasserkuppe atrajo a gran cantidad de pilotos de toda Europa. Fueron unos días maravillosos para los dos. Erika conoció a la familia de Peter, que residía en Poppen-hausen, junto a las montañas del Röhn. Fue presentada a sus padres y a su hermana, Annette, que estaba a punto de casarse con un muchacho del pueblo. Ambos tenían ya casi terminada su futura casa.

La competición fue algo deslucida, pues el tiempo meteorológico no acompañó demasiado; pero la cantidad de gente, el ambiente cosmopolita y, sobre todo, el espectáculo único de ver a una gran cantidad de aviones volando en silencio sobre la montaña impresionaron a Erika.

También ella se integró en ese grupo variopinto de los pilotos de vuelo a vela. Aunque luchaban en el aire con encarnizada competitividad para conseguir los mejores vuelos, constituían verdaderamente un buen grupo de amigos que, normalmente, vivían separados durante todo el año, pero que se juntaban y compartían su pasión por este deporte durante el concurso anual.

Peter hizo buena amistad con la delegación polaca, aunque no supieron decirle dónde estaba ahora su amigo Robert Stanko. Hacía tiempo que no tenían noticias de él. No obstante, quedaron para ayudarle en su próximo viaje, junto a Erika, a Polonia y mostrarle su país y los campos que allí existían dedicados al vuelo  a vela.

 

***

 

Erika estaba encantada con ese nuevo grupo de amigos y escogía la ropa y los vestidos que iba a llevar cuando en septiembre viajaran por unos quince días a Polonia. No sólo iban a visitar Varsovia, sino todo el sur montañoso del país.

Todo estaba preparado para ir a Dachau a finales de agosto, cuando el concurso de Wassekuppe llegara a su fin y se hubiesen despedido de la madre de ella.

La relación con la familia de Peter había sido muy agradable y su hospitalidad le había hecho sentirse como en casa.

Llegó el día de la despedida. Todos los pilotos se dijeron adiós en un ambiente de verdadera camaradería… aunque ensombrecido por las perspectivas políticas que planeaban sobre Europa. Se verían de nuevo al año siguiente.

 

***

 

El uno de septiembre de 1939 Alemania comenzó a invadir Polonia por la fuerza. Las divisiones alemanas y su aviación empezaron una lucha despiadada para conquistar el país vecino.

La Segunda Guerra Mundial había comenzado.

 

 

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