Ginger

Ginger


¡Yo lo rajo!

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—CAPÍTULO 3—

¡Yo lo rajo!

Punto de vista de Theo

—¿Mamá? —pregunté dejando la mochila en el sofá. Estaba un poco cansado, estiré los brazos antes de ir a buscarla.

—Oficina —soltó de un segundo a otro, sonreí acercándome y toqué un par de veces antes de entrar— Hola, Gordito —saludó mientras caminaba para besar su mejilla.

—Gordito, ¿en serio, má?

—Tienes diecisiete, pero aún siento que eres ese pequeño de cinco años que lloraba porque Abby iba a dejar de cuidarlo. —imitó la mueca de un bebé que está a punto de llorar y yo solté una carcajada.

—¿Dónde está la enana cara de nalga? —pregunté abrazándola, desde su perspectiva podía ver en la mesa una foto de nuestra familia. Nate se veía joven.

—Theodore, ten más respeto por tu hermana.

—Sí, mami. —Sonreí saliendo de la oficina y sacando mi teléfono del bolsillo—. ¡Le voy a escribir!

Hermanito

Enana, estoy en casa. Si quieres que te vaya a buscar, avisa ahora. Después no salgo más.

16:42

Enano

No, no te preocupes. Estoy con tu G en una practica de atletismo.

16:43

Hermanito

No es mi G, supera eso ya. Deja de hablarme.

16:43

Enano

JAJAJAJAJA te amo, hermanito.

16:44

Rodé los ojos y subí las escaleras para llamar a alguien que tenía pendiente. Una videollamada para alegrarme el día.

—¡Pero mira quién se digna a hablar con su hermano mayor! —dijo él desde el otro lado de la pantalla.

—Como si no hablara contigo seguido, qué mentiroso. —Me senté en la cama para estar más cómodo.

—La última vez que nos vimos era Navidad y Abby se la pasó hablando de como nos conocimos. Lo cuál no es en forma de queja porque la forma en la que nos conocimos es la mejor. —Sonrió y reí al ver que Abby apareció cerca.

—Te estoy oyendo, eh —dijo ella de espaldas y reí en cuanto Nate fingió asustarse.

—¿Cómo están mis sobrinos?

—Hermosos, igual que su mamá —contestó Nate sonriendo.

—¿Cuándo vendrán? —pregunté recostándose en el respaldar de la cama.

—Espero que este mes, pero no es seguro. Acabamos de firmar un contrato y es muy posible que empecemos a sacar sedes del hotel en Latinoamérica. —Celebró bailando ridículamente y reí negando.

—No puedo creer que seas un empresario respetado.

—Sí, y yo no puedo creer que seas el mismo Theo que me prefería cuando era bebé.

—Yo siempre fui su favorita, ¿verdad, Theo? —preguntó Abby rodeando el hombro de mi hermano.

—Eso no se pregunta, cuñada. Claro que sí.

—¿Ves? Siempre gano. —Le guiñó el ojo y volvió a alejarse.

—Gracias, hermano, te amo. —dramatizó tapándose la cara— hablando de «te amo», ¿y Ginger?

—Sigue siendo una pelirroja gruñona.

—¿Ya usaste el Huffy? —preguntó señalándome.

—En cada momento.

—Pero si ser gruñón es cosa nata de los Collins —volvió a hablar Abby mientras mi hermano entrecerraba los ojos.

—Abby, leyó tu libro.

—Amo a esa chica.

—No la conoces.

—¿Le gustó el libro?

—Bastante, dijo específicamente que eres una persona genial que ha ayudado a mucha gente.

—Entonces la amo, listo. —Alzó la manos y reí.

—Le dije que seguro habías fumado algo el día que escribiste sobre los verdaderos colores de la vida.

—Gracias, Theo, menos mal que soy tu favorita.

—También le dije que no me gustaba tu libro. —Reí recordando la cara enojada de aquella pecosa.

—Tienes suerte de que haya cambiado los nombres de los personajes, querido «Sammy» —dijo mostrando sus dedos al hacer las comillas.

Abby decidió prevalecer nuestra privacidad ante todo, así que solo cambió los nombres, así nadie lo notaría.

—Lo sé. Pero es que aunque me guste mucho tu libro, me da mucha gracia molestar a Ginger.

—No la molestes mucho que se te va a escapar de la manos, eh —advirtió saliendo de la cámara dejando solo a mi hermano de nuevo.

—Ya lo dijo la señora. —Alzó las manos y yo reí— ¿Y mi pequeña?

—Está con Ginger en una prueba de atletismo.

—Bueno, ya está tomando su papel de cuñada. Cuando la veas dile que quiero hablar con ella.

—Sí, claro.

—Bien, debo dejarte. Estoy en medio de la preparación de una pizza y se ha perdido la masa —dijo confundido y reí al verlo.

—Nos vemos, saluda a Sky y James de mi parte.

—Y tú a mamá. —Nate sonrió asintiendo.

—Bien.

—Adiós, hermano.

—¡Te quiero! —gritó Abby de lejos.

—¡Yo también! —grité para luego terminar la videollamada.

¿Odiar True Colors? Eso era como odiar mi vida, por favor.

***

Punto de vista de Ginger

—Ponle más emoción —habló Jake saltando a mi lado como si de caperucita roja se tratara.

—Estoy siendo obligada, no tengo emoción —dije caminando junto a mi amigo, tomé su brazo para que deje de pegar saltos.

—¿Qué te pasa, Carrie? —me preguntó deteniéndose en medio del pasillo.

El lugar estaba vacío, como era la primera semana de clases, algunos aún estaban en proceso de elegir sus clases optativas, así que no era obligatorio quedarse hasta la hora de salida.

—No pasa nada. —Acomodé la correa de mi mochila de nuevo y seguí caminando, pero fui detenida de nuevo.

—Le estás mintiendo a alguien que te conoce desde los cinco años. Es un problema del corazón y lo sé, pero créeme que tu historia con el señor mono dorado fue más fuerte que cualquiera que pudiste tener con un zopenco. ¿Oíste? Yo vi cuando te separaban de ese mono, y si vuelvo a ver que te hacen daño por...

—Es Derek —bufé para callarlo.

—¡Yo lo rajo! —Se dio la vuelta y abrí los ojos en cuanto le vi remangarse la camisa.

—¡Jake, no! —Lo detuve tomando su brazo.

En realidad él se detuvo, yo no podría detenerlo.

—¡Solo voy a averiguar qué te hizo! —dijo con su celo fruncido, puse mi dedo sobre su frente deshaciendo toda marca de amargura.

—Vamos a la prueba y te cuento, ¿bien? Vamos. —Me dirigí hacia él y caminamos juntos al campo de entrenamiento mientras le contaba mi desdichada —no completa o iniciada— historia de amor.

—Entonces lo encontraste besando a una rubia y decidiste pensar que era su novia.

—¿Acaso no? —pregunté jugando con sus llaves.

—Sí, pero tú no lo sabías.

—Eso me da tanta esperanza, Jake.

—Como sea, ese debilucho no te merece.

—Ese debilucho es tu amigo.

—Ese debilucho es mi compañero, mi amiga eres tú.

—Ese debilucho está besando a su rubia justo ahora y nosotros estamos perdiendo el tiempo mientras hablamos de él.

—Ese deb...

—¡Hola, chicos! —gritó la pequeña hermana de Theo Collins con su cárdigan y tacones que le hacían caminar como un venadito.

Era graciosa.

—Hola, Alai. —Sonreí de lado echándole agua a Jake en la cara para molestarlo— ¿Qué haces aquí?

—Bueno, iba directo a casa. Pero los vi por aquí y decidí venir a saludar.

La pequeña era tan impredecible.

Podía llegar un día con un vestido hermoso y de pronto podría llegar como un vagabundo a la moda.

Demasiado impredecible, pero me caía mucho mejor que su hermano, seguro.

—Bueno, ya que estás acompañada, iré a la prueba. Nos vemos en un rato. —Sonrió Jake tímido alejándose.

Tímido.

¿Jake tímido?

—Tu amigo es lindo. —Sonrió escribiendo algo en su teléfono.

—Es un buen amigo. —Asentí viendo como caminaba hacia el equipo.

—¿Irás a la fiesta de Brad? —preguntó bloqueando su teléfono.

—No lo creo, no me gusta ir a fiestas. ¿Tú sí?

—No, no conozco a muchos ahí. Además, mi hermano dice que sus compañeros de equipo son unos bobos.

—Tu hermano es tonto. —La miré y reí tapándome la boca—. Perdón, la verdad se me sale de los poros y no puedo evitarlo.

—Es un buen chico. —Rio codeándome—. Es solo que... Bueno, cuando conoces a una persona te das cuenta de que no sabes tanto como creías saber.

—¿Y eso qué significa?

¡Entrometida!

¡Nadie te dijo que abras la boca, Ginger Huff! ¡Nadie!

—Que todos tenemos nuestros secretos, ¿no? —dijo con una media sonrisa desbloqueando de nuevo su teléfono.

—Yo no los tengo, mi vida es aburrida. —Ladeé el labio y encogí los hombros, recostándome un poco en las gradas del campo.

—Yo creo que si conocieras más a mi hermano, se llevarían mucho mejor de lo que piensas.

—Alai, me caes bien. Pero tu hermano es insoportable.

—Ginger, cree lo que digo. —Me guiñó el ojo— ¿Te importaría responderme algo?

—¿Algo como qué?

—Bien, ya que no quieres ir a la fiesta de Brad, y yo no puedo... ¿Tienes algo que hacer ese día?

—¿Yo? —Me señalé.

Inútil, si estaba hablando contigo.

¡Es obvio!

—No querida, le hablo al señor que está cortando el césped justo allá. —Señaló al encargado de limpieza y yo fruncí el labio aguantando un poco la risa.

—Oye, no harías mala pareja con él.

—¡Ginger! —Rio empujando mi brazo.

Sí, bueno. Tal vez era un señor de sesenta años con una cabeza tan brillante que podía pasar fácilmente como la pista de aterrizaje de los bichos que vivían en lo que quedaba de su cabellera.

No era el nombre más limpio, pero si el empleado más viejo de la escuela.

—Bueno, creo que no. No creo que a Kim le importe.

—¡Oh, puedes invitarla también! Kim es genial, es divertida, me gusta su forma de vestir. Tiene estilo. Te daré mi numero y me envías un mensaje mañana confirmando, tengo entradas para ir a la semana de la moda de Counterville y no quería ir con alguien que no lo disfrutara.

—Eh, claro... Te avisaré mañana —dije mientras ella tomaba mi teléfono con total confianza y escribía su numero en él. Luego llamó al suyo con mi teléfono y guardó mi número.

—¡Genial! Me alegra mucho haber pasado un rato contigo, G. Espero que puedan venir conmigo, me haría mucho ilusión.

Dicho esto, y luego de abrazarme como si fuéramos las mejores amigas, se alejó del campo y salió por la puerta principal.

—Hum, ¿adiós? —dije en cuanto noté que se había ido.

Estaba loca, pero me caía bien.

Y Kim se volvería más loca aún cuando se enterara que podía ir a un evento como ese sin tener que pagar un quinto. Kim amaba la moda.

Yo la llamé porque debía enterarse de lo que iba a pasar.

—¡La amo! —gritó mi amiga desde el otro lado del teléfono haciendo inevitablemente que lo despegue de mi oído.

—Kim, pero yo no sé si ir, siento que nos estamos aprovechando.

—¿Qué dices? ¡Es la semana de la moda junto a la hija de una astronauta! Además, ella nos invitó.

—¡No es astronauta, Kimberly!

—Como sea. Y deja de llamarme Kimberly.

—¿Y qué con la fiesta de Bradley?

—¡Bradley me importa tres rábanos fritos! ¿Qué no te oíste? Es la semana de la moda en Counterville.

—Los rábanos no se fríen, amiga —respondí obvia, pude sentir como Kim bufaba desde el otro lado del teléfono.

—¿Me estás escuchando, G? No sé, tú dile que sí a la rubiecita.

Y mientras mi amiga hablaba, me di cuenta de una cosa que no había pensado antes.

—Kim… ¿Cómo tienes un trabajo grupal de historia? Si tenemos ese curso el jueves y viernes.

Un silencio apareció en la llamada y luego habló.

—El número que usted ha marcado se encuentra deshabilitado. Dígale que sí a Alai para el desfile de la moda, muchas gracias. —Y me colgó. ¡Nos mintió en la cara y no lo habíamos notado!

Y bueno, pensándolo bien, ¿todo un día con dos locas por la moda en fiestas, exposiciones y desfiles?

¡Válgame, Dios, no!

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