Encuentro en Ío

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La visita guiada a Ío » La exploración de Ío

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La exploración de Ío

Desde que Ío fuera descubierta en 1610 por Galileo Galilei, y casi al mismo tiempo por el astrónomo alemán Simon Marius, la forma latinizada de su nombre, Simon Mayr, Ío y sus tres hermanos han jugado un papel importante formando la visión humana del cosmos. Después de todo, las cuatro lunas galileas demuestran que el modelo de cuerpos orbitando alrededor de un objeto central no es algo poco común en el universo. Galileo construyó él mismo un telescopio con un aumento de 20x tras leer una descripción de telescopios construidos en los Países Bajos. En enero de 1610, apuntó con él a Júpiter y descubrió las cuatro grandes lunas.

Durante mucho tiempo, a Ío la llamaron Júpiter I, porque era la primera luna de Júpiter, significando que es la más cercana al planeta. Fue solo a mitad del siglo veinte cuando el nombre ya sugerido por Simon Marius entró en uso.

A finales de los siglos XIX y XX, detalles en la superficie fueron vistos por primera vez a través de los telescopios, pero Ío ya estaba considerada una luna común llena de cráteres. La gran sorpresa llegó con las visitas de las dos sondas Voyager: Ío era un mundo muy activo, único en su sistema solar.

Pioneer 10 y Pioneer 11, las cuales exploraron Júpiter en 1973 y 1974 respectivamente, revelaron que Ío se parecía a nuestra luna más de lo que las tres grandes lunas heladas podían parecerse, y que su densidad era relativamente alta. Se suponía que ambas sondas tenían que tomar muchas fotos, pero casi todas las fotos se perdieron debido a la inesperadamente alta radiación.

Los investigadores quedaron aún más asombrados cuando las dos sondas Voyager entraron en el sistema de Júpiter a principios de 1979. Se dieron cuenta de que Ío podría tener una densidad similar a la de la luna de la Tierra, pero de otro modo apenas se parecían, debido a la fuerte actividad volcánica que está completamente ausente en nuestra luna. Las sondas Voyager fotografiaron las primeras erupciones volcánicas, mapearon cordilleras montañosas, y encontraron lagos de lava, cuya naturaleza exacta solo se determinaría más tarde. También ayudaban a explicar la inusual salida de calor descubierta en los años setenta usando imágenes de infrarrojos a través de los telescopios.

Voyager 1 se acercó a Ío a una distancia de veinte mil seiscientos kilómetros y consiguió hacer fotos con una resolución de quinientos metros por píxel. Algunas de las fotos, sin embargo, estaban borrosas debido a la fuerte radiación. Las fotos más detalladas revelaban ríos de lava, cráteres volcánicos, y montañas más altas que el Monte Everest. El 8 de marzo de 1979, Voyager 1 también descubrió el primer penacho creado por una erupción volcánica.

El conocimiento de hoy sobre Ío está basado principalmente en la sonda Galileo. Esta sonda tuvo un comienzo problemático, ya que su despegue tuvo que ser pospuesto varias veces debido al desastre del Challenger en 1986, y luego su poderosa antena de alta ganancia falló. Por lo tanto, todas las imágenes tuvieron que ser enviadas con un rango de datos más bajo por la antena de baja ganancia. Al final de los años 90, Galileo ejecutó varios vuelos alrededor de Ío. Entre otras cosas, midió el campo magnético y el campo gravitatorio que indicaba un núcleo de hierro y un interior diferenciado, y tomó numerosas fotos de la superficie, incluyendo las clásicas imágenes de color verdadero. Los científicos estaban particularmente excitados por los cambios de la luna desde la visita del Voyager 1. El penacho Prometeo, por ejemplo, se había movido setenta y cinco kilómetros hacia el oeste. En las fotos tomadas durante la novena órbita descubrieron una nueva explosión en Pillan Patera. Una ocultación del sol por parte de Júpiter permitió que Galileo fotografiara la aurora en el cielo de Ío.

En 2000, Cassini pasó por allí de camino a Saturno y consiguió fotografiar la aurora. El siguiente visitante en pasar fue la sonda New Horizons en 2007, cuando iba de camino a Plutón y más allá. Capturó, entre otras cosas, imágenes de los penachos por encima de Tvashtar.

Actualmente, Juno está en el sistema de Júpiter. Esta sonda explorará principalmente el planeta en sí, pero mantendrá su espectrómetro de infrarrojos apuntando a la actividad volcánica de Ío.

Comenzando en 2030, las cosas podrían llegar a ser realmente excitantes. Es entonces cuando JUICE, el Explorador de las Lunas Heladas de Júpiter, se supone que alcanzará el sistema, terminando con una órbita alrededor del hermano de Ío, Ganímedes. Como su nombre indica, esta sonda ESA se concentrará en las lunas heladas Ganímedes, Calisto, y Europa, pero ciertamente le echará unos buenos vistazos a Ío.

Dos instituciones estadounidenses, la Universidad de Arizona y el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, propusieron una misión llamada Explorador del Volcán Ío (IVO) a la NASA, que se acercaría a doscientos kilómetros de la luna e investigaría su actividad volcánica. IVO fue finalista dos veces del Programa Discovery de la NASA. Durante la última votación en enero de 2017, sin embargo, las misiones Lucy y Psyche fueron elegidas en su lugar. Sus destinos son diferentes clases de asteroides.

Podrían pasar cien años o más antes de que un humano ponga los pies en realidad en Ío. ILSE solo exploró esta luna después de que la tripulación recibiera un mensaje sobre ello. Sin importar lo fascinante que pueda ser esta amante de Zeus, es algo dura con sus fans, y la humanidad probablemente comenzará con destinos más amistosos.

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