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V Linajes, órdenes y caballeros » ¿Quiénes fueron los merovingios?

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¿Quiénes fueron los merovingios?

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, y con ello de sus formas de gobierno a través de instituciones que llevaban operando durante siglos, el poder de los bárbaros germanos se extendió durante el siglo V por buena parte de los otrora territorios bajo la influencia romana. En el caso de las Galias, geografía perteneciente a la actual Francia, diversos pueblos como visigodos y francos se asentaron en aquella latitud dando inicio a una suerte de reinados, los cuales fueron a la postre el fundamento esencial para el futuro Estado francés.

La dinastía merovingia quedó instaurada a mediados de esa centuria con Meroveo alzado en padre de esa saga tan peculiar como misteriosa, dado que ni siquiera los orígenes del fundador están claros. Aunque sí su reinado, que parece haberse producido entre los años 448 y 457-458 d. C. A él le cupo el honor de haber asistido a la trascendental derrota de Atila y los hunos, mientras que a sus sucesores hay que atribuirles otros méritos. Tal fue el caso de Clodoveo I [481-5II], vencedor de los poderosos alamanes, una tribu que amenazaba constantemente la frontera establecida por los francos en los territorios que hoy pertenecen al país germano. Su casi milagroso éxito sobre la confederación de tribus germánicas provocó su conversión al catolicismo. Esto fue algo motivado, en buena parte, por la acción de su mujer cristiana, la burgundia Clotilde, quien hizo ver a su esposo que todas las victorias sobre sus enemigos venían dadas por la acción directa del Dios único y verdadero. Clodoveo se bautizó con absoluta devoción en el año 496, recibiendo bendiciones y parabienes del sumo pontífice romano, el cual consiguió desde entonces el apoyo incondicional de su nuevo aliado franco. Más tarde, este rey principal para una dinastía llamada a perdurar más de tres siglos obtuvo otra importante victoria sobre los visigodos de Tolosa pésimamente dirigidos por Alarico II, en la batalla de Vouille, celebrada en el año 507, y que dio al traste con las aspiraciones godas en los territorios galos, dejándoles relegados a una pequeña franja mediterránea llamada Septimania y, por supuesto, a la práctica totalidad de la península Ibérica, donde permanecieron hasta la invasión musulmana del 711.

Pero ¿a qué se debe el inusitado resurgimiento de los merovingios en nuestros días? La causa debemos buscarla principalmente en la publicación de libros como El último merovingio, de Jim Hougan, El enigma sagrado, de Michael Baigent y Richard Leigh, o el nombradísimo Código Da Vinci, de Dan Brown, por citar algunas de las decenas de obras que se han escrito en los últimos años y que han abordado la sugerente cuestión de un supuesto Santo Grial oculto en la zona francesa de Languedoc. En esos títulos y en diversas leyendas populares se relaciona directamente a los merovingios con la custodia física y espiritual del Santo Grial encarnado en una supuesta descendencia de María Magdalena y Jesús de Nazaret. Según estas heréticas conspiraciones, la familia real franca estaría directamente entroncada con este linaje crístico, llegando sus reminiscencias a nuestros días con varias casas reales europeas resultantes de aquella divina mezcolanza. Serían los casos de los Habsburgo, Orleans, Borbón y, si indagamos con más profundidad, la práctica totalidad de monarquías, reinantes o no, que hoy tenemos en Europa.

Son abundantes las leyendas galas en torno al linaje perdido de los merovingios, la dinastía fundadora de Francia.

En cuanto a los merovingios, no podemos asegurar que mantuvieran esa misión en su tiempo de poder, lo que sí sabemos son ciertos datos históricos que nos ponen en la pista de unas cabezas coronadas más pendientes de la holganza vacacional que de sus compromisos a la hora de dirigir el reino o reinos asignados a ellos. La unificación territorial bajo los cetros de Clodoveo I o Dagoberto I fueron meros destellos, ya que la posterior disgregación en entidades independientes como Neustria, Austrasia o Borgoña fueron debilitando el poder real en beneficio de la emergente clase aristocrática representada fielmente por los mayordomos de palacio. Finalmente, la influencia, el dinero y el apoyo eclesial y político provocaron la caída de los merovingios en un golpe que hoy llamaríamos de Estado y cuyos artífices fueron, como era de esperar, los mayordomos tutores del país, los cuales crearían una nueva dinastía, la carolingia, con personajes relevantes para la historia europea como Carlos Martell, Pipino el Breve, Carlomán o Carlomagno, que daría título al nuevo linaje galo. En cuanto al último merovingio del que tanto se habla y del que tanto se hablará, sólo diré que, lejos de cualquier especulación imaginativa por parte de autores arriesgados, el auténtico legitimado para decir que puso fin a esa saga es Childerico III, quien reinaría entre 742-751, año en el que Pipino el Breve, llamado así por su escasa estatura, le depuso con la aquiescencia del papa Bonifacio, acaso trémulo ante el revelador misterio que guardaban celosamente los merovingios. Lo cierto es que el último representante de esta casa real acabó sus días recluido en el convento de Saint Omer, falleciendo en 756 y llevándose el secreto familiar a la tumba, sin que sepamos con certeza si esa hipotética relación con los descendientes del Mesías salvador se mantuvo con otras sociedades y órdenes posteriores como cátaros y templarios, o más bien se difuminó en los cielos del sur de Francia hasta ser resucitado a mediados del siglo XX, gracias a un extraño invento conocido como Priorato de Sión y que se arrogó el derecho de ser continuador de la estirpe merovingia.

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