Henry

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Epílogo 1ª parte

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Marianne mira a la cámara aguantando la risa mientras su madre le hace burla.

—¡Marianne! ¡Venga sonríe! No pongas esa cara.

—¡Es mamá! ¡Me está haciendo burla!

Él se gira y la mira alzando una ceja.

—A mí no me mires, yo estoy con el bebé.

Cuando vuelve a poner el ojo en el objetivo, Emily saca la lengua otra vez y pone muecas para hacerla reír. El bebé, mientras, aprovecha para agarrar a su madre del pelo y darle un buen tirón.

—¡Oye! ¿Pero qué te ha hecho mi pelo, Col?

—Eso te pasa por hacerme burla, mamá. ¡Gracias, Colin!

El niño sonríe y alarga los brazos hacia su hermana. Emily lo deja en el suelo y gatea hasta que se sienta al lado de las piernas de Marianne. Le tira de las medias para que la niña se agache. Colin la engancha de las coletas y tira con fuerza.

—¡Aaaayyyy! ¡Papaaaaaaaaaa!

A Marianne se le escapan unas lágrimitas por el borde de los párpados. Henry desengancha como puede las manos del pelo de la niña.

—Hay que ver qué bestia es a veces. No sé a quién se parece.

—¡¡Se parece a ti, Hank!!

—Sabía que ibas a decirlo, Lil.

Lily se acerca y coge al niño en brazos.

—Ven aquí precioso, a mamá no tienes que tirarle del pelo. Engancha esos preciosos rizos de tu padre y estira fuerte.

El niño se ríe como si entendiera a su tía.

—No seas cabrona, Lil. Y ten cuidado. Colin ya pesa demasiado para que lo cojas en brazos.

El embarazo de Lily ya está muy avanzado y apenas puede agacharse con la enorme barriga.

—¡Mamáaaaaaaaa! ¡Papá ha dicho una palabrota!

—¡Pero qué chivata eres, Marianne!

Henry corre detrás de ella y la engancha del vestido. La coge para darle vueltas.

—¡Chivata, chivata, chivata!

—¡Para papá, para!

La niña llora de la risa, mientras Emily los mira con amor. Su mente vuelve por una vez a ese momento en que lo conoció. Cuando entró tropezando torpemente en la sala de reuniones, y salió con un cabreo tremendo y odiando al Estirado. Siete años ya han pasado de eso. Siete años, dos niños y un gato, Giggles II. El minino se restriega contra su pierna maullando. Emily lo coge en brazos.

—No seas envidioso, Gig.

Marianne se acerca corriendo y le quita el gato de los brazos. El pobre comienza a maullar y alarga la pata hacia Emily.

—Cariño, no se te ocurra volver a intentar cortarle el pelo.

—No, no, mamá. Ahora quiero que le crezca para ponerle los rulos.

Emily se lleva la mano a la cabeza. Henry le echa el brazo por los hombros.

—Pobre señor Giggles, ¿eh?

—Bastante paciencia tiene. Me parece raro que no le haya arañado ya la cara.

—Es buen gato.

—Lo sé.

Le sonríe.

Lily se acerca con Colin en brazos y el niño rápido le echa los brazos a su madre.

—¡Ah, no! Quédate un ratito con tu tía Lily, cielo.

El niño frunce los labios, pero se queda conforme.

—Lil, ¿podrías quedarte un rato con los niños?

Henry la mira suplicando.

—Sí, claro. Los prepararé y los bajaré a la playa, mejor. Gabriella y Thomas quieren bajar a hacer castillos de arena.

Le guiña un ojo y le da un cachete en el culo.

—¿Me acabas de...?

—¿Dar un cachete en el culo? Sí.

—Em, ¿tú no tienes que decir nada al respecto?

—¿Yo? ¿Qué voy a decir?

—Eres mi mujer.

—Pues por eso, como soy tu mujer, y sé lo irresistible que es ese trasero tuyo, no le voy a decir nada.

Se echan a reír las dos. Él resopla.

—¡Oh, vamos tesoro! ¿No decías que no te gustan los celos? ¿Quieres ahora que esté celosa de tu prima?

—Ven conmigo, que te voy a mostrar lo que quiero.

—Hala, id a por otro hermanito más para estos dos...

—De eso nada, Lil. Emily no tiene complejo de coneja como tú.

—¡Oye!

Le da un manotazo y frunce el ceño.

—Yo no tengo la culpa de que Max tenga tan buena puntería.

—Pues cortad el grifo, o a este paso te veo de aquí a diez años más con todo un equipo de fútbol, suplentes incluidos.

—Mira, vete con tu mujer antes de que te dé una buena hostia.

Henry se ríe mientras agarra de la mano a Emily y la lleva escaleras arriba, hasta su dormitorio.

Las puertas que dan a la terraza están abiertas de par en par. Emily se vuelve hacia él y le mira arrugando la nariz.

—Henry, ¿quieres que tengamos otro hijo?

—¿Estás de coña? ¿Tú sí?

—No, no. Creo que con dos tenemos bastante.

Se echa a reír.

—Tú me has dado el mejor regalo que un hombre puede pedir, Em. Una familia maravillosa. Disfrutemos de ella.

—Sí, estoy de acuerdo.

—¿Sabes qué?

Se acerca a ella mientras le repasa los labios con la punta de la lengua. Su erección presiona su ombligo.

—No, en estos momentos no sé nada.

—A veces echo de menos a la Emily contestona.

—¿Quiere que vuelva, señor Shelton?

—Me lo pensaré, señorita Smith.

—Hágamelo saber, no tengo inconveniente en dejarla compartir el dormitorio con nosotros.

Se echa a reír sobre sus labios.

—¿Sabes qué?

—¿Otra vez?

—Otra vez.

—No, no sé qué.

—Que te quiero.

—Y nunca dejes de quererme, porque yo no voy a hacerlo.

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