Ginger

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Mejores amigos por siempre

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—CAPÍTULO 5—

Mejores amigos por siempre

Caminamos sin hacer comentarios hasta que decidí preguntar por qué no había entrado a clases, él solo respondió, «ya estamos cerca, Huffy. ¡Corre!». Y me cargó al hombro yendo más rápido que cualquier alumno de esa escuela cuando oían que había pizza en el cafetín.

Ginger —saco de papas— Huff, mucho gusto.

Theo y yo teníamos una relación de no amistad muy rara. A veces había momentos de paz —que duraba segundos— al tener amigos en común, así que mi situación era ir cargada haciendo peso muerto por todo el patio con cara de que nada en la vida me interesaba, pero poco a poco me empecé a marear. Pedí que me bajara y lo hizo rápido, incluso se preocupó.

—¿Estás bien? —Yo saqué una botella con agua de mi mochila y lo miré mientras tomaba de ella.

—Oh, por supuesto. Solo estuve a punto de devolver lo que comí desde la mañana por un tonto que me cargó como si fuera un saco de papas.

—¡No es cierto!

—¿No es cierto? ¿Acaso no me cargaste por todo el campus?

—No, no es cierto que seas un saco de papas. Los sacos de papas pesan, tú no. —Se quiso hacer el gracioso y no le salió, bufé y di la vuelta dándome la sorpresa del lugar en el que me encontraba.

—Oh, wow.

Estábamos en la azotea del edificio más grande de la escuela que tenía una hermosa vista al techo del cafetín. En realidad era horrible, pero si caminabas un poco más, podías ver el campo que estaba detrás de la escuela, eso sí que era bonito.

Ese lugar tenía muchas teorías que los alumnos crearon, muchos decían que había fantasmas, otra que los profesores usaban el lugar para «relajarse» y otros simplemente no subían porque el ingreso se hacía subiendo escaleras, y yo no iba a desperdiciar energías.

—¿Aquí puedes leer tranquila? —preguntó metiendo las manos en sus bolsillos.

—Hum, ¿sí? —respondí confundida ante su acto de buena fe.

Buena fe los calzones de mi abuela. ¡Algo quería!

—Bien, nos vemos. —Theo empezó a caminar a la salida, yo saqué mi libro y fruncí el ceño sentándome en una de las viejas bancas.

—¡Oye! —Se detuvo y volteó a mirarme.

—¿Sí?

—¿Cuál es tu plan? —pregunté curiosa.

—Ninguno. —Sonrió de lado y volvió a girarse.

—Theo —le llamé levantándome de nuevo.

—¿Qué pasó Huffy? —Rio bajito mirándome.

—¿En serio? ¿Serás bueno y te irás? ¿Ningún plan para molestar?

—¿Por quién me tomas? —Llevó una mano a su pecho fingiendo sentirse ofendido. Yo alcé una ceja y rio— Sí, es en serio. —Se encogió de brazos y volvió a girarse a la salida.

—No, no. ¡Ahora te quedas! —Lo jalé pegándolo casualmente a mí. Y me alejé un poco incómoda aclarando la garganta.

—¿Quieres que me quede, Huffy? —Sonrió dando un paso hacia mí, haciendo que yo de otro paso para atrás.

—Eh, no. Es solo que me llama la atención que seas bueno y luego te vayas sin molestar. —Estiré los brazos deteniéndolo para que no siga avanzando.

—¿Me parece o te pones nerviosa, Huffy?

—Te parece, aléjate bicho.

—Bien, a pedido tuyo, y solo por eso... Me quedo. —Sonrió empujándome un poco haciendo que me siente, y sentándose en el piso frente a mí.

—Yo no pedí que te quedes —hablé abriendo el libro de nuevo.

—Sí que lo hiciste. —Alzó una ceja mientras bajaba el libro para que lo vea.

—No es cierto, ahora quédate en silencio. —Subí el libro.

—¿Estás pidiendo que me quede? —Bajó el libro.

—No, estoy diciendo que te calles. —Subí el libro.

—No, dijiste que me «quede» en silencio. —Bajó el libro resaltando aquella palabra.

—Pues cállate entonces. —Subí el libro.

—Bueno. —Bajó el libro y me guiñó el ojo—. Supongo que eso es un quédate entre líneas.

Rodé los ojos y volví a subir el libro.

Entonces sonó la campana de clases.

Bajé el libro y con el ceño fruncido.

—¿En serio?

—Bueno, al parecer el destino no quiere que sigas leyendo ese horrible libro.

—Mira, Collins, te sugiero que te calles o…

—Yo me callo si me das un beso, ¿qué te parece? —preguntó, ahí quedé sorprendida.

***

—¿Que hizo qué? —gritaron Jake y Kim en unísono. Salimos de clases y me hicieron correr hasta el estacionamiento cuando supieron que les iba a contar algo, ya apoyados en el auto de Kim, empezamos a hablar.

—Lo que oíste, Kim. Me pidió que lo bese —hablé directamente hacia mi mejor amiga.

—De todas maneras no quería escucharte. —Jake cruzó los brazos y me reí hasta que volteó a verme, ahí puse cara de enojo.

—Bien, porque no te lo diré —contesté rápido.

—Bien.

—¡Bien! —repetí más alto.

—Bien. —Me retó con la mirada y yo cerré un poco los ojos.

—¡¡Bien!! —grité. Yo gané.

—A ver, ¡Se callan! —dijo Kim golpeándonos la frente.

—Eso dolió —me quejé.

—Estoy de acuerdo con ella, aunque no le hable.

—¡Yo no te hablo a ti!

—«Yi ni ti hibli i ti» —me imitó exageradamente y bufé.

—Bueno, ya está. —Kim se dio la vuelta para dejar algo en su auto—. Yo no hablaré con ustedes hasta que arreglen las cosas.

—Kim —hablamos al mismo tiempo provocando que giráramos a vernos.

—¡Nada de Kim! Se arreglan o se arreglan, yo iré a saludar a Bradley porque hoy vamos por un helado.

Dicho esto, nos dejó solos. De verdad se fue con Brad y nos dejó solos.

Miré a Jake con una ceja alzada y encogió los hombros.

—¿Solo yo veo el brazo de Brad en la espalda de Kim?

—Ves igual que yo —hablé confundida.

—Mira...

—Lo siento, Jake, sé que esto era importante para ti, más porque es el último año y es el último equipo al que te inscribes.

—No, yo exageré. —Sonrió comiendo de su sándwich— perdóname por hacerte sentir mal, eres la mejor amiga que conozco. Olvidar un solo día no hace malo todos los demás a los que me acompañaste a pesar de que no te gusta el fútbol, el béisbol o cualquier deporte que te demande hacer esfuerzo físico… O sea, todos. —Rio pasando mi mano por su brazo—. Ya pasó, no te disculpes.

—Te quiero, ¿lo sabes?

—Y yo a ti, zanahoria. ¿Mejores amigos de nuevo y por siempre?

—Siempre, tonto. —Abracé a Jake y suspiré—. Pobre de ti que vuelvas a armarme un drama de ese tipo.

—¡Síííííí! —alargó Kim gritando de lejos, y cada vez se le oía más cerca, entonces un peso cayó sobre nosotros— ¡Los quiero! —gritó abrazándonos.

—No, a ver. Señorita no les hablo y me voy con Bradley. —La separé estirando los brazos.

—Sí, es cierto. Me siento reemplazado, ¿tú no, Carrie?

—Sí, yo creo que nos vamos, ¿no? —Enrollé mi brazo en el de mi mejor amigo y asentí.

Y nos fuimos. No sin antes girarnos y despedirnos de Kim.

Me alegraba tener a mi amigo de vuelta.

***

Un miércoles cualquiera en Counterville High School era ver alumnos correr por los pasillos cuando estaban llegando tarde, a los monitores controlando que no corriesen cual medidor de velocidad que medía a los autos.

A mí me tocaba la clase de música, una de mis clases optativas. Ni siquiera sabía por qué me había metido ahí, tenía menos ritmo que un ciempiés con zancos marchando, solo quería probar algo nuevo. Al menos tenía a Jake conmigo.

—¡Giiiiiinger! —alargó Alai en cuanto entré al salón.

—Hola, rubia. —Sonreí sentándome a su lado. Sí, Alai también estaba ahí—. ¿Qué tal tu día?

—Bien, mi hermano me contó. —Me golpeó suavemente con el codo y yo fruncí el ceño.

—¿Que te contó qué?

—Que se besaron, me gustaría verlos como pareja, ¿sabes?

—¿Que hizo qué? —grité levantándome— ¡Yo no lo besé! ¡Nadie aquí besó a nadie! —Entonces noté que todos me veían, incluso la maestra más vieja de la escuela.

La señora Parker, dictadora de metro y medio que tocaba el corno francés.

Tenía un buen pulmón a pesar de sus setenta y muchos años.

—Huff —gritó haciendo uso de sus ya mencionados buenos pulmones.

—¿Me voy del salón? —Asintió haciendo que cargara la mochila y saliera del lugar con la cabeza gacha.

Que vergüenza, por lo menos ella no me había mandado a detención.

Pero ya tenía un lugar al que ir a leer. Subí a toda prisa para que nadie me viera y dejé la roca que detenía la puerta en su lugar.

No quería quedarme encerrada, gracias.

Y así pasó mi hora, leyendo las aventuras y desventuras de Sky y Nathan.

Cuatro capítulos en una hora estaba bien para mí.

Kim

¿En dónde te metiste? Donde sea que estés, búscame en mi casillero. Tengo que contarte algo. SOS.

08:50

Solecito

Me botaron de música, ya te contaré. Estoy yendo para allá, no desesperes, niña.

09:00

Guardé mi teléfono y corrí por las escaleras mientras todos empezaban a mirarme raro.

En realidad, la cosa es que me estaban mirando.

Yo ya había pasado la etapa de ser mirada, no era la nueva. ¡No necesitaba tantos ojos en mí!

—¿Qué? —pregunté sacando de mi mochila el inhalador, me estaba agitando y eso no era bueno. Estúpida asma.

—¿Estás bien? —preguntó Kim tocando mi hombro mientras presionaba el aparato y aguantaba la respiración. Yo asentí con los ojos cerrados.

—Bien, ya pasó. Dime. —Moví la mano para que hable.

—Oí que Anne le dijo a Hayley que Tianna le dijo a Thomas que Derek no está con esa rubia.

—¿Qué? —pregunté confundida.

—La rubia no es su novia, es la hija del tipo que financiará la obra.

—¿Y por qué besaba a Derek? —Reí al notar la inocencia de mi amiga.

—De hecho, ella lo besó.

—Pero él también la estaba besando, Kim. —Rodé los ojos guardando los libros en mi casillero.

—¡Ya te dije que no! Tengo fuentes confiables.

—¿Eh? —volví a preguntar confundida.

—Solo besó a Derek porque le cayó bien y piensa que son novios, es una tontería.

—Si no estás segura no intentes informar, K. Vamos a clases —dije luego de sacar mi libro de historia.

—Mira, Solecito, te digo que Derek no tiene nada. La chica ni siquiera vive aquí.

—¿Y cómo sabes todo eso? ¡Deja a esa chica en paz por el amor de Dios! —Moví los brazos dramatizando la escena y ella empezó a reír—. Kim, te quiero. Pero no confío en tus fuentes. Sigues pensando que la mamá de los Collins es astronauta. Por tu culpa me castigaron una vez al pensar que mis vecinos eran extraterrestres. No sigas.

—¡Por favor! Ellos sí que parecían extraterrestres, explica las plantas de maíz en su jardín. —Cruzó los brazos y yo reí entrando al salón.

—No seas tonta, el señor Graham fue granjero, y tiene un pequeño huerto.

—Buenas tardes, clase —habló Elmer Butts, el peor profesor de historia del mundo.

Él me odiaba, y no eran suposiciones.

Tenía algo contra nosotros.

Lo peor es que llegaba con una sonrisa socarrona de esas que te daban ganas de romper con un ladrillo.

Pero que obviamente no harías.

»Como sabrán, hoy no deberíamos tener clases, pero aquí estamos. —Había pedido permiso para cambiar por esa semana las clases al miércoles. No sabía qué clase de preferencias tenían con él, pero siempre concedían lo que pedía—. Tareas sobre la mesa, ahora —dijo tan solo al llegar a su escritorio.

Adivinen quién olvidó hacer su ensayo sobre la Primera Guerra Mundial que había dejado una semana antes.

¿Alguien me podía traer a Valentina, por favor?

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