Ginger

Ginger


Abrazos y batracios

Página 13 de 46

—CAPÍTULO 11—

Abrazos y batracios

Punto de vista de Theo

—¿Cómo que dejaste ir a Alai a la fiesta? —le pregunté persiguiéndola mientras ella recogía cosas algunos papeles y caminaba por todo el lugar.

—¿Viniste hasta mi trabajo para preguntar si había dejado a tu hermana ir a una fiesta? —Mamá se detuvo en seco para mirarme y asentí cruzando los brazos.

—Contestar una pregunta con otra es de mala educación, ¿no? —dije alzando la ceja izquierda, mamá siempre decía eso.

—Pero a mí me educaron mal, a ti yo te eduque muy bien —me retó alzando la ceja derecha. Traté de imitar su acción y fracasé, mi madre se rio.

—¿Cómo haces eso? —me quejé y me toqué la cara, intentando poder moverla—. Tengo una ceja inútil.

—Theo… —alargó mamá riendo—. ¿Solo viniste a eso? No quiero botarte, pero, de verdad, tengo mucho trabajo.

—Mamá, es una niña —reclamé, pero ella solo rodó los ojos. ¿Qué no lo veía?

—Gordito, Alai tiene quince años. Además, está con Ginger y la pelinegra, está bien acompañada —expuso luego de sentarse frente a su amplio escritorio, estaba revisando unos diseños que le habían entregado segundos después de que yo entrara a visitarla.

—Se llama Kim. ¡Y no me digas así!

—Lo siento, a Kim no la mencionan tanto —se burló de mí. Sabía que lo decía por Ginger, pero lo ignoré. Con una sonrisita graciosa en el rostro, firmó un papel—. Y siempre te he llamado así, no quieras cambiar las cosas ahora. ¿Te molesta? —preguntó, lo pensé bien y suspiré negando.

—Solo no me llames así en público, por favor... —Mi progenitora me guiñó el ojo y volvió la vista a los diseños, pero esa atención no duró mucho porque me miró de nuevo en cuanto le dije lo siguiente. —Como sea, ¿podemos hablar de... Kyle?

—¿Qué quieres hablar de tu papá? —preguntó tratando de seguir sonriendo, me senté frente a ella porque había estado parado todo el tiempo desde que llegué. Mi madre esperó paciente a que me acomodara y dejó el lápiz digital sobre la mesa.

—Él... ¿Cómo era? —pregunté, fue lo primero que se me ocurrió. Quería saber más, pero no sabía cómo empezar. Ella entrelazó sus manos y se inclinó un poco hacia adelante. Se veía un poco pensativa, trataba de recordar.

—¿En qué sentido? Ha sido de muchas maneras.

—No lo sé. —Me removí incómodo en el asiento. Tal vez no sabía cómo expresarme y esperaba que ella lo entendiera con las pocas palabras que podía ofrecer.

—Bueno, en realidad fue un buen padre, tuvo algunos errores... Pero Nate los «perdonó». —Recalcó las comillas mirándome. Cada frase que decía me dejaba más confundido.

—¿Qué errores? ¿Por qué no me habían contado nada de esto? —pregunté mientras frotaba mi rostro.

—Lo siento, bebito, estábamos buscando el momento indicado para contarles. Esto no es fácil...

—Lo sé —interrumpí. Suspiré y terminé tapándome la cara.

—Tu papá quiere conocerlos.

—También lo sé. —Quité las manos y la miré de frente—. Y no sé cómo reaccionar ante eso, mamá.

—Theo, deja que él les cuente. No te cierres —dijo. Bufé indignado.

—¿Por qué lo sigues defendiendo después que nos abandonó a todos? —pregunté mirándola confundido. No entendía por qué mamá me decía todo eso, ¿qué más tenía que saber?

—Porque en algún momento fue mi esposo y la persona que amaba. —Me eché a reír con poca gracia y negué.

—Eso no lo justifica, madre.

—No puedes juzgar algo que no viviste, bebito.

—No lo entiendo. De verdad que no te entiendo —declaré mirándola. Pero también me di cuenta de que esa conversación debía seguir después. Con más tiempo y menos trabajo para ella. Relajé un poco el entrecejo y ladeé el labio—. Te voy a dejar porque sé que estás ocupada, pero está conversación no ha terminado.

—Sí... —Sonrió de lado acercándose a mí—. Sí, Gordito.

—¡Chloe Wheeler!

—¿Sí, Gordito? —Volvió a alzar la ceja derecha y me hizo reír.

—¡Mamá!

—Perdón, bebito.

—Me voy. —Alcé los brazos saliendo de la oficina.

—¡Ven a despedirte de tu madre! —me gritó, eso hizo que regresara y bese su mejilla.

—Nos vemos, má. Hablamos luego.

—¡Adiós, Gordito! ¡Te amo! —gruñí y cerré la puerta, caminé hacia el elevador mientras pensaba.

Traté de olvidar el momento tenso que habíamos vivido minutos antes, y me concentré en lo último. Estaba logrando que mamá olvidara ese apodo, pero lamentablemente esa última Navidad en la que nos juntamos en casa de Nate. ¡Alguien había confabulado con el universo en mi contra! Si no, no entendía cómo recordaron aquel capítulo de mi vida en la que mi estómago sobresalía de mi cuerpo cual embarazada a punto de dar a luz. Por supuesto que existían las fotografías y mi familia amaba recordar momentos.

Luego de manejar a casa, encontré a mi hermano sentado en la sala de casa, hablándole a su celular, por supuesto que hablaba con Abby.

—¡Me alegro mucho, bonita! —dijo sonriendo como tonto.

Bien, tal vez no estaba hablando con Abby. Sonreí al escuchar aquella vocecita.

—Acaba de llegar tu tío, ¿quieres saludarlo? —preguntó el padre orgulloso, al parecer fue una respuesta positiva ya que me entregó su teléfono, dando paso a una pequeña que tenía los mismos ojos que su madre. Giré a ver a mi hermano, y alguien de verdad necesitaba regalarle un balde, porque se le caía la baba por su hija.

—¡Hola, Gordito! —saludó Sky, me golpeé la frente de forma automática y reí.

¿Por qué todos se pusieron de acuerdo para llamarme así aquel día?

—Hola, bonita. —Sonreí de lado sentándome al lado de mi hermano—. ¿Cómo estás?

—¡Bien! Estoy junto a James y mami. Mami nos compró esto —Mostró sus inexistentes dientes de leche en una sonrisa junto a una barra de chocolate.

—¡Yo quiero chocolate! —Estiré el labio inferior haciendo que lo escondiera.

—Lo siento. No es para ti, Gordito. —Hizo una mueca que solo me hizo sonreír.

—Bien, pero cuando vengas tendré un chocolate solo para mí. —Alcé ambas cejas y ella me vio indignada.

—Mami dice que la venganza es mala —contestó encogiendo los hombros.

—Mami está en lo correcto —dijo Nate quitándome el teléfono. Reí asintiendo y me acerqué para aparecer en el encuadre. Los ojos de la niña se abrieron al ver a mi hermano.

—Papi, te extraño.

—Y yo a ti, bebé. Mañana estaré con ustedes.

—¿Lo prometes? —Lo miró con emoción y él asintió.

—¿Cuándo he faltado a una promesa?

—Nunca.

—Bueno, pues eso seguirá así —dijo. Mi hermano era un gran padre, con sus hijos, y también tomó ese rol con Alai y conmigo. Lo molestaba siempre, pero también agradecía que estuviese siempre para nosotros.

Entonces la figura de Kyle volvió a mi mente y sacudí aquel pensamiento, me levanté del sofá y mi hermano giró a verme.

—Iré a cambiarme —anuncié, caminé hacia las escaleras y una voz me detuvo por un momento.

—¡Te queremos, Gordito! —gritó Abby desde el celular, rodé los ojos terminando de subir.

Definitivamente todos estaban confabulados contra mí.

***

Estacioné el auto para luego entrar a casa de Bradley, todo había empezado a tomar forma, ya había un grupo grande de gente bailando, pero ninguno de ellos era Ginger... O Alai, o Kim. Ni siquiera veía a Jake.

Pero mi pensamiento lo llamó, y apareció con una gran sonrisa acercándose a mí.

—¡Hola, Theo! —El chico chocó mi puño para saludarme, estaba feliz.

—¿No viniste con las chicas? —pregunté curioso, ellos tres siempre estaban juntos.

—No, estuve en casa de Ginger como por diez minutos y luego me botaron diciendo que era tiempo de chicas, que la única forma de estuviese ahí es que me dejara maquillar. —Se encogió de hombros haciéndome reír.

—Bueno... ¿Te salvaste? —comenté sin saber qué decir.

—En realidad, le dije a Kim que me maquillara, pero no me dejó. —Negó con la cabeza sacando una cerveza del congelador—. Ellas solo querían chismosear sin mí.

Este chico me caía bien, pero a veces era raro. Pobre de él que se acercara a mi hermanita.

—Oh... Okay.

—¿Quieres ir a esperarlas afuera? —me preguntó lanzando una lata de gaseosa para mí, solo asentí.

Salimos y justo ellas llegaban, Kim y mi hermana fueron las primeras en bajar del auto. Se veían felices, minutos después, Ginger salió. Ese ceño fruncido y espalda encorvada que demostraba lo feliz que estaba.

Sonreí. Di el primer paso para saludarla, pero Griffin se me adelantó y apareció junto a ella.

—¡Ginger! —saludó, ella giró y sonrió.

Tal vez estaba de más ahí.

***

Punto de vista Ginger

Derek Griffin sonreía, se atrevió a estar frente a mí con una chaqueta negra y una camiseta blanca perfectamente alisada. ¿Quería que llorara por lo bonito que se veía?

—Estás muy linda —me alagó de pronto, al mirarlo, él sonrió alzando un poco las cejas.

Ese gesto era tan tierno. Mis mejillas estaban a punto de erupcionar.

—Gracias —fue lo único que pude decir.

¿Podía meter mi cabeza en la tierra? ¡Sería muchísimo menos vergonzoso tener que lidiar con eso!

—¿Vienes solo con las chicas? O vin...

—¡Hola! —gritó Theo, llegaba con pequeños saltos de alegría, tal como si fuera caperucita roja.

Fue ese único momento en el que agradecí la presencia de aquel tonto, alivió un poco la incómoda tensión que sentía, o que en realidad, creé yo sola.

—Theo —saludé con una pequeña sonrisa.

—Hola, Huffy —saludó él y se acercó por completo, parándose justo al lado de Derek.

—Hola, Theo.

—Griffin. —Alzó la cabeza.

—Collins —respondió el rubio.

—Mcfodd —dijo Jake mencionando su propio apellido, luego se acercó a mí y rodeó mi hombro.

Silencio incomodo.

—¿Qué hacen aquí parados? ¡Entremos! ¡Vamos, mini Kim! —mencionó mi amiga caminando junto a Alai a la entrada de la casa. Jake me guio con los otros dos chicos detrás de nosotros.

Agradecía a Dios por tener a mi mejor amigo cerca. Derek me gustaba, pero no sabía qué decir o hacer frente a él.

Y Theo... Theo era Theo, creo que no era necesario decir lo que pensaba de él. Menos porque había una tregua, ¿no?

—¿Julien Garnier? ¿En serio? —chilló Theo alzando los brazos y arrodillado mirando al techo. Todos giramos a verlo, eso hizo que se levante entre risas.

—Qué vergüenza con este tipo, por favor —dijo Jake negando con la cabeza cuando Theo pasó por nuestro lado—. Oh, estabas aquí, Theo. Amigo.

—Me amas y lo sabes. —El mencionado le guiñó el ojo y se situó frente a nosotros.

—Me descubriste —respondió Jake abrazándolo.

—Okay, no quiero presenciar esto —hablé alzando lo brazos y caminé a donde sea que no fuera ese lugar.

—¡Ven aquí! —Jake me jaló y me unió a su abrazo. El señor deportista por supuesto que tenía brazos largos—. Todos necesitamos un poco de amor a veces, ¿verdad?

—¡Suéltame, Mcfodd! ¡No soporto el calor humano! —me quejé siendo abrazada por los dos mientras intentaba soltarme.

—Claro es que tú vienes de Marte, porque es el planeta rojo. —Theo era el único que se reía de su propio —cabe resaltar—, horrible y espantoso chiste.

Jake me soltó mirando a Theo sin expresión y me libré por fin, alisé las mangas de mi blusa y acomodé un poco mi cabello.

—No, amigo, sabes que yo te aprecio... Pero ese no es un chiste, eso es un castigo a la humanidad. Vete por esa puerta y no regreses jamás —dijo Jake mientras el otro se seguía riendo, ni siquiera era tan gracioso, pero ellos tenían esa química de hacer reír al otro por tonterías. Compartían la misma neurona.

Entonces aproveché el pánico para alejarme de ellos por un momento, caminé por la casa buscando algún asiento libre, lo único que veía era a personas divirtiéndose a su manera, algunos bailando, otros cantando, y otro se besaban por ahí. No encontré un asiento, pero sí a un chico.

—Hey, Ginger, ¿ya se fueron tus guardaespaldas? —bromeó tomando de su gaseosa, estaba sentado en un sillón de color rojo chillón.

—Bueno, de hecho, hui de ellos. —Sonreí de lado tomando una botella cerrada de la mesa.

—Me parece bien, tenía ganas de hablar contigo.

—Hum, ¿sí? ¿Y sobre qué? —Traté de sonar lo menos nerviosa posible, no entendía cómo él podía verse tan sereno. Casi impasible.

—El baile, ha sido genial —se explicó de pronto, no entendí a qué se refería.

—¿Qué baile? —pregunté.

—La coreografía que preparaste para el día de la madre, ese baile.

—Oh, claro, ese baile. ¡Muchas gracias! —Asentí destapando la botella, pero como la suerte nunca estaba de mi lado, la espuma empezó a salir a montones y manché su bonita camiseta blanca.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡La limpiaré! —Jalé de su ropa en un intento que secarlo y lo único que logré fue ahorcarlo un poco y hacer que se pegue a mí. Obviamente lo empujé para que se alejara y él solo rio tocando mis hombros para detenerme.

—Tranquila, es una camiseta. No es el fin del mundo. —Sonrió estirando una servilleta hacia mí.

—Gracias, perdón. Soy un desastre. —Ladeé el labio limpiando mis manos, saqué un gel desinfectante de mi bolso y se lo pasé.

—Entonces, ¿quieres bailar? —preguntó luego del momento de higiene, encogió un poco los hombros, sonreí y negué con la cabeza.

—No me gusta bailar.

—Mentirosa, te encanta bailar. —Me señaló y volví a negar.

—Es diferente, no me gusta bailar en fiestas.

—¿Es una excusa para no bailar conmigo? —Yo lo miré y reí.

—Claro que no.

—¿Entonces quieres bailar conmigo?

—Te dije que no me gusta. —Empezaba a sentirme incómoda, pero no duró mucho porque el tonto me hizo reír.

—Pero... Si te gustara, ¿bailarías conmigo?

—Sí, lo haría.

—¿Entonces quieres bailar?

—Sí. —Asentí. Seguro mi cara estaba de otro color. ¡Seguro estaba más que roja!

Tonto medio rubio, embaucador de pelirrojas. Pero así fue como tímidamente lo seguí a la improvisada pista de baile que se había formado, la misma gente movió los muebles a un lado del salón para poder bailar sin chocar con un sillón.

Una graciosa canción empezó a sonar, y de pronto toda la tensión que sentía se fue al ver cómo bailaba. El pobre movía su delgado cuerpo, hacía algunos pasos ridículos y gesticulaba la canción, como si estuviese en su propio concierto. Solté la risa más sincera del mundo y pensé: «Si no puedes con ellos, únete».

Y ahí estaba Ginger Huff, haciendo el ridículo en una fiesta con el chico que le gustaba. «Qué bonito día, gracias por dejarme ir, mamá», pensé por un segundo. Pero nada duraba para siempre, y alguien interrumpió nuestro momento.

—¡Amigos! —Oí gritar de lejos a Bradley, obviamente lo ignoré y seguí bailando, pero otra demandante voz sonó y me detuve.

—Oigan, ¡escuchen todos! —gritó Kim como una salvaje, haciendo que la música, los bailes, y cada sonido en la habitación desapareciera para girar a ver a la pelinegra que era abrazada por el batracio de su novio.

Batracio era un buen apodo para su «osito», ¿no? Porque a mí me gustaba.

—Queremos agradecerles por venir a esta fiesta, es una noche muy especial porque... Kim y yo... —Giró a ver a mi amiga y sonrió entrelazando sus dedos. Yo fui alzando la mano hacia mi cara lentamente—. Kim y yo somos novios y... —Mi mano subía, parecía una película dramática en su momento más tenso—. Iremos juntos al baile de graduación. —dijo, como si de un hecho de suma importancia se tratara, observé algunas otras reacciones, el grupo de seguidoras del batracio se lamentaba de un lado, sus amigos fueron a felicitarlo y los demás vitoreaban y aplaudían felices. Mi mano finalmente se estampó contra mi frente. En aquel sonido seco, se escuchaba como iba perdiendo la esperanza de encontrar un poco de sentido común en la comunidad de mi escuela.

De verdad me sentía en una típica película donde solo mostraban —de forma equivocada—, que a los adolescentes solo nos importaba ir de fiesta y salir bonitos en fotos. Que a veces sí, pero no siempre.

—¿Dónde está mi Solecito? —preguntó Kim gritando igual que segundos antes, yo intenté bajar un poco la cabeza.

—¿Quién es tu Solecito? —preguntó alguien, yo reí negando y Derek me miró.

—Eh... Kim te está llamando.

—Lo sé.

—Y te estás escondiendo —comprendió.

—Tal vez...

—¿Quieres ir afuera?

—¿Para qué? —pregunté mirándolo.

«No te ilusiones, Ginger. Es el chico que te gusta y solo te habla porque te conoce. Repite conmigo: No es una película donde todo sale perfecto. Es la vida real», pensé.

—Para que sigas huyendo de tu mejor amiga, supongo. —Estiró el labio mientras encogía los hombros, lo miré y sonreí. Acepté y salimos por la puerta trasera donde había un pequeño jardín. Fue detrás de mí para que Kim no viese cuando salíamos. De todos modos, no me llamaba para algo importante, seguro solo quería hacerme pasar al frente para presentarme a la sociedad escolar como su mejor amiga. Y la verdad, no tenía ganas de ser el centro de atención.

—Esto es extraño —soltó Derek de pronto.

—¿Qué es extraño? —pregunté haciendo garabatos con la punta de un zapato.

—No sé, creo que eres muy divertida. No sé por qué no hablamos más seguido, Ginger.

«Soy divertida, ¿oyeron? ¡Soy divertida!».

—Hum, no sé. No soy de las personas que se acercan tan fácilmente a los demás. Siempre fui bastante tímida, me cuesta socializar con la gente.

—Lo sé, lo he notado. —Sonrió mirándome—. ¿Tienes frío?

—¿No? —casi pregunté alzando una ceja confundida y él asintió mirando hacia abajo.

—¿Estás incómoda? —cuestionó sin mirarme de nuevo.

—En realidad, no. Solo no tengo un tema de conversación. Y cuando no tengo un tema de conversación me quedo callada. A menos que esté nerviosa, ahí sí me pongo a hablar hasta por los codos y no hay nadie que me detenga. —Me detuve y lo miré avergonzada—. Como ahora, tal vez.

—¿Te pongo nerviosa? —Rio y noté que sus mejillas se tornaban a un tenue rojizo.

—Bueno, uh... Un poco. —Froté mis brazos.

—Pues tú a mí sí. —Ladeó el labio—. Ginger, tengo una pregunta que hacerte.

¡¿Tenía más cosas que decir?! Me había dicho que lo ponía nervioso. Un rápido pensamiento pasó por mi cabeza.

«¿Y si le gusto?».

Y así como vino, se fue, me obligué a mí misma a pisar tierra. ¿Cómo iba a gustarle a Derek Griffin?

—¿Ginger? —Me movió el brazo y lo miré saliendo de esa tonta reflexión.

—Sí, dime. ¿Qué pregunta?

—¿Puedo abrazarte?

Y me quedé un poco helada, no sabía si hacía frío o era yo.

«Abrázame cuanto quieras, nene», pensé, pero no lo dije.

—Eh... Yo... Sí —respondí.

Derek sonrió y lo hizo. Estiró sus brazos hacia mí y me acerqué un poco. Terminó abrazándome por completo e inhalé, sumergiéndome en ese perfume que tanto me gustaba.

Estaba abrazando a Derek Griffin.

Ir a la siguiente página

Report Page