Himmler

Himmler


Cartas 1939-1945

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El 10 (16) de abril de 1945 Gudrun escribió: «[…] Ha llamado el señor Schnitzler, papi está todavía en Berlín, hizo llamar a todos los generales de división para una reunión, así que no debe de estar tan mal, aunque ya ha comenzado la ofensiva rusa». Y el 17 de abril: «[…] Ayer tuvimos el ánimo muy bajo, están muy cerca de Núremberg. […] A las 4 h la alarma, ataque en Múnich, la casa tembló. Mami estaba muy alterada. Se movió toda la casa. A mí no me pareció grave».

17 de abril de 1945

¡Mi querida mami!

¡Mi querida hijita!

El señor B.[aumert] sale para allí, así que aprovecho esta oportunidad para escribiros esta cartita. A mami le contará muchas cosas de palabra.

Os lleva un paquetito y un par de líneas. Los tiempos son terribles para todos nosotros, pero todo, así lo creo yo sin duda, se resolverá bien.

Cuidaos mucho.

Los ancestros y sobre todo el valiente pueblo alemán nos protegerán y no dejarán que nos hundamos.

Os mando, a ti, mi querida mami, y a ti, mi querida Muñequita, muchos abrazos y besitos.

Heil Hitler! Con amor,

Vuestro papi

Esta carta tiene claros indicios de ser una despedida. Es una de las pocas misivas que Himmler dirigió de forma expresa a su mujer y a su hija, y es la primera y única vez que se despide con «Heil Hitler», irónicamente en un momento en el que se esforzaba, sin el conocimiento del Führer, por mantener negociaciones secretas con los aliados occidentales.

Himmler hacía tiempo que ya no creía que «todo se [resolvería] bien», sino que se retiraba cada vez con más frecuencia enfermo a Hohenlychen y ya no quería hablar con nadie. El hecho de que en esta carta mencione la posible caída del pueblo alemán, que en el mejor de los casos podría detener una instancia divina, muestra lo desesperada que veía la situación y el cinismo con el que la dirección nacionalsocialista comparaba la derrota de su régimen con el final de Alemania. El «ancestro» era el supuesto dios germano Waralda, mencionado por Himmler en el discurso anteriormente citado del 26 de julio de 1944: «Con las confesiones no tengo nada que ver. Eso se lo dejo a cada uno. En las filas de las SS no he tolerado nunca ningún ateo. Todos creen en lo más profundo en el destino, en el Señor, en aquello que nuestros ancestros en su lengua llamaban Waralda, El Viejo, que es más poderoso que nosotros».

Esta carta de despedida la redactó con toda probabilidad desde Hohenlychen. Paul Baumert, jefe del Estado Mayor personal del Reichsführer-SS, condujo con el coche a Baviera con el objetivo de organizar la huida de Marga y Gudrun, así como la de Hedwig, Helge y Nanette Dorothea[201].

El 18 de abril de 1945 Gudrun escribió:

[…] «Ayer salió una orden del día del Führer. Ahora tiene que remontar todo. Vuelvo a creer con fuerza en la victoria. Ayer también comenzó la batalla en el este. El parte militar en el oeste no fue muy bueno. Solo se habla de la guerra, aunque uno se esfuerce, no hay nada que hacer».

Y el 19 de abril:

Cuando regresé [ayer] estaban aquí Schnitzler y Baumert y hablaron con mami. […] Baumert quería convencer a mamá de que fuéramos con un pasaporte falso a Valepp con la señora Heydrich. Mamá no quiere, allí nos reconocerán. […] Baumert vino desde donde está papi y regresará allí. Se han puesto de acuerdo. Vamos al sur. Mami y yo por un lado, U.[lla] y tía M.[artha] por otro. Tenemos que guardar en secreto adónde vamos (con nombre falso). […] A V.[alepp] están llevando muchas cosas, quizá tengamos que ir allí cuando todo haya pasado y no tengamos casa, espero que no. Papi ha enviado una bonita carta y chocolates.

El 20 de abril de 1945 Himmler visitó por última vez la cancillería del Reich en Berlín con motivo del cumpleaños de Hitler; ocho días después llegó al búnker del Führer la noticia que había captado una agencia británica de que Himmler negociaba con las potencias occidentales. El Führer ordenó que, antes de morir, Himmler debía ser repudiado y despojado de todos sus cargos del partido y del Estado. Este ya se había retirado al norte de Alemania y residía en Flensburg.

El almirante Karl Dönitz, a quien Hitler antes de su suicido el 30 de abril había establecido como su sucesor y que también se encontraba en Flensburg, supo de la destitución de Himmler y evitó que este nombrara un nuevo gabinete de transición.

Himmler pudo moverse por Flensburg otras dos semanas sin ser molestado.

Recibió a dirigentes de las SS leales a él, mantuvo una plantilla de 150 personas junto con una sección de radio y unos cuantos vehículos. Escribió cartas al mariscal británico Bernard Montgomery, sin recibir respuesta. El 20 de mayo, tres días antes de la detención del Gobierno de Dönitz, abandonó la ciudad junto a algunos de sus hombres, con el bigote afeitado y con un parche en el ojo, vestido con el uniforme de la Policía secreta y portando documentos de identidad con el nombre de Heinrich Hitzinger. El plan —huir a través del bloqueo británico hacia el sur— fracasó. El 22 de mayo fueron llevados al cuartel general británico del 2.º Ejército en Lüneburg como presuntos miembros de la Gestapo. Allí Himmler reveló su identidad; poco después se mató con una cápsula de veneno.

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