El misterio de los siete goles en propia puerta

El misterio de los siete goles en propia puerta


Capítulo 37

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¡Habermas, Felipe y Alicia, juntos en la isla de Tabarca! Justo el día antes de la final, y se reunían en una iglesia perdida, donde nadie podía verlos. Ahora sí que estaba claro que algo raro ocurría.

Aquello no era una casualidad.

Habermas iba hablando por el móvil.

Se despidió con un gesto del hombre calvo y se fue de allí. ¿Qué tramaban?

¿Nos estaban traicionando nuestros entrenadores? Fuera lo que fuera, teníamos que averiguarlo.

Y otra cosa.

¿Dónde se habían metido Toni y Helena?

Se suponía que habían venido a investigar, y allí no había ni rastro de ellos.

¿Habrían ido a bañarse, o a tomar un helado, o qué?

Cuando fuimos al muelle para volver, por fin nos encontramos con Helena y Toni.

Tenían la ropa empapada de agua.

—¿Pero qué hacéis aquí? —dijo Helena, muy sorprendida.

—¿Y vosotros? ¿Dónde os habéis metido? ¿Por qué estáis mojados?

—Estábamos siguiendo a Felipe y Alicia, y se han metido en una iglesia, y entonces nos hemos quedado dormidos en unas rocas junto al mar mientras esperábamos —dijo Toni.

—Ha sido muy gracioso —dijo Helena.

—¿Qué tiene de gracioso dormirse? —pregunté.

—Estábamos dormidos y, de pronto, nos ha despertado una ola y nos ha empapado de agua —dijo Helena y los dos empezaron a reírse.

—Menos mal que alguien estaba despierto —dijo Camuñas—. Hemos descubierto que Felipe y Alicia se han reunido con Habermas.

Helena y Toni nos miraron con los ojos muy abiertos.

—¿Se han reunido en Tabarca con Habermas? Aquella sí que era una pista muy importante.

—¡Pero se puede saber qué hacéis con la ropa mojada! —dijo mi madre.

Parecía muy enfadada.

Les dijo a Toni y Helena que era la última vez que se iban solos a ninguna parte sin avisar.

Y que iban a coger una pulmonía, con toda la ropa empapada.

Y que si volvían a escaparse, se les iba a caer el pelo.

—Corre, corre, Juana, que no llegamos —dijo Quíque. y todos echamos a correr.

El ferry de vuelta estaba a punto de salir. Era el último del día.

Helena y Toni llevaban la ropa completamente mojada.

Aunque les habían echado la bronca, parecía que se lo habían pasado muy bien.

En el viaje de vuelta no dijeron nada.

De vez en cuando, se miraban y sonreían. No habían investigado mucho.

Pero no parecía importarles.

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