El único amigo del demonio

El único amigo del demonio


Capítulo 19

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Capítulo 19

—Brooke estaba gritando de rabia, golpeando la pared con una llave inglesa.

—¡Lo odio! —gritaba—. ¡Lo odio, lo odio, lo odio!

Me desplomé en el suelo, exhausto entre los dos cuerpos: Potash y Nathan y la macha de cenizas de Elijah. Miré las puertas del garaje, pero aún no había nadie allí. Respiré profundo, dejé caer el cuchillo y me detuve solo un momento antes de volver a ponerme de pie. No teníamos mucho tiempo.

—¡Lo odio! —gritó Brooke—. ¡Lo odio!

—Haz silencio —le dije—, vas a despertar a los vecinos.

Miré el cuerpo de Potash: su frente estaba destrozada por el disparo, pero su rostro estaba intacto. El rostro de Nathan estaba perfecto. Solo tenía tiempo para preparar un cuerpo, así que tenía que escoger al indicado. ¿Qué voz intentaría usar Rack? ¿Qué quería decirme y cómo escogería decírmelo?

Por eso le hice esa pregunta a Nathan. Rack era arrogante; todo en sus cartas indicaba que quería alardear. Su alarde me lastimaría más si venía de alguien que odiara. ¿Rack sabía cuánto odiaba a Potash? Tal vez. Pero definitivamente sabía cuánto odiaba a Nathan y, luego de su traición, sabría que lo odiaría incluso más. Nathan era el indicado.

Arrastré su cuerpo hasta uno de los drenajes, acomodando su cabeza casi completamente sobre él, luego fui por la bomba de agua. Debían usarla para lavar algo, o quizás para regar plantas de las sepulturas; tenía una manguera larga que terminaba en una fina boquilla metálica. Giré la boquilla, dejando un delgado tubo metálico, de alrededor de medio centímetro de diámetro, y luego abrí la válvula del tanque, dejando que toda el agua cayera al suelo.

Volví a mirar la puerta del garaje, todavía no estaba allí.

Mientras el tanque se vaciaba, corrí hacia el tablero de herramientas, ignorando el berrinche de Brooke, y busqué un rollo de cable o cinta de embalar; cualquier cosa que pudiera usar para sujetar una arteria para sellarla. Brooke parecía estar calmándose de a poco, distraída por mis acciones. Revisé el tablero y no encontré nada más que unas pinzas de presión, y decidí que eso tendría que servir. El tanque de agua ya estaba casi vacío, así que cerré la válvula y estiré la manguera de gasolina lo más lejos que pude, la sujeté a la parte superior del tanque de agua y la programé para que cargara lo más rápido posible. Habría sido más fácil si hubiera podido usar la bomba de gasolina directamente, pero la presión no sería la correcta. Lo dejé cargar y me senté junto a Nathan, con la bomba de agua en una mano y las pinzas en la otra. Mi cuchillo estaba junto a mí.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Brooke.

—Lo estoy embalsamando —le dije. Respiré profundamente. Hagámoslo.

Dejé las herramientas y tomé mi cuchillo, le saqué la suciedad del suelo y luego abrí un corte cuidadosamente en el cuello de Nathan. La piel se abrió como un trozo de pollo crudo y la sangre brotó de la herida. Nunca antes había trabajado con un cuerpo tan fresco. Extendí el corte, haciéndolo más grande, e introduje un dedo para encontrar la arteria yugular. Se sentía como una manguera delgada, no muy diferente de la manguera de la bomba de agua que tenía a mis pies. Extraje una porción de la arteria y miré alrededor buscando algo con qué sujetarla.

—¿Qué necesitas? —preguntó Brooke. Sus ojos estaban bien abiertos, mirando el proceso con una fascinación morbosa. No sabía si esa era Brooke, si era Nadie o alguna personalidad que aún no había conocido.

—Un destornillador —le respondí.

—¿Phillips o plano?

—No importa.

Me dio un destornillador de la mesa de trabajo y lo coloqué bajo la arteria para evitar que regresara al interior del cuello. Levanté la vista hacia la puerta. Vacía. Tomé mi cuchillo y corté la arteria con cuidado, haciendo una incisión del tamaño suficiente para que entrara la boquilla metálica. La metí unos dos centímetros aproximadamente, cerré la arteria a su alrededor y la sujeté en su lugar con las pinzas de presión.

Me puse de pie con cuidado, intentando no alterar el cuerpo. El tanque de agua ya tenía varios centímetros de gasolina, así que bajé la presión lo más que pude. Cuatro bares era el límite máximo para la mayoría de las bombas de embalsamaje; un poco más podría reventar los vasos sanguíneos. Puse la mano en el interruptor, listo para encenderlo, luego me detuve de pronto y miré rápidamente alrededor.

—¿Qué necesitas esta vez? —preguntó Brooke.

—Un ventilador, un abanico, algo así.

—La puerta está abierta, no vas a ahogarte.

—Llámalo superstición —vi un ventilador en el techo y respiré profundo, asintiendo. Esas cosas tenían que hacerse bien—. Esperemos que el ventilador no nos falle esta noche —dije, y presioné el interruptor de la bomba.

La manguera se infló y el cuerpo de Nathan se sacudió ante el repentino flujo de presión. Corrí hacia él y sostuve la arteria ensangrentada con mis dedos, tratando de darle más presión al cierre. Se filtró gasolina en mi mano, pero solo un poco; la mayor parte parecía estar yendo al interior. Si lo había hecho bien, la gasolina correría por su sistema, llenando los vasos sanguíneos y expulsando la sangre. Llenando el corazón de veneno. Contuve la respiración, mirando el cuello, sin apartar la vista del pequeño corte que había abierto en la arteria. El gas estaba entrando por un extremo…

… y muy lentamente, en gotas cada vez más grandes, la sangre estaba saliendo por el otro.

Pronto, la sangre estaba saliendo libremente por la arteria e hice mi mejor esfuerzo por guiarla para que fluyera por el drenaje. Eché un vistazo a la puerta abierta, aún nada.

—Iré a ver —dijo Brooke cerrando el viejo abrigo de Trujillo con fuerza a su alrededor mientras caminaba hacia la puerta del garaje.

¿Cuánto tiempo más teníamos? ¿Un minuto? ¿Una hora? Todo ese trabajo sería en vano si Rack aparecía mientras las mangueras seguían conectadas. Solté la unión de la bomba con la arteria, con la esperanza de que siguiera funcionando por sí sola y, al ver que no explotó inmediatamente, revisé los bolsillos de Nathan en busca de su teléfono celular, esperando encontrar sus mensajes con Rack. El teléfono estaba bloqueado y yo no conocía el código. Intenté algunos patrones al azar, luego me rendí, frustrado. En su lugar, usé el tiempo para limpiar, regresé las herramientas extra a su lugar mientras la manguera bombeaba gasolina al cuerpo de Nathan.

Un embalsamamiento químico podía tomar varios minutos, pero no necesitaba que se llenara todo el cuerpo, solo el corazón. ¿Cuánto tiempo llevaría eso? Volvía a pensar en largarme simplemente —meterme en el auto de Elijah y conducir lejos de allí—, pero no podía hacerlo. Matar era una decisión, tal como lo dijo Potash, y yo había tomado la decisión de matar a Rack. No podía permitirle continuar. Diez mil años de terror terminarían esa noche, y si tenía que morir para que eso sucediera… Miré a Brooke, su cabello rubio débil cayendo en mechones de su cabeza, su pálido cuerpo perdido en los pliegues de ese enorme abrigo. ¿Debería decirle que se fuera? ¿Su vida estaría en un peligro menor allí afuera del que estaba adentro? Era posible que yo tuviera que morir para matar a Rack, pero ella podría escapar. Le debía eso.

Era lo menos que podía hacer.

—Deberías irte —dije.

—¿Irme adónde?

—A cualquier lado. Escapar.

—Pero te amo.

—No, tú no…

—Sé que tú no me amas —dijo ella, y aunque no podía ver su rostro, pude sentir la emoción en su voz, ahogada y quebrada. Estaba llorando—. Eso no quiere decir que yo no te ame.

La miré un momento más, pero no dijo nada.

Un embalsamamiento completo toma cerca de cuatro litros de fluido por cada medio kilogramo del cuerpo. ¿Nathan pesaría cuánto, noventa kilos? ¿Cien? Intentaba calcular el flujo de volumen que correría a cuatro bares, preguntándome si podría hacerlo en mi cabeza, cuando Brooke se puso rígida de pronto.

—John…

Rack estaba llegando. Destrabé las pinzas y solté la bomba de la arteria, rociando gasolina por el suelo mientras corría al tanque, y lo cerré todo. Arrojé la manguera sobre la parte trasera del camión, escondiéndola, y regresé a Nathan, esparcí su sangre por la herida de su cuello, quité el destornillador, e hice todo lo que pude para que pareciera que su cuello había sido cortado durante una pelea. Parecía demasiado calculado, así que lo corté una vez más con mi cuchillo, sintiendo solo un rastro de la furia que me había provocado querer apuñalarlo antes. En realidad, todo lo que me quedaba era miedo. Brooke retrocedió lentamente, tomó mi mano cuando llegó a mi lado y ambos retrocedimos juntos hasta el fondo del garaje. Sostuve mi cuchillo en alto como si fuera una cruz, como si intentara protegerme de un vampiro. Me hacía sentir estúpido, pero bajarlo me hacía sentir vulnerable, así que lo mantuve en alto. Mejor estúpido que aterrorizado.

Rack dio vuelta lentamente por la puerta del garaje, un monstruo gigante, de más de dos metros de alto. Llevaba un abrigo negro largo, salpicado de sangre por encima de sus rodillas y una gruesa bufanda negra alrededor de su cuello y su rostro. Solo se veían sus ojos por encima de ella, brillando bajo la luz del único foco amarillo que teníamos en el lugar. Se detuvo frente a los cuerpos y nos miró.

A eso había llegado todo. ¿Lo había interpretado bien? ¿Había entendido la forma en la que trabajaba, pensaba y actuaba? Él nunca había perdido, no en diez mil años; estaba tan confiado en su propia fuerza que nunca sospecharía que una trampa mía podría funcionar. Le había dicho a Nathan que me retuviera allí porque quería hablar conmigo, y eso significaba que usaría uno de los cuerpos para hacerlo. Vamos, pensé, hazlo. Toma el corazón de Nathan.

La habitación olía a gasolina. ¿Realmente quedaría acabado por algo tan simple como la falta de una nariz?

Se desenroscó la bufanda, abrió su abrigo y pude ver otra vez el hoyo negro en lugar de su corazón. Él me observó en un silencio espeluznante mientras los gruesos tentáculos de su alma, negros como el carbón, salían hacia abajo…

… hacia Potash.

Los tentáculos aferraron el rostro de Potash, se metieron en su boca y hurgaron en su interior. Di un paso atrás, demasiado impactado para pensar con claridad. ¿Qué podía hacer? Solo tenía un plan. Había considerado todas las variables y me equivoqué. El cuerpo de Potash se sacudió y se retorció, luego su garganta se hinchó, su boca fue forzada a abrirse en una amplitud imposible y después su corazón rojo intenso surgió entre sus dientes, envuelto en tentáculos negros de ceniza. Rack levantó el corazón y lo llevó dentro de la masa de grasa en su pecho y, con un tono fantasmal, Potash comenzó a hablar.

—Me has brindado más satisfacción de la que esperaba —dijo la voz sin vida—. No había sentido tanta emoción por una cacería en mil años o más.

—¿Eso es todo? —tuve que reunir todo mi valor para hablar—. Me has mantenido con vida tanto tiempo hablando sobre un gran clímax final ¿y todo lo que harás es cazarme y matarme? —¿por qué no había tomado el corazón de Nathan? ¿Lo había interpretado tan mal? ¿Estaba intentando enviarme otro mensaje del que yo esperaba, o simplemente no le importaba qué voz usaba?

El Marchito estaba en pie, duro como una roca, observándome, mientras las suaves palabras sin vida salían en murmullos de la garganta de Potash:

—No quiero matarte, John. Quiero que te unas a mí.

No estaba allí por regocijo. Estaba allí para reclutarme.

De eso se había tratado todo, todas las cartas, los mensajes, las pistas y las provocaciones. Él no quería simplemente matarme, él quería que yo matara por él. Embalsamé el cuerpo equivocado porque malinterpreté completamente sus intenciones: él no usaría una voz que yo odiaba para un discurso de reclutamiento. Señalé el cuerpo de Nathan, mi cuidadosa trampa perfectamente intacta.

—¿Quieres otro Nathan Gentry? —pregunté—. ¿Otro siervo humano?

—Ya he cubierto mi dosis de siervos humanos —dijo la cabeza de Potash—. Estas marionetas tienen una utilidad limitada en la guerra que se avecina.

—¿Qué más puede ser? —pregunté—. ¿Quieres un… compañero? Te lo he dicho antes. No soy como tú.

—Pero podrías serlo —continuó. Los murmullos fantasmales llenaban la habitación—. Podemos celebrar otro ritual.

—No… —dijo Brooke.

—El momento se acerca —dijo Rack—. Las condiciones son las indicadas. ¿A qué renunciarías para convertirte en un Marchito?

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