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Libro Segundo: Bailando con muertos » Diez

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La votación finalizó a medianoche. Todas las pantallas del salón tenían sintonizadas las principales cadenas de televisión, y en ellas aparecían una docena de analistas, que se contradecían entre sí mientras trataban de alargar el suspense y subir unas décimas la audiencia. No podía culparles por ello, aunque eso no significaba que tuviera que gustarme.

Mi anilla de la oreja pitó.

—Adelante.

—Georgia, soy Buffy.

—¿Resultados?

—El senador Ryman ha ganado las primarias con una clara mayoría del setenta por ciento de los votos. Después de que publicaras tu artículo subió once puntos.

Cerré los ojos y sonreí. Uno de los analistas acababa de dar la misma información, o al menos similar; los gritos y las ovaciones estallaron en el salón.

—Di las palabras mágicas, Buffy.

—Iremos a la convención nacional del Partido Republicano. A veces, la verdad sí te hace libre.

La importancia del caso Raskin-Watts y el fracaso de los intentos posteriores de invalidar el fallo, se han pasado por alto ante incidentes más recientes y más sensacionalistas. Después de todo, ¿qué relevancia pueden tener dos chiflados ultrarreligiosos de Indiana muertos hace años en la política moderna del país?

Pues mucha. Por un lado, la tendencia actual de tildar a Geoff Raskin y Reed Watts de «chiflados ultrarreligiosos» es tan simplista que borda lo criminal. Geoff Raskin era licenciado en psicología por la Universidad de Santa Cruz y se había especializado en el control de masas. Reed Watts era un sacerdote que trabajaba con adolescentes conflictivos y había sido una pieza clave en «devolver al seno de Dios» a algunas comunidades. Ambos eran, en resumen, hombres inteligentes que veían el potencial de volver en su propio beneficio y en el beneficio de su fe los cambios sociales que peligraban debido a los efectos indirectos del Kellis-Amberlee. ¿Trabajaban Geoff Raskin y Reed Watts para el bien común? Leed los artículos sobre lo que hicieron en Warsaw, Indiana, a ver si sacáis esa conclusión. Setecientas noventa y tres personas murieron sólo en la primera fase de la infección, y la limpieza de los estragos que causó la segunda fase duró seis años, un tiempo que Raskin y Watts pasaron confinados en una celda de máxima seguridad a la espera de juicio. De acuerdo con sus propios testimonios, pretendían utilizar a los muertos vivientes como arma para convencer, primero a los habitantes de Warsaw, y luego de toda la nación, de su teoría: que el Kellis-Amberlee era el castigo del Señor al hombre y que todos los comportamientos impíos muy pronto serían borrados de la faz de la tierra.

El tribunal decidió que el uso del Kellis-Amberlee en su estado activo, mediante zombies capturados, se consideraba un acto de terrorismo, y que todos los individuos responsables de tales actos serían juzgados de acuerdo a la Ley de Terrorismo Internacional de 2012. Geoff Raskin y Reed Watts fueron condenados a morir por inyección letal y sus cuerpos entregados a las autoridades competentes para que fueran utilizados en los estudios del virus que habían ayudado a propagar.

La moraleja de esta historia, más allá de la obviedad de «no juguéis con los muertos», es que algunas fronteras no deben cruzarse por muy buena que pueda parecer la causa que nos empuja a ello.

—Extraído de

Las imágenes pueden herir tu sensibilidad,

blog de Georgia Mason, 11 de marzo de 2040

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