El génesis

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37 – La mujer de Putifar (Génesis 39, 1-23)

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37 – La mujer de Putifar
(Génesis 39, 1-23)

Dejemos por ahora a los hermanos de José fornicando como locos y acerquémonos a José, a ver en qué gastaba su tiempo mientras tanto, en casa de Putifar. ¿Fornicaría como un loco en un hogar con un nombre tan sugerente? (Imaginen que son Ustedes camioneros y en mitad de la carretera se encuentran una casa con el cartel: «La casa de Putifar»; aunque el cartel no fuera un fluorescente, ¿a que pensarían que es un hogar de Mujeres Públicas?).

Sin embargo, la exquisita educación de José le impedía fornicar sin freno, o al menos fornicar con la mujer de Putifar. Según cuenta la Biblia, aunque José entró a trabajar en casa de Putifar con un rango más bien bajo (esclavo de 3ª clase), Yaveh estaba con él, por lo que enseguida José mostró sus dotes de administrador, otorgadas por Él y pulidas con una estancia en la Nazareth School of Economics y un MBA en la Universidad de Canaán. Poco a poco Putifar, conforme su Casa prosperaba sin cesar gracias a los buenos oficios de José, fue confiando más en su esclavo, hasta que al final, y aunque la Biblia no lo diga explícitamente («José le cayó en gracia a su amo, quien lo retuvo junto a él (…) el egipcio dejó que José administrara todo cuanto poseía, y ya no se preocupó más que de su propia comida»), se entregó a él en cuerpo y alma.

Porque José no sólo era un buen administrador, sino también, según los parámetros de la Biblia, un machote. Pese a ello, en repetidas ocasiones se negó a yacer con la mujer de Putifar, eludiendo los intentos de ésta, que ocultaba sus intenciones tras un florido discurso pleno de metáforas y circunloquios propio de los egipcios: «Acuéstate conmigo». Según explica la Biblia, la auténtica virilidad reside en negarse a tomar a la esposa de otro, y por tanto José, negándose a practicar sexo, por mucho que de ahí pudieran salir hijos como las estrellas del firmamento, estaba comportándose como un hombre. No deja de sorprendernos que lo que es positivo en José (no acostarse con la mujer de otro) lleve al Señor a exterminar a Onán con un rayo (vean nuestro anterior capítulo). La diferencia estriba, sin duda alguna, en que en el caso de Onán es su padre quien le alienta a yacer con su cuñada, mientras que con José es la mujer de Putifar la que quiere fornicar, la muy puta. Si es que ya lo decía Adán y el típico camionero que se acercaría a una Casa de Putifar en la actualidad, todas las mujeres son unas salidas y «en realidad les gusta».

En cualquier caso, sin duda a la mujer de Putifar «le gustaba», y no paraba de insistirle a José; pero este, que, suponemos, ya tendría bastante con las frecuentes visitas del propio Putifar, se negaba con un argumento moral impecable y revelador: «Mi señor confía tanto en mí que no se preocupa para nada de lo que pasa en la casa, y ha puesto en mis manos todo lo que tiene. Aquí tengo tanto poder como él. Nada me ha prohibido, excepto a ti, porque eres su esposa». Es decir, salta a la luz lo que sospechábamos. Putifar pone en manos de José «todo lo que tiene», salvo a la mujer. Nada se dice del propio Putifar, que debería llevar, a la luz de los hechos, una relación homosexual muy equilibrada con José, pues este tenía «tanto poder como» Putifar.

Pero estas razones fueron ignoradas por «la mujer de Putifar» (observen que las mujeres no tienen nombre en la Biblia, pues «todas son iguales»), que finalmente, no pudiendo controlar su líbido, se lanzó encima de José, y aunque éste escapó, dejó la ropa en manos de la mujer de Putifar. No deja de sorprendernos que dicha hembra tuviera fuerza para arrebatarle el vestido a José, pero el asombro se queda corto al comprobar la mujer de Putifar que sólo por este escarceo «José se había corrido» en su ropa. Pocos adolescentes, por muy salidos que estén, podrían llegar tan lejos. José, el machote, redefinió el concepto de la eyaculación precoz, al igual que haría Onán con la masturbación y casi cualquier personaje de la Biblia con alguna faceta de la sexualidad.

La mujer de Putifar aprovechó las manchas de ropa en el vestido de José, que ella poseía, para irle con el cuento a Putifar de que José había intentado violarla, diciendo algo así como: «fue horrible, estábamos en el despacho Oral y comenzó a encorrerme, hablándome de las tensiones a que su cargo administrativo le tenían sometido y quejándose de que su pareja no le dejaba satisfecho». Putifar, cabreadísimo no tanto por el supuesto intento de violación como por el mal lugar en que le dejaban a él mismo las referencias de José a su vida sexual juntos, ordenó encarcelar a José. Pero no crean que allí nuestro icono gay lo pasó mal: «La interpretación de los sueños».

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