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VII Las grandes tumbas perdidas » La tumba de Cervantes

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La tumba de Cervantes

A veces damos por sentados ciertos acontecimientos históricos sin preocuparnos de indagar un poco en su posible veracidad.

De Cervantes se cuestiona casi todo, empezando por el año, el día de su nacimiento y el lugar de su bautismo (muchos son los que dudan de que haya nacido en Alcalá de Henares). Sus manuscritos, tanto de las obras publicadas o representadas como de las inacabadas, se perdieron en su casi totalidad y no se conserva ninguna imagen gráfica auténtica de nuestro autor. Ahora le toca el turno no tanto al lugar de su fallecimiento, que fue Madrid, sino a su fecha y al sitio en el que estarían enterrados sus huesos.

Por los datos existentes, sabemos que murió a la edad de sesenta y ocho años de hidropesía, que fue amortajado con el hábito de San Francisco y que fue enterrado «de pobre», sin pompas ni ceremonias, con la cara descubierta y llevado desde la calle León al convento de las Trinitarias por sus hermanos de la Orden Tercera de San Francisco (en la que profesó el día 2 de abril), donde fue sepultado el 23 de abril. El hecho de que se eligiera esta ubicación se debe a que cuando estuvo preso en Argel, donde sufrió cinco años de cautiverio, Cervantes quedó libre después de que unos frailes trinitarios pagaran por él un rescate, el 19 de septiembre de 1580.

Hay argumentos que avalan que el día de su muerte pudo ser el 23 de abril, como un libro de difuntos de la iglesia parroquial de San Sebastián, dado a conocer en 1749 por el crítico Blas Nasarre: «El 23 de abril de 1616 años murió Miguel de Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, calle de León. Recibió los Santos Sacramentos de mano del Licenciado Francisco López. Mandóse enterrar en las Monjas Trinitarias». Por entonces, esta calle se llamaba de Cantarranas. Hoy, lo que son las cosas, se desconoce la localización exacta de su tumba.

Uno de los mejores especialistas en Cervantes, Luis Astrana Marín (1889-1959), siempre sostuvo que se trata de una equivocación tener el 23 de abril por la fecha de su fallecimiento, pues ese día es el de la inhumación. La costumbre en aquella época —y la de ahora— es que se dejase pasar al menos un día desde la muerte hasta el sepelio, velando el cadáver durante la noche. Por consiguiente, si Cervantes fue sepultado el 23 de abril, como coinciden en afirmar muchos de los historiadores, tuvo que haber muerto en la víspera, y así lo testifican los propios franciscanos, que fueron, en definitiva, los que le enterraron. De ser cierto esto, resulta que estamos celebrando el Día Mundial del Libro (elegido por la Unesco) en un día equivocado, un día después de cuando se debería hacerlo, porque ni Cervantes ni Shakespeare (el calendario gregoriano aún no había entrado en vigor en Inglaterra en esa fecha) murieron un 23 de abril de 1616. Y ya puestos, tampoco Garcilaso de la Vega, el Inca, otro de nuestros insignes escritores del Siglo de Oro, al que se le atribuye esa misma fecha de defunción, cuando realmente falleció el 22 de abril, como así figura inscrito en la lápida de la Capilla de Animas de la catedral de Córdoba.

¿Dónde está actualmente enterrado Cervantes? No hay duda de que está en el convento de las Trinitarias Descalzas, ubicado en la calle Lope de Vega de Madrid. Una placa de mármol en la fachada, con su efigie, nos lo recuerda: «Miguel de Cervantes Saavedra que por su última voluntad yace en este convento de la orden trinitaria a la cual debió principalmente su rescate». Pero ¿en qué lugar exacto están sus restos mortales? ¿Acaso se han perdido? El encogerse de hombros sería una respuesta, porque desde hace unos cuantos siglos no se sabe en qué lugar preciso del convento se encuentran los restos del manco de Lepanto. Astrana Marín, curándose en salud, dijo que todo el convento «es un gran cenotafio a Cervantes».

No deja de ser curioso —y hasta paradójico— que el principal adversario de Cervantes y su eterno rival fuera Lope de Vega, cuyos restos también han desaparecido, en este caso de la iglesia de San Sebastián, donde fue enterrado en 1635. Esta iglesia tiene solera literaria, ya que fue testigo de la boda de Gustavo Adolfo Bécquer, y se conservan en ella muchos de los certificados de defunción de famosos escritores como el de Miguel de Cervantes y el de Lope de Vega. Una vez más, juntos por el destino. Por otra parte, la casa donde vivió Lope de Vega, hoy convertida en museo, está ubicada en el número II de la calle Cervantes. Y, para colmo, a Cervantes le entierran en la calle Lope de Vega…

No es el único caso de cadáver desaparecido. Es una mala costumbre que tiene Madrid la de extraviar a sus hombres ilustres. Otro tanto le pasa a Calderón de la Barca o a Velázquez, cuyos restos mortuorios los historiadores no han sido capaces de ubicar, por diferentes causas, en una tumba concreta, señalizada y visible que pudiera haber sido así objeto de la colocación de velas, o ante la que aquellos que siempre los han admirado pudieran haber elevado una plegaria.

En el peor de los casos, siempre nos quedarán sus obras.

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