Entrevista del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, con el diario ruso "Argumenty i Fakty" (Moscú, 20 de octubre de 2024)

Entrevista del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, con el diario ruso "Argumenty i Fakty" (Moscú, 20 de octubre de 2024)

Cancillería de Rusia

Los BRICS

Los BRICS reflejan los cambios que se vienen dando en la economía mundial desde hace tiempo. A medida que surgen nuevos centros de crecimiento económico, también lo hacen nuevas influencias financieras, que, a su vez, traen consigo influencia política.

Desde hace más de una década, el epicentro del desarrollo global se desplaza desde la región euroatlántica hacia Eurasia y Asia-Pacífico. Esta tendencia fue señalada originalmente por economistas de un banco occidental privado, quienes identificaron a las economías de mayor crecimiento en el mundo y, de hecho, es de ese análisis de donde proviene la abreviatura “BRICS”, basada exclusivamente en datos estadísticos objetivos.

Fue en ese contexto cuando los BRICS se consolidaron, continuando un proceso iniciado por Yevgueni Primakov en la década de 1990. Él propuso la idea de encuentros periódicos en el formato de “troika” — RIC (Rusia, India y China). Esta “troika” sigue existiendo; aunque hace tiempo que no nos reunimos — primero por la pandemia y luego por otras circunstancias —, permanece como un mecanismo independiente. Posteriormente, Brasil se sumó al RIC, formando los BRIC. Más adelante se unió Sudáfrica, y así, con el ingreso de nuevos integrantes, los BRICS se convirtieron en el representante de las economías de mayor y más sostenible crecimiento entre los países de la mayoría mundial.

Desde su creación, los BRICS se han enfocado en las necesidades de los países miembros, ganando cada vez más interés a nivel global. La alianza se caracteriza por la ausencia de “líderes” y “subordinados” y carece de una burocracia centralizada como la de Bruselas, donde los funcionarios de la Unión Europea suelen imponer decisiones que, a menudo, van en contra de la voluntad e intereses de algunos de sus miembros, ignorando incluso las demandas de sus votantes. En lugar de atender los problemas internos, la burocracia de Bruselas se centra en temas como el apoyo militar a Ucrania, destinando fondos para ello, lo que afecta negativamente la economía, el ámbito social y la industria de los países de la Unión Europea (UE).

Por el contrario, los BRICS no exigen sacrificios de sus miembros. Recientemente, la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, afirmó, reiteradamente, que los ciudadanos alemanes deben asumir las dificultades derivadas de la ayuda de Alemania a Ucrania, pues los recursos no alcanzan para todos, por lo que deben ser pacientes. Este tipo de dictado hacia sus propios electores y los estados miembros de la UE por parte de la burocracia en Bruselas no tiene cabida en el marco de los BRICS.

La integración en los BRICS no surge de estructuras artificiales ni de agendas impuestas. A diferencia de la OTAN, que, al decidir “contener” a Rusia, ha buscado expandirse y aplicar sanciones para evitar que Rusia o China se conviertan en fuertes competidores, los BRICS no persiguen objetivos contra otros ni imponen tareas o restricciones a sus miembros. La burocracia de Bruselas, bajo la influencia de la OTAN y Washington, fija agendas que muchas veces obedecen a intereses externos.

En los BRICS, por el contrario, no existen esas imposiciones, sino una cooperación que se basa en el desarrollo conjunto de los potenciales nacionales. Esta asociación se enfoca en el crecimiento común a través de proyectos basados en la realidad y en las necesidades de los miembros. Se celebran encuentros entre expertos de diversos sectores: economía, comercio, transporte, comunicaciones y tecnologías de información. En el último encuentro participaron expertos fiscales, lo que permitió intercambiar conocimientos y coordinar esfuerzos para maximizar beneficios para todos. Esto es lo que hace de los BRICS una opción atractiva para la mayoría mundial.

En la reciente Cumbre de 2023 en Johannesburgo, Sudáfrica, el grupo duplicó sus miembros, manteniendo el nombre BRICS por su valor como marca globalmente reconocida. Ahora, alrededor de 30 países desean establecer vínculos con los BRICS; algunos buscan ser miembros plenos, mientras que otros participan en eventos bajo el formato “BRICS Plus” o “BRICS Outreach” como invitados del presidente en turno.

Siguiendo la decisión de la Сumbre del año pasado, estamos trabajando, a nivel de expertos y ministros, en una propuesta para presentar en el evento en Kazán. Esta iniciativa plantea la creación de una nueva categoría de “países socios”, que contarían con amplios derechos y atribuciones similares a los de los miembros permanentes de los BRICS, aunque con algunas diferencias en ciertos formatos específicos.

La diferencia principal entre los BRICS y otras estructuras creadas por los estados de la Mayoría Mundial, así como por el Oriente Global, sin la participación de los países occidentales, radica en que su objetivo no es confrontar o competir, sino aprovechar ventajas objetivas como la posición geográfica, la historia compartida, la afinidad cultural y los lazos industriales, tal como ocurre en el caso de los países postsoviéticos. Es un paso lógico y necesario.

Occidente ha demostrado en repetidas ocasiones no solo su disposición, sino también su determinación de aplicar sanciones arbitrarias e ilegales contra cualquier país que perciba como una amenaza para su dominio económico, sin considerar los principios de libre mercado que ellos mismos promovieron. Evidentemente, esto ha sido notado, y ningún país desea encontrarse en una situación en la que, de un momento a otro, algún líder occidental “se levante con el pie izquierdo” y dirija su ira injustificada contra un nuevo objetivo.

La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la Unión Económica Euroasiática (UEEA), la ASEAN, la Unión Africana, la Comunidad del Caribe (CARICOM), el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y otras organizaciones están tomando medidas para proteger sus mecanismos de interacción económica de cualquier interferencia arbitraria. Occidente ha demostrado que podría imponer restricciones en cualquier momento a cualquier estado que persiga un curso independiente en el escenario internacional.

Estados Unidos

Los estadounidenses abordan cada problema global y a cada interlocutor internacional principalmente desde la perspectiva de la inaceptabilidad, según sus doctrinas, de que alguien en el planeta pueda superarlos en poder.

Queda claro que esta visión es una utopía. Si observamos la evolución de las cuotas del PIB de diferentes países en el PIB global, es evidente que la contribución de EE.UU. sigue disminuyendo, mientras que la de China, India y los BRICS en su conjunto muestran una tendencia al alza, superando ya en unos cinco puntos porcentuales el PIB del G7.

Estados Unidos no desea renunciar al control que ha mantenido desde la Segunda Guerra Mundial, principalmente a través de las instituciones de Bretton Woods y el rol del dólar en el sistema monetario internacional, aun después de la abolición del patrón oro. El predominio de esta moneda se mantiene en gran medida de forma artificial.

Según las estadísticas actuales, el volumen del PIB y otros indicadores, que determinan la cuota de votos de los países miembros en el Fondo Monetario Internacional (FMI), indican que Estados Unidos, si estas estadísticas se reflejaran en decisiones reales, habrían perdido hace mucho tiempo el derecho de veto en el Consejo de Directores del FMI. EE.UU paralizan la reforma pospuesta por los BRICS y están bloqueando la modificación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), manteniendo bloqueado el Órgano de Solución de Diferencias desde hace tiempo. Las múltiples quejas legítimas, incluidas las de China, que enfrenta una discriminación comercial cada vez mayor en los mercados estadounidense y europeo, se acumulan sin resolución alguna.

Esta situación refleja el objetivo principal de la clase gobernante estadounidense: impedir que alguien socave su dominio. Sin embargo, esta es una meta irrealista, ya que el proceso histórico se orienta objetivamente hacia otro rumbo, un hecho que finalmente deberán reconocer. Respecto a los candidatos o partidos de Estados Unidos, lo único que puedo decir es que debemos prepararnos para que los ataques a nuestros intereses y los intentos de frenar nuestro desarrollo continúen, independientemente de quién esté en el poder. 

Por otro lado, estamos dispuestos a trabajar con cualquier administración que elija el pueblo estadounidense, siempre y cuando la cooperación se base en el respeto mutuo, la igualdad de derechos y en el principio de escuchar y comprender a ambas partes. Seguimos de cerca el proceso electoral en EE.UU., pero aún no hemos visto señales de que esta postura de diálogo se recupere. 

Hace varios meses, los estadounidenses comenzaron a acusarnos de planear el lanzamiento de armas nucleares al espacio e impulsaron una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU para prohibir tales acciones. Les recordamos que, en el Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967, firmado por todas las potencias nucleares, se estipula claramente que ninguna arma de destrucción masiva puede ser lanzada al espacio. Esta es una obligación jurídica. Al ver que los estadounidenses insistían en reiterarlo, les planteamos una cuestión: ¿qué sucede con las armas no nucleares? ¿Por qué no añadir a dicho Tratado la iniciativa que Rusia y la República Popular China promueven desde hace tiempo y negociar un nuevo tratado que prevenga cualquier carrera armamentista en el espacio? Sin embargo, el único país que bloquea esta propuesta es Estados Unidos. Su insistencia en reafirmar la prohibición sobre el lanzamiento de armas nucleares y de destrucción masiva en el espacio en la resolución es, en realidad, un intento de obtener vía libre para colocar allí armas convencionales. Se niegan a aceptar una prohibición total sobre cualquier tipo de militarización del espacio. Estos son los socios con los que trabajamos. Los conocemos bien y ya estamos acostumbrados a su enfoque. 

Ucrania

No pretendo en absoluto restar mérito al papel desempeñado por los Aliados en la Segunda Guerra Mundial en nuestra victoria común. Sin embargo, su doble rasero ha quedado expuesto en numerosos hechos históricos, y no podemos ignorarlo. Parece que, así como Hitler unió a gran parte de Europa bajo la bandera nazi, incluyendo a franceses, españoles y escandinavos, ahora Estados Unidos está logrando unir a Europa para que asuma la mayor carga de la confrontación con Rusia. Hasta ahora, esta confrontación se ha dado en el marco de una guerra híbrida, pero se está transformando cada vez más en una guerra directa y “real” contra nosotros. Y también bajo una bandera similar, solo que en esta ocasión el “abanderado” no es Hitler, sino Zelenski. 

Como se sabe, una de las finalidades de nuestra operación militar especial es la desnazificación de Ucrania. No podemos escapar de esta realidad. Junto con las leyes que prohíben todo lo ruso basándose en el racismo — lengua, educación, cultura y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana canónica (lo cual también constituye una manifestación de racismo como forma de nazismo) — se están aprobando leyes que legitiman la teoría y la práctica del nazismo en el ámbito legislativo ucraniano. En las procesiones de antorchas desfilan jóvenes con galones de la Alemania Nazi, algo imposible de tolerar en la Europa moderna. 

El mayor oprobio recae sobre los líderes de la Unión Europea, quienes en numerosas ocasiones — la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y miembros de la OTAN como el secretario general Jens Stoltenberg y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel — han declarado desde Bruselas que apoyar a Ucrania hasta el final es necesario porque esta lucha por sus valores europeos. Resulta que los líderes europeos siguen dispuestos a defender los llamados valores del nazismo. Por lo tanto, el deber de desnazificación no es simplemente un lema, sino una tarea urgente. 

Ahora afirman que Ucrania debe restablecer sus fronteras de 1991 y que Rusia tiene que “retirarse”. No hablamos de territorios, pero ellos sí. Han inventado, descubierto o investigado que en Ucrania hay recursos naturales valorados entre 10 y 12 billones de dólares, y por ello buscan apropiarse de todo. Nosotros no hablamos de los territorios, sino de las personas. 

Seguridad Eurasiática

En un discurso ante el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia en junio pasado, el Presidente Vladímir Putin destacó los principios bajo los cuales Rusia está dispuesta a resolver la situación en Ucrania, además de lanzar una iniciativa para construir un sistema de seguridad eurasiática. Los modelos de seguridad euroatlánticos actuales incluyen a la OTAN, la OSCE y la UE. Desde que la Unión Europea firmó un acuerdo con la OTAN para servir a los intereses de la Alianza del Atlántico Norte, pasó también a formar parte de estos esquemas de seguridad euroatlántica, perdiendo, según Rusia, toda credibilidad en el proceso. 

Rusia propone la construcción de una arquitectura de seguridad continental eurasiática, destacando que sus puertas estarán abiertas a todos, incluidos los países de la parte occidental del continente eurasiático. Con ello, cuestionamos la viabilidad de los cálculos occidentales para mantener su liderazgo global. 

Las tendencias mundiales son tan contundentes que continuarán acelerándose y reforzándose. Occidente deberá considerar el lugar que ocupará en el nuevo orden mundial multipolar, ahora representado por procesos de integración regional en Eurasia, África y América Latina.

En la actualidad, estos movimientos de integración encuentran un respaldo importante en el rol global de los BRICS, una asociación que busca amplificar la voz de la Mayoría Mundial en los mecanismos de gobernanza global, abarcando sectores clave como finanzas, economía, comercio y política.

Respetamos a los políticos que buscan representar los intereses nacionales. Y cuando recibamos solicitudes para un diálogo serio — algunas de las cuales ya se han planteado en términos de cooperación parlamentaria —, Rusia responderá siempre tomando en cuenta sus propios intereses nacionales.

La ONU

En los territorios palestinos, tras el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, la operación lanzada por Israel ha sido denunciada como un castigo “colectivo” que, en un año, ha cobrado la vida de 45,000 civiles, una cifra que supera ampliamente la de muertos civiles en ambos lados del conflicto ucraniano en una década. Un año frente a diez. 

La ONU enfrenta crecientes críticas por su incapacidad para frenar esta tragedia en Palestina. Sin embargo, se señala que la organización no tiene un ejército propio, sino únicamente fuerzas de mantenimiento de paz, que no están facultadas para enfrentarse a los ejércitos regulares de sus Estados miembros. Además, cualquier despliegue de estas fuerzas requiere una decisión del Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos, junto con otros miembros permanentes, tiene poder de veto.

En este sentido, la ONU no es una figura “heroica” que pueda intervenir de inmediato al presenciar una injusticia. Su estructura responde a los intereses y reglas de sus países miembros, especialmente en el Consejo de Seguridad, donde el derecho de veto define las decisiones. El año pasado, Estados Unidos ejerció este poder en cinco ocasiones, bloqueando resoluciones impulsadas por varios países, incluida Rusia, que pedían un alto el fuego inmediato. En la situación actual, se observa cómo Estados Unidos evita cualquier acción que pueda desagradar a Israel.

Existen numerosos ejemplos de crisis en distintas partes del mundo que se han convertido en objeto de disputa y “tira y afloja” geopolíticos. Cuando el Consejo de Seguridad — principalmente sus cinco miembros permanentes — mantiene la misión de la ONU como centro de acuerdos sobre temas clave, el sistema funciona. Recuerdo los años en que fui representante permanente de Rusia ante la ONU; no fueron los peores tiempos. Entre 1994 y 2004, se adoptaron muchas resoluciones que contribuyeron a aliviar conflictos, incluyendo varios en el continente africano.

Sin embargo, cuando los cinco miembros permanentes se niegan a buscar un enfoque común y, en su lugar, se enfocan en presentar a uno o dos de sus colegas como “el mal principal”, inundando el Consejo de Seguridad con resoluciones para condenar a Rusia por el conflicto ucraniano o a otras naciones, entonces se traicionan los principios sobre los que fue fundada la organización.

Coincido con quienes afirman que la Carta de la ONU necesita reformas en cuanto a la composición del Consejo de Seguridad. Países como India, Brasil y representantes africanos ya deberían tener un asiento permanente en el Consejo para asegurar una representatividad justa de la mayoría global. Hoy en día, esta composición es insuficiente y desigual.








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