El don de Zeus

El don de Zeus

Ángel Gabriel Cabrera

Cuentan los escritos más antiguos de la Mitología Griega que Zeus, el dios del rayo y la más poderosa de todas las deidades de Grecia, deseaba dotar a los humanos con energía infinita. Para ello, usaría el poder ilimitado de sus rayos.

Cuando se disponía a dar rienda suelta a su plan, su hermano Poseidón, el dios del mar, intervino ante él:

–Alto, Zeus. ¿Por qué yo, que soy el dueño del mar y que trabajo incansablemente por su bienestar, debo soportar que mis fuerzas flaqueen y las de los mortales no? Hermano, eso sería injusto. Somos superiores a todas las criaturas que existen en el mundo. No pueden ser mejores que nosotros en nada de lo que hagan.

Y, dicho esto, se marchó.

Zeus, mientras tanto, bajó a la Tierra –dueño de su propia voluntad y de su poder– a brindarles la energía inagotable a los humanos, pero, cuando quiso tomar los rayos de su carro, notó que ya no estaban.

“Seguramente se los robó algún sirviente de Poseidón” pensó, y marchó al Olimpo a buscarlo.

Luego de la ardiente batalla, Poseidón fue derrotado, pero Zeus, luego de recuperarlos, había agotado todos sus rayos y truenos para conseguir la victoria, y por eso no les pudo conceder a los humanos el tan ansiado don.

Es ésa la razón de que el hombre, al igual que un dios, también agote su fuerza y contemple el cielo, en busca, una vez más, de aquel tesoro perdido.

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