El misterio de los siete goles en propia puerta
Capítulo 43
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—¡Luccien! —dije—. ¿Dónde estás?
—En París —dijo él tranquilamente, desde la pantalla, con su acento francés.
—Es conexión por skype —dijo la turca, como si yo fuera un ignorante.
—Ya sé lo que es skype —dije, aunque la verdad es que nunca lo había usado, solo había visto a mi hermano mayor hablar con sus amigos y sus novias desde el ordenador de casa.
El caso es que allí estaba Luccien. Eso era lo único importante. Todos los periodistas del mundo querían hablar con él, y yo lo tenía delante en ese momento.
—Yo contesto una pregunta a ti —dijo Luccien.
—¿Una pregunta solo? —dije yo.
—Una —dijo Luccien muy serio.
—Luccien es muy ocupado ahora —dijo Níhal, y me sonrió.
—Tengo prisa, Pakete. Tú piensa bien y haz pregunta a mí —dijo el francés—. Yo contesto la verdad, prometo.
¡Una pregunta solamente!
¿Qué le pasaba a Luccien?
¿A qué venía eso de una pregunta solo?
¿Se creía que era el niño más importante del mundo?
Bueno está bien: a lo mejor en esos momentos era el niño más importante y más famoso del mundo.
Pero ya que hablaba conmigo, por lo menos podría contestar tres o cuatro preguntas.
—Vamos, tú pregunta —dijo Nihal.
—Sí, sí, ya voy —dije.
Pensé que podía preguntarle por qué equipo había fichado. y por qué había dejado el Cranos así de repente.
¿Era cierto lo del París Saint-Germain? ¿O se iba al Manchester? ¿O al Real Madrid?
Si se iba al Real Madrid, entonces estaríamos muy cerca. Solo había que coger un autobús o un tren en Sevilla la Chica, y en veinticinco minutos estabas en Madrid.
Si hubiera allí algún periodista, seguramente sería lo que le habría preguntado.
«¿Por qué equipo has fichado?». Pero yo no era un periodista.
Me vino a la cabeza la pregunta que tenía que hacerle:
¿Por qué me dijiste que nosotros íbamos a ganar la final? ¿Tenía pruebas, o solo era una cosa que había dicho sin pensar? Esa era la pregunta correcta.
Tal vez así podría saber de una vez si había pasado algo raro con los goles en propia puerta.
Entonces miré a Nihal.
Luego miré a Luccien, y me pasaron por la cabeza un montón de cosas.
Sin saber porqué pensé en Helena con hache. Y en lo bien que se llevaba con Luccien. Y en ellos dos juntos en la playa, y luego, juntos en el campo de fútbol, y en el hotel. Y en muchos más sitios.
Ya no pude pensar más.
—¿Tienes pregunta o no? —dijo Luccien.
—Sí —dije yo muy seguro.
Respiré hondo y pregunté:
—¿Helena es tu novia?
Esa fue la pregunta que le hice a Luccien.
Del millón de cosas que le podía haber preguntado, le pregunté si Helena era su novia.
A lo mejor hay personas que no entienden por qué le pregunté eso.
A esas personas solo puedo decirles una cosa.
Si conocieran a Helena con hache y ella los mirase con esos ojos increíbles que son los ojos más grandes del mundo, entonces a lo mejor lo entenderían.
Nihal se rio, y Luccien se quedó con una cara muy extraña. Pero al fin contestó.
—Cuando yo estar en Benidorm, yo preguntar a Helena si ella quiere ser mi novia —dijo Luccien.
—Lo sabía —dije.
—Pero Helena contestar que no puede —añadió Luccien—, porque a ella gustar un chico de su equipo.
¿¡Qué!?
¿Un chico de su equipo?
—¿Qué chico gustar? —pregunté rápidamente—, o sea, ¿qué chico le gusta a Helena?
Luccien se encogió de hombros.
—Lo siento, Pakete, una pregunta solo —dijo—. Adiós, buena suerte, y se acercó a la pantalla, apretó un botón y su imagen desapareció. Sin más.
La pantalla del ordenador se quedó en negro.
—¿Tú contento? —me preguntó Nihal.
—¿Eh? ¿Por qué voy a estar contento?
—Porque todo el mundo saber que a ti gustar mucho Helena —dijo ella—, y ahora tú saber que a ella no gustar Luccien. Tú contento.
¿Cómo que todo el mundo sabe que a mí me gusta Helena? ¿Es que es algo que se comenta en Francia y en Turquía y en todas partes del mundo?
—No, no… Bueno, yo no… —dije, aunque en realidad no sabía qué decir.
—Callar —dijo Nihal. Se acercó a mí, me dio un beso.
El día anterior yo la había besado en el vestuario del Cronos. y ahora ella me había besado en el business center del hotel. Noté que me ponía rojo.
¿Qué me estaba pasando?
¿Me gustaba Helena?
¿Nihal?
No entendía nada.
—Mañana nos vemos en partido —dijo Nihal— y se fue corriendo de allí.