El misterio de los siete goles en propia puerta

El misterio de los siete goles en propia puerta


Capítulo 25

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Toni recogió el balón y salió disparado hacia la portería del Colci.

Los del Colci se habían quedado tan planchados con el fallo del penalti, que tardaron unos segundos en reaccionar.

Después de pasar el medio campo, Toni abrió el balón a la derecha.

Justo por donde corría la banda Marilyn.

Helena y yo también echamos a correr hacia el área. Perseguidos por los jugadores del Colci.

—¡La tijera, la tijera! —dijo Alicia desde la banda.

El desmarque de la tijera es una jugada en la que los dos delanteros entran al área al mismo tiempo, en diagonal, cruzándose para despistar a los centrales.

El desmarque nos salió bien, y el número 3 del Colci, que me cubría a mí, se fue detrás de Helena, y yo me quedé solo.

Sabía que Marilyn centraría al segundo palo, así que me fui directo a esa zona del área.

Tenía la vista fija en el balón. Preparándome para rematar. Si llegaba el balón, tenía que ser gol.

Entonces sentí una mano en mi espalda, y un golpe en la parte de atrás de mí rodilla. Era Maxi, el más rápido del Colci.

¡Otra vez él!

Había tirado el penalti, y ya había bajado a defender. De repente, sentí que me entraba la risa.

Cuando te dan ahí, la rodilla se dobla y te da la risa, qué le vaya hacer.

El caso es que me fui al suelo, y no se enteró nadie.

Justo en el momento en que Marilyn centraba.

—¡Penalti! —grité desde el suelo, pero nadie parecía oírme. Todos estaban pendientes del balón y del centro de Marilyn. Entonces sucedió.

El balón le cayó en el píe a Maxi, el jugador que había fallado el penalti, el mismo que me había tirado al suelo, y despejó el balón como pudo. Con todas sus fuerzas.

Con la mala suerte de que el balonazo me dio a mí. Rebotó y volvió hacía su portería.

Maxi se dio cuenta del error e intentó despejar otra vez. Pero ya no llegó a tiempo.

El portero estaba cubriendo el centro, y tampoco llegó.

Así que el balón…

Entró en su portería. GOOOOOOOL.

En las gradas se quedaron helados mientras todo mi equipo corría hacia mí.

Yo seguía en el suelo, sin poder creérmelo, y todos se apiñaran sobre mí hasta que me empezó a faltar la respiración.

Incluso Toni.

—Eh, que no puedo respirar —dije. Pero no me oían.

Estaban tan emocionados que solo pensaban en el gol. Yo también pensaba en el gol.

Pero, con todos encima, me estaba poniendo amarillo.

—¿Estás bien, Pakete? —dijo Camuñas, que se dio cuenta de que algo pasaba.

—Noooo —dije—. Me ahogo…

Todos se levantaron y por fin pude respirar.

Vi a mi madre, que me hacía gestos desde la grada. y Felipe y Alicia, que se abrazaban emocionados. No dio tiempo para más.

Los del Colci querían sacar de centro, pero el árbitro dijo que el partido se había terminado y pitó el final.

Discutieron un buen rato, pero el partido se había acabado, y no había más que hablar.

Soto Alto, 1 - Colci, 0.

Todos lo celebramos dando saltos y gritando. Ahora si.

Habíamos ganado.

Un momento…

¡Habíamos ganado el partido!

—¡Estamos en la final, estamos en la final! —dijo Tomeo, que corrió desde el banquillo para abrazarnos.

Aunque es muy grande y está un poco gordo, lo subimos a hombros y dimos la vuelta al campo con él encima.

No había hecho nada, y encima le habían expulsado, pero daba igual.

Estábamos en la final.

El único que no saltaba era Angustias.

—¿Y si lo celebramos mejor en el vestuario? ¡Esta gente nos va a matar!

Tenía razón.

En aquel momento, los hinchas del Colci y los de las paelleras invadieron el campo.

Por un momento pensé que venían a por nosotros. Pero en lugar de eso, se fueron a por el árbitro.

No sé por qué.

El árbitro había pitado un penalti a su favor. Había expulsado a Tomeo. Y no había hecho nada raro.

Pero los aficionados se fueron a por él.

El árbitro salió corriendo y la policía le ayudó a meterse en el vestuario, entre gritos e insultos.

En medio de todo aquel lío, vi al fondo al entrenador del Colci. Mostacho García caminaba solo por la banda.

Tocándose el bigote, y hablando solo.

Habían perdido contra un equipo desconocido, y encima, sin meter ningún gol.

Camuñas me empujó y echamos a correr hacia el vestuario. ¡Estábamos en la final!

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