Hitler victorioso

Hitler victorioso


«Transmisiones enemigas» de Tom Shippey

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TRANSMISIONES ENEMIGAS

Tom Shippey

Hacen chistes sobre las escuelas de Adolf Hitler, ya saben. Como aquel en el que un policía de Londres se encuentra al niño pequeño con su camisa negra y sus pantalones cortos, sollozando desconsoladamente en la calzada. «¿Qué te ocurre, hijo?», le pregunta el policía. «Me he per-di-dooo», gime el niño. «Está bien, ¿de dónde vienes?». «Vengo de Chiswick». «Bueno, ¿y qué estás haciendo todo el rato con la cabeza inclinada?». «Oh —dice el muchacho, empezando a llorar de nuevo—, acabo de estar en una conferencia de jefatura».

Todo con buen humor, por supuesto. La gente reconoce realmente que a nosotros, los Hijos de Hitler, se nos ha enseñado a confiar en nosotros mismos de modo que nos sintamos más libres de servir a la nación y a la comunidad. Ésa es la meta principal del nacionalsocialismo. Eso es lo que me decía a mí mismo, al menos, mientras mi tren me conducía finalmente a Oxford aquella tarde.

Admito que empecé el viaje desde la «Garterhouse» en Church Stretton de un humor más bien malo. Me puse furioso cuando me sacaron de la fila de los planeadores justo antes de que llegara mi turno. Cuando Onkel Eric, el director, me dijo que hiciera las maletas y que debía ir a Oxford, y que tendría que terminar más tarde mi curso, bueno, me sentí abrumado.

Dos cosas me hicieron cambiar de opinión. Una fue el creciente convencimiento de que incluso dejar de lado el ser miembro pleno de la Orden de Hitler podía ser menos importante que ser seleccionado para entrenamiento como Soñador. La otra, sin embargo, el incidente que cambió por completo mis sentimientos al respecto, fue lo que ocurrió en Worcester.

Nuestro tren era simplemente un tren local, así que no presté demasiada atención cuando nos colocaron en una vía lateral en la estación de Worcester y aguardamos. Pero entonces me di cuenta de que la gente salía de las casas a lo largo de la vía, y de las salas de espera, y de la oficina del jefe de estación, y llamaba a sus amigos para que se apresuraran, de modo que asomé la cabeza por la ventanilla de mi vacío compartimiento.

Aquel enorme tren venía hacia mí a una enorme velocidad. Todo en él era plateado, incluso las ruedas y las plataformas, excepto la gigantesca máquina diésel negra que tiraba de él. Toda la línea de vagones estaba alternativamente marcada con el trébol violeta que era el signo de la radiación y la esvástica negra del Partido. Era un tren del Servicio Atómico que transportaba los desechos nucleares de la planta de energía de Bristol, suponía, a las zonas de almacenaje en las tierras altas de Escocia.

Mientras el tren cruzaba la estación sonó un silbato, y los soldados del Servicio Atómico salieron rápidamente al furgón de cola y se agruparon en la plataforma inferior. La gente los vitoreaba y saludaba, y ellos sonreían y devolvían los saludos. Todos llevaban metralletas al hombro, y había un avión de reconocimiento trazando cabriolas muy lentamente sobre nuestras cabezas, como debía haberlos a cada metro del viaje. Todo, estrictamente hablando, innecesario, por supuesto, puesto que nunca se había producido ningún problema, accidente, pérdida o robo en ningún punto de todo el proyecto de energía nuclear en toda Europa. Pero el secreto detrás de todo ello es simple minuciosidad: y dedicación. Hacer que todo el conjunto funcione en cada una de sus partes como si fuera un reloj suizo. En eso somos buenos los alemanes. Cualquiera que no crea en ello puede simplemente mirar al otro lado del Atlántico.

Bueno, pensé, si esos hombres pueden pasar sus vidas sentados sobre montones de plutonio, yo puedo presentarme al entrenamiento como Soñador. Y, cuando uno piensa en ello, difícilmente puede hallarse una ocupación más importante u honorable. Es la ciencia más alemana, la que nos distingue de todas las demás razas. ¡He oído decir que, sin la Traumtechnik, Adolf Hitler no nos hubiera podido dirigir a los alemanes —es decir, a nosotros los más grandes alemanes— a través de la coalición y las victorias sobre el Este y los Estados Unidos en 1946! Suena un poco desleal incluso pensar eso. Pero lo que quiero decir es que fue un logro fantástico para el Führer elegir este camino a través de todas las cosas que pudieron ir mal y conducirnos hasta este lugar, el mejor de todos los mundos posibles. Sin embargo lo hizo, y no es en absoluto desleal reconocer este logro.

Así pues, mientras el tren entraba lentamente en la estación de Oxford y yo salía de él con mi maleta y la dirección del Instituto para la Tecnología de los Sueños, me sentí mucho más animado. Estaba empezando a pensar que quizá yo fuera algo especial.

El hombre en el «tanque de los sueños» parecía pensar también lo mismo. Su nombre era Raven —doctor Edward Raven, me dijo—, nombrado director de Análisis de Sueños como actividad complementaria a su puesto en la Universidad de Oxford. Era un hombre joven, calculo que nacido justo en el momento de la segunda Anschluss entre Gran Bretaña y Alemania. Tenía mi expediente frente a él.

—Te llamas Grenville —dijo—. ¿No es ése un nombre francés? —Por supuesto, la gente siempre piensa lo mismo.

—Es un nombre normando —le dije—. Indica que una ciudad de Normandía fue mantenida como feudo personal por un vikingo llamado Grani. Indica que mi buena sangre se remonta a un millar de años.

—Y eres un muchacho del Pozo de la Vida —siguió.

—Exacto. Mi madre decidió que era su deber hacia el Führer entregarle su primer hijo. Así que fue a la fundación del «Pozo de la Vida» en Clerkenwell y concibió allí de un padre acreditado. Eso fue en 1964. —No añadí que mi madre hizo eso por el primer Führer en persona, no por un sucesor, aunque ella siempre se había mostrado orgullosa de ser una de las últimas que podía decir aquello.

Luego siguió revisando mi carrera como Niño de Hitler y mi progreso a través del Partido, pero ambos sabíamos que lo más importante ya había sido dicho. No se podía conseguir un mejor acervo genético que el mío.

Pese a todo, seguía sintiéndome sorprendido de que pensaran que era un Soñador.

—La ciencia alemana —me dijo— ha demostrado que el tener sueños proféticos es una cualidad fuertemente heredada. Es un asunto de coordinación mental. —En realidad utilizó la palabra alemana Gleichschaltung, que creo que es mejor. «Coordinación» es una débil palabra latina sin fuerza en ella. Pero, si eres gleichgeschaltet, eres «como conectado», como una llamada telefónica zumbando a lo largo de toda la línea. Y algunas mentes, dijo Raven, y sobre todo la del Führer, se hallan conectadas a lo largo de todo el camino hasta el futuro.

»¿Qué hubiera ocurrido —me preguntó Raven a medida que se iba excitando— si Hitler no se hubiera dado cuenta de esto en 1941, tras su intenso estudio de la obra de Carl Jung? ¡No se hubiera dedicado al Me 262, el cazarreactor! Hubiera malgastado dinero en Von Braun y sus ridículas bombas autovolantes. Hubiera intentado continuar la Blitzkrieg más y más en el interior de la Unión Soviética, en vez de adoptar la política del “Este bárbaro” y permitir que Ucrania se cualificara para la germanización. Tal vez no hubiera visto el potencial del dispositivo esnórquel, permitiendo así a la camarilla de Churchill aferrarse al poder en su país. Pero todas esas cosas, todas esas políticas e invenciones, fueron adoptadas enteramente como resultado de la Traumtechnik.

»Y te digo, Grenville —prosiguió, bajando un poco la voz—, que la situación es en estos momentos crítica. Puede que no parezca que estamos en guerra. Pero la paz de investigación y cambio ha estado calentándose firmemente. Si nos equivocamos esta vez…, bueno, todo lo que diré es que los pueblos alemanes, la Europverein, puede caer tras los estadounidenses y sus mestizos aliados de manera muy seria.

»Afortunadamente, sólo disponen de ciencias materiales, mientras que nosotros tenemos también las ciencias psíquicas. Es por eso por lo que hemos estado probando a la población en su conjunto. Estamos seguros de que tus dos padres eran Träumer, y por todo lo que podemos decir tus abuelos también mostraban destellos de la habilidad. La tienes en todos tus genes, y estás en la edad correcta para desarrollarla y utilizarla. Y aquí en Oxford disponemos de analistas entrenados como yo mismo, con años de experiencia en el IAA en Berlín, para recoger todo lo que sea vital.

Me sentí ligeramente exaltado a medida que se desarrollaban todas estas explicaciones, porque parecía todo tan correcto. Me habló de las drogas y los dispositivos de grabación y del modo que tenían de intentar dirigir los sueños hacia áreas determinadas, pero cuando hubo acabado le pregunté si todo aquello era necesario para un Soñador con un auténtico talento. Puesto que, en realidad, había tenido ya recientemente un extraño sueño, y parecía referirse a la guerra, a una guerra futura…, no una de la que hubiera oído hablar. Se mostró de inmediato muy interesado, y sacó una grabadora, y me pidió que le contara todo respecto de aquel sueño.

Transcripción de Sueño, RAG 1.

12 de junio de 1985, Oxford

Me hallaba en un gran compartimiento de metal, como un hangar. Estoy casi seguro de que estaba en un barco: había esa débil especie de vibración a través del metal, aunque debía ser un barco grande, porque no notaba el menor balanceo. Pero la auténtica razón por la que creo que era un barco es que me sentía terriblemente consciente de lo que había fuera, y de lo delgadas que eran las paredes. Esto es lo más sorprendente acerca del sueño: tenía miedo en él, me sentía realmente asustado. Incluso en él sueño pensé que esto era peculiar. Nunca he estado en una guerra, pero siempre he supuesto que podría arreglármelas tan bien como el hombre de mi lado, y nunca me he sentido asustado entrenándome para alguna cosa. Pero en este sueño tenía frío, y sudaba, y temblaba de pies a cabeza, y no deseaba hablar con nadie. No dejaba de pensar en lo delgadas que eran las paredes, y en cómo algo podía golpear contra una de ellas y atravesarla en cualquier momento y dejar penetrar el mar.

Suponía que tendría que hacer algo, puesto que nos hallábamos en guerra. Llevaba un mono con capucha, de alguna especie de tela antirreflectante, y llevaba atado a mi alrededor algo, como un chaleco salvavidas. Tenía la impresión de que todo había ido bien hasta ahora, pero que ahora había problemas.

La cosa principal que ocurrió realmente en el sueño fue esto: no muy lejos, como a una cubierta o un par de compartimientos de distancia, oí un gruñir. No un golpe o un estallido, sino un gruñir, que ascendió de la nada hasta hacerse muy fuerte en un par de segundos, y luego se desvaneció en la distancia. Supe que era el lanzamiento de un misil. Me hizo sentir aún más asustado, porque sabía que era el lanzamiento de un misil defensivo, para interceptar algo hostil…, un avión quizá, pero pensé que debía ser otro misil. Sabía que eso no siempre funcionaba.

La otra cosa que tenía en mi cabeza era la idea de «desperdicios», o quizá «ventana». Quiero decir nubes de fragmentos metálicos que son arrojados para confundir al radar del atacante y desviar sus misiles. Alguien había lanzado éste, pero me preguntaba cuánto tiempo estaría ahí arriba y si tendríamos que seguir disparándole.

Esto es realmente todo lo que puedo decir acerca del sueño: era más un estado de ánimo que una acción. Pero lo que me ha estado preocupando desde que lo tuve hace cuatro semanas es el hecho de que no se parece a nada de lo que nunca haya oído hablar. El barco era una embarcación de superficie de paredes delgadas, creo que un portaaviones, y nosotros no tenemos ninguno en estos momentos. ¿Qué utilidad podría tener, con el Atlántico y el Pacífico completamente cubiertos de satélites y submarinos? Pero no puede haber sido un portaaviones de la guerra de Anschluss, porque se estaban disparando misiles, y ellos no tenían ninguno entonces. El sueño, simplemente, no encaja en ninguna situación de la que haya oído hablar. Y no era yo quien estaba en aquel sueño. La persona del sueño era un cobarde; o se trataba de un civil, sin la menor clase de entrenamiento.

La única otra cosa que puedo recordar es una voz diciendo muy suavemente: «Atlántico Sur». Al día siguiente examiné un mapa y pensé en las islas Falkland. Pero allí no había habido ninguna batalla desde 1914, y entonces no tenían misiles. No puedo extraer el menor sentido de todo ello, señor, estratégicamente hablando. ¿Quién puede querer enviar una flota de guerra a las Falkland?

Unos días más tarde me hallaba en un bar de Oxford con esa chica Else, también una Soñadora entrenada.

Era uno de esos lugares con una gran pantalla de televisión sobre la barra, y el sonido trasmitido a través de auriculares individuales en los reservados, que podías conectar o desconectar a tu elección. Estaban pasando un programa de noticias acerca de Etiopía, con el joven emperador inaugurando un gigantesco complejo de irrigación, el estadio número setenta y algo del conjunto del plan «África verde». Else estaba un poco desconcertada al respecto.

—Pero ¿Mussolini no conquistó Etiopía? —preguntó.

—Sí, pero los ingleses se la arrebataron y, después de que cambiamos de bando, el Führer decidió no volver a deponer a Haile Selassie. Así que los etíopes consiguieron su independencia un poco antes que el resto de África y Asia. Bajo la hegemonía europea, por supuesto. Todo formó parte de la política de Konfliktlosigkeit. Aún sigues sin saber decir «desconflictividad» —reí.

—Todo parte de la Traumtechnik también —dijo Else, y guardó silencio. Esto me hace pensar…, si alguien quiere alguna prueba de lo buena idea que es la independencia limitada para los países subdesarrollados sólo tiene que echar una mirada a los Estados clientes de los Estados Unidos en América del Sur. Por supuesto, los yanquis no los llaman «subdesarrollados», dicen que se hallan «en vías de desarrollo», pero ¿qué desarrollo pueden tener cuando todo su dinero les es sorbido y su independencia sólo les sirve para luchar unos contra otros? Gigantescos aeropuertos construidos con ayuda estadounidense. Ninguna carretera entre los aeropuertos porque no poseen una infraestructura industrial. Propietarios de haciendas y ciudades miserables. Tanques y aviones, pero no cloacas. Sequías y epidemias y hambrunas. Nosotros, los europeos, simplemente no dejamos que nuestros vecinos perezcan de este modo.

Justo en aquel momento el programa de la televisión cambió cuando una mayoría de los clientes del bar pulsó sus botones indicando que querían ver la cobertura de los Juegos Olímpicos de Pekín, con Diego Pereira corriendo por la Federación Alemana: procede de Andalucía, por supuesto, y tiene sangre vándala como yo la tengo normanda. Else y yo pulsamos nuestros botones para indicar que queríamos la vuelta al Canal 1, pero los demás votos ganaron. Naturalmente, el bar podría haber puesto pantallas individuales con los auriculares, pero eso no hubiera sido völkisch. Bajo el nacionalsocialismo tenemos que someternos a la mayoría, y eso es justo.

Así que volví a mi auténtico trabajo, que era ligarme a Else. No ligármela físicamente, aunque también tenía eso en mente: era muy étnica y atractiva, con sus trenzas y su bronceado, y sabía que había sido miembro de la Liga de las Doncellas, conocida por todo el mundo como «Las Calientacolchones». Pero correspondía a ella hacer el primer movimiento, por supuesto, y además deseaba que me hablara un poco. Llevaba soñando bajo controles desde hacía ya un par de semanas, mientras que yo iba a empezar aquella noche.

—Las drogas son más bien blandas —me dijo—. No desean en absoluto que te duermas profundamente. Tengo la sensación…, no sé. Como si tuvieras que estar exactamente en el nivel correcto, no demasiado profundo, ni tan cerca de la superficie que simplemente sueñes en lo que te ha ocurrido durante el día. La parte más difícil es cuando te despiertan y tienes que empezar a contarlo todo de inmediato. Tienes que revivir de nuevo toda la experiencia del sueño, porque nunca sabes qué dato de información es más vital…, eso es trabajo del analista. Pero no debes sumirte en él de una manera disciplinada y militar, porque entonces hay el peligro de organizar e interpretar tú mismo los hechos en vez de dejar que fluyan a través de ti.

—¿Has tenido algún sueño presciente? —pregunté.

—Creo que sí. No te lo dicen. Por supuesto, no lo saben seguro hasta mucho más tarde. Pero creo que puedes sentir un auténtico sueño. Siempre hay algo deshilachado en él.

Después de eso no dijo más, excepto que pronto lo averiguaría por mí mismo. Esperaba que tuviera razón. Después de todo era una buena camarada, como se supone que deben ser las chicas en la actualidad. Así que nos pagamos mutuamente un par de cervezas más, y después de eso, afortunadamente, decidió llevarme de vuelta al recinto y demostrarme su técnica de calentar colchones hasta que llegara la hora de ir al Traumtank.

Aquélla era su noche libre, así que no fue conmigo. Mientras salía de la habitación dijo:

—Ve con cuidado, Richard. También lo llaman el traumatanque. —No pretendía ponerme nervioso, estoy seguro de ello.

Transcripción de Sueño, RAG 1

22 de junio de 1985, Oxford

Es oscuro, completamente oscuro, y todo el lugar huele espantosamente. Parte del olor es heno, y parte equino, pero también huele a polvo y sudor. El lugar huele de algún modo a pobreza, como si la gente en él —hay otros tres o cuatro hombres más a mi alrededor— no hubiera comido nada sólido desde hace mucho tiempo y no pudiera retenerlo caso de hacerlo. Su sudor huele mal.

Estoy tendido sobre picoteante paja, completamente vestido. Es extraño, porque es de noche, y pese a todo llevo un traje completo, un traje formal, con chaqueta y pantalones y una camisa sin cuello. Todo muy sucio. Necesito un afeitado.

Pero lo más importante es que tengo esa terrible erección. Es terrible, me hace sentir enfermo hasta el fondo del estómago, y no puedo evitar sentir frío. ¿Por qué eso? Todo lo que sé es que estoy realmente asustado de que la puerta de arriba se abra aunque sólo sea una rendija y deje entrar un poco de luz, porque entonces…, entonces la Frau estará allí. ¿Y qué haré yo entonces? Sé que tendré que ir con ella. Pero sé que será algo absolutamente terrible. Los otros hombres lo saben también, pero desean apasionadamente que yo me vaya. Algo me dice que soy el más joven.

Ahora puedo ver la silueta de la puerta, y hay alguien fuera. Mi estómago está tan mal que me pongo de rodillas y gruño sólo una vez, y mi pene se yergue recto a lo largo de mi vientre. Es la única cosa en mí que parece gruesa. Es como si…, deseo ir porque soy joven y sigo teniendo terribles fantasías acerca de reclinar a la Frau contra su sillón y fornicaria hasta que le pida piedad a Dios. Pero sé que no debo hacerlo, no debo ceder, no hay ninguna posibilidad en absoluto de que me salga con bien de ello. Pero los otros hombres no me dejarán retirarme, aunque saben también que no hay ninguna posibilidad. No se reirán de mí, se sentirán terriblemente agradecidos mañana, cuando recibamos un poco de ración extra y menos trabajo, pero no me dejarán solo ni por un segundo, no me permitirán usar mi mano, porque…

La puerta se abre ahora. Hay una forma en la oscuridad fuera, con una vela. «Komm», dice, sólo eso. Unas manos me empujan. Me pongo de pie.

Mientras voy a la puerta, hay algo de nuevo en mi cabeza, una especie de árbol con tres ramas, y una plaza de un poblado, y una pequeña multitud mirando. Dios, Dios, si tan sólo hubiera nacido mujer…

Raven no pudo hacer mucho con este sueño, estoy completamente seguro. Le pregunté de qué se trataba —contar los sueños parece fijarlos en tu memoria—, pero todo lo que hizo fue gruñir y dijo: «Pölnische Wirtschaft». Eso significa «administración polaca», que es lo que esa gente acostumbraba decir para referirse al caos o a un completo embrollo. ¿Quizás ésa sea la conexión? De todos modos ya no hay polacos ahora, todos han sido cualificados para la germanización o enviados al Este, más allá de los Urales. Sin embargo, de una cosa estoy seguro. Eso fue un auténtico sueño. No uno mío. Como el del Atlántico Sur, el personaje en él no era yo.

Raven, de todos modos, se muestra insatisfecho. Hay un aire de tensión en todo el Instituto ahora, con más Soñadores entrenados apareciendo a cada día que pasa, y toda la hilera de cabinas portátiles instalada para que puedan soñar en ellas, y a nadie se le permite ir a Oxford cuando está fuera de servicio. Todos tenemos que estar atentos a las noticias y a la situación mundial, y examinar los periódicos cada día, y leer el Neuer Wissenschaftler y el Scientific Europe. Asistimos a conferencias y debates con conferenciantes extranjeros también, y de tanto en tanto somos llamados para dar nuestra comprensión consciente de la situación mundial a uno de los miembros del Estado Mayor. Alguien ha hecho que el ordenador de la sección de ingeniería de la Universidad escriba en gigantescas letras góticas «La suerte sólo favorece a las mentes preparadas» formando una bandera, que ahora cuelga sobre la mesa presidencial en el comedor. Else encuentra todo esto regocijante.

Les dije a todos ellos en una de esas reuniones que mi impresión del mundo era la siguiente. Había tres potencias nucleares en el mundo: la Federación Alemana, los Estados Unidos de América, y Japón, más o menos por ese orden de fuerza. Cada una posee un respaldo de Estados súbditos, con diferentes grados de independencia. Nosotros tenemos África y el Este hasta tan lejos como la India, los Estados Unidos poseen Canadá y toda América del Sur, Japón tiene China y la costa asiática y todas las islas asiáticas. Nadie se preocupa acerca de las tierras asiáticas centrales, con su completo barbarismo. Las grandes potencias se hallan separadas entre sí por el Atlántico, el Pacífico y el océano índico.

Ahora, desde que la Rolls-Royce desarrolló el estratorreactor para los motores hidrox, y todos los demás captaron la idea, los satélites tripulados están siendo usados para la observación, de modo que esos océanos se hallan completamente cubiertos. También pululan con submarinos cazadores-asesinos, de modo que no hay la menor posibilidad de que alguna potencia pueda alcanzar a otra por aire o mar. Podemos golpearnos unas a otras con nuestros misiles balísticos intercontinentales, y para eso no hay ninguna defensa conocida. Pero hay la fuerte sensación de que alguna se halla al borde de conseguirla. Estamos en el espacio. ¿Podemos hallar alguna manera de derribar los misiles intercontinentales en la parte más alta de su trayectoria, con láseres o quizá proyectiles? ¿Podemos nosotros bombardear todas las bases estadounidenses a la vez con misiles lanzados desde el espacio? ¿Podemos estar seguros de que ellos no tomarán represalias desde el espacio sobre nuestras ciudades? Si atacamos, en vez de defendernos, tenemos que estar absolutamente seguros de que nuestro golpe sea definitivo.

Es con esto que quieren que soñemos. Después de que yo dijera todo esto, Raven se puso de pie en la parte de atrás y dijo que Grenville había expresado el estado de opinión casi tan lejos como un escritor líder Beobachter podía llegar (lo cual es un cumplido, creo, aunque él pretendió que fuera insultante).

Pero que teníamos que recordar que las cosas nunca habían sucedido exactamente así. Lo que yo había dicho estaba edificado sobre la noción de que los márgenes de la tecnología humana podían ser decisivos. Pero esos márgenes son demasiado arriesgados, demasiado complicados, y al mismo tiempo demasiado familiares para la política práctica. O bien uno tiene que estar un poco atrás del margen, por la fiabilidad, o mucho más allá de él, por la sorpresa. La guerra de Unificación Alemana, señaló, fue vencida gracias a dos dispositivos, la bomba atómica alemana, que era algo completamente inesperado, y el cazarreactor Me 262, que estaba basado en un aparato que la Royal Air Forcé hubiera podido tener en la década de 1930 pero al que no prestó la menor atención. La bomba A hizo que Inglaterra cambiara de bando y abandonara a los yanquis, pero nadie podía usar una bomba A sobre Alemania o Japón porque los 262 poseían un dominio completo del aire por encima de los bombarderos aliados. Necesitábamos algo como esta combinación ahora, nos dijo. Son cosa sabida que los simples científicos materiales han fracasado. Y hay proyectos «cielo azul» por todas partes, que nadie sabe si llegarán a funcionar.

Ésa era su gramática, no la mía. A veces habla así para demostrar que es völkisch, pero también estaba muy excitado, mirando a su alrededor con ojos ansiosos como si todos estuviéramos sometidos a juicio. Creo que es él quien está sometido a juicio: no resultados, no Instituto. Y quieren resultados, rápido.

—Lo que deseamos de vosotros —terminó—, es una espada y un escudo.

—¿No bastaría sólo un escudo? —preguntó uno de los chicos nuevos. No es un Niño de Hitler, sino que fue a una de esas decadentes instituciones a las que el Partido no ha puesto freno, como Harrow o Winchester.

—Necesitamos también una espada —gruñó Raven—. No pertenece a la naturaleza de la raza alemana permanecer sentada pasivamente.

—Entonces necesitan también algo más —dijo el aristócrata—. Necesitarán un pretexto.

Transcripción de Sueño, RAG 7

1.o de julio de 1985, Oxford

¡Santo Woden, lo harto que estoy de las ropas que no dejan de ponerme en estos sueños! Y la gente. Esta vez, llevo un uniforme perfectamente familiar, es feldgrau y puedo decir que soy sargento de infantería con traje de campaña de verano. Pero el cabeza cuadrada metido en el uniforme no puede con él. Se abrocha la guerrera del modo equivocado, no sabe para qué son las hebillas de las correas, y que me maldiga si no intenta meterse las botas en el pie equivocado. Durante todo el tiempo permanezco sentado un palmo por encima de su hombro derecho, gritándole lo que tiene que hacer, y algo de ello incluso parece llegarle, pero de una manera lenta, torpe y equivocada.

Entonces salimos de los barracones y caminamos, una hilera de nosotros conmigo al frente, a lo largo del linde de un bosque. Es oscuro, pero el cielo empieza a palidecer a mi derecha, eso debe ser el Este. Alguien me ha dado un rifle, que llevo cruzado delante del cuerpo, sujeto con las dos manos. No puedo ver si es un automático, o si está cargado, y no dejo de gritarle al imbécil que lo levante, pero todo lo que hace es trastear con la recámara como si estuviera buscando algo. No deja de pararse y mirar hacia atrás, y él resto de los hombres se paran también, y miran a su alrededor, pero parecen haberse desviado, y siguen avanzando torpemente, no espaciados o incluso agrupados o en cualquier otra formación que puedan tomar unos soldados, sino simplemente como una manada de vacas caminando a lo largo de un seto. Son unos soldados muy peculiares, sobre todo soldados alemanes. ¿Cómo este tonto del culo puede haber llegado a ser sargento?

Ha observado algo. Hay más gente a su derecha, toda de uniforme también, con armas en las manos. Tras ellos, a medida que él cielo se ilumina, puedo ver alzarse torres, y alambradas entre las torres, parece como una estación de radio, alguna especie de vieja estación de radio, o eso quizá sea él plato de un radar…

Pero sin seso está complacido, terriblemente complacido; corre hacia los hombres con los uniformes marrones como si hubiera reconocido a alguien, se están gritando los unos a los otros, quizás a veinte metros de distancia. Huelo alguna especie de trampa, intento hacer que se dé la vuelta y levante él rifle, los otros hombres han captado algo también y están empezando a dispersarse. Hay como un parpadeo entre los árboles de atrás y veo a los hombres con los uniformes marrones empezar a caer por todas partes, pero las torres están parpadeando también, y hay un enorme y largo sonido «bra-a-ang» bajo mis pies y me veo volando por los aires, girando lentamente sobre mí mismo, y me gustaría dar un salto mortal y aterrizar sobre mis pies como hacemos en los ejercicios, pero qué puedo hacer con ese torpe de ahí, es demasiado rígido y lento y… Eso es todo.

Raven está furioso conmigo, pero es una especie de furia controlada, y es también como si yo le cayera bien, y sabe que él me cae bien a mí, y simplemente desea que yo haga algo que está seguro que puedo hacer fácilmente, si sólo consiguiera agarrarme a lo necesario.

—Sabemos que eres un auténtico Soñador, Richard —me dice—. No te diré cómo lo sabemos, pero esto es una ciencia, no sólo un juego de salón, y puedo decirte por tus lecturas que estás agarrando algo. Pero todo lo que deseas es usar tu talento para este Suppentopf Schnüffelei, este meter el dedo en el cazo de la sopa de los demás. No hay nada importante ahí. Ese sueño que tuviste acerca del portaaviones y los misiles gruñendo, eso creo que fue realmente bueno. ¿Sabes?, por un tiempo nos preguntamos si no habrías estado en una nave espacial, no un barco de superficie, y tuve a un montón de gente comprobando los efectos de sonido y si podías haber llevado algo en el espacio que tu mente consciente hubiera interpretado como un chaleco salvavidas. Si hubieras tenido ese sueño aquí hubiéramos podido extraer algo vital de él, algo que hubiera dado un indicio a todo el Consejo de Guerra. Pero desde entonces todo ha sido trivial. No sé qué estás recogiendo. Recuerdas lo que te dije acerca del Gleichschaltung, bien, lo que tú necesitas es algo de Selbstgleichschaltung. Coordinarte a ti mismo. Conectarte tú mismo a través.

Entonces fue a gritarle a alguien, pero tengo que admitir que tiene razón. Salí después de nuestra entrevista y encontré a Else, que se ha enredado con el aristo de Winchester que le habló a Raven y cuyo nombre es Charlie Kent. Ahora que todos estamos encerrados en el recinto durante todo el tiempo, las relaciones se están volviendo muy intensas, y también cambian muy rápido. No es que me sienta ofendido por Else. De hecho, incluso puedo comprender lo que ve en Kent. Es un tipo extraño y siempre dice lo que piensa, pero al menos sabes por donde anda.

Los encontré leyendo el Times y el Beobachter, como si siguieran órdenes, y les pregunté qué pensaban de ello. Kent me dijo francamente que creía que nos encaminábamos a una guerra.

—¿Cómo podemos tener una guerra? —le pregunté—. No hay ningún lugar contra el que luchar. No hay ninguna posibilidad de una revuelta contra nosotros en África, o en Arabia. ¿Cómo pueden los nativos desafiar a las tropas europeas? Y los estadounidenses no pueden reforzar a nadie en nuestras posesiones, del mismo modo que nosotros no podemos infiltrar soldados en Brasil. Pueden empujar un poco de tanto en tanto con un submarino para probar nuestras patrullas marítimas, pero ése es el único teatro de conflicto posible.

—Está el espacio —dijo—. Pero el auténtico problema es que yo estaba equivocado acerca de necesitar un pretexto. Ya hemos ido más allá de eso. Ambos lados, dejando aparte a los japoneses, nos hallamos ahora a la par, pero ambos estamos justo al borde de una superioridad decisiva, así que tiene que ser atacar mientras las cosas siguen igualadas. O rendirse. Nadie piensa que podamos seguir equilibrados por mucho tiempo.

—¿Cuál es el margen estadounidense? —pregunté.

—Son mejores que nosotros en contramedidas electrónicas —dijo llanamente—. También en computadoras. Quizá sean capaces de embrollar todos los sistemas de guía de nuestras ojivas de combate con pulsos magnéticos. Entonces podremos golpear a los Estados Unidos, pero no podremos golpear a los objetivos a los que apuntábamos. Y nuestra tendencia ha sido hacia ojivas más y más pequeñas cada vez, con sistemas de guía mucho más precisos.

—¿Cuál es nuestro margen? —pregunté.

—Si observas el pasado —dijo—, verás que Alemania ha mostrado una sorprendente habilidad para vencer siempre con recursos inferiores desde 1939. Eso se debe a que no se ha malgastado nada y los esfuerzos han sido dirigidos siempre al lugar correcto, lo cual es raras veces donde la opinión educada dice que se debería.

—Eso se debe a que tenemos un destino divino —dijo Else, con los ojos brillantes. Kent contempló el dibujo de girasoles de su blusa, y la runa de gloria de mi brazalete, que mi padre me dio en la ceremonia de dedicación cuando aún era un bebé, y alzó las cejas, como hacen los aristos. Creo que los miembros de su familia aún deben de ser cristianos a la antigua usanza, no neopaganos, ni siquiera cristianos arios.

De todos modos, estaba interesado en lo que decía. Tenía que haber algún artilugio oculto en alguna parte. ¿Un resonador de neutrones, para hacer que las ojivas de combate estallaran en sus lugares? ¿Un husmeador de radiaciones que pudiera guiar a proyectiles ligeros desde el espacio hasta cualquier silo, incluso aunque tuvieran las compuertas herméticamente cerradas? Algo más loco que eso. Me senté y leí durante un rato acerca del proyecto Heimdall, construir un telescopio realmente gigantesco en el espacio, con unas propiedades tales de enfoque de luz y coordinación que incluso se podrían ver los planetas alrededor de otras estrellas. Es llamado así según el dios en la Edda que puede ver crecer la hierba y el aliento en la boca de un pez. Pero si se lo volvía de otro lado…, se podía ver cada puesto de misiles de los Estados Unidos, eso completamente seguro, y no había el menor margen de tecnología de riesgo en eso.

Y luego estaba Ratatoskr, llamado así según la ardilla en la Edda que corre arriba y abajo de las ramas del mundo-fresno, pasando mensajes a todo el mundo. Decían que el satélite de las universidades conjuntas suizas había dedicado un esfuerzo considerable a escuchar en busca de comunicaciones alienígenas. Si llegaba algo a través de eso, ¿qué podíamos conseguir? ¿La antigravedad? ¿Amplificadores psíquicos? ¿Habían intentado transmitir ondas de sueño?, me pregunté. ¿O escucharlas?

Casi me quedé dormido durante el día, lo cual está muy verboten, por supuesto, pensando en los bigotes de la ardilla tendiéndose hacia el espacio para captar lo que teníamos que saber. Espero que me esté volviendo gleichgeschaltet ahora.

Transcripción de Sueño, RAG 8

4 de julio de 1985, Oxford

Esta mujer lleva consigo el dolor como un feto muerto. Se aposenta aquí en la base de su abdomen, sin variar de posición ni moverse ni intentar salir, sino empujándola hacia adelante todo el tiempo con su peso. Está allí incluso cuando ella olvida su dolor. Y luego recuerda, y todo lo que desea hacer es sentarse y dejar que el dolor haga caer su rostro contra la mesa a fin de poder llorar.

Pero no lo hace, nunca; en vez de eso cuadra los hombros y alza la cabeza y camina calle abajo escuchando a las demás mujeres y respondiéndoles. «Sí, Frau Ott, es una dura prueba, pero si mi Johann tiene la fuerza de soportar su destino, yo debo tener la fuerza de soportar el mío. No, Frau Wemer, no hay confirmación oficial todavía, lógicamente no podemos esperar una, no participaré en la ceremonia del Día del Recuerdo a los Héroes este año. Por supuesto, Frau Luschke, me sentiré muy feliz de contribuir a las colectas winterhilfe en la calle y en la organización del guiso comunal». Mantiene erguida la cabeza y alzada la barbilla, y cuando llega a casa tiene buen cuidado de frotarse las marcas y las heridas que sus uñas han dejado en las palmas de sus manos durante todo el tiempo.

Durante todo el tiempo, también, sabe que existe una salida. Hay una voz ahí fuera en la oscuridad que puede decirle lo que necesita saber, pero es la voz del enemigo, y aunque diga lo que ella desea oír, abrirse a ella es hacer una muesca en la armadura, dejar entrar una línea de comunicación que puede enviar a través de ella quién sabe qué. No debe ser así. Pero las otras lo saben también, las estúpidas mujeres en las tiendas con sus idiotas atuendos informes y sus rostros civilizados, y un día una de ellas se le acerca en la cola del pan y empieza a murmurar: «Frau Edel, usted no me conoce, pero sé de usted y de su desgracia, sé que no estaría bien para usted pero seguro que sí lo está para mí, después de todo somos vecinas. De todos modos, lo que tengo que decirle es que él está bien, envían esas listas, ya sabe, y creo que puede confiar en ellas, bien, dan su nombre cada vez. Disculpe, no debo decir más, pero de todos modos es cierto, él está bien, y quizá pueda volver a casa, ya sabe, después…». Y se aleja rápidamente, como un ratón que ha dejado caer un mendrugo delante del gato.

Y el dolor aparece de nuevo. Aparece inmediatamente, como una burbuja que ha sido pinchada, y sólo cuando aparece siente el sólido peso que ha estado allí todo el tiempo. Pero mientras camina de vuelta con el negro y pesado pan en su bolsa, piensa, y siente algo más, esta vez una furia, que sube por su pecho, no baja por su abdomen. ¿Por qué debe sufrir todo ese tiempo, y para nada? ¿Cómo se atreve esa otra mujer a apartar de ella el sufrimiento, y hacer que no tenga valor, como un gesto, unas cuantas palabras educadas que no significan nada? No va a su apartamento con las brillantes superficies y las ventanas cerradas, no, se dirige al Ayuntamiento y a la oficina donde tiene su sede el Ortsleiter.

Más tarde, las mujeres en la cola del pan la empujan y parecen furiosas como si desearan gritarle, y la ración de pan es sesenta gramos más corta y es depositada sobre el mostrador como si fuera un ladrillo, pero ella les hace frente a todas y empieza a alejarse de ellas. Sólo cuando llega a la puerta algo se rompe en su interior y se vuelve en redondo y empieza a gritarles: «No lo entendéis, si les dejamos entrar en una cosa les dejaremos entrar en todas, no debemos aceptar nada de ellos, ni siquiera un nombre…».

Simplemente se apiñan y la miran en silencio y al final se marcha, intentando enderezarse el sombrero allá donde la aguja se ha desprendido. Pero, mientras camina, los muchachos en la calle, que no han cumplido todavía la edad militar, ni siquiera con el uniforme de la Jugend, la miran, y alzan sus brazos izquierdos, y dejan caer sobre ellos las imaginarias hojas de sus manos derechas. No hay guillotina aquí, ahora los llevan a todos al cuartel general de la Gau, según las nuevas regulaciones.

Los lugares de ejecución ya no son mencionados en las transmisiones de la Rundfunk, para evitar que sean adversamente asociadas con las indispensables medidas de represión.

Algo curioso ocurrió después de ese último sueño, porque no puedo recordar absolutamente nada de él. Creo que debieron darme otra dosis de algo, para anularme adecuadamente. Desperté por la mañana del 5 aún en mi cama del Traumtank, pero ni siquiera podía recordar el haber entrado en él. Debe de ser buena señal. De inmediato pensé que debía haber tropezado con algo sobre lo que ellos no deseaban que hablara con los demás…, o sobre lo que quizá ni siquiera deseaban que especulara conmigo mismo, en caso de que afectara mis reacciones en otra ocasión.

Raven me confirmó esto entrando en el momento en que me levantaba. Se mostró educado, lo cual es poco habitual, y tranquilo, como si hubiera tomado una decisión respecto de algo. Me dijo que podía regresar al recinto, pero que volvería a soñar aquella noche, y, si los acontecimientos se veían coronados por el éxito, tal vez fuera transferido a la mañana siguiente al propio IAA, el Institut für Anerkennung und Analyse en Berlín.

—Has ido más allá de mí ahora —dijo, como quien cuenta un chiste—. Puedes decirles a tus amigos que tal vez no te vean por un tiempo.

»Una cosa más —añadió mientras salíamos—. Estoy preparando una serie de instrucciones especiales para ti para última hora de esta tarde, sólo el tiempo suficiente para que absorbas la información. Ven con tu maleta preparada. No podrás hablar con nadie después de las instrucciones.

Fui a ver a Else, con la esperanza de que se sintiera obligada a darme un apasionado adiós, pero Kent estaba con ella. No pareció terriblemente complacido, ni siquiera impresionado, por lo que le dije. No dijo palabra durante largo rato, y luego todo lo que salió de sus labios fue:

—Bien, cuídate, Richard. —¡Como si pudiera, aunque lo deseara! Decían de él por el comedor que estaba teniendo malos sueños, y no sólo cuando se hallaba de servicio.

La reunión para recibir las instrucciones, cuando llegó, fue realmente notable. Había otras dos personas además de Raven. Una no dijo nada en absoluto, sino que se limitó a mirarme. A medirme es una palabra más acertada. Me miraba, luego bajaba los ojos a un expediente, luego volvía a mirarme. Al cabo de un tiempo se limitó a ir pasando páginas. Pero perdí interés en él tan pronto como el otro empezó a hablar.

Me dijo que era del Laboratorio de Investigación de Armas Avanzadas en Munich, donde se han efectuado casi todos los grandes adelantos…, no el estratorreactor Rolls-Royce, cierto, pero sí el sistema de satélite ERWIN y los misiles palanca volante de «caída libre» y los detectores de submarinos SIRENA y todo ese tipo de cosas. Su trabajo, dijo, era dar instrucciones a los Soñadores con un auténtico potencial. Me pregunté por un momento cuántos de nosotros estábamos flotando por ahí.

—Lo que tienes que comprender —dijo— es que los yanquis tienen un presidente que está completamente ido. Piensa que se halla en el Salvaje Oeste, por el amor de Dios. Si desean atraer su atención hacia cualquier sistema de armas, tienen que llamarla con algún nombre sacado de los cómics de Billy el Niño.

»Bien, hay algunas de esas armas de las que hemos oído hablar. Una es la CAMISA FANTASMA, que es un sistema de defensa puntual para lanzaderas de misiles intercontinentales contra cualquier tipo de ataque también con misiles. Afirman que pueden ver llegar los misiles, incluso desde el espacio, calcular tiempos y trayectorias, y derribarlos sin armas atómicas, ni siquiera explosivos, simplemente golpeando el misil y desparramándolo por todos los Estados Unidos en pedacitos, si no se vaporiza. Creemos que es un buen sistema, es muy probable que funcione, pero sólo contra ataques del tipo ahora previsible.

»Estamos más preocupados con algunas de las otras. Hemos oído, por ejemplo, hablar de DANZA SOLAR. Puede ser fácilmente disimulado como un proyecto pacífico, aunque nadie se llama a engaño al respecto. Pueden enviar satélites para acumular la energía solar y transmitirla en haces a bancos receptores de la superficie en forma de microondas. Puede funcionar también, y realmente necesitan la energía, en especial puesto que se están quedando sin petróleo y su programa de energía nuclear es terriblemente malo, con todos esos accidentes y fugas. Pero, una vez tengan esos satélites ahí arriba en el espacio, ¿qué les impide que sufran una avería en su dirección, eh? Pueden presentarlo como un accidente, pero pueden asar toda una ciudad sin la menor perspectiva de intercepción.

—Pero tomaríamos represalias —dije.

—Sí, lo haríamos. DANZA SOLAR actuaría mejor contra blancos civiles y desprotegidos. Pero hay rumores también de algo llamado POSTAS. Creemos que su programa de aterrizaje en Marte es un camuflaje para esto. Si tienen naves tripuladas actuando en el sistema solar, allá donde no podamos verlas, o no al menos hasta que HEIMDALL sea operativo, pueden ser capaces de localizar pequeños asteroides y alterar sus órbitas lo suficiente como para que impacten contra la Tierra.

—¿Y qué ocurriría entonces?

—Un impacto de una de estas «postas» lo suficientemente grande, en el centro de un complejo de misiles intercontinentales, lo barrería de un plumazo. Si logran disparar una perdigonada de ellas…, y al mismo tiempo operar DANZA SOLAR contra nuestros centros de comunicaciones y CAMISA FANTASMA contra los misiles que consigamos disparar, pueden esperar salirse de todo ello con unos daños mínimos, mientras que nosotros, por supuesto, estaremos indefensos. Y luego nos echarán encima a los PERROS SOLDADO.

—¿Qué es eso?

—Utilizar a los soviéticos. —Nadie hizo el menor comentario acerca de eso. Los eslavos que habían fracasado en cualificarse para la germanización habían sido enviados y contenidos al este de los Urales desde hacía cuarenta años, pero todos sabíamos que nada les gustaría más que saltar sobre nuestras gargantas, aunque fuera tan sólo con arcos y flechas.

—¿Y nosotros? —pregunté—. ¿Qué tenemos nosotros?

Entonces me habló de Mjolnir y Bifröst y Sjalfvegir. Ésos eran nombres de la mitología germánica noruega, el martillo de Thor, el sendero del arco iris al hogar de los dioses, y la espada que los enanos hicieron para Frey, el señor de la fertilidad. No creo que deba hablar nada sobre ellos, ni siquiera en un diario, pero consideré una gran señal de confianza el que estuvieran dispuestos a discutir tales cosas conmigo. ¡No me sorprende que los mantengan secretos de los escritores líderes Beobachter!

—¿Lo ves? —me dijo Raven al final—, te dejamos que te sitúes justo en el centro. Esperamos algo grande a cambio. Sueña bien, Richard. Es más importante de lo que crees…, incluso para ti.

Transcripción de Sueño, RAG 9

5 de julio de 1985, Oxford

Un rostro, mirándome. Podría ser un rostro absolutamente hermoso si tuviera algo detrás, pero tan pronto como lo miras ves que le falta el espíritu. El rostro en sí es demasiado redondo, y la boca cae ligeramente abierta, y mientras un ojo te mira directamente con una especie de honesto interés, el otro está siempre un poco desviado, como si su propietario no pudiera impedir que alguno de los dos se extraviara. El pelo está cortado en torno de la frente y sienes como para hacer que el rostro parezca más redondo aún. Pero, por encima de todo, es la piel. Parece floja, como si los pequeños músculos debajo de ella nunca hubieran trabajado. Dicen que uno utiliza diecisiete músculos para sonreír, y si sólo utilizas dieciséis de ellos la gente puede decir de inmediato que tu sonrisa no es sincera. Es por eso por lo que actuar es algo tan difícil. Este rostro sonríe todo el tiempo, pero su sonrisa nunca es sincera. La coordinación ha desaparecido.

Y tampoco es sólo el rostro, porque el propietario de ese rostro tiene un brazo también, y el brazo sujeta una corta barra de hierro. No por su lugar correcto, cerca del extremo, sino demasiado cerca del punto de equilibrio. Sin embargo, intenta golpear con ella, rígida y torpemente, sin el menor movimiento de muñeca, sino empujando desde el hombro, con un gruñido, una y otra vez, empezando a patear con el pie derecho al mismo tiempo. Una baba blanca empieza a brotar de su rostro, y una mirada de loca excitación aparece en sus ojos.

Frente al rostro…, ¡ahora puedo decir lo que es! Lleva el uniforme negro y el galón trenzado y la doble S rúnica en su cuello. Es un Rottenführer de un Einsatzkommando de las SS. ¿Qué está intentando este sueño…? Sí, sí, seguiré antes de que se desvanezca.

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