Frozen

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—Sí lo sé —le cortó—. He visto mucho más que tú, ambos lo sabemos. No sé qué clase de lavado de cabeza te han hecho aquí dentro, pero yo he estado ahí fuera, investigando esta isla durante meses, y he visto cosas que me han puesto los vellos de punta. ¿Sabes lo que es despertarte por la mañana y que te llamen diciendo que han encontrado varios cuerpos azules? Son demasiados para ser en nombre de la humanidad y el planeta. No me jodas, ¡aquí estáis asesinando gente!

—Cálmate —pidió con amabilidad—, perder los nervios no va a ayudarte en nada. Sí, aquí muere mucha gente, pero no es como tú te piensas. Si quisieras ver lo que realmente hay, dejarías de pensar ese tipo de cosas.

—Lo siento, pero no he venido por visitas de cortesía. Mi investigación es mucho más importante. Voy a conseguir que cierren esta isla y cojan a todos los implicados.

Allie escuchaba su discusión sin intervenir. Era la primera vez que veía a Ravn tan enfadado. La vena de su cuello estaba hinchada, y su rostro había adquirido una tonalidad rojiza.

Pensó que en cualquier momento alzaría su pistola y dispararía contra aquella extraña mujer. Cosa que, en ese momento, ella también haría. La ponía nerviosa. Kelly, al otro lado, miraba al suelo todo el tiempo. Parecía tranquila, relajada, como si nada de aquello le afectase. «Qué raro, si hace un momento estaba asustadísima».

—¿Seguro que es eso lo que quieres?

—¿No ha quedado claro ya que sí? Vendería mi alma al diablo por salir de aquí con las pruebas concluyentes y terminar con esta pesadilla.

—Ravn, tú y tu impertinencia vais a acabar bajo tierra más pronto que tarde —dijo Mor, jugueteando con uno de los flecos que colgaban de la mantilla que cubría sus hombros huesudos—. No eres el primero que ha hecho esto, ni serás el último. Pensáis que todo es tan fácil como blanco o negro, pero olvidáis que en medio de esos dos colores hay muchas escalas de grises. Todo tiene su explicación.

—¿Vas a dárnosla tú? —interrogó.

—Podría, pero no creo que sea la más indicada. Para creer, hay que ver. Así somos los humanos, no admitimos lo que es inconcebible en nuestras diminutas mentes. Necesitamos que nuestros ojos nos muestren las pruebas para que lo admitamos. Quizás por eso yo soy la persona más sabia que vas a encontrarte en este mundo; perdí mis ojos cuando mi casa salió ardiendo, y desde entonces todo lo que tengo es la verdad. Sin excepción alguna. Creo sin ver, y eso me hace mejor que vosotros.

«Pero sigues siendo débil —pensó Allie— . Tienes mucha fe en que todo saldrá bien, y no ves venir los golpes que pueden darte. Somos estúpidos, y no tenemos fe, pero también somos traicioneros. Un acto que nos haga sentir amenazados, y nos convertimos en animales».

—Vendiste tus ojos a cambio de una verdad que no siempre está ahí —entendió Allie, murmurando—. Tu fe es equivalente a la ignorancia que posees. Eres sabia cuando se trata de espejismos que giran en torno a nosotros, pero no cuando se trata de los humanos. Podría volverme loca ahora mismo y empujarte a ese fuego, y no lo verías venir.

La sonrisa se borró del rostro de la mujer. Mor dirigió sus ojos allí donde provenía la voz de la joven.

—Es cierto, esa es mi debilidad. Conozco los más oscuros secretos que os embargan porque os observo con otros sentidos, pero eso no significa que no esté preparada. Tengo otros ojos que ven por mí.

A Allie no le dio buena espina su afirmación. Sonaba a amenaza sutil, cosa que, pensándolo fríamente, no le extrañaba en absoluto. Una mujer como Mor, viviendo en una mansión desprovista de muebles, comida, compañía y calor no era más que una guardiana de FROZE. Estaba al corriente de todo, no perdía de pista a nadie, conocía a los miembros de la isla y, sobre todo, los defendía. Estaba claro que no deseaba que sufrieran ningún daño, porque ellos la habían convencido de que cada uno de sus actos iba en beneficio del planeta Tierra. Una locura. Un planeta como la Tierra no podía ser salvado por un puñado de hombres.

Solo Dios, si existía, podría frenar ese caos. Y para que la bomba estallara, quedaban siglos.

—¿Y qué harás para detenernos? —preguntó Allie.

—¿Quién ha dicho que yo quiera deteneros? —formuló Mor, sonriendo.

—Déjate de juegos —pidió la rubia, acercándose un poco a ella—, estoy harta de vivir aquí abajo. Necesito sol, aire limpio, una cama cómoda y dormir una semana entera. A mí me importa bien poco esta isla, la corporación y sus experimentos.

—Qué curioso, pensé que te importaría más saber quién eres.

—Sé quién soy —aseguró.

—¿De verdad? Porque según sé, llevas toda la vida preguntándote qué fue de ti antes de que con seis años te adoptaran —Allie se tensó, fulminando a la mujer con la mirada—. Entiendo tu dilema, es difícil no saber de dónde procedemos o quién nos trajo al mundo; yo también pasé por ello en su momento. Algunos como nosotros no tenemos la suerte de saber por qué nacimos.

Ravn, que no le quitaba ojo de encima a Allie, apretó con fuerza la pistola por si acaso. A juzgar por la mirada viperina que la rubia le dedicaba a la mujer no estaba muy bien. Es más, parecía como si de un momento a otro fuera a romperse en pedazos.

Él sabía que era adoptada, que su familia la encontró abandonada en un convento de Hermansverk, donde no hablaba con nadie, ni dejaba que la tocasen, ni comía. Se pasaba días enteros en la cama, con la cabeza escondida bajo la manta, repitiendo una y otra vez el mismo nombre: Sidsel. Ravn había supuesto que se trataba de su madre; seguramente, ésta había perecido en algún accidente, y al no tener padre, fue entregada a las únicas personas en el mundo, aparte de los orfanatos, que se hacen cargo de los niños abandonados: las monjas.

Allie había sufrido mucho, se notaba por cómo trataba a sus hermanos, y Ravn no quería que metiesen el dedo en la llaga. Le dolía verla así, tan quebradiza, tan asustada.

—Dime la verdad, ¿por qué sabes tanto de nosotros? ¿Alguna vez nos hemos cruzado? —Allie sonaba tranquila, pero dentro de su pecho había un reloj con cuenta atrás. Un poco más de presión, y explotaría.

—Sí, nos vimos hace mucho, mucho tiempo, Alyson Henriksdatter. Sé quién eres mejor que tú misma. Yo fui quien ayudó a Sidsel Lindström a dar a luz. Un bonito día de diciembre, desde luego. La tormenta que azotó Noruega esa semana fue impresionante, nos quedamos encerrados en la mansión y tu padre no pudo llegar a tiempo. Poco después, ella…

—Basta —Kelly alzó la voz, molesta por algo—, deja ya de hablar de eso.

—No —Allie se apresuró a interrumpirla—, es mi vida, quiero saber la verdad.

—Te está mintiendo, ¿no lo ves? No es más que una vieja mentirosa —gritó, su voz reverberando por cada rincón de la habitación. Acto seguido clavó su mirada en Mor y dijo—: Dinos lo que realmente importa, ¿cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?

Mor rió suavemente. Kelly apretó los puños, ansiando golpearla. «Vieja de las narices, siempre interponiéndose en todo. El día que menos te lo esperes acabaré contigo».

—Habla —exigió.

—Eh, no hables así. Hay tiempo para todo —intentó calmarla Ravn—. Vamos, ahora que sabemos lo que ocurre con Allie, quizás comprendamos mejor el asunto.

—¡Os está tomando el pelo! —insistió.

—¿Cómo puedes saberlo? —Allie estaba realmente enfadada con la chica por haber interrumpido a la mujer. No sabía con certeza si Mor mentía o decía la verdad, pero ya que alguien parecía conocer el enorme secreto de su existencia, se negaba a dejarlo escapar.

—Porque conozco a la gente como ella, siempre queriendo timar a la gente, hacerles daño. Aprovecha cualquier rumor para hacerte creer que tiene lo que deseas. Está intentando confundirte —aseguró Kelly.

—Yo creo que sabe más de lo que nos dice —Ravn torció la boca en una mueca—. ¿Verdad, Mor? Todos aquí saben que eres quien tiene las respuestas.

Mor asintió una sola vez, tranquila. La discusión le parecía muy divertida. Desde que se había quedado ciega se había convertido en la única capaz de destruir a un puñado de personas con la verdad. Guardaba tantos secretos que no sabía exactamente el motivo por el cual seguía cuerda. Aunque viendo todo aquello tampoco quería averiguarlo.

Le bastaba con seguir respirando unos cuantos años más.

—Calmaos, os diré todo lo que queráis saber —les aseguró.

—¿Más mentiras? —Kelly rió con maldad—. Permíteme decir que eres una vieja muy fantasiosa.

—Y tú la misma clase de persona que es tu padre. Harías cualquier cosa para seguir teniendo a las personas en tus manos ¿verdad, Kellais? El poder te corrompió mucho más pronto que a tu padre, llevas sus genes bien grabados. Percibo tanta maldad en ti que asusta ver cómo la oscuridad te va tragando cada vez más y más.

Kelly retrocedió un par de pasos, con las miradas de los tres clavados en ella. Se sentía un objetivo en ese momento, y no le gustaba. Nunca le había gustado la sensación de ser la presa y no el cazador.

—¿De qué habla, Kelly? —Allie la miraba con decepción y con temor, sin saber muy bien de qué iba la cosa.

—Nada, no va de nada. Está intentando desestabilizarnos, ¿no lo veis? Como sus malditos súbditos no han podido matarnos, ahora quiere separarnos para que sea más fácil —espetó.

Ravn dudaba sobre qué creer. Lo que Kelly afirmaba tenía más sentido que lo de Mor. Vale que hubiera averiguado lo de Allie -o eso parecía-, pero llevaba dos días junto a la chica y todavía no había hecho nada. Si fuera tan mala persona como Mor afirmaba, a esas alturas deberían estar muertos.

—No juegues con fuego, vas a quemarte —advirtió Mor con voz de circunstancia—. ¿Es que no aprendiste ya de tu pobre madre?

—¡Cállate! —la chica empezaba a perder los nervios—. ¡Tú no sabes nada! ¡Solo dices tonterías!

—Kelly —insistió Allie—, dínoslo.

—¡Os lo estoy diciendo, maldita sea! —chilló—. ¿Qué os hace pensar que estoy mal de la cabeza o algo? Esta mujer no hace más que inventarse cosas.

—No ha dicho nada malo en tu contra —la chica alzó una ceja—, no sé por qué pierdes los nervios.

Kelly apretó los dientes, comiéndose las palabras. «Otra que capta demasiado, si al final queda en familia todo».

—Yo no estoy nerviosa, sino enfadada. No me gustan las mentiras —intentó salir del paso—. Además, ¿de qué conoces tú a mi padre?

—Kellais… —Mor también comenzaba a caldearse, viendo cómo sucedían las cosas.

—Estoy perdido —Ravn miraba a cada una de ellas sin saber muy bien cómo encajar todas las piezas. Cada una decía algo distinto, excepto Allie, que empezaba a dejar caer toda la confianza que sentía hacia Kelly en el suelo—. ¿Podemos volver a lo importante?

—No —Mor sacudió la cabeza—. Si de verdad os interesa salir de esta isla, tenéis que pasar por delante de ellos, y creedme, os encontrarán. Nadie toma el pelo a los miembros de esta corporación, poseen una mente brillante.

—¿Tan brillante como la tuya? —inquirió, perdiendo la paciencia.

—Mucho, mucho más. Y estas dos señoritas saben bien de qué clase de mentes hablamos, porque poseen las mismas.

—¿Qué insinúas? —Allie ya no podía aguantar más secretos y más gritos—. ¿Por qué tendría yo que saberlo?

—Porque…

Kelly no la dejó terminar. Se abalanzó hacia ella, la agarró del vestido, levantándola a la fuerza del sillón, y la golpeó contra la pared. Mor gritó asustada. Ravn se apresuró a ayudarla, pero Kelly se revolvió contra él igual que un gato escaldado. Estaba totalmente fuera de sí.

—¡Tú, maldita insolente, siempre saltándote el protocolo! ¡Te dejé bien claro que no debías hablar más de la cuenta!

—Suéltame, Kellais —ordenó Mor sin asustarse un ápice.

—Voy a matarte, vieja bruja, y cuando lo haga, te lanzaré al fuego. Ya has causado suficientes problemas a esta familia. Nadie te quiere, ¿comprendes? No eres necesaria para nadie —gruñó entre dientes, muy cerca de su rostro. El corazón de Mor se rompió en pedazos ante esa declaración.

Toda una vida tratando de querer a esa chica con todo lo que poseía, y una vez más la defraudaba con esa obsesión que tenía por seguir controlando a quienes hubiese a su alrededor. El dolor era insoportable, pero no pensaba rendirse ante ella. Después de todo, seguía siendo una adulta, con mucha más experiencia.

Con un rápido movimiento se liberó de ella. La morena cayó al suelo, pero se levantó veloz como un rayo. Ravn intentó sujetarla una vez más, pero ella sacó una de las dagas de plata que llevaba consigo y se la clavó en el costado. Él se tambaleó, llevándose la mano a la herida, tropezando con sus propios pies y chocando contra Allie, quien lo sujetó con fuerza antes de que diese con los huesos en el piso. Asustada, lo apartó de la mujer que se movía igual que una serpiente dispuesta a clavar sus dientes venenosos una segunda vez.

—Dioses, Ravn, ¿estás bien? —la voz le temblaba, al igual que las manos que presionaban contra la herida—. Joder, pierdesmucha sangre. Dime cómo puedo ayudarte.

—Sigue presionando la herida, fuerte —dijo, con el labio inferior temblándole y cada vez más pálido.

—Ya lo hago, pero no sirve de nada —chilló con voz aguda.

—No te detengas —pidió, sujetándole la mano con fuerza, dejándose caer sobre su regazo.

—No lo haré. Voy a salvarte —prometió, tragando saliva y haciendo la máxima presión sobre la herida de su costado.

Ravn sonrió, aunque cada vez tenía menos control sobre su cuerpo. Su vida iba apagándose poco a poco.

—Kellais, por favor, no hagas daño a nadie más —pidió Mor, desesperada—. Tú no eres ninguna asesina.

—Qué sabrás tú qué clase de persona soy, si hace mucho tiempo que no puedes verme —le lanzó a la cara—. Eres una persona horrible, encerrándote aquí para no enfrentarte a tus miedos. ¿Y tú hablas de mí? —rió—. Por favor, no soy yo quien abandonó a su familia y quien asesinó a todas esas personas. Esto comenzó contigo, no les eches las culpas a los demás.

—Kellais —insistió, apartándose de ella todo lo que podía—, lo digo en serio. Confío en ti, y sé que eres una buena persona.

Kelly iba a propinarle un revés para dejarla inconsciente cuando un ruido al otro lado de la puerta la distrajo. En el vano, medio oscurecida por la luz tan tenue de la chimenea, estaba Painei, mirándola tan fríamente que no supo cómo no la congeló

—¿Qué demonios ocurre aquí?

Nadie le respondió. Kelly, harta de la situación, lanzó la daga que aún sujetaba en su dirección, viéndola girar en el aire. Sin embargo, no supo si llegó a alcanzar a su objetivo, pues Mor la golpeó en la cabeza, dejándola inconsciente.

14

Ravn despertó y la luz fluorescente le quemó las pupilas.

Volvió a cerrar rápidamente los párpados en un acto reflejo, viéndolo todo naranja, hasta que, lentamente, fue abriéndolos de nuevo, acostumbrándose a su alrededor. La estampa no era agradable, pero sí cálida. Es más, le sonaba mucho el color burdeos de las paredes, los muebles clásicos, las sábanas con el olor de Allie…

Confundido, se incorporó sobre la cama y miró a un lado y a otro. Si la mente no le fallaba, estaba en el dormitorio de Allie, y él hacía mucho tiempo que no pisaba aquel suelo. Además, ¿no se suponía que él estaba en FROZE?

—Tranquilo, policía, tienes trece puntos surcando tu costado —dijo una voz.

Ravn miró a la mujer que estaba mirando por la ventana, y aunque por detrás era idéntica a Allie, supo que no se trataba de ella. Era un sentimiento que nacía de dentro.

—¿Quién eres?

—Ocúpate primero de tu herida. Quiero que me digas si te duele.

Él, reacio a aceptar sus órdenes, miró por debajo de la sabana y descubrió dos cosas: estaba en bóxers y tenía una venda cubriéndole todo el costado, apretadas. Le dolía un poco, pero no en exceso. Podía soportarlo, y así se lo dijo a ella.

—Bien —se giró, y fue entonces cuando Ravn soltó una maldición.

—Painei —saludó—, por qué será que solo me sorprendo a medias.

Ella soltó una carcajada.

—Tengo que buscar frases más teatrales para darle emoción a mis recuerdos —comentó, sonriéndole—. En fin, me alegro de verte otra vez. Pensé que no saldrías vivo de FROZE.

—¿Estamos fuera de la isla? —inquirió, alzando una ceja.

—Sí, claro. Estamos en casa de Allie, para ser más exactos —puntualizó.

—¿Por qué?

—Un error de cálculos de Kelly.

—No lo entiendo —admitió—. Tengo la cabeza embotada, y mis últimos recuerdos son difusos.

—Es comprensible, perdiste bastante sangre, casi te mueres, fuiste tirado en un acantilado como un perro…

Él, asimilando todo lo que podía sus palabras a pesar de la nebulosa que cubría su mente, frunció el ceño. ¿Por qué de pronto todo aquello le sonaba fatal?

—Explícamelo todo —pidió, apoyando la espalda sobre el respaldo de la cama.

Painei caminó hasta la cama y se sentó a los pies, mirándoles con aquellos inquietantes ojos muy parecidos a los de Allie sin ser los de ella. A Ravn le ponía el vello de punta.

—Kelly se vio descubierta y perdió la cabeza, atacándote. Luego intentó quitarme del medio, pero logré esquivar la daga que me lanzó y ayudarte. Sin embargo, vinieron esos malditos hijos de puta y nos sacaron del medio. Se hicieron un lío, y han dejado a Allie dentro de FROZE creyendo que soy yo, y a mí me trajeron aquí en lugar de ella —bufó, irritada—. Intenté ponerme en contacto con mi padre y Kado, pero ninguno respondió, así que busqué qué pasó contigo y me enteré que estabas en el hospital de Stavanger. Fui a buscarte haciéndome pasar por Allie, tu prometida —esbozó una sonrisa traviesa al ver su cara de horror— y te saqué antes de que lo hiciera tu jefe o el gobierno. Estás metido en un buen lío.

—Vale —comenzó, frotándose los ojos con la mano—, vayamos por partes. ¿El gobierno? ¿Mi jefe? ¿Qué pintan ellos aquí?

—Parece mentira que todavía no te hayas dado cuenta —la mujer le miró como lo haría una profesora regañando a un alumno que no se sabe la lección—, ¿acaso no sabes que tu jefe, Imsar, es uno de los informadores de Essei?

—¿Essei Hanstheirkle? ¿El director de FROZE? —exclamó, sin poder creer en eso.

—El mismo. Tío mío y de Allie, debo decir, y además padre de Kelly.

—Joder.

—Sí, eso es una buena de describir el asunto —rió entre dientes—. No sé cómo no te diste cuenta de lo que tramaba ella.

—Parecía una joven en apuros.

—¿Apuros? ¿Kelly? Por favor, es el demonio en persona. No hay que cruzarse en su camino, pero es obvio que su interés era teneros controlados, lo cual no me cuadra si os dejó ir hasta Mor…

Le dio vueltas al asunto mientras él asimilaba todo poco a poco. Comprendía que era difícil de creer en eso si tenía en cuenta las últimas cosas ocurridas. Nada estaba siendo fácil para ninguno, porque la opción que tenían daba miedo, e incluso ella, que siempre estaba dispuesta a todo, se veía pequeña contra el enorme titán que se le antojaba la isla y la corporación. Pero estaba segura de que con Ravn todo iría bien.

—Kelly no puede haber hecho nada de eso —insistió Ravn a pesar de tener los sucesos bien frescos en su mente—, ella perdió a su novio, Therus.

—Therus murió hace dos años, y por su culpa, debo decir.

Ravn notó que el pecho se le llenaba de rabia. Había confiado en esa mujer y ahora resultaba que todo era mentira. No podía creérselo, sus pocas luces le estaban cegando constantemente. Acababa de echar por tierra su investigación y no había retorno.

«Maldita zorra de las narices».

—No te enfades —le pidió la rubia—, todavía tenemos cosas que hacer.

—No sé cómo quieres seguir haciendo nada cuando Allie está encerrada con esa panda de psicópatas, yo estoy herido, mi jefe trabaja con ellos y…

—Y eres perseguido por el gobierno de Noruega por orden de Essei. Se ha dado cuenta de que le supones una amenaza y te quiere fuera.

—Perfecto. Encima moriré por nada —masculló.

—Nadie va a morir. No todavía —añadió al ver su cara de circunstancia—. Confía un poco en mí, como en el pasado. Allie estará a salvo mientras nadie descubra que no soy yo, y estoy segura de que Kado la ayudará.

—No sé quién ese tal Kado, pero si la toca o le hace algo… —empezó a decir con un tono amenazante.

—Él no la tocará, de eso puedes estar tranquilo —le aseguró la rubia—. Ahora bien, de mi padre, mi tío y Kelly no puedo asegurarte nada. Si no logra interpretar bien su papel… —se mordió el labio inferior, sacudiendo la cabeza—. No, no me hagas caso. Iremos a por ella antes de que le pase nada.

—Painei, es una locura —Ravn suspiró, frotándose el pecho desnudo. Se sentía sin apenas fuerzas, y eso le ponía de mal humor.

—¿Acaso no son las locuras las que dan algo de emoción a la vida? —preguntó ella—. Sé que es mucho pedirte que me ayudes, pero Allie está metida en el juego, y debes rescatarla.

Ravn soltó una carcajada amarga. «Sobre todo yo».

—Allie no necesita nada de nadie, y menos si se trata de mí.

Painei rodó los ojos en sus órbitas. «Vaya par de idiotas, perdiendo el tiempo cuando lo tienen tan fácil. Si solo se detuviesen a escuchar lo que guarda el otro hacía tiempo que estaban en Hawái de luna de miel».

—Aún siente algo por ti, ahora solo queda que tú descubras si realmente la amas o no. Yo te daría la respuesta, pero nunca me ha gustado facilitarles las cosas a los demás —dijo, acariciándose un mechón rubio—. Además, no te quiero descentrado en esta misión de vida o muerte. Suena drástico y catastrófico, lo sé, pero es cierto. No te haces una idea de a qué nos enfrentamos.

—¿Y me lo vas a decir tú? —preguntó con ironía.

—Eh, policía, no hay tiempo ahora para ese tipo de explicaciones, no tenemos tanto tiempo.

—Vale, si no vas a explicarme eso, al menos cuéntame qué tienes tú que ver en todo esto.

Ella apartó ligeramente la mirada, sin saber qué decir. La verdad era suya y de nadie más, ni siquiera la había compartido con Kado. Prefería conservar un poco de su intimidad. Los motivos por los cuales estaba enfrentándose a su padre no solo tenían que ver con los planes tan descabellados que llevaba a cabo, sino también con ella. Había demasiadas cosas importantes en juego. Pero Ravn merecía algunas respuestas, después de todo. Iba a usarle como su segundo de abordo en la destrucción de la empresa que movía el mundo actualmente, y solo por eso, iba a romper una de sus reglas más sagradas: no confiar en nadie más que en sí misma.

—Han pasado muchos años desde el último incidente, Ravn. Todo ha cambiado desde entonces.

Sí, él se acordaba de ese incidente. Año dos mil cinco, Septiembre, una enorme explosión en una isla cerca de Australia, miles de muertos y desaparecidos. Gran cantidad de edificios quedaron sumergidos bajo el océano, donde nunca fueron rescatados para su posterior investigación. Ningún gobierno movió un dedo para ello, no querían pruebas, ni que los policías metiesen sus narices en el caso. Por aquél entonces Ravn todavía era un policía de la brigada de Lower Hutt, donde había trabajado por un año, para su desgracia.

Odiaba el clima de allí, a la gente demasiado conservadora, al clima húmedo, a las lluvias cuando menos lo esperaba. Casi nunca pasaba nada, sus días eran rutinarios; recorridos rápidos por la ciudad, comprobar que todo estaba en orden y a casa. Las mujeres apenas se acercaban a él por miedo, y sus compañeros de trabajo querían más al alcohol que a sus mujeres e hijos. Vivía en un ambiente tan desagradable que empezó a darle a la bebida y a la mejor hierba de importación.

Hasta que apareció ella. Painei, la rubia de ojos zafiro. Tan impresionante que arrancaba miradas de envidia y lascivia por igual allí donde iba. Pero solo se fijó en él, de entre todos los hombres que podía encontrar. Confió en Ravn y tiró de él hacia su misión: impedir que los directivos de FROZE continuaran con sus planes.

No sabía de qué iba el asunto, ni conocía FROZE, pero ella le pagó bien, y además le ofreció emoción, adrenalina, por lo que aceptó. Lo que no esperaba era que hubiese tantos heridos debido a la explosión que, aún a día de hoy, no sabía si era cosa suya. Después de eso no volvieron a verse hasta años después, en Noruega, días antes de la boda de él y Allie. Ese fue el día en que todo su mundo terminó por venirse abajo.

—Las cosas ya no son como eran —continuó diciendo, mirándose las manos—. FROZE es más fuerte ahora, tienen más poder y los abalan muchísima gente importante. Están intentando liberar un mal mundial, y me toca a mí frenarles.

—¿Como la otra vez? —se atrevió a formular, preparado para cualquier respuesta.

Ella esbozó una sonrisa enigmática, dejando entrever lo peligroso que era sacar el tema a colación cuando él también tuvo que ver, a su manera.

—Más o menos, esta vez la explosión será más grande.

—Nada de muertos, Painei —le avisó él—. Puedo vivir con la culpa de lo ocurrido hace cinco años, pero no con más muertos.

—Oh, no tienes ni idea. Hasta que no lleguemos a FROZE de nuevo no comprenderás el asunto —se burló.

—No estoy muy seguro de querer comprenderlo.

—Eres uno de los mejores policías que conozco, y además eres un hombre muy leal. Te sacrificaste por Allie.

—Sabes tan bien como yo que lo que hice no puede llamarse sacrificio —desvió la mirada, entre avergonzado y molesto consigo mismo.

—No la amabas, lo sé. Al menos no por aquellos días. Pero su ausencia te mata —murmuró, recorriendo el contorno de su rostro con la mirada—, lo veo.

—Ves demasiadas cosas que no deberías, Painei —le reprochó él, reprimiendo un suspiro—. Allie y yo tenemos ese asunto pendiente, pero visto cómo están las cosas, deberá esperar.

—Sí, lo bueno siempre se hace de rogar, ¿no crees? A pesar de que a veces la espera se hace insoportable.

Ravn desconocía mucho de la chica, pero podía ver, a simple vista, que sufría demasiado. Sus ojos siempre estaban tristes, y adoptaba una actitud muy frívola de cara a los demás, claramente para defenderse de cualquier clase de ataque. Reconocía esos signos porque, hasta hacía un año, él también se comportaba así. «Es muy duro esperar que los demás solo te den golpes y no amabilidad, por eso aprendes a vivir acorde a la jaula que te aprisiona».

—¿Por qué no quisiste ver a Allie? Hace años que os separasteis, deberías estar emocionada por unir del todo a tu familia —Ravn clavó su mirada en ella, expectante.

La mujer se revolvió un poco, incómoda por la pregunta.

¿Cómo podía querer ver a su hermana después de veinte años? Era complicado, sobre todo cuando no sabía muy bien lo que sentía por ello. ¿Expectación o miedo?

—Me asusta descubrir que no siento por ella más que desconocimiento —admitió en voz baja—. Cuando pierdes a alguien de tu familia y creces creyendo que de verdad está muerto, no sabes cómo tomarte que de pronto aparezca en tu vida otra vez, exactamente igual que tú.

—Allie es una gran mujer —sintió el deseo de recalcarlo, para que lo tuviese en cuenta—, y sé que jamás te haría daño, ni te trataría como a una extraña. Ella te ha echado en falta cada día de su vida. Eres su otra mitad.

—Creo que tú ya supliste esa mitad, Ravn —sonrió con amargura—. Déjalo estar.

—No me gusta que la gente lo dé todo por perdido cuando no tienen pruebas en lo que creer. Podéis tener una fe enorme toda la vida, pero no esperanza. Soy policía, y he visto un montón de familias venirse abajo cuando ven que el tiempo pasa y no tienen noticia de sus seres queridos, solo para luego darle las gracias al Dios en el que no han creído con anterioridad por devolverles aquello que quieren. El ser humano es ilógico y estúpido por naturaleza, pero pensaba que tú eras una de las pocas mentes brillantes que quedaban intactas.

Painei sintió que algo cálido inundaba su pecho. Algo que hacía demasiado tiempo había sentido, cuando las cosas con Kado aún funcionaban. Y que precisamente fuese Ravn el causante le descolocaba. Inspiró hondo, reteniendo todo el aire en sus pulmones, y reprimió todo el dolor y toda la añoranza que la había embargado en el pasado, cuando aún era una niña. Perder a Allie había supuesto perder parte de su corazón, y esa herida seguía igual de abierta que el primer día.

—Eres un hombre muy extraño, Ravnei, pero gracias.

—No he hecho nada —dijo.

—Que tú sepas —alzó una ceja y rió entre dientes. Luego se atusó el pelo y decidió regresar al tema original de la conversación—. La única forma que tenemos de engañar al gobierno de Noruega es desapareciendo de esta casa cuanto antes y regresar a la isla. Una vez allí pondremos orden. Kelly está planeando algo, y sé que no es nada bueno.

—¿Y cómo llegaremos hasta allí? Dudo mucho que nos dejen coger un barco prestado.

—Tengo contactos en el gobierno, no habrá problema con eso. Llamaré a un conocido para que aleje a cualquier individuo infiltrado de nuestra trayectoria. Sin embargo, tomemos algo de tiempo para trazar un plan de abordaje. Si pisamos FROZE de nuevo, avisarán a mi padre y al resto de la corporación, y es entonces cuando estaremos perdidos.

—Tu padre nunca te haría daño, Painei —dijo Ravn, muy seguro de eso, viendo todo lo que había hecho por ella en el pasado.

—A mí no, pero no puedo asegurar lo mismo de ti y de Allie. No debemos montar escándalos —apuntilló, mordiéndose el labio inferior—. Si esa zorra no se hubiese metido por medio, ahora mismo FROZE sería una isla inactiva.

Ravn parpadeó, sorprendido. «Seguro que he oído mal».

—¿Ibas a destruir por segunda vez la isla? —inquirió.

Ella sonrió con presunción.

—¿Acaso lo dudabas? No acudí a Mor por hacerle una visita de cortesía —dijo con un deje de burla, mirándole como si de pronto se hubiese vuelto idiota—, mi intención era que me ayudase a parar toda la isla para así atacar desde dentro, aprovechando que no tenían energía para defenderse.

—Eres terrible.

—Ya lo sé, forma parte de mi encantadora forma de ser —se levantó de la cama y echó un vistazo por la ventana—. Va a llover dentro de poco, sería recomendable que te dieses una ducha y te vistieses, tienes ropa nueva en el baño. Si necesitas que te ayude… —torció la boca con una mueca burlona.

—Gracias, puedo apañármelas solo —dijo, saliendo de la cama, llevándose la sábana consigo aunque sabía que ella no sentía ni siquiera atracción por él.

—Llamaré al gobierno, a ver cómo están las cosas.

—Buena suerte —deseó, entrando en el pequeño baño privado de la habitación para ducharse.

* * * *

Allie no sabía exactamente dónde estaba. Solo veía las paredes demasiado blancas, las sábanas bien estiradas sobre la cama, sin una sola arruga, y los muebles vacíos que complementaban la habitación. Así que, ya que no había nadie a su alrededor, salió a investigar.

Lo últimos recuerdos de su mente le asustaban mucho. La herida de Ravn, la desconocida que le resultaba muy familiar, Kelly atacando a Mor, aquellos desconocidos rodeándoles y noqueándoles, y por último, oscuridad. En su vida se había sentido tan desorientada y enfadada.

Salió a un pasillo pintado de gris, con luces verdes cada pocos metros, a modo de indicación por si las luces se iban, y con un ascensor justo al final; enorme. Echó a caminar hacia allí, pero justo cuando iba por la mitad, una de las puertas se abrió y de ella salió un hombre increíblemente alto que la sujetó del brazo y la pegó a la pared, de espaldas a él.

—¿Qué haces husmeando por aquí? —preguntó el desconocido—. Se suponía que estabas en FROZE.

—¡Suéltame! —chilló ella, intentando zafarse de él.

—¿Qué demonios te pasa? ¿Ya te han cansado los jueguecitos, Painei? —rió cerca de su oído, lamiéndole el lóbulo—. Con lo divertidos que los haces siempre.

Allie se estremeció por completo. Chilló más fuerte, intentando golpear al hombre con los pies, pero él la esquivaba finalmente. Hasta que la obligó a dar la vuelta y la soltó. Fue entonces cuando quedaron cara a cara, mirándose fijamente.

—Tú no eres Painei —pronunció, desconcertado, incapaz de apartar la mirada de la mota gris de su ojo derecho, la cual Painei tenía en el izquierdo.

—No sé quién es esa mujer, pero empiezo a estar harta de que me confundáis con ella todo el jodido tiempo.

Kado se quedó de piedra. «No puede ser ella, esto no está pasando. Ella jamás habría llegado tan lejos cuando Painei la está buscando».

—¿Desde cuándo estás aquí? —exigió él.

Allie le miró con desgana. No entendía nada.

—Y yo qué sé. Acabo de despertarme y… —suspiró, frotándose la frente con la mano, notando una leve punzada cruzando su cráneo—. Ocurrieron demasiadas cosas, no sé dónde estoy.

—En el infierno, te lo aseguro. Este es el último lugar donde te gustaría estar.

—¿Seguimos en la isla?

—Sí, en la parte superior de ésta, en el edificio central. Y si tú no eres Painei, entonces alguien te ha traído aquí o… te has colado —dijo, cruzándose de brazos, erguiéndose todo lo alto que era.

Allie soltó una seca carcajada. Sí, seguro que había sido cosa de ella. No podía moverse tan rápido, y menos inconsciente. Pero estaba claro que aquél tipo era una especie de vigilante del edificio, eso explicaba su comportamiento.

—Oye, si vas a detenerme o algo por el estilo, hazlo ya, pero no me trates como si estuviera haciendo algo malo. Ni siquiera sé quién eres.

—Kado Spuknet, ex agente del FBI y actual vigilante de cámaras de FROZE —le dio la mano, pero ella solo la miró, sin estrechársela—. También me ocupo de guardar los más oscuros secretos de la isla.

—Suena interesante, pero no puedo quedarme a charlar contigo. Necesito salir de aquí cuanto antes, un… amigo —la palabra le salió a regañadientes— está herido, y no sé dónde demonios se encuentra, así que… Eh… Así que a menos que me ayudes, será mejor que me dejes ir.

Kado alzó una ceja. «¿Un hombre herido? No he visto nada en las últimas horas, claro que con el apagón…» Un mal presentimiento se instaló en su pecho. Miró a un lado y a otro del pasillo, asegurándose de que no había nadie cerca, y se inclinó hacia la mujer, hablándole en voz baja.

—Cuéntame todo lo que ha ocurrido.

—¿Por qué?

—Hazlo —ordenó—, o no podré ayudarte. No te haces una idea de lo que está pasando, y a decir verdad, yo también estoy algo perdido. Si quieres seguir viva un día más, tendrás que confiar en mí y hacer todo lo que te diga.

—¿Confiar en ti, después de que casi me violas minutos antes? —bufó, retrocediendo un paso por puro instinto—. Estás loco.

—No intentaba violarte —se defendió, alzando ligeramente la voz—, pensé que eras otra persona.

—Painei.

—Sí, la misma. Ahora que ya está todo aclarado, cuéntame lo que sabes.

Dudó. No sabía nada de aquél tipo, estaba en el edificio central de FROZE completamente sola, Ravn estaba herido y desaparecido, y lo único que tenía era un ex agente del FBI que podía estar tendiéndole una trampa. Sin embargo, él era mejor que nada y, en contra de su propio juicio, le relató todo, desde su encuentro con Ravn, la caída a la parte inferior de la isla, los días allí vividos y el suceso en la mansión de Mor. No dejó nada en el tintero, su mente rompió el dique de sus recuerdos y todos salieron a borbotones. Sin dejar ninguno en el olvido.

Kado contuvo el aliento. Definitivamente, aquella mujer era Alyson Von Aleksandros, hermana de Painei, hija de Reik y miembro activo de la corporación aunque no lo supiese. Y si estaba allí era, sin lugar a dudas, por un error. Kelly la había confundido con Painei, desacostumbrada como estaba a verlas. Y él pensaba aprovechar eso.

—Vale, con eso ya tenemos por dónde empezar —murmuró—. Escúchame, vas a tener que hacerte pasar por Painei otra vez. Esta vez vas a tener que engañar a la corporación, y son muy listos, así que hazlo bien.

—No quiero jugar a esto —dijo, cansada y con dolor de cabeza—. Solo quiero volver a casa.

—Lo entiendo, yo también querría estar fuera de aquí, pero a menos que hagamos algo, no saldremos de la isla.

—Vale —dijo, pesando solo en salir de allí—, ¿qué se supo- ne que tengo que hacer?

Kado sonrió, dándose cuenta de que la mujer se parecía en algunas cosas a Painei. Solo esperaba que ella estuviese bien.

—Lo primero de todo es ir a la habitación de Painei para que te duches y te cambies, luego te explicaré lo que tienes que hacer, y empezaremos con nuestro plan de evacuación. Cuando salgas de esta isla todo estará bien.

Asintió. Estaba segura de que algo terminaría saliendo mal y no saldría nunca de allí, pero no lo dijo en voz alta. Parecía que él confiaba en ella, y no quería estropearle el momento con sus pensamientos pesimistas.

—Vayamos —dijo en un tono bajo y agudo; nervioso.

* * * *

Al segundo tono, un hombre respondió al otro lado de la línea. Painei expulsó todo el aire de sus pulmones, que había retenido durante unos segundos, debido a lo nerviosa que estaba.

—Painei, te he dicho muchas veces que no debes llamarme al trabajo si no es para nada importante.

—Esto es importante. Quiero que me pases con Roger, por favor, él sabrá cómo manejarlo —dijo.

—Painei…

—Por favor —insistió—. Es de vital importancia.

El hombre suspiró, asintió y le pasó con Roger, que había estudiado con ella en la universidad y que alguna que otra vez le había pedido una cita. Se conocían lo suficiente para pedirse cualquier cosa el uno al otro.

—Pain, me alegro de volver a saber de ti —dijo a modo de saludo cuando se incorporó a la línea—, precisamente ahora mismo iba a llamarte.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué ibas a hacer tal cosa?

—He visto algo raro en los informes del gobierno —explicó—, tienen una orden de arresto contra Alyson Von Aleksandros, pensé que te interesaría saberlo.

—Ah, lo sé, ya me han avisado —dijo para tranquilizarlo—, precisamente para eso te llamaba.

—Y… Sí, aquí está. Kade Spuknet, tu hijo, ha sido recluido por la policía hace una hora.

El corazón se le detuvo en el pecho, y el aire se congeló en sus pulmones. Sujetó aún más fuerte el teléfono móvil, incapaz de asimilar lo que acababa de oír. Su hijo, su tesoro…

—No —negó, tambaleándose—, dime que no es verdad.

—Pensé que sabías algo y por eso me llamabas. Dieron la orden directa desde FROZE.

—No puede ser. Malditos hijos de puta. ¡Él no tiene la culpa! —gritó, fuera de sí, mareada y enfadada—. Él no tiene nada que ver en esto, ¡no tienen por qué hacerle daño!

—¿Quieres que me encargue de que le suelten?

—Me ocuparé yo misma. Kade no tiene por qué sufrir las consecuencias. Roger, solo aparta al gobierno de mi camino, voy a por Kade y a FROZE, con Ravnei.

—¿El policía?

—Sí. Está conmigo. Solo ocúpate de lo que te digo.

—Lo haré. Ten cuidado, el gobierno no se anda con tonterías cuando se trata de FROZE o de cualquier cosa que haga peligrar su integridad. Os ven como a una amenaza, aunque aún no hayan dado contigo. Puedes ser la próxima.

—Descuida, sé cuidarme. Siempre ha sido así. Gracias por avisarme, yo… te debo una —dijo.

—Cuídate.

Colgó y arrojó el teléfono móvil sobre la cama. Abrió las puertas del armario de par en par y empezó a seleccionar algo de ropa que ponerse. Iba a ir a por esos hijos de puta y hacerles saber quién era y lo que estaba dispuesta a hacer por su hijo. Averiguaría quién había dado la orden, y luego lo mataría. Porque nadie volvería a tocar a su hijo. Nunca más. 

 15

—¿Estás seguro de que esto está bien? —preguntó Allie mientras le seguía a través del inmenso pasillo, después de haberse duchado y vestido con una ropa que, desde luego, no iba para nada con ella.

—Sí.

—No me da buena espina —admitió, entrando en el ascensor de nuevo—. Además, todavía no me has explicado quién es Painei.

—Sería recomendable que esperases a verla y que te lo explicara ella misma —dijo Kado, marcando el piso veintiuno.

—¿Y si nunca la veo?

—La verás, créeme. Estáis destinadas a juntaros de nuevo.

«Qué tío más raro». Allie exhaló un largo suspiro. Le costaba mantener un tema fijo en su cabeza con tantas dudas y preguntas que ese tipo no estaba dispuesto a aclararle. Estaba metida en un buen lío y no sabía muy bien cómo iba a salir de él. «Solo espero que Ravn esté vivo», gimió en su interior.

—Tranquilízate, tu temblor me pone nervioso —se quejó el hombre, mirándola de soslayo.

—Yo no tiemblo —se defendió ella, apretando los dientes.

Kado, pensando que aquello era necesario, pulsó el botón amarillo del panel de control del ascensor y lo detuvo. La mujer lo miró con una ceja alzada, sin entender nada.

—Creo que vamos a tener que hablar y aclarar unos puntos antes de que subas ahí arriba —explicó él antes de que le gritase—. Escucha, esta corporación no es para tomársela a risa, tienen mucho poder, el gobierno de varios países lo apoyan, incluido el Vaticano, y harán cualquier cosa por salvaguardar su proyecto ¿comprendes eso?

Tragando saliva, asintió con la cabeza. Ahora sí que estaba temblando de pies a cabezas. «¿Dónde demonios me he metido?»

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