El misterio de los siete goles en propia puerta

El misterio de los siete goles en propia puerta


Capítulo 46

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Nos tocó sacar a nosotros de centro. Toni le pasó el balón a Helena.

Helena me miró con sus ojos enormes y me pasó a mí. Cogí el balón y decidí hacer algo distinto.

Algo que los del Cronos no se esperasen.

Ni me lo pensé. Simplemente, lo hice.

Solo llevábamos cinco segundos de partido. Todavía había mucha gente sentándose.

Yo tenía el balón en el centro del campo, y lo normal es que le pasara a alguno de mis compañeros.

Pero en lugar de eso, me concentré y disparé hacia la portería del Cronos con todas mis fuerzas.

Desde el centro del campo.

Creo que nunca había hecho algo así. Le di un tremendo zapatazo al balón. Con toda mi alma.

El balón voló hacia su portería.

Pasó entre los jugadores del Cronos… y si no hubieran estado muy atentos, a lo mejor incluso habría entrado en la portería.

El portero, que estaba al borde del área, tuvo que dar dos pasos atrás, y puso los puños por delante para despejar.

Todo el público gritó:

—Huuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy

El portero del Cronos, Larsson, estaba casi tan sorprendido como mis compañeros, y como yo mismo.

Entonces, Camuñas padre se puso en pie y empezó a cantar:

Soto Alto está contigo, Soto Alto ganará, y de repente, una gran ovación se extendió por toda la grada. Y veinte mil gargantas cantaron:

Soto Alto ganará, ra-ra-re,

Las paelleras retumbaron hasta varios kilómetros más allá. Noté cómo el propio Habermas, desde el banquillo del Cronos, me miraba muy sorprendido.

En la grada estaban Griselda Günarsson y la directiva del Cronos, y todos estaban en silencio, mirándome con los ojos muy abiertos.

Con ese disparo había dejado claro que no habíamos venido a ver cómo jugaba el Cronos.

Habíamos venido a jugar un partido de verdad. Fue un buen comienzo.

Pero luego se torcieron un poco las cosas.

Prácticamente no volvimos a tocar el balón en toda la primera parte.

El único que tocaba balón era Camuñas, para despejar y sacar de puerta.

Fue una auténtica avalancha del Cronos. Ataque tras ataque, nos encerraron en el área. Era un verdadero bombardeo.

Tiraban desde todos los sitios, y si no nos metieron ocho goles en la primera parte fue de milagro.

Defendíamos como podíamos.

Intentábamos cerrar los espacios.

Los perseguíamos por todas partes.

Alicia y Felipe no dejaban de gritar.

Pero no podíamos con ellos.

Parecía que la pelota fuera suya. y no querían soltarla.

Aguantamos como mejor pudimos durante toda la primera parte. Entonces, justo antes del descanso, sucedió lo que ninguno quería que sucediera.

Ni ellos.

Ni nosotros.

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