El horror según Lovecraft (vol. I)

El horror según Lovecraft (vol. I)


Guy de Maupassant

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Guy de Maupassant

¿QUIÉN SABE?

(Qui sait?, 1890)

No es de extrañar que un maestro del relato corto como Maupassant, de tan variado espectro temático, haya sido tentado alguna vez por el género terrorífico. Lo singular es la índole misma de esta opción, inseparable de su alma enferma, que, apartándose de escuelas y clichés preestablecidos, propone un estilo propio, naturalista diríamos, en el que el terror no es algo inventado, sino más bien el reflejo de una desgarradora vivencia del escritor. El miedo, la angustia, las alucinaciones de todo tipo: en suma, todas y cada una de las obsesiones que aparecen recurrentemente en sus cuentos le pertenecen. Son fantasmas de su mente que trata de conjurar, se diría, al describirlos casi clínicamente.

Nacido en Normandía, Henri René Albert Guy de Maupassant (1850-1893) estudió derecho en París, participó en la guerra franco-prusiana y durante un tiempo fue funcionario, primero del ministerio de Marina y luego del de Instrucción Pública. Influenciado por Flaubert, quien le animó a escribir sus primeros cuentos, su entrada en el círculo de Zola le decidió por la carrera literaria, con la que pronto obtendría un fulgurante éxito, truncado prematuramente a los cuarenta y un años por unos trastornos mentales, de origen sifilítico, que, tras atroces padecimientos, le llevaron a la demencia. Internado finalmente en un manicomio, falleció dos años después en medio de terribles convulsiones, similares a las que relató en sus cuentos fantásticos con tanta sinceridad como desesperación.

Una personalidad así era difícil que se le escapara a Lovecraft, pese a que sus lecturas en lenguas no germánicas debieron escasear más de lo que él mismo solía reconocer. A su entender los cuentos de horror de Maupassant «poseen el más vivo interés e intensidad, y sugieren con fuerza maravillosa la inminencia de indecibles terrores y el acoso implacable… de espantosos y terribles representantes de las negruras exteriores». «¿Quién sabe?» fue el último que escribió, si no el mejor. Apareció en el «Echo» de París en abril de 1890, pocos meses antes de que el agravamiento de su dolencia le anunciara la tan temida amenaza de una próxima locura. El título, repetido reiteradamente a lo largo del texto a modo de cantinela, resume la angustia y el terror ante los misterios de la vida que atenazan al protagonista, un «solitario por temperamento y por costumbres», víctima de un delirio paranoico mucho más sobrecogedor que cualquier horror procedente del más allá.

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