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9.

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Los separaron al llegar a la comisaría. Cuando se quedó solo, G. recordó la cara de Nusa justo antes de que se la llevaran. Y de nuevo, volvió a encontrar imposible diferenciarla claramente de la de la chica romana en el patio de Milán, cuando le había salpicado la cara y le había dicho que bebiera. Sus facciones eran totalmente distintas. Era en su expresión en donde residía esa misteriosa continuidad. Para romper esa continuidad, a fin de hacer espacio para toda su vida adulta, entre la primera y la segunda cara, tenía que olvidarse de sus frentes manchadas, sus bocas y sus ojos intensos y callados, y recordar sólo el significado que tenía para él esa expresión. Lo que importaba la primera vez era lo que confirmaba esa expresión y que hasta ese momento había sido inarticulado: lo que importaba entonces era no estar muerto. Ahora, la segunda vez, lo que importaba era lo que confirmaba su expresión y que hasta ahora había sido inarticulado: ¿por qué no estar muerto?

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