Ginger

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Perdón

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—CAPÍTULO 30—

Perdón

Punto de vista de Theo

Ginger se fue y me quedé unos segundos mirando como el auto de su mamá se alejaba.

—Cierra la boca —comentó Nate saliendo de la casa.

—V-viste lo que Ginger...

—Sí, es menos lenta que tú, viejo. —Palmeó mi hombro y relajé el cuerpo, lo miré en forma de reproche.

—Cállate, tú te demoraste treinta y dos capítulos en decirle a Abby que te gustaba.

—¡Eso no es cierto! Son treinta y dos capítulos porque los capítulos son cortos. ¡En la vida real fue menos tiempo!

—Lo que sea que te ayude a dormir de noche, hermano —comenté entrando a casa.

—¡Theodore, no dejes a tu hermano mayor hablando solo! —llamó Nate hablando como mi madre enojada mientras caminaba por el pasillo.

—Disculpen, Ginger ya vino por su gato. —Entré al lugar donde todos estaban reunidos.

—¿Ginger estuvo aquí? —preguntaron Alai y Peyton al mismo tiempo y respectivamente, una llena de felicidad y otra de fastidio.

—Sí.

—¿Y por qué no pasó? Podía quedarse un rato. —Sonrió mamá tomando de su vino.

—¿Para que tenga un momento tan ameno de diversión en familia como este? No gracias, suficiente tengo yo aquí para molestarla con este momento incómodo.

—Theo —me retó mamá.

—Está bien, Chloe —dijo el hombre sentado frente a mí, quien estaba tomado de la mano con la rubia mujer a su lado.

—Bueno, ¿ya nos van a decir qué hacemos aquí? Mi esposa e hijos esperan en casa —comentó Nate sentándose a mi costado.

—Su padre quiere hablar con ustedes.

—Pero ¿qué nos va a decir usted, señor? —preguntó Alai totalmente tranquila. Resultaba extraño ver a mi hermana así, en otro momento, fácilmente podría haber estado llorando.

—Tenemos mucho de qué hablar, al menos yo sí —dijo Kyle levantándose. Y con él, Eva y Peyton—. Quédense aquí, por favor.

Entonces Eva empezó a quejarse.

—Pero mi amorcito ¿por qué no podemos oírlo? Somos novios, yo...

—Tú insististe en venir, Eva. Yo te dije que iba a hablar con mis hijos. Y les hablaré en privado. Este asunto no te interesa. ¡Te lo he dicho muchas veces!

—Pero, mi amorcito, dijiste que iríamos a comprar cositas para la casa y...

—Repito, eso también lo dijiste tú. Pero toma —sacó una tarjeta y se la entregó—, vayan a comprar las cosas, yo hablaré con mis hijos.

—Peyton también es tu hija, amorcito —puso a la niña frente a él y reí sin pizca de gracia negando con la cabeza.

—Eva, ve a comprar las cosas y deja de buscar problemas.

La llamativa señora accedió por fin y se llevó a la niña.

—Bien... Yo voy a cualquier lugar. —Mamá se alejó huyendo hacia la cocina.

—Hijos...

—¿Podrías evitar usar esa palabra, por favor? —dijo Alai, y me sorprendió la rudeza con la que lo dijo.

Kyle nos pidió dirigirnos a la sala, así que caminamos juntos. Me senté en el medio, Nate a mi izquierda y Alai a mi derecha, él se puso frente a nosotros.

—Bueno, no sé por dónde empezar.

—Será mejor que empieces ya si no quieres irte de aquí sin poder decir algo —amenazó Nate.

—Primero que nada, Theo. —Me miró—. Quiero pedirte perdón por lo que sucedió el otro día. No me voy a justificar porque lo que pasó fue terrible. Lamento lo del golpe, en serio. —Yo evité su mirada—. Sigo aprendiendo cada día, quiero que sepan que no he dejado de quererlos, he pensado en ustedes cada segundo desde que salí de esta casa.

—¿Puedes ir a grano? —farfullé, él me miró y asintió.

—El día que salí de aquí, esposado, sin poder defenderme; entendí que las cosas iban a dar un gran giro. Estuve cinco años en la cárcel, no saben lo mal que puedes pasarlo ahí. Créanme si les digo que no le desearía eso a nadie. Llegué a un punto en el que le temía al silencio... —Se detuvo un momento—. Un día, un hombre llegó. Reunieron a un grupo de reclusos para oír una predicación.

Nate rio sin pizca de gracia y negó con la cabeza. Kyle, sin embargo, siguió hablando.

—Yo no creía en Dios en ese instante, hijos. —Miré a Alai y tomé su mano al ver su rostro, estaba luchando por no llorar.

—¿Por qué no? —preguntó ella tocando mi mano también.

—Porque creía que mi vida era demasiado perfecta para tener que alabar a un «ser ficticio», para mí era así. El caso es que aquel día, ese hombre habló sobre tantas cosas, y cada una de ellas era sobre lo que me estaba sucediendo. Yo no lo conocía, ni él a mí. Pero habló sobre los hijos, sobre la fidelidad a ti mismo, el maltrato, la arrogancia. Era increíble, sentía una energía que jamás en mi vida había sentido, y ese día lloré tanto. Recuerdo que al final de la conferencia, estaba arrodillado en el suelo pidiéndoles perdón a ustedes a pesar de que obviamente no podían oírme. Me sentía realmente liberado. Ese hombre se acercó a mí antes de irse, me dio una tarjeta y solo me dijo «Él te ha perdonado, ve y haz lo que debas hacer. Ellos te aman». —Mi padre se quebró mientras nos contaba lo que le había sucedido. Lo contaba con tanta emoción que cuando me fijé en mis hermanos, ellos también estaban llorando. Me sequé las lágrimas de las mejillas y miré hacia arriba—. Yo sé que tal vez esto no sea suficiente para ustedes por ahora, pero créanme si les digo que ese día sentí tanta paz en mi corazón. Sentí que tenía un propósito en mi vida, y ese propósito eran ustedes, hijos. Los cinco años siguientes, al salir de la cárcel por buen comportamiento, estuve en Sudamérica. Estuve en un centro de rehabilitación todo ese tiempo, por eso no vine directamente al salir de la cárcel, hace dos años llegué a Counterville.

—¿Y por qué no viniste si tenías tanto interés, papá? —preguntó Nate entre lágrimas. Hace mucho no veía a mi hermano en ese estado.

—Yo no lo dejé —intervino mamá saliendo de la cocina.

—¿Mami? —habló Alai presionando mi mano con fuerza.

—¿Por qué? —pregunté en susurro. Ella tomó aire y se sentó al lado de Nate.

—Yo no sabía nada de lo que había pasado con él. Solo sabía que apenas salió de la cárcel, despareció. Supe que estaba en Sudamérica, pero no exactamente dónde. Un día que ustedes estaban en la escuela, él apareció. Yo me sorprendí mucho, y no sabía qué hacer. Había aparecido luego de cinco años...

—Su madre tenía toda la razón de estar enojada conmigo.

—Le dije que se fuera y que no se acercara a ninguno de ustedes.

—¿Y por qué no me contaste? —reclamó Nate mirándola. Mamá acarició el cabello de mi hermano y sonrió de lado.

—En aquella época estaban viviendo en Francia con la hermana de Abby. No quería contarle a nadie lo que había pasado, ni siquiera a Rose.

—Yo no pretendo que me perdonen ahora mismo, ni mucho menos, solo quiero que sepan he estado aquí estos dos últimos años, esperando esta oportunidad.

—¿Recuerdan aquel día en la oficina? Cuando vieron a su padre, ese día por fin después de dos años, dejé que me explicara todo. Yo sé que todo esto es muy difícil de procesar, pero creo que deberían dársela.

—¿Qué pasó? —pregunté. Kyle me miró confundido y repetí— ¿Qué pasó con el señor de la cárcel?

—Cuando llegué a Counterville, lo llamé. Le dije que no sabía dónde quedarme y era la única persona a la que podía recurrir en ese momento. Me invitó a su casa a comer con su esposa e hijos. Ni siquiera lo pensó y yo estaba sorprendido. Después de todo, era un expresidiario. Para mí no hubiese sido fácil ayudar a alguien de esa forma tan desprendida. Esa noche me dieron un lugar para dormir, ese hombre y su esposa oraron por mí, era increíble. Cuando les pregunté por qué hacían todo eso, ellos solo respondieron que pronto entendería.

—¿Y qué entendiste? —preguntó Alai mirándolo.

—Entendí que la fuerza del amor puede mucho. Yo veía imposible el hecho de poder estar frente a ustedes y contarles lo que sucedió. Pero aquí estoy, contando todo lo que me sucedió. Dejé esos trajes caros y me puse una camiseta y unos pantalones, supe lo que era trabajar. Pinté casas, limpié chimeneas... Limpié muchos lugares. Hoy por hoy, con esfuerzo y dedicación he logrado tener una oficina. Sigo siendo abogado, pero no soy el mismo de antes, chicos. Aquel hombre ahora es mi socio.

—¿Y Eva?

—Eva es... —Negó con la cabeza y bufó—. Es una persona muy complicada. Pero, chicos, yo solo quiero una cosa. Sé que tal vez no merezca esto, pero solo quiero una oportunidad. Quiero que entiendas, Nate, que no soy el Kyle de hace unos años. Theo, Alai... Ustedes estaban tan pequeños que tal vez no me vieron en esa época, pero les prometo que he cambiado. Hijos, solo quiero que me perdonen. Sé que no es fácil y no pretendo que sea ahora, pero denme una oportunidad, por favor.

De pronto sentí la mano de Alai desprenderse de la mía y corrió a abrazarlo. Ambos rompieron en llanto mientras los miraba asombrado.

—Perdón, perdón, perdón —repetía mi padre mientras abrazaba a mi hermanita.

—Yo no sé qué decir, papá. Es todo tan confuso. Déjame procesar un poco todo esto —Nate sacó algo de su chaqueta y se la entregó— viajaré esta semana a Italia con mis hijos y Abby. ¿Bien? Llama la próxima semana y hablaremos de esto. Yo tengo que ir a cocinar y esto no me está haciendo bien. —Se secó las lágrimas luego de darle la tarjeta, se despidió y salió de casa.

—Theo...

—Yo no sé qué decir —interrumpí cortándolo antes de hablar—, es muy difícil. Entiendo tu versión y ahora comprendo muchas cosas que estaban inconclusas. Pero no quiero perdonarte. No ahora. No me siento preparado para esto.

—Hijo, ya lo he dicho. Yo no pretendo que me perdonen ahora. Solo pido una oportunidad para acercarme a ustedes.

—La tienes. —Asentí despacio—. Por favor, no lo arruines.

Él me miró asombrado y asintió un poco.

—¿Puedo darte un abrazo? —preguntó mientras Alai se separaba un poco de él y tomaba mi mano.

—Vamos, tú puedes —murmuró Alai sonriéndome.

—Prefiero no hacerlo, espero que entiendas. Pero tengo mucho que pensar y no me siento listo —dije seguro, Kyle asintió.

—Lo comprendo, Theo. Está bien, será cuando llegue el momento. —Me sonrió un poco, yo solo asentí.

—Bien, entonces —me detuve un segundo—, creo que me voy a mi habitación.

Me di la vuelta y pasé por su lado, el solo acercarme a él provocó en mí una corriente por mis brazos. Salí del lugar. Tenía mucho que pensar, decidir y perdonar. Pensé en todas las veces que deseé que ese momento llegara, pero cuando sucedió, no supe qué decir.

Subí las escaleras tan rápido como mis pies lo permitieron y cerré la puerta sintiéndome más seguro cuando estuve solo. Me permití llorar todo lo que no pude en ese momento. Regresé al pasado, en donde era un niño que lloraba porque su papá no estaba a su lado.

—¿Theo? —llamó mamá detrás de la puerta. Me quedé en silencio, incluso dejé de respirar por unos segundos para ningún sonido saliera de mí. Ella volvió a tocar la puerta y cuando pensé que al fin se había ido, volvió a tocar.

—¿Qué pasa, mamá? —contesté, solo quería estar solo.

—Quiero verte, mi niño. Abre, por favor. —Su tono suplicante pudo más y al final, luego de varios segundos de pensarlo, le abrí.

Ella me observó con detalle, supo al instante que había estado llorando. Sin embargo, no dijo nada sobre eso. Solo estiró lo brazos, invitándome a acercarme a ella. Solté un sollozo repentino y la abracé.

—Duele, mamá. —Me aferré más a ella, de nuevo sintiéndome un pequeño desprotegido.

—Aquí estoy, Theo, aquí está mamá —respondió mientras acariciaba mi cabello.

Aquel día, abrazado a la mujer que me dio la vida, llorando consideré el poder perdonar a alguien que incluso en algún momento de mi vida detesté.

Punto de vista de Ginger

Estornudé.

—Salud, cariño —dijo mamá cuando ya estábamos en el auto.

Las horas para que papá emprendiera su viaje a Francia se hacían cada vez más cortas y yo me estaba poniendo nerviosa.

Incluso me permitieron faltar a clases aquel día, porque además de que se iba, también tenía gripe. Una gran combinación. Enferma y triste. Estaba más que segura que Alai me había contagiado.

Cinco de la tarde.

Estornudé de nuevo en el aeropuerto cuando el silencio nos albergó por unos minutos antes de llegar a la zona de migración.

—Salud, Bombón.

No dijimos una sola palabra hasta que mi padre anunció que ya debía entrar para registrarse.

—Nos veremos pronto, ¿sí? —Papá le dio un beso a mi madre y se sonrieron—. Las amo. Llamaré en cuanto llegue.

Papá se acercó a mí y pasó su dedo sobre mi nariz

—Te voy a extrañar mucho —dije y lo abracé, intenté no llorar frente a él para que la despedida fuese menos difícil.

—Y yo a ti, Bombón. A ustedes. —Sonrió y estiró el brazo para que mamá se acerque.

—Iremos a visitarte en vacaciones —prometió mamá y acarició mi cabello—. ¿Verdad, Ginger? ¿Te gustaría ir a Francia?

—Sí, iremos a verte, pá. —Asentí. Papá tomó nuestras manos y suspiró. Él también estaba evitando llorar.

—Ya me voy. Vendré en tu cumpleaños, Bombón. Lo prometo. —Besó mi frente.

Yo asentí, él me sonrió y se despidió de mamá.

Mamá me abrazó y yo solo atiné a tomar su brazo mientras que veíamos a papá alejarse, él se unió a los demás pasajeros, la puerta se cerró y la miré.

—¿Vendrá para mi cumpleaños, mamá?

—Lo prometió cariño, va a venir.

Miré por la ventana cuando un avión estaba aterrizando, no podía verlo, probablemente estaba dentro buscando su zona de abordaje. Me limpié las lágrimas y suspiré. Ya había llorado toda la noche, era hora de detenerme.

—Espero que sí.

—¡Ginger! —oí de lejos a dos chicos gritar casi al unísono.

Giré a ver, Jake y Theo corrían hacia mí. Tomaron más impulso en cuanto los vi y me abrazaron.

—No sabía, no sabía nada —repitió Jake abrazándome fuerte.

—Jake, yo... —Quise aprovechar el momento para decir algo, pero él no me dejó.

—Olvida eso, no importa. Eres mi mejor amiga y estoy contigo —interrumpió, Theo nos dio un poco de espacio. Solo tomó mi mano y sonrió.

Intenté con todas mis fuerzas no volver a llorar, pero él sentimiento fue más fuerte que yo, y volví a caer.

«Llorona», me dije a mí misma mientras abrazaba más a mi mejor amigo.

Pasó un momento, unos minutos, tal vez un poco más. No estuve consciente del tiempo hasta que mi mamá comentó que iría a visitar a la abuela. Los chicos dijeron que me acompañarían a casa, así que me dejó quedarme con ellos.

Decidimos sentarnos en el pavimento de una calle cercana al aeropuerto.

—No entiendo... —susurré mirando el piso.

—¿Qué cosa no entiendes? —preguntó Jake.

—¿Qué no sabías?

—No entiendo, Carrie, explícate.

—Cuando llegaste solo repetías que «no sabías», ¿qué no sabías?

Jake giró a ver a Theo, el chico en cuestión asintió y Jake volvió a mirarme.

—Alai... —comenzó a decir, yo lo animé a continuar—. Alai me contó todo ayer.

—¿Todo qué?

—Todo. Lo de Abby, lo que pasó con su papá, la reconciliación... Todo.

—A ver, espera. ¿Reconciliación? —pregunté mirando a Theo, pero él solo sonrió de lado y negó con la cabeza para hacer una seña con su mano «después» dijo.

—Perdón, Carrie. —Me abrazó de nuevo.

—Está bien. —Me encogí de hombros—. Yo también lo lamento, volví a fallarte, es solo que todo este asunto de Abby me tenía tan emocionada que... —Paré de hablar y sonreí un poco—. Bueno, no lo sé. Es algo increíble.

—Ya lo sé, Carrie. Theo me estuvo contando muchas cosas de camino hacia acá. —Palmeó mi espalda—. Fue a buscarme a casa en cuanto tu mamá le mandó el mensaje.

—¿Mi mamá? —pregunté confundida.

—¿Puedes responder algo? —dijo Jake golpeando la cabeza de Theo.

Él rio bajito y tomó aire.

—A las cinco de la mañana me llegó un mensaje que decía «Dean está por irse seis meses a Francia, ven ahora mismo si te interesa mi hija y trae a esos dos tarugos» —leyó la pantalla de su teléfono.

—Pero solo vino un tarugo. —Bajé la cabeza y Jake me pegó en el brazo—. ¡Oye!

—Ese otro tarugo no sabe nada. ¡Y no somos tarugos! —se quejó como un niño pequeño cruzando los brazos—. Kim estaba dolida.

—Lo sé.

—Pero no ha dejado de hablar de ti, ¿sabes? El día de la pelea quiso volver y abrazarte cuando todo terminó.

—El mundo está lleno de buenas intenciones, Jake. —Me encogí de hombros, ganándome empujoncito en el brazo.

—Yo la detuve, Ginger. —Lo miré.

—¿Por qué?

—Porque estaba enojado, soy un idiota.

—Lo eres.

—¡Se supone que aquí es donde me defiendes!

—No puedo defender lo indefendible. —Me encogí de hombros y Jake se echó a reír—. La verdad, no sé qué voy a hacer con Kim. Nos herimos de distintas formas. Ya no estoy enojada con ella, pero siento que nos debemos una larga conversación. Sé que fue un poco mi culpa dejarlos de lado...

—De hecho, ella está igual. Hace días quiere hablar contigo, pero no sabe cómo acercarse —comentó suspirando—. Está insoportable. ¿Sabes? Pero Ginger, las conozco a ambas, y mucho más a ti. Deja de culparte y sacrificar tantas cosas por los demás. A veces deberías pensar un poco más en ti.

—Lo hago.

—¡No lo haces! —Theo interrumpió—. Sabes que no lo haces, he notado lo paciente que eres con Kim. Últimamente solo te llamaba cuando necesitaba un hombro para llorar, ¿y qué hacías?

—2911 —dijo Jake mirándome.

—Abandonabas lo que estuvieras haciendo para ir a verla.

—Es que... No lo sé. Es mi mejor amiga, no me gusta verla así. Bradley es tan... Desesperante —bufé y demoré un poco en admitirlo—. Ella también. De todos modos, como dije antes, tenemos cosas que aclarar.

—Hablando de ella —dijo Jake mirando su teléfono.

—Y de él —mencionó Theo riendo frente a la pantalla.

—¿Terminaron? —Rodé los ojos.

—Sí —dijeron al unísono.

—Bien, haremos esto. Jake, irás a Finn’s y le pedirás un especial 2911 para Kim, no olvides las chispas de colores, si puedes, lleva una película.

—¿Y después qué? —preguntó confundido.

—Pues ves la película con ella. Lleva pañuelos. —Lo señalé.

—Pero...

—Anda, yo iré con Theo por una hamburguesa para el batracio.

Jake sonrió y me abrazó.

—Me alegra estar de vuelta, Carrie. Eres como la hermana menor que nunca tuve.

—Y tú como el hermano que me fastidiaría, pero quisiera tener. —Palmeé su espalda.

—Yo sería el cuñado, ¿no? —comentó Theo uniéndose al abrazo. Ambos giramos a verlo y empezamos a reír.

—¡Les escribiré! —comentó Jake corriendo para detener un taxi.

—¡Adiós! —Reí despidiéndome mientras subíamos al auto de Theo. Lo había estacionado cerca.

Todo fue tan rápido. Jake y yo pudimos amistarnos luego de aclarar las cosas. Y de pronto estaba de camino a casa de Bradley con una hamburguesa en una bolsa de papel sobre mi pierna derecha.

Incluso iba tan bien que, al encender la radio, Julien Garnier anunció su primera gira nacional en Counterville.

—No soporto su voz, no entiendo por qué habla así.

—¿Así cómo? —Reí mirándolo mientras buscaba otra emisora.

—No lo sé, arrastra las palabras como si no supiese hablar. Me da vergüenza ajena.

—Eres increíble. —Negué con la cabeza dejándola en una canción antigua.

—Lo sé.

Él sonrió de lado e hizo girar el auto en una calle desconocida para mí. Aunque hablando claro, muchas calles eran desconocidas para mí.

—Oye, ¿todo bien? No estás tan fastidioso hoy.

—Sí, creo —comentó con la vista en el camino.

—¿Creo? ¿Tú sabes lo que le pasó a «creo»?

—No, ¿qué?

—Lo mataron de un bacinicazo en la cabeza. No me digas creo, tienes que estar seguro de lo que dices.

El auto se detuvo y Theo me miró confundido para luego empezar a reír.

—¿Qué?

—Mi abuelo decía eso cada vez que le decía «creo» —recordé con una sonrisa.

—Estás loca. —Retomó el camino con una risa pequeña.

—Por lo menos acabas de reírte.

—Porque eres rara —aclaró. Fruncí los labios.

—Así te gusto.

—Es cierto —afirmó y yo reí. Nunca podía hacer bromas así porque Theo siempre me ponía nerviosa. —Por cierto, el abuelo de Abby también dice eso, por eso me resultó gracioso.

—¿El nonno? —Ese señor era uno de mis personajes favoritos.

—Sí.

—¿Y cómo se llama? —pregunté mientras salíamos del auto, caminamos hacia la casa de Bradley con calma.

—Bueno, el nonno se llama...

—¡Theo! —saludó una señora alta y bonita.

—Martha. —respondió Theo, la señora giró a verme y sonrió. Supe que era mamá de Bradley cuando ella misma se presentó, estaba regando las plantas del jardín, así que nos pidió que entráramos.

Al llegar a la habitación del ya mencionado, Theo abrió la puerta sin dudar y apoyó en el marco al ver la escena que nos presentaba.

—Eres ridículo, amigo —dijo Theo mirándolo. Yo le pegué suave en el brazo porque estaba siendo un poco insensible con el muchacho. Estaba llorando, y al verme lloró un poco más.

—Terminamos para siempre, viejo —bufó mirando al suelo.

—Hum, si quieres puedo irme —comenté mirando a ambos de forma intercalada. Bradley se negó. Limpió sus lágrimas y se levantó—. Bradley, puedo irme. No hay problema.

—Ginger, escucha. Yo sé que no tenemos una amistad y que comencé con mal pie. Pero quiero que sepas que considero a Theo como uno de mis mejores amigos y me alegro mucho de que estén iniciando esto. Por favor, te pido que arregles las cosas con Kim, ella te extraña.

—No entiendo que tiene que ver esto con lo otro, Kim y yo tenemos que conversar de varias cosas antes.

—De verdad la quiero, Ginger. Yo sé que tú sabes cómo es la verdadera Kim, sé que la conoces perfectamente y eso es lo que me tiene enamorado, su verdadero ser. Me hace feliz, no me importa tener que usar nombres ridículos como «ositos», o presentar nuestra relación ante la sociedad escolar —dijo, a lo que yo rodé los ojos—, pero creo que esta vez es de verdad.

—Kim también te quiere —contesté.

Bradley y yo conversamos mucho aquel día, Theo solo nos escuchó, aportaba algo cada tanto. Se disculpó por ser tan tonto desde el inicio y yo por juzgarlo sin conocerlo. Hablamos de nuestros problemas con Kim y nos dimos consejos para arreglarlo. ¿Qué mejor que dos expertos en mi amiga para remendar lo que había pasado?

—Y por eso deberían hablar —terminé mi discurso.

—No lo sé, Ginger. Estoy cansado, no sé lo que quiere. Siempre termina molestándose... —Resopló, ya había dejado de llorar minutos atrás.

—Mira, sea como sea, termine bien o mal, deberías arreglar las cosas con ella. Y puede terminar bien siendo amigos nada más, ¿eh? ¿Qué te parece si quedamos en hablar ambos con ella y solucionamos las cosas que se tengan que solucionar? Por separado, claro.

—Trato hecho. —Aceptó estrechándola.

—Ahora, ¿qué te parece si vamos a los bolos? —Golpeé su pecho con la hamburguesa y la tomó.

—¡Ay, me trajeron comida! —Nos abrazó a ambos y Theo me sonrió guiñando el ojo.

—Gracias —dijo sin emitir sonido y solo asentí.

Una hora después, estando en los bolos y ganándole a ambos por dos puntos, mientras celebraba mi segunda victoria, alguien llamó.

—¿Hola? —pregunté emocionada. Era un número del extranjero y era obvio que papá llamaba.

—Hola, Bombón.

—¡Papi! —chillé como una niñita y tomé otra bola.

—Te llamo para avisar de que ya estoy instalado, llamé a casa y tu mamá dijo que estabas con tu novio.

—No es mi novio, y sí. Estoy con Theo y Brad en los bolos. —Lancé la bola haciendo un nuevo pleno. Alcé los brazos y les saqué la lengua al par de perdedores que comían papitas en su silla—. ¡Y acabo de hacer un pleno!

—¿Cuántos puntos vas?

—170.

—Nada mal. —Rio y caminé hacia los asientos, dándole un par de palmadas en la espalda a Bradley para que vaya a jugar, me senté junto a Theo.

—Aprendí del mejor, ¿cómo es la ciudad? —cuestioné buscando algo de tomar.

—Pues, no he visto mucho. Pero el departamento tiene unas vistas muy bonitas.

—¿En serio? Ya te extraño.

—Tranquila, Bombón, te prometo que estos meses pasarán muy rápido.

—Pero quiero y no quiero que pasen rápido, es mi último año papá. Ni siquiera tengo claro que voy a estudiar. —Negué con la cabeza.

—Ya verás que pronto encontrarás tu vocación. ¿Qué tal profesora? —Rio. Sabía que se estaba burlando de mí por mi poco aprecio a los niños.

—Ni loca —interrumpí—. Preferiría ser vigilante en una cárcel y me divertiría más que con los niños. Admiro a los docentes por esa paciencia.

—Gruñona.

Los últimos minutos en los bolos estuve hablando con papá, me contó algo que le sucedió cuando el avión aterrizó, un pasajero decidió que era buen momento para vomitar todo lo que había comido con anterioridad.

Incluso seguí hablando con mi padre cuando estuvimos en el auto, dejando a Brad en su casa. De todos modos, ya estábamos por irnos. Se despidió prometiendo que también intentaría solucionar las cosas con Kim. Estuvimos estacionados un rato mientras yo hablaba por teléfono.

—Debo dejarte. Tengo que desempacar todo, mañana iré a conocer mi nueva oficina —se despidió—. Te amo, Bombón. Pórtate bien y no molestes mucho a tu mamá.

—¡Pero molestarla es divertido! —me quejé y él rio— Bien. No lo haré. También te amo, pá. ¡Tienes que comer, eh! Si no lo haces, llamaré a Chloe para que alguien te vigile.

—Sí, mamá.

—Adiós, papi. —Sonreí y colgó luego de despedirse—. Mi papá dice que... ¿Theo? —Levanté su mentón preocupada y me miró.

Estaba llorando.

—No sé qué hacer, Ginger. —Me abrazó.

—¿Tu papá? ¿Tiene algo que ver con él? —pregunté acariciando su espalda.

—Sí, Ginger. Es todo.

—No entiendo, Theo. —Me separé un poco para mirarlo, tomé su mejilla y limpié algunas lágrimas de su rostro.

—El día que Bubba se perdió, ese día hablamos con él. Nos pidió perdón por todo, fue tan raro.

Me contó todo lo que sucedió aquel día. Si el hombre de verdad estaba arrepentido, tendría que demostrarlo con acciones.

—¿Y cómo te sientes con todo eso?

—No sé, de pequeño soñé con eso muchas veces. Pero no me lo imaginé así. Yo no sabía que estuvo en un centro de rehabilitación.

—Mamá siempre dice que todos merecemos una segunda oportunidad, Theo. Y creo que, si lo ves sincero y quieres hacerlo...

—Lo sé, y se la di —dijo más seguro, yo limpié las lágrimas de su rostro y lo abracé.

—No llores, no puedo verte así. Fastidia si quieres, pero no llores.

—¿Sabes? Ahora entiendo de todo lo que me estaba perdiendo.

—¿A qué te refieres? —pregunté confundida.

—No sé por qué me demoré tanto en decirte lo que sentía, pero me alegra que lo sepas ahora.

—Sí, bueno. Eres un poquito lento, ¿eh? —bromeé un poco, él soltó una pequeña risa para darme un besito en la mejilla.

—Tengo una sorpresa para ti, Huffy. Pero no lo sabrás hasta el próximo viernes.

—¿Sorpresa?

—Viernes.

¿Y yo tenía que esperar hasta el viernes para averiguar cuál era la sorpresa?

Vaya.

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