Ginger

Ginger


—Epílogo—

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—Epílogo—

«Han pasado ochenta y cuatro años desde que... Esperen, no».

Ha sido un largo camino por recorrer.

¿Alguna vez pensaron en todo lo que puede pasar de un momento a otro? Conocí a mis personajes literarios favoritos, ¡eran reales! Pasaron cuatro tormentosos años de estudio. No voy a mentir, en algún momento pensé que terminaría durmiendo bajo un puente si no decidía rápido que iba a estudiar, pero luego sucedió algo: Empecé a dibujar y las ganas en mí cobraron fuerza. Encontré que ese era mi lugar, que la vida es un lienzo y depende de nosotros si la llenamos de color o la dejamos siendo solo un borrador. Aprendí que los colores de la vida son el nuevo negro y eso se lleva de todas formas en cualquier estación del año.

Muchas cosas cambiaron cuando fui a la universidad, pero si hay algo que no cambió, fue que Kim seguía siendo la misma pesada de siempre.

Y más si de pronto teníamos una invitación para ver a Jake en Nueva York.

—¡Solecito! —chilló entrando a mi habitación con un sobre de papel en la mano, me pegué un buen susto porque estaba concentrada en el trabajo que tenía pendiente.

—¿Qué pasa, Kim? —pregunté. Me quité los auriculares y dejé el lápiz sobre la mesa—. Sabes que estoy en horas laborales y no termino hasta las cinco.

Miré la hora en el reloj, todavía quedaban veinte minutos. Ella asintió mientras yo la regañaba y me lanzó el papel a la cara.

—¡Lee eso! Y después hablamos de interrupciones.

Suspiré y lo abrí para leer el urgente texto que me distraía de trabajar.

«Para mis queridas amigas, a Carrie y la loca de Kim,

Ya sé que podía enviarles un mensaje, pero me gusta hacerlas trabajar doble, así que le pedí a Kim que imprima esta hoja para distraer a Ginger de su trabajo. (Kim, asegúrate que lea esto antes de las cinco, que seguro le molesta más).

Bueno, a lo que iba: Es un placer para mí, invitarlas al partido de apertura del campeonato regional de los Weasels de Nueva York (equipo en el que estoy hace tres años, Kim. Espero que no lo olvides). Es pasado mañana, ninguna de las dos tiene excusas porque trabajan de forma independiente. Así que muevan sus traseros y vengan a visitarme que ya me cansé de tener que ir a verlas siempre.

Como soy el mejor amigo del universo, y puedo permitírmelo, les he comprado boletos para que vengan a visitarme toda la semana desde mañana. Lo adjunto en el archivo que le envié a Kim.

Las quiero mucho.

Suyo sinceramente,

Jake su peor pesadilla Mcfodd».

Me eché a reír al terminar de leer la carta y observé a Kim, ella estaba esperando una reacción de mi parte.

—¿Qué quieres que diga, Kim?

—Que sí vas, porque ya hice mi maleta. —Me reí de nuevo y negué con la cabeza.

—Dile a Jake que espero que mañana nos vaya a buscar al aeropuerto. Ahora déjame trabajar.

En cuestión de horas, teníamos todo preparado para viajar. Ambas estábamos emocionadas por ver a nuestro amigo. Era verdad que él iba a visitarnos más que viceversa, pero él podía permitirse hacerlo más seguido.

El vuelo estaba programado para las seis de la mañana, llegaríamos a las diez.

Empezábamos mal.

—Amo madrugar —murmuré junto a Kim, esperábamos que la puerta de abordar se abra.

—Y yo amo escuchar cómo te quejas todas las mañanas de estar despierta —respondió Kim, yo estaba reposando mi cabeza en su brazo y ella veía su teléfono de forma distraída—. ¡Un momento! ¿Ese es Theo Collins? —chilló de pronto, abrí los ojos mirando el piso.

—¿Aquí? —pregunté.

—¡No! —Kim señaló su pantalla y sentí un gran alivio—. Se ve bien, mira.

Me puso el teléfono en la cara y tuve que retroceder un poco para enfocar bien. Subió una foto a Snapgram, sonreía y tenía en sus brazos a Sky y James, esos niños estaban gigantes.

Al verlo, muchas memorias recientes pasaron por mi cabeza y me sonrojé de solo pensarlo.

—Sí, bueno, saca eso de mi vista. —Aparté su mano para dejar de pensar y mi amiga, al darse cuenta, empezó a reír como la loca que era.

—Ahora le dices eso.

Fue lo único que dijo, rodé los ojos y me mantuve callada hasta que la encargada nos llamara para subir al avión. Gracias a Dios, no fue mucho tiempo después que llamaron al segundo grupo, donde Kim y yo entrábamos.

El vuelo duró casi cuatro horas, dormí todo el camino. Y al aterrizar, se me taparon los oídos como de costumbre.

—¡Mis amigas! —Jake abrió sus brazos para recibirnos en cuanto salimos. Corrimos a abrazarlo y por poco lo tumbamos al suelo.

Aquel día, nos llevó a conocer el nuevo lugar donde estaba viviendo y decidimos ir a bailar en la noche. Mala jugada.

—¡Ginger! —gritó Kim moviendo mi brazo.

—¿Qué quieres? —pregunté estirándome y toqué su cara para que se detenga.

—¡Jake nos espera! —habló mientras yo presionaba sus mejillas con una sola mano.

—Dile que cinco más.

—¿Cinco qué? —Kim se rio, me reí con ella.

—Un ratito —murmuré con los ojos cerrados y sentí un cuerpo de golpe haciendo que me caiga de la cama, la loca me había botado quedando totalmente estirada para que no vuelva a recostarme.

Desventajas de compartir una habitación de hotel con Kim Thompson, esa chica no dormía.

Nos la habíamos pasado de fiesta la noche anterior celebrando el hecho de que «el trío dinámico» estaba junto de nuevo. Nos despertamos bastante tarde, pero estaba justificado. Las fiestas cansaban.

—Le voy a decir a tu osito que ese tipo intentó ligar contigo ayer. —Le advertí.

—Asegúrate de decirle lo mucho que bailaste con el inglés ese. —Me reí al recordar al gracioso rubio que no dejaba de pedirme que le diese «un besito». Ni loca.

—Pues él no es mi osito, no le debo explicaciones de lo que hago o dejo de hacer. —Le saqué la lengua y caminé hacia el baño.

—Y yo tampoco. Además, llevo casi cuatro años con ese osito, ahí está. ¡Para todos los que desconfiaron de nuestra relación!

—A decir verdad, estoy bastante sorprendida de lo mucho que están durando juntos, y yo que quería deshacerme de ese batracio. —Chasqueé con la lengua y recogí mis cosas para darme una ducha.

—¿Ya ves? Seremos felices por siempre —Kim suspiró escandalosamente.

—Lo que tú digas. —Reí encendiendo la música para entrar al baño.

Tres canciones después, salí ya cambiada del baño y con una toalla en la cabeza, Kim ya estaba totalmente lista así que solo estaba esperando.

—Vas a seguir mirándome ¿o qué?

—Sí. Estoy esperando a que termines para irnos y no tengo otra cosa que hacer.

—Kim, eres insoportable.

—Sí, yo también te quiero. —Rio cargando su bolso y echándose un poco de polvo en la cara.

Cuando estuve lista nos subimos a un taxi que manejó directamente al campo de entrenamiento donde un par de horas después sería el partido. La cosa es que Jake se había ido a dormir temprano por el juego, así que no habíamos compartido tanto tiempo con él.

—Hola, campeón —saludé abrazándolo.

—Buenos días, amigas. ¿Cómo la pasaron ayer?

—Ginger estuvo bailando con un rubio —dijo Kim. Yo bufé rodando los ojos y me senté en las gradas.

—Solo fue un baile y fue porque Kim me dejó sola —expliqué mirando el campo.

—Un baile, pero te dio su número. —Rio golpeando su cadera con mi hombro para luego sentarse a mi lado.

—Sí, pero yo no le di el mío y no pienso llamarlo de todos modos.

—Y te pedía un besito —Kim volvió a atacar y me reí.

—No puedo creer que no hayas salido con nadie desde que Theo se fue aquella vez. —Mi amiga se quejó apoyando la cabeza en la grada de atrás.

—Cambiemos de tema. Me están poniendo nerviosa —declaré.

—Bueno, hablemos de lo que pasó en Italia. —Jake alzó una ceja y solté una risilla nerviosa.

—¿De qué viaje a Italia hablas? No sé de qué estás hablando. —Alcé lo hombros y decidí leer el interesante cartel de información sobre el partido—. Wow, esos son muchos jugadores, ¿no?

—¿Algún día nos van a contar qué pasó? —preguntó Kim—. Creo que ya pasó mucho tiempo, ¿no?

—Sí, la verdad es que ambos se ponen de ese modo cuando hablamos de ese viaje —acotó Jake.

—Chicos, esto se está tornando muy incómodo.

—Estás evadiendo mi pregunta.

—No lo hago, Kim.

—Bueno, yo creo que tienes que llamar al rubio ese y salir a despejarte un rato —aconsejó Kim cambiando de tema, yo negué.

—Me apetece pasar tiempo con ustedes, ya dejemos eso.

—Bueno, pero si quieres, puedes invitarlo a ver el partido —sugirió mi amigo.

—¿Seguros? Es que no sé... Sí podría ser divertido. —Ladeé el labio.

Y me convencieron. Ahí comenzó la pesadilla.

Llamé a Dan, el rubio. Aceptó feliz. Al parecer era de Inglaterra y no tenía mucho que hacer, me preguntó si podía invitar a un amigo, y sinceramente, si iba más gente todo sería menos incómodo.

Así que le dije que sí. Otro error.

Jake se despidió porque tenía que calentar, Kim y yo ubicamos nuestros sitios y esperé a Dan llegara, me llamó algunos minutos después diciendo que ya estaba en la puerta. Kim dijo que lo buscaría porque yo necesitaba ir al baño con urgencia.

Me estaba lavando las manos, y de pronto la puerta se abrió de par en par.

—Kim, ¿qué tienes? —pregunté mirándola, ella sonrió un poco y tomó aire.

—Ginger, sé que con el paso de los años maduraste mucho y que ya no eres la misma de antes, que no vas a huir ni nada por el estilo, pero allá afuera hay alguien.

Fruncí el entrecejo y le dije que era una exagerada, seguro era algún compañero de la escuela al cual podría evitar sin problema.

Ni siquiera le permití decir quién era y salí del baño. ¡Adivinen qué! Sí, otro error.

Me quedé en blanco al estar de pie frente a él, le pasó lo mismo, porque lo único que hicimos fue vernos hasta que Kim nos dio el alcance. Aclaré la garganta y me enderecé.

—Hola, Dan. H…

—Hola, Ginger. Te presento a mi amigo Theo. Pero tal vez ya se conocen, Kim lo conocía. —Sonrió amable.

—Sí. —Asentí—. Nos conocemos.

Fruncí un poco el labio y reaccioné al oír que, desde el otro lado, anunciaban que el partido estaba a punto de iniciar.

—Creo que deberíamos ir a ver el partido. Jake ya va a salir. —Kim nos salvó del momento incómodo y todos asentimos.

Estaba nerviosa, pensé que todo había terminado aquella vez, pero resultaba que todo era muy incómodo.

Jamás debí hacer ese viaje.

Al llegar a nuestros asientos, traté de evitar el hecho de que Theo Collins estaba a un asiento cerca de mí.

Me concentré en apoyar a Jake, cuando salió, nos buscó con la mirada y sonrió al encontrarnos, no duró mucho porque también vio a Theo. Lo saludó y él lo hizo de vuelta.

—¡Vamos, comadreja! —le grité tan alto como pude, la gente a mi alrededor empezó a aplaudir y Jake nos envió un beso al aire, Kim y yo fingimos que peleábamos por recibirlo.

El partido empezó.

Sentía como mi respiración iba acelerándose, usé todas mis energías en apoyar a mi mejor amigo.

—¡Tú puedes, guapo! —gritó Theo, una risa involuntaria salió de mí, ellos siempre habían jugado de esa forma, pero hacía ya bastante tiempo que no los oía.

¿Qué hacía en Nueva York? ¿Por qué no estaba Italia? ¿Por qué tuvo que estar en el mismo momento y lugar que yo? ¿Era una broma pesada?

Jake bateó una última vez. De pronto todos empezaron a correr, me fijé en el cartel de puntajes. Todos se abrazaron. Ganó su equipo.

Kim me abrazó emocionada mientras gritábamos el nombre de nuestro mejor amigo. Dan aplaudió sin saber mucho lo que estaba sucediendo. Theo me vio y alcé el puño para que lo chocara.

«¿Chocar puños, Ginger? ¿En serio?» pensé.

Theo chocó el puño también.

Cuando tuvimos la oportunidad de ir a felicitar a Jake, la tomamos. Salí junto a mi amiga, siendo seguidas por los otros dos y fuimos a abrazarlo.

—¿Viste como corrían? —grité—. ¡Eres un maestro! —Lo abracé de nuevo—. ¡Estoy orgullosa de ti, rulitos!

—¡Estamos orgullosas! —chilló Kim, nos abrazamos de nuevo.

—¡Nos quiero! —dijimos los tres en coro y reímos porque siempre lo repetíamos.

—Felicidades, galán. —Theo estiró la mano, pero Jake la tomó y le dio un gran abrazo.

—¿Se puede saber qué haces aquí? ¿No estabas en Italia trabajando? —preguntó lo que yo también quería saber, pero que no le diría.

—Estoy de vacaciones, Jake. Te iba a llamar mañana, pero Dan me dijo que una amiga suya lo había invitado a un partido, cuando supe qué equipo jugaría, quise darte una sorpresa… Pero al final el sorprendido fui yo —comentó un poco más bajo eso último. ¡Pero sí lo escuché!

—Soy la amiga. —Sonreí un poco alzando la mano.

—¿De dónde se conocen todos ustedes? —preguntó Dan mirándonos, Jake miró a Kim, y ella nos vio a Theo y a mí.

—Estudiamos juntos —contesté, en vista de que nadie decía nada.

—Y ellos dos fueron novios. —Nos señaló.

La mandíbula se me contrajo al escuchar a Jake. Todo se volvió más incómodo desde ahí.

—Oh —dijo Dan mirándonos, me sonrió—. Creo que… Mejor me voy, ¿no?

Asintió mirándome, yo negué, él asintió de nuevo.

—¿Por qué te vas? Iremos a cenar todos juntos en modo de celebración, ¿no quieres comida gratis? —preguntó Jake. Nunca se daba cuenta de nada.

—No, la verdad es que tengo un poco de sueño. Creo que regresaré al hotel. ¿Te quedas? —le preguntó a Theo.

«Por favor, di que no».

—Sí.

—Adiós a todos, felicidades, Jake. —Le sonrió y se alejó por la otra acera.

—Qué raro chico, ¿no? —comentó mirando como se alejaba de nosotros. Rodé los ojos—. Bueno, vamos a cenar.

Jake nos llevó a su casa, Kim decidió que era mejor cocinar. Me estaba torturando y no lo sabían. Theo ni se inmutó, ¿es que acaso era yo la única incómoda?

Se decidieron por comer pasta. Comida italiana, la vida se estaba burlando de mí en mi propia cara.

Traté de que el asunto no me ganara, intenté disfrutar de aquella velada sin arruinarlo.

Pero no fue así.

—Okay, es suficiente —dijo Theo levantándose—. Ginger, tenemos que hablar.

Lo miré a los ojos y luego cerré un poco los ojos tratando de imaginar que eso no estaba pasando, pero sí que era real.

—Si quieren pueden hablar en el balcón —comentó Jake, señaló el lugar. Ambos asentimos y salimos de ahí.

Ambos nos quedamos en silencio por un momento, ninguno de los dos sabía cómo empezar la conversación.

—Huffy —me llamó, oírlo decirme de esa forma provocó que algo en mí se rompiera un poquito, volví a sentir la tensión en el aire y negué.

—Soy Ginger.

—Ginger. —Asintió—. Creo que tenemos amigos, y muy buenos, en común. Probablemente esto vuelva a suceder. —Yo lo miré, ¿a qué se refería?—. Digo, que seguro nos volveremos a ver. Y creo que me gustaría aclarar ciertos temas, ¿no te parece?

—¿Por qué tenemos que tocar el tema? ¿No te lo pedí en Italia? Pensé que todo quedó ahí.

—¡Pero eso lo decidiste tú! ¡Nunca me dejaste decir nada!

—¡Y se acabó! —alcé la voz, me tuve que callar cuando un vecino nos gritó que nos calláramos.

Entré de nuevo a la casa. Kim y Jake estaban sentados en el mismo lugar donde los dejamos.

—Chicos, sé que les dije que vayan al balcón para que tengan privacidad, pero acabo de notar que se oye todo —murmuró Jake, Kim le pegó en el brazo.

—¿Quieren saber qué pasó en Italia? —pregunté alterada, empecé a caminar por toda la sala, Theo entró también

—¿No saben lo que pasó? —preguntó curioso.

Negué con la cabeza.

—Llegó a casa y dijo que jamás se lo mencione de nuevo —Kim acotó. Yo suspiré.

—Pues hablemos de lo que pasó.

Asentí segura.

Un tiempo atrás…

Jess

Feliz graduación, querida universitaria. Lamento no haber estado en la ceremonia, pero he pedido licencia en el trabajo para que vengas un par de semanas de vacaciones, ¿qué te parece?

Ese fue el mensaje que recibí de mi tía al día siguiente de mi graduación.

Acepté sin pensarlo. Tenía muchas ganas de verla. Paseamos por todos lados. Incluso Mateo nos acompañó en alguna de nuestras excursiones, el problema empezó cuando Theo se enteró que estaba en Italia por las fotos que subió el hermano de su cuñada.

Una noche, Jess me dijo que iríamos a cenar a un restaurante. Me pidió que me adelantara y ella me daría el alcance luego de hacer unos trámites. No le vi lo raro y acepté. Me dio la dirección y la hora.

Al llegar, pregunté al camarero si había alguna reservación y me dirigió a una mesa que estaba en la parte del fondo. En la mesa había una carta que decía:

«Este elefante sí cabe en el congelador».

Giré confundida, miré a todos lados y pude divisarlo del otro lado del restaurante.

—¿Qué haces aquí? —pregunté cuando se acercó.

—Hola, Huffy. —Se rascó la nuca, nervioso—. Lamento si te molestó. Quería que fuese una sorpresa, pero ahora no sé si ha estado bien…

—Pues no lo sé. Es raro verte aquí. Tú no eres mi tía Jess —bromeé, él sonrió.

—Sí, ella viene en camino, me dio unos minutos para hablar contigo —dijo, yo asentí.

—¿De qué quieres hablar?

Theo sacó su bolsillo un sobre de papel que se me hacía bastante familiar. Aclaró la garganta y empezó a leer:

«Posiblemente te estás yendo justo ahora y yo estoy aquí sentada luego de haber dibujado lo que está en la otra hoja, no lo veas aún, tienes que leer esto primero.

Hace años un niño antipático apareció para ponerme un chicle en la cabeza, ¿qué iba a saber yo que años después se iba a vestir de tortuga obligado por su hermano de treinta y dos años?

Han pasado muchas cosas, ¿no? Y yo pienso, ¿qué estaremos haciendo de aquí a tres años? ¿Cuatro años? ¡Cinco años! Imagino que muchas cosas cambiarán, pero, al fin y al cabo, tenemos amigos en común y terminaremos encontrándonos igual. Yo no sé cuándo será eso, no sé en dónde... Sé que tenemos un camino muy largo por recorrer, como también puede ser muy pequeño, no tenemos la vida comprada; puede que el día de mañana alguno de nosotros no esté aquí, no lo sabemos. Así que desde hoy me propongo (y espero que tú también, porque si no esto sería una pérdida de tiempo) a disfrutar lo que nos toca de vida, y si en algún momento nos volvemos a ver, pues tendremos que ver si el bendito elefante entró al congelado o no.

Espero que sí.

Gracias por ser la mejor compañía.

Nos vemos pronto, o no, depende de la dirección que tomemos.

Buen viaje, Gordito :)

PD: Este es mi primer dibujo antes de empezar a estudiar. Así que seré buena y no te cobraré por este. Es un regalo».

Parpadeé un par de veces y me senté.

—Oh, la leíste. —Asentí mirándolo, él se sentó frente a mí.

—Sí… La volví a leer ayer cuando me enteré de que estabas aquí y quise venir a verte.

—Hum.

—¿Viste el dibujo? —pregunté, él se rio y asintió.

—Yo con el disfraz de tortuga de aquella vez… ¿Sabes? Estuve tanto tiempo imaginando cómo sería el reencontrarnos, pero cuando te vi hace un rato, se me olvidó todo.

—¿Por qué viniste? —pregunté.

—Sé que te prometí verlo, pero no pude. Sé que suena tonto, pero no... La verdad no sé por qué lo hice, luego al guardar las cosas, simplemente se quedó en algún cajón del armario.

—Theo, esto es muy raro…

—La verdad, vine porque me gustaría volver a intentarlo.

—Me voy mañana en la tarde. —Me levanté.

Theo cerró los ojos y negó con la cabeza.

—La distancia ya no importa… Podríamos…

Tomé su mano e hice que se levante también.

—No sé si esto funcionaría, estuve mucho tiempo evitándolo. Te tengo un gran cariño, Theo. Pero creo que ha pasado mucho tiempo —susurré acariciando su mejilla.

—Por favor, Huffy. No me gustaría dejar que el elefante salga del congelador.

—Pobre elefante —bromeé haciéndolo reír.

Suspiré. No sabía si eran efectos de la noche, o si lo veía más lindo que nunca, pero de un momento a otro, cancelé el plan con Jess y decidí irme con él.

Caminamos por la hermosa ciudad tomados de la mano, nos pedimos un par de hamburguesas y paseamos un rato más.

Fue divertido recordar todas las cosas que vivimos, pero el remordimiento de sentir que no estaba haciendo lo correcto era más grande. Sin embargo, lo ignoré.

—Creo que deberíamos ir a dormir.

—¿Juntos? —preguntó Theo, yo alcé una ceja y él negó—. A dormir, de verdad. Solo a dormir.

Alzó las manos en forma de paz y sonreí.

—¿A tu casa? —pregunté.

Él asintió.

Tomamos un taxi de regreso y llegamos al lugar. Era un pequeño apartamento cerca de la zona central de la ciudad. Me esperaba algo más grande, viniendo de un Collins, pero él siempre tenía sorpresas para dar.

—¿Deseas algo de tomar? —preguntó, yo asentí.

—Agua, por favor.

Theo caminó hacia la cocina y regresó con mi vaso. Me tomé el líquido en menos de dos segundos. Ni siquiera sabía que tenía tanta sed.

—Oye, Huffy… —comentó, yo me acerqué de forma ágil hacia donde él estaba y lo tomé de la nuca—. ¿Ginger?

—¿Hum?

—¿Estás bien? —preguntó mirándome a los ojos, asentí.

—¿Tú estás bien? —susurré.

Theo no respondió, solo se acercó un poco más a mí, esperando que yo diera el primer paso. Y lo hice, cerré los ojos y lo pegué más a mí. Pasé mi otra mano por su espalda y lo besé. Nuestros labios se unieron por varios segundos, ni siquiera llevé la cuenta. Solo me dejé llevar.

Al separarnos, tenías los labios rojos y la respiración entrecortada.

—Creo que… Deberíamos ir a dormir —dijo el chico frente a mí, yo no dije más. Solo asentí.

Theo ofreció en que durmiera en su cama y él dormiría en el sofá, le dije que no, de todos modos, la cama era grande.

Me prestó uno de sus pijamas y nos recostamos.

No pude pegar el ojo en toda la noche. No debía estar ahí. Debí irme al hotel junto a Jess y no aceptar quedarme con él. Ni siquiera debí besarlo, pero ya no podía deshacer aquel hecho.

En medio de la noche, cuando la respiración de Theo era mucho más calmada, rodeó mi cintura y me abrazó.

Giré para ponerme frente a él y tener una vista más clara de su rostro. Ladeé el labio. Dormía tan sereno. Acaricié su mejilla y sin querer, empecé a llorar.

No quise hacer ruido, pero lo desperté.

—Ginger, ¿qué te pasa? —preguntó preocupado, me soltó al darse cuenta de que estaba abrazándome y se levantó para prender la lámpara.

—No puedo hacer esto, Theo. Tengo que irme.

—Pero…

—Está mal. —Negué con la cabeza—. Ya no siento lo mismo por ti, ha pasado mucho tiempo. No quiero jugar contigo. Nunca debí aceptar venir.

Theo cerró los ojos y asintió.

—Te llevo a tu hotel.

—Gracias.

Me cambié rápido en el baño mientras trataba de parar de llorar.

Theo me llevó en su auto de camino al lugar de donde nunca debí salir, Jess me esperaba en la puerta, preocupada porque me oyó llorar cuando la llamé.

—Perdón, Theo… Y gracias por traerme. —Me detuve a observarlo por un momento, no había dicho nada en todo el camino.

—Gracias a ti, Ginger. —Sonrió un poco y me dio un beso en la mejilla antes de irse.

—¿Qué pasó? —preguntó Jess abrazándome.

No quería hablar de nada. Demasiadas emociones en un solo día.

Presente

—Wow —dijo Jake pestañeando.

—¿Por qué no nos contaste, Ginger? —preguntó Kim, se veía asombrada.

—Bueno, es un poco difícil para mí volver de mi viaje de Italia y decirte: «Oye, Kim. Estuve a punto de regresar con exnovio, nos besamos, dormí con él, pero al final no se dio. Ja, ja, ja. Oye, qué lindos zapatos te compraste».

Suspiré.

—Sí eran bonitos esos zapatos —bromeó y sonreí un poco.

—De hecho, ya que estamos aquí y nos van a escuchar igual. —Theo miró a mis amigos que sonrieron saludándonos—. Solo quería decirte que luego de que te fuiste, te comprendí. El beso fue la confirmación. Estaba tan ilusionado con volverte a ver, pero ahora sé que ya no estaba enamorado.

—Ouch —dije mirándolo—. Así que ¿vienes a Nueva York solo a decirme que ya no me quieres?

Theo se rio al ver mi cara, estaba fingiendo estar indignada y él lo comprendió.

—Me sabe mal haber tenido que llegar eso, sobre todo a verte llorar para entender que esto ya no iba a funcionar, Huffy. Lo siento.

—Sí, bueno. Éramos unos niños.

—Fue el año pasado —acotó Kim alzando la mano, yo la miré.

—¡Silencio! Ustedes son hologramas, los hologramas no hablan. —Los señalé, luego giré a ver a Theo—. Y tienes razón. Creo que estábamos tratando de que el elefante entre a la fuerza, pobrecito.

Theo se rio entendiendo la metáfora y asintió.

—Creo que estaríamos bien siendo amigos, Huffy. ¿No te parece? De todos modos, tenemos a cuatro hologramas en común, sin contar a las Nate y Abby.

—Sí, bueno. Digamos que tres y medio porque el batracio no cuenta mucho. —Negocié haciendo reír a todos menos a Kim.

—Trato hecho. ¿Amigos, Huffy? —preguntó estirando la mano.

—Amigos, Gordito. —Guiñé el ojo y él sonrió. Estreché su mano y halé de él para darle un abrazo.

Los dos hologramas, mejor conocidos como Kim y Jake corrieron a abrazarnos también.

Y así fue como, por fin, dejamos libre al elefante.

Ahora sí.

Fin

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