Fidel Castro y el primer 26 de julio después del triunfo Revolución cubana
Fidel Castro RuzEn la mañana del 26 de julio de 1959, se realizó un impresionante desfile militar durante más de cuatro horas con la participación de diversas fuerzas como el Ejército Revolucionario, la Marina de Guerra, la Policía, unidades de tanques y otros vehículos militares.
Fidel Castro observa el desfile junto al general Lázaro Cárdenas, expresidente de México, y los comandantes Raúl Castro, Augusto Martínez Sánchez, Camilo Cienfuegos, Efigenio Ameijeiras, Antonio Enrique Luzón, entre otros.
Aquel 26 de julio sería una jornada cargada de emociones, era el primero en libertad al decir Fidel Castro en sus propias palabras: “Este sexto año, que fue precedido por un 26 de Julio en la cárcel, dos 26 de Julio en el exilio, dos 26 de Julio en campaña en las montañas; en este 26 de julio de la libertad, cuando al fin se comienzan a ver los frutos no del sacrificio de nosotros, sino del sacrificio de todos los hombres que lucharon desde mediados del siglo pasado por estos triunfos”.
Con días previos los campesinos habían sido convocados a participar en lo que sería un acto extraordinario en apoyo a la Revolución y como homenaje a los mártires caídos. Pero el día tendría más simbolismo, Fidel Castro cumpliría el mandato de su pueblo y reanudaría su cargo de primer ministro al que había renunciado el pasado 17 de julio al presenciar comportamientos que no iban con la línea del proceso revolucionario. La respuesta masiva del pueblo fue contundente no aceptaban su renuncia y los que tuvieron que renunciar eran los que estaba traicionando a la Revolución naciente.
Manuel Urrutia renunció aquella noche del 17 de julio, donde minutos después se reunió el Consejo de Ministros y eligió a Osvaldo Dorticós Torrado como Presidente de la República, quien convocó a dicho Consejo para el siguiente día a las 5 p.m., y es cuando expresa que el Consejo de Ministros rechaza la renuncia de Fidel.
En horas de la tarde los campesinos de todos los rincones de Cuba junto al pueblo habanero e invitados extranjeros, colman la Plaza Cívica. Las palabras finales del presidente Dorticós se convierten en una consulta:
"Yo quiero realizar aquí la consulta más directa posible al pueblo de Cuba: ¿Desean ustedes o no que ejerza sus funciones de Gobierno el doctor Fidel Castro? (Exclamaciones de SÍ y grandes aplausos)
Y fue entonces cuando el Comandante pronunció un discurso inolvidable, dedicado a los miles de campesinos que se habían reunido en apoyo a la naciente Revolución y a la Reforma Agraria.
A continuación Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten momentos de aquella alocución:
Distinguidos líderes revolucionarios de la América Latina que hacen el honor de visitarnos;
Campesinos heroicos de Cuba;
Compatriotas todos:
Es difícil que en un día como hoy, tan lleno de recuerdos para todos nosotros, no nos sintamos embargados por la más profunda de las emociones. Es difícil que en una tarde como hoy, en un día de victoria para la patria, de honores para nuestra nación y en que además se han expresado tan extraordinarias muestras de solidaridad con el que les habla, no me sienta como se sentía nuestro compañero de lucha en la Sierra Maestra, el primer campesino que se sumó a las filas del Ejército Rebelde y hoy comandante, Crescencio Pérez (APLAUSOS), porque al fin y al cabo estamos hechos de la misma fibra, y es imposible que por grandes que hayan sido las muestras de afecto anteriormente recibidas puedan pasar sobre nuestro ánimo sin hacer y marcar una huella profunda.
Al hablarles en estos instantes, la primera pregunta, la primera idea que me venía a la mente era preguntarme por qué tiene que pesar sobre un ciudadano igual que ustedes un peso tan grande de gratitud con su pueblo por las muestras excesivamente generosas que le han dado de cariño y adhesión (APLAUSOS); por qué, si en definitiva no hemos hecho más que tratar de cumplir con el deber, si en definitiva esta no es obra de un hombre sino la obra de un pueblo, no es el mérito de un hombre sino el mérito de un pueblo, no es la gloria de un hombre sino la gloria de un pueblo y, sobre todo, la gloria de los hombres que han caído por hacer posible estos instantes de felicidad que Cuba vive (APLAUSOS).
Me preguntaba también por qué esa muestra de júbilo extraordinario al anunciarse que sencillamente acataba la voluntad del pueblo cuando me demandaba reintegrarme de nuevo al cargo de primer ministro (APLAUSOS).
Y la única explicación lógica, que no puede estar en la obra modesta que hasta aquí hemos realizado, la única explicación lógica de ese júbilo, es que el pueblo sabe perfectamente bien que a mí los cargos no me interesan (APLAUSOS); es que el pueblo sabe perfectamente bien que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de las conveniencias de la nación, que no estoy dispuesto a sacrificar un ápice de mi sentido del deber y del desinterés que me ha inspirado siempre en esta lucha, ni por el cargo de primer ministro ni por todos los cargos de primer ministro del mundo juntos (APLAUSOS). Porque el pueblo sabe que el cargo para nosotros es simplemente un lugar de sacrificio, un puesto de trabajo, es por lo que se explica únicamente ese júbilo, porque así reaccionan los pueblos: ¡Jamás están con los ambiciosos, jamás están con los interesados! (APLAUSOS), y jamás estarían pidiendo el regreso a un cargo a quien lo estuviera ambicionando, porque si de algo estaba cansada nuestra patria era de ambiciosos, era de gente interesada, de hombres que no eran capaces de sacrificarse por los intereses de la nación.
Esa es para mí la única explicación lógica, porque no puede tener otra cuando no hago sino cumplir con un deseo del pueblo, cuando no hago sino olvidarme de todas las campañas que fuera de Cuba puedan hacer contra nosotros, para prestar oídos simplemente a aquellos con los que podremos contar hoy y siempre (APLAUSOS), para hacerles caso a aquellos que de veras nos conocen, para hacerles caso a aquellos que de veras nos comprenden, y para hacerles caso a aquellos que junto a nosotros están dispuestos a morir defendiendo esta obra sagrada de nuestra revolución (APLAUSOS); y porque nuestro propio pueblo es la mejor prueba, porque nuestro propio pueblo habla por sí mismo y trasmite este mensaje a todos los pueblos hermanos del continente americano (APLAUSOS): Los pueblos no apoyan jamás a un gobierno sin razón, los pueblos no respaldan jamás a sus líderes sin razón.
Y a los que en el extranjero nos calumnian, a los que en el extranjero nos detractan, a los que hablando de democracia nos calumnian, ningún argumento mejor que el millón y tantos de cubanos que se han reunido aquí en la tarde de hoy (APLAUSOS).
A los que en nombre o invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian, podemos decirles: ¡Democracia es esto! Democracia es el cumplimiento de la voluntad de los pueblos. Democracia es, como dijera Lincoln, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (APLAUSOS).
Fidel Castro participa en una concentración campesina por el VI Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, 26 de julio de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas
(...) ¿Y qué ha sido el Gobierno de la Revolución cubana desde el primero de enero de 1959 sino el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? (APLAUSOS.) Gobierno del pueblo no para un grupo privilegiado del pueblo; gobierno del pueblo no para una oligarquía que somete a la explotación al pueblo; gobierno del pueblo no para una casta de militares o de politiqueros, como habíamos tenido siempre en Cuba. Gobierno del pueblo para todo el pueblo: ¡Eso sí es democracia! (APLAUSOS.)
Gobierno no para los latifundistas, como había sido hasta hoy, ni para los grandes intereses, como había sido hasta hoy, sino gobierno del pueblo, por el pueblo y para los campesinos, en primer lugar (APLAUSOS). Para los campesinos en primer lugar, porque lo que nadie puede negar es que los campesinos constituían la parte más olvidada y sufrida de nuestro pueblo (APLAUSOS). Gobierno del pueblo, por el pueblo y para los humildes en primer lugar, porque los humildes constituyen la parte mayoritaria de nuestro pueblo y la parte más sufrida y más olvidada de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Y para los que no entiendan o no quieran entender, ese es el secreto de la fuerza tremenda de la Revolución Cubana, que no está en haber derrocado a la tiranía sangrienta que nos oprimía, porque pudo haberse derrocado a la tiranía y mantenerse en el país las condiciones que hicieron posible esa tiranía; pudo haberse derrocado a la tiranía y ocurrir un simple cambio de hombres en el gobierno; pudo haber sido derrocada la tiranía y perpetuarse en la vida pública de nuestro país los mismos vicios que estábamos padeciendo desde el inicio de la república; pudo haberse derrocado a la tiranía para seguir en la politiquería. Mas no fue así. Se derrocó a la tiranía para hacer una revolución; se derrocó a la tiranía no solo para librar al pueblo del crimen y el asesinato y la tortura y la opresión, sino también para librar al pueblo de la miseria, tan criminal y tan cruel como la tiranía derrocada (APLAUSOS).
Ese es el secreto de nuestra revolución, de la fuerza de nuestra revolución, que volvió sus ojos hacia la parte más necesitada y sufrida de nuestro pueblo, que volvió los ojos hacia los humildes para ayudarlos. Y ese es el único crimen que hemos cometido; dejar de ser vendidos gobernantes a los grandes intereses nacionales o extranjeros, para ser gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (APLAUSOS).
Ese es, a los ojos de nuestros detractores y a los ojos de nuestros enemigos, el crimen que hemos cometido: volver los ojos hacia los olvidados de siempre, volver los ojos hacia quienes necesitaban de nosotros, volver los ojos a los que realmente aquí necesitaban de una revolución que los librase de tantos males y de tantos sufrimientos (APLAUSOS).
¿Y cómo lo hemos hecho? La Revolución no conquistó el poder mediante un golpe de Estado —porque, además, los golpes de Estado casi nunca, o nunca, llegan a ser revoluciones—; no conquistamos el poder por medio del fraude o de la politiquería; no le hemos privado desde el poder absolutamente a nadie su derecho a opinar libremente, su derecho a escribir libremente y su derecho a expresarse libremente. No es que hemos hablado nosotros prohibiéndoles a los demás que hablen; no es que hemos expuesto nuestras razones prohibiéndoles a los demás que las expongan; no es que estemos conquistando a la ciudadanía prohibiéndoles a los demás la oportunidad de conquistarla con razones, si es que las tienen (APLAUSOS); ni conquistamos el poder mediante la traición, mediante motines militares, o mediante el fraude, o mediante la politiquería, o mediante el engaño, ni desde el poder le hemos privado a nadie de uno solo de sus derechos.
Conquistamos el poder luchando junto al pueblo, combatiendo una de las más feroces tiranías que ha sufrido este continente, y pagando día a día un precio muy elevado de sangre, dejando el camino regado de muertos heroicos, hemos llegado al triunfo revolucionario mediante el sacrificio, mediante la lucha. Hemos pagado un precio muy alto por ese triunfo.
Hemos llegado al poder no contra el pueblo, sino con el pueblo. Hemos llegado al poder no para sacrificar al pueblo, sino para redimir al pueblo. Y desde el poder no ponemos nuestros ojos en la fuerza. Desde el poder no nos consideramos seguros porque tengamos soldados bien armados, o porque tengamos tanques, o porque tengamos cañones, o porque tengamos aviones; ¡nos sentimos seguros y nos sentimos sólidos sencillamente porque tenemos al pueblo! (APLAUSOS.)
Con el pueblo derrocamos a la tiranía, con el pueblo estamos gobernando y para el pueblo estamos gobernando, por eso el pueblo está y estará junto a nosotros (APLAUSOS).
Los que quieran saber lo que es una verdadera democracia, que vengan a Cuba (APLAUSOS); los que quieran saber lo que es un pueblo gobernando, que vengan a Cuba (APLAUSOS); los que quieran conocer de un país donde el pueblo lo es todo, donde la palabra pueblo tiene su significado real, no teórico, que vengan a Cuba (APLAUSOS); los que invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian, que vengan a Cuba para que sepan lo que es una democracia (APLAUSOS). Y una democracia tan pura y tan limpia, que la democracia engendrada en nuestra Revolución nos recuerda la primera democracia del mundo: la democracia griega, donde el pueblo, en la plaza pública, discutía y decidía sobre su destino. Con una diferencia, que en Grecia solo discutían los amos de los esclavos, y en Cuba hay una democracia donde el pueblo discute directamente sus problemas y donde todo el mundo puede opinar, porque es una democracia, aspira a ser una democracia sin esclavos, sin amos (APLAUSOS), una democracia sin ilotas, una democracia donde los hombres tengan por igual plenos derechos. Y los ilotas de nuestra patria son los campesinos. Si en Grecia era un grupo de hombres que no tenía acceso a los medios de vida y hombres privados de sus derechos, eso eran nuestros campesinos: hombres sin medios de vida y hombres virtualmente privados de sus derechos (APLAUSOS PROLONGADOS).
(…) Al redimir al campesinado, la Revolución está dando su primer paso para constituir una verdadera democracia, una democracia sin esclavos, una democracia sin ilotas, y que es hoy el caso extraño de una democracia no representativa, sino más pura todavía; una democracia que tiene vida a través de la participación directa del pueblo en sus problemas públicos, porque solo tienen vigencia en nuestra patria la voluntad y los intereses del pueblo. Si no estuviera el pueblo con nuestra revolución, si el pueblo hubiese dispuesto otra cosa, no seríamos nosotros de nuevo primer ministro del Gobierno Revolucionario (APLAUSOS PROLONGADOS).
Fidel Castro participa en una concentración campesina por el VI Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, 26 de julio de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas
En manos del pueblo quedó la decisión. El pueblo pudo haber dicho que no regresara, como pudo decir y dijo que regresara (APLAUSOS). No se ha cumplido pues la voluntad de un hombre o de un grupo de hombres; ¡se ha cumplido la voluntad de un pueblo! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Por lo demás, que nuestros enemigos digan y escriban lo que quieran, que los intereses enemigos de nuestra revolución digan y escriban lo que quieran; en definitiva, lo primero que nos importa es lo que piense nuestro pueblo, y lo que piense nuestro pueblo será lo que piensen los pueblos hermanos de América, cuando por encima de todas las campañas pagadas se abra paso la verdad.
En definitiva, puedo repetir otra vez con absoluta certeza a los detractores de nuestra revolución: “¡Condenadme, no importa, la historia me absolverá!” (APLAUSOS.)
Así regresamos de nuevo al trabajo que veníamos desempeñando desde hace algunos meses; regresamos de nuevo a nuestra tarea de llevar adelante las leyes revolucionarias; regresamos a nuestra lucha sin descanso por hacer realidad las aspiraciones de nuestro pueblo. Pero regresamos más convencidos todavía del porvenir extraordinario de nuestra patria; regresamos más convencidos todavía de que nuestra revolución es invencible; regresamos más convencidos todavía de que nuestro pueblo merece toda la fe que hemos puesto en él, de que nuestro pueblo merece los sacrificios, y muchos más, que hemos estado haciendo por él (APLAUSOS). Regresamos con la convicción más profunda todavía de que los pueblos son agradecidos y que agradecen mucho más allá de los beneficios que reciben. Regresamos para seguir adelante, no un camino fácil; un camino difícil, pero un camino que podremos recorrer sin la menor duda y sin la menor vacilación, porque para recorrer esos caminos difíciles lo que se necesita es lo que tenemos, es decir, ¡un pueblo capaz de marchar adelante por encima de todos los obstáculos! (APLAUSOS), y un pueblo que, educado en esta gesta revolucionaria nadie lo podrá confundir fácilmente, nadie lo podrá engañar fácilmente, y nadie podrá impedir, ni fácilmente, ni difícilmente, ni de ninguna manera que cumpla su destino histórico (APLAUSOS).
Esa era la confianza que teníamos en el pueblo cubano, que tuvimos siempre, que tuvimos cuando llegamos a las costas de Cuba con 82 hombres, que tuvimos cuando aquellos 82 hombres quedaron reducidos a un puñado de 10 o 12 hombres, que tuvimos en los momentos más difíciles, como después de aquel revés que significó para nosotros el primer combate revolucionario; la fe que tuvimos cuando estábamos en las prisiones o cuando estábamos en el exilio. Esa fe que nos permitía tener la seguridad de que si decíamos —como dijimos en aquella ocasión— que si continuaban las campañas contra la justicia revolucionaria íbamos a reunir un millón de cubanos frente al Palacio Presidencial, ¡y un millón de cubanos se reunieron frente al Palacio Presidencial! (APLAUSOS.) Esa fe que nos hizo decir que si continuaban las campañas contra la reforma agraria diciendo que los campesinos no la querían, íbamos a reunir medio millón de campesinos con sus machetes en la capital de la república (APLAUSOS).
Y algo más, algo más de medio millón de campesinos se han reunido con sus machetes. Y dijimos medio millón de campesinos; no dijimos que medio millón también de campesinas, no dijimos que trajeran también a sus esposas, porque no era posible exponerlas a las incomodidades y a los rigores de viaje en camiones y en medios de locomoción que no eran suficientes para traer a esa gran masa de campesinos que vinieron a La Habana y donde tuvieron que venir en las peores condiciones. Y como no era posible someter a las esposas de los campesinos a ese sacrificio, no dijimos que viniera también medio millón de campesinas; pero si hubiéramos dicho que viniera medio millón de campesinas, que vinieran los campesinos con sus mujeres (EXCLAMACIONES), en vez de medio millón de campesinos, habría venido un millón de campesinos y campesinas, y La Habana, las familias de la capital de la república, que tan generosamente se han portado, les habrían abierto también las puertas y habrían encontrado modo de alojar también al medio millón de campesinas (APLAUSOS).
(…) Cuando digo que somos fuertes, no es porque nos consideremos fuertes para agredir a nadie, no es porque nos sintamos fuertes para quitarles nada a otros pueblos, porque —como hemos dicho— solo aspiramos a vivir de nuestras riquezas y no de las riquezas de otros pueblos, solo aspiramos a vivir del esfuerzo y del sudor de nuestro pueblo y no del esfuerzo y del sudor de otros pueblos (APLAUSOS).
Cuando digo que nuestra revolución es fuerte, no es para que otros pueblos puedan albergar temor alguno de nuestra revolución, porque nuestra revolución lucha por su pueblo y no contra ningún otro pueblo del mundo; nuestra revolución lucha por el pueblo que la está realizando y ningún pueblo del mundo tiene nada que temer de nuestra revolución.
Esos que les mienten a los pueblos, esos que descarada y cínicamente quieren engañar a otros pueblos despertándoles temores sobre nuestra revolución, esos intereses creados y egoístas, esos que quieren engañar a otros pueblos, esos solo están velando por sus intereses bastardos y egoístas, porque ningún pueblo tiene nada que temer de nuestra revolución.
Cuando digo que nuestra revolución es fuerte, cuando digo que nuestra revolución es fuerte no expresamos una fortaleza agresiva contra nadie. Para agredir a otros pueblos no seríamos fuertes, porque nuestra fuerza está en la justicia de nuestra causa, y no es justo agredir en ningún orden —ni en orden político, ni en orden económico— a otros pueblos.
Cuando digo que nuestra revolución es fuerte, quiero decir que nuestra revolución es fuerte para defenderse, y ahí sí que digo que no hay fuerza en el mundo capaz de vencer a nuestra revolución (APLAUSOS).
Fidel Castro participa en una concentración campesina por el VI Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, 26 de julio de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas
Cuando digo que nuestra revolución es fuerte, significo que sabemos lo que queremos, que sabemos lo que estamos haciendo, y que nos sabemos en nuestro justísimo derecho de hacerlo, porque todos los pueblos tienen el derecho fundamental de luchar por el progreso, de luchar por un destino mejor, que signifique el máximo grado de felicidad posible. Ese derecho, que es el más legítimo derecho de todos los pueblos, es también un derecho nuestro. Y sabemos que lo que estamos haciendo no persigue perjudicar a ningún otro pueblo del mundo, sino persigue realizar el legítimo derecho del pueblo de Cuba a ser feliz.
Cuando actuamos así, sabemos que lo hacemos en uso de otro derecho sagrado a los pueblos, que es el derecho a la soberanía. Sabemos que estamos ejerciendo ese derecho a nuestra soberanía, que nadie tiene derecho a interferir la soberanía de ningún pueblo, que nadie tiene derecho a fiscalizar los actos que un pueblo con mayoría abrumadora como este está realizando.
Que nosotros no tenemos que rendir cuenta a nadie de nuestros actos, porque somos un pueblo libre, porque somos un pueblo soberano, porque tenemos derecho a luchar por nuestra felicidad, y porque ese derecho es un derecho soberano y sagrado de los pueblos, porque Cuba es una república independiente y soberana. Que por eso decenas de miles de cubanos han muerto desde mediados del siglo pasado, que por eso ha tenido que luchar muy duramente nuestra patria.
Por eso, porque nuestra patria es soberana e independiente, porque no somos ni protectorado ni colonia ni alcaldía de ningún otro país, es por lo que digo que estamos ejerciendo el legítimo derecho de un pueblo a su felicidad y a su libertad. Y lo estamos haciendo de la única manera legítima, porque no es una minoría que se imponga a una mayoría por la fuerza: lo estamos haciendo con una absoluta mayoría del pueblo. Y si no es legítimo aspirar a la felicidad ejerciendo el derecho a la soberanía que tienen todos los pueblos y haciéndolo con el respaldo mayoritario de la nación, porque los que mandan son la mayoría de la nación, entonces ¿qué cosa sería legítima en un pueblo?
Los cubanos estamos ejerciendo esos derechos tan legítimos que solo los insensatos se atreven a desconocer; solo aquellos a quienes el egoísmo o la ignorancia ciegue, se atreven a desconocer; solo aquellos que puedan hablar en nombre de principios egoístas, colonialistas, explotadores, enemigos de la libre determinación de los pueblos, enemigos de los gobiernos mayoritarios y democráticos de las naciones, se atreverían a desconocer. Porque solo egoístas, ignorantes o insensatos se pueden considerar esos políticos extranjeros, que haciéndole un flaco servicio al pueblo al que pertenecen —porque nosotros no somos enemigos de ningún pueblo y porque nosotros lo que queremos son las mejores relaciones de amistad con todos los pueblos—; solo políticos ciegos, solo escritores mercenarios, solo hombres que se mueven aspirando a defender bastardos intereses, son capaces de desconocer esta realidad de que somos un pueblo soberano que aspira a la felicidad por voluntad palpable e innegable del 95% de sus hijos (APLAUSOS).
Los que tal actúan, no solo actúan como enemigos del pueblo cubano, sino que actúan como enemigos de sus propios pueblos. Lo que hacen con eso es despertar antipatías en el pueblo cubano; lo que hacen con eso es despertar un resentimiento más que explicable y justificado en el pueblo cubano, porque no de otra forma pueden reaccionar los pueblos cuando se les ofende y cuando se les hiere, porque amigos a la fuerza no seremos de nadie. No podemos ser amigos de los que nos ofenden; no podemos ser amigos de los que nos insultan y nos calumnian; no podemos ser amigos de los que nos atacan; no podemos ser amigos de los que nos explotan; no podemos ser amigos de los que nos desconocen, de los que nos faltan el respeto, de los que lesionan nuestros sentimientos (APLAUSOS). Amigos a la fuerza no seremos de nadie, porque tenemos la suficiente dignidad y el suficiente honor para no ser amigos de los que nos atacan, nos hieren, nos ofenden y quieren interponerse en el futuro y en el progreso de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Los cubanos aspiramos a las mejores relaciones con los demás pueblos. Los cubanos no somos enemigos de ningún pueblo. Los cubanos no miramos con odio a los ciudadanos de ningún pueblo por los agravios que recibamos de los malos políticos y de los defensores de intereses bastardos, que tanto daño puedan hacer a ese pueblo como a nosotros.
Los cubanos proclamamos que no somos enemigos de ningún pueblo, que no somos enemigos de los ciudadanos de ningún país, siempre que respeten las leyes de nuestro país, siempre que respeten los sentimientos de nuestro país, siempre que quieran ser amigos de nosotros, porque al que nos abra las manos, le abrimos las manos; al que nos abra los brazos, le abrimos los brazos (APLAUSOS). De la misma manera que sabemos enfrentarnos con toda la dignidad necesaria a los que en vez de extendernos la mano nos quieren clavar el puñal, a los que en vez de extendernos la mano nos quieren retrotraer al pasado odioso y a la vida sin esperanza ni fe en que estaba sumido nuestro pueblo (APLAUSOS).
Esos son los sentimientos de nuestro pueblo y no puede ser ningún otro. Si un pueblo en el mundo puede ser amigo de los demás pueblos, es este, porque, como dije, no queremos vivir de la riqueza de otros pueblos, sino de la riqueza de nuestra tierra; no queremos vivir del esfuerzo de otros pueblos, sino del esfuerzo y del sudor de nuestro pueblo. Y los pueblos que aspiramos a vivir y a disfrutar nuestras propias riquezas, a recibir los frutos de nuestro esfuerzo y de nuestro sudor, no podemos tener razón alguna para tener conflictos con otros pueblos.
Fidel Castro participa en una concentración campesina por el VI Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, 26 de julio de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas
Un pueblo que se propone un fin tan justo como el que se propone el pueblo cubano, puede proclamar su aspiración a ser amigo de todos los pueblos, porque daño no le queremos ni le podemos hacer a nadie, daño nunca le haremos a nadie. Daño nos han hecho a nosotros, daño hemos tenido que sufrir nosotros; pero nosotros, los cubanos, a nadie le hemos hecho daño ni a nadie le haremos daño (APLAUSOS). Por eso lo que nuestra revolución se propone y lo que nuestro pueblo quiere es no ser víctima de ningún interés internacional egoísta e injustificado. Por eso, lejos de querer hacerle daño a nadie, lo que queremos los cubanos, con todo el derecho del
mundo, es que no nos hagan daño a nosotros, que no nos sigan haciendo daño, que se ponga fin a todo lo que ha significado daño para nosotros, y que ningún interés se interponga en esa legítima aspiración de nuestro pueblo, porque es una aspiración tan justa, que todos los hombres honrados del mundo, todos los hombres que tengan conciencia en cualquier lugar del mundo, lo reconocerían sin vacilación alguna.
(…) De ahí que los ataques que se hagan contra nuestra revolución, calumniosamente e interesadamente, hagan más fuerte a nuestra revolución, porque ni el pueblo se acobarda ni el gobierno se acobarda. Y el pueblo no se acobardará jamás y el Gobierno no se acobardará jamás, ya que al fin estamos comprendiendo a nuestro apóstol, al fin estamos practicando aquellas ideas del Apóstol de nuestra independencia, al fin hemos aprendido a vivir de pie y al fin hemos comprendido que más vale morir de pie que vivir de rodillas (APLAUSOS).
Esa sabia y filosófica enseñanza de nuestro apóstol la hemos aprendido. No queremos ser pueblo sumiso, no queremos ser pueblo impotente, no queremos ser un pueblo arrodillado, porque adivinamos, comprendemos que esta felicidad que estamos viviendo al contemplar que nuestro país marcha hacia la más plena y absoluta soberanía, que marcha hacia la elaboración de su destino con sus propias manos; esta alegría que emana de la felicidad de sentirnos libres, de sentirnos soberanos, de sentirnos libres de proteccionismos o injerencias extrañas y de sentirnos libres de tiranías internas, de sentirnos libres de miedo, de sentirnos libres de opresión, de sentirnos libres de humillaciones; esta satisfacción que hoy tiene cada cubano de verse un ser humano, un ser humano con derechos, un ser humano objeto de todas las consideraciones que como tal ser humano merece; el hecho de sentirse pueblo y no rebaño, el hecho de sentirse hombre y no bestia, el hecho de sentirse poseedor de derechos, poseedor de valores que son sagrados; el hecho, en fin, de sentirse persona —porque no éramos personas bajo la tiranía: bajo la tiranía éramos peor tratados que las bestias, bajo la tiranía sufríamos torturas que las bestias no sufren, sufríamos dolores que las bestias no sufren, sufríamos crímenes y atrocidades que las bestias no sufren—, y esa alegría de dejar de ser tratados como bestias para sentirnos hombres, para sentirnos que tenemos derecho a nuestra libertad, sentirnos que tenemos derecho a nuestras vidas, sentirnos que tenemos derecho a las vidas y a la seguridad de nuestros seres queridos, esa alegría no se la podrán volver a arrebatar jamás a nuestro pueblo (APLAUSOS).
Cuánto se equivocan los que piensen que Cuba se puede resignar tranquilamente a volver al pasado. Cuánto se equivocan los que creen que aquí pueden venir otra vez los criminales de guerra, que pueden venir otra vez los asesinos, aquellos jefes de ejército, jefes de policía, jefes de cuerpos de investigación y jefes de cuerpos de represión que eran el terror de toda la ciudadanía, que nos hacían vivir en aquella tristeza, en aquella amargura, en aquella humillación permanente. Qué equivocados están los que creen que la seguridad y la libertad de hoy, el honor de hoy, la soberanía de hoy, la gloria de hoy, el prestigio de hoy, el pueblo de Cuba se resignaría mansamente a que se lo arrebataran para volver a imponerles aquel pasado odioso (APLAUSOS).
(…) Ningún hombre es ni será indispensable. Lo único indispensable aquí —lo digo porque lo siento— es el pueblo. Si la Revolución no tuviera el pueblo, estaría perdida. ¡El pueblo es lo que importa, y el pueblo lo tiene la Revolución! (APLAUSOS.) Además, es consolador pensar, es consolador pensar que a un hombre lo pueden matar, pero a un pueblo no lo pueden matar, igual que un hombre puede ser traidor, pero un pueblo no puede ser traidor.
Este análisis nos lleva a la conclusión de que lo único indispensable es el pueblo. Y la Revolución está asegurada, porque al pueblo no lo pueden matar. Y siento la tranquilidad de saber y de comprender estas verdades, porque así todos nosotros vemos que la obra que estamos realizando está asegurada.
De este modo, quiero decirle al pueblo que la Revolución no fracasará. No fracasará por ninguna contingencia, porque somos lo suficientemente fuertes para defenderla y porque tenemos al pueblo, que es el factor indispensable de la Revolución; porque tenemos a los guajiros con sus machetes, que hablan un lenguaje patriótico, que tienen el temple del acero, la voz del acero, y son movidos por brazos que tienen el temple del patriota y del rebelde; porque tenemos a los obreros, porque tenemos a los profesionales, porque tenemos a los estudiantes, porque tenemos a todo el pueblo, salvo unos cuantos egoístas, salvo unos cuantos insensibles, solo unos cuantos que no tienen noción de lo que es la generosidad humana, ni el amor a sus semejantes, ni el amor a la patria (APLAUSOS).
¿Que el trabajo que tenemos por delante no es un trabajo fácil? Lo sabemos. Pero, ¿qué importa? Este es un pueblo que ha nacido y se ha forjado para conquistar obstáculos grandes y difíciles, este es un pueblo que no debe temer a nada. Y acaso en estos instantes, cuando a la república la dejaron apenas sin reservas monetarias, cuando a la república la dejaron con unas deudas fabulosas, cuando la política azucarera seguida por la tiranía ha traído como consecuencia que en estos instantes el precio del azúcar sea el más bajo que haya tenido en 12 años, a pesar de todo eso, ¿no tiene una fe extraordinaria nuestro pueblo? A pesar de todo eso, ¿no tiene que ser muy grande la confianza del pueblo en la Revolución cuando ha exteriorizado tanta simpatía? Porque, ¿qué esfuerzo no estará dispuesto a hacer nuestro pueblo contra todas las circunstancias que tenga que afrontar? Porque si se tomasen medidas económicas contra nosotros, ¿eso le preocupa al pueblo? ¿Tiene miedo el pueblo de que se tomen medidas contra la nación? ¡No! (EXCLAMACIONES).
(…) Hoy nos reunimos aquí, hoy nos reunimos en la capital. La consigna este 26 de Julio fue medio millón de campesinos a la capital. La consigna para el 26 de julio del año próximo será medio millón de ciudadanos a la Sierra Maestra (APLAUSOS), ¡medio millón de ciudadanos a compartir con los campesinos! Y allá el hombre de la ciudad llevará al campesino también su simpatía, allá irá a compartir con el campesino su vida, allá irá a ver un campo que está ya bajo el signo del progreso. Y allá los campesinos tendrán también sus hamacas, y allá los campesinos tendrán también sus barracones y sus bohíos, y sus latas y sus ollas dispuestas para cocinar y para recibir allí al medio millón de ciudadanos que los van a visitar, y sembrará más para tener el año que viene con qué acoger a los que los van a visitar.
Y como el campesino todavía tiene que recibir, porque el campesino todavía no puede dar sino sus magníficos y nobles sentimientos, lo ayudaremos para que reciba a sus huéspedes, recogeremos para ayudar a sufragar los gastos, y les llevaremos también ropa y les llevaremos juguetes a sus hijos y les llevaremos ropas también para sus esposas, porque el año que viene les tocará a las esposas de los campesinos.
Y así, el año que viene no será una concentración: el año que viene será una dispersión por todas las montañas para que el hombre de la ciudad conozca el ambiente, conozca la vida y conozca el escenario donde surgió esta Revolución y conozca el porqué de estas magníficas condiciones de carácter y estas magníficas condiciones de sentimiento y de inteligencia de nuestros
campesinos. Y comprenderá el porqué de su espíritu de sacrificio, el porqué del vigor de sus brazos y por qué rechinan sus machetes; porque esos machetes rechinan clamando justicia, porque —como dijo Maceo— la Revolución estará en marcha mientras quede una injusticia por reparar.
(…) Así avanza la Revolución. Algo ha avanzado en estos seis meses y continuará avanzando cada vez más firmemente; quizás no con toda la premura que deseamos, porque las posibilidades de desarrollo de nuestro país están limitadas por las circunstancias económicas y los recursos que tenemos ahora, y los cubanos no podemos contar más que con nuestro propio esfuerzo; los cubanos no podemos contar más que con el fruto de nuestro trabajo, y solos en el orden económico tenemos que labrarnos nuestro porvenir.
Así pues, compatriotas, al terminar este acto de hoy, al conmemorarse este sexto aniversario, el sexto año de aquel esfuerzo realizado por nuestra juventud para librar a la patria de la tiranía; este sexto año, que fue precedido por un 26 de julio en la cárcel, dos 26 de julio en el exilio, dos 26 de julio en campaña en las montañas; en este 26 de julio de la libertad, cuando al fin se comienzan a ver los frutos no del sacrificio de nosotros, sino del sacrificio de todos los hombres que lucharon desde mediados del siglo pasado por estos triunfos que ellos ayudaron a fundar —porque nosotros no somos sino los afortunados testigos de una obra que es la obra de varias generaciones de cubanos—, al conmemorarse este sexto aniversario del 26 de julio, y al pensar en las glorias de nuestra patria, en las glorias nacionales y en las glorias internacionales alcanzadas con honor, en el prestigio de nuestra patria, en la simpatía que tienen los hombres de pensamiento de nuestro continente... Porque la simpatía de los buenos de América corre pareja al odio de los malos de América, porque, dime quiénes son tus enemigos y te diré quién eres.
(…) Al pensar en este momento de excepcional emoción, surgida del despertar de la libertad, del despertar de la fe y la esperanza, al ver cómo se comporta nuestro pueblo, lo que siento es deseos de exclamar que nunca como en estos instantes nos hemos sentido tan orgullosos de ser cubanos; nunca nos hemos sentido tan orgullosos de nuestro pueblo, y nunca nos hemos sentido tan orgullosos de nuestra bandera, de nuestra bandera de la estrella solitaria, que cuando la veíamos hoy desplegarse al viento, bañada por los rayos del sol al atardecer, sentíamos ese júbilo infinito, ese júbilo que fue el sueño de tantos hombres que lucharon sin verlo cumplido: el júbilo de sentir en esta generación toda la emoción y todos los sueños de varias generaciones.
Y al verla ondear, y al verla tan limpia, y al verla tan hermosa, y al verla tan honrada, la palabra patria, el símbolo de la patria y todo lo que se concreta alrededor de ese sentimiento que hace a los hombres morir cuando llegue la hora de morir para defenderla (APLAUSOS); al verla hoy, al ver el sitial tan alto en que hemos situado nuestra bandera, me sentí tan feliz que vi en ese minuto premiados todos los sacrificios que hemos hecho y todos los sacrificios que tengamos que hacer en lo adelante.
(OVACION).