El diario de Bridget Jones
AGOSTO, Desintegración » Miércoles 16 de agosto
Página 101 de 158
MIÉRCOLES 16 DE AGOSTO
Terrible noche. Me he despertado una y otra vez empapada en sudor, víctima de un ataque de pánico porque no recordaba la diferencia entre los Unionistas del Ulster y la SDLP, ni en cuál de los dos grupos está metido Ian Paisley.
En lugar de hacerme pasar rápidamente al despacho para conocer al gran Richard Finch, me dejaron sudando en la recepción cuarenta minutos, pensando «Oh, Dios mío, ¿quién es el Ministro de Sanidad?», antes de que me viniese a buscar la secretaria cantarina, Patchouli, que lucía pantalones de ciclista de licra y arete en la nariz y que palideció al ver mi traje Jigsaw, como si, en un secreto y malentendido intento por parecer formal, yo hubiese aparecido en un traje de noche de Laura Ashley de seda salvaje.
—Richard dice que vayas a la conferencia, ¿entiendes? —murmuró, caminando muy deprisa por el pasillo, mientras yo correteaba detrás de ella.
Entró de golpe por una puerta rosa en una oficina muy grande llena de pilas de guiones desparramados por toda la habitación, pantallas de televisión colgadas del techo, gráficos por las paredes y mountain bikes apoyadas contra las mesas. Al fondo de la sala había una gran mesa ovalada donde se estaba llevando a cabo la reunión. Todos se dieron la vuelta y se nos quedaron mirando, mientras nos acercábamos.
Un hombre regordete de mediana edad y cabello rubio rizado, con una camisa tejana y gafas rojas de Christopher Biggins, estaba gesticulando al final de la mesa.
—¡Venga! ¡Venga! —estaba diciendo, con los puños levantados como si fuese un boxeador—. Estoy pensando en Hugh Grant. Estoy pensando en Elizabeth Hurley. Estoy pensando en cómo puede ser que hayan pasado dos meses y ellos sigan juntos. Estoy pensando cómo puede ser que él se salga con la suya. ¡Eso es! ¿Cómo puede ser que un hombre con una novia que está tan buena como Elizabeth Hurley pida que una prostituta le haga una mamada en la vía pública y que no le pase nada? ¿Qué ha pasado con la legendaria mala leche de la mujer engañada?
No me lo podía creer. ¿Y lo del gabinete en la Sombra? ¿Y qué hay del Proceso de Paz? Evidentemente, ese hombre estaba intentando saber cómo poder conseguir acostarse con una prostituta sin sufrir las consecuencias. De repente, me miró directamente.
—¿Tú lo sabes? —todos los jóvenes grunge que estaban en la mesa se me quedaron mirando—. Tú. ¡Tú tienes que ser Bridget! —gritó con impaciencia—. ¿Cómo consigue un hombre con una novia guapísima acostarse con una prostituta, ser descubierto y que no le pase nada?
Me entró el pánico. Se me quedó la mente en blanco.
—¿Y? —me dijo—. ¿Y bien? Venga, ¡di algo!
—Bueno, quizá —dije, porque era lo único en lo que pude pensar—, porque alguien se tragó las pruebas.
Hubo un silencio sepulcral, entonces Richard Finch empezó a reír. Fue la risa más repulsiva que había oído en mi vida. Entonces empezaron a reír todos los jóvenes grunge.
—Bridget Jones —dijo al final Richard, secándose las lágrimas—. Bienvenida a ¡Buenas tardes! Toma asiento, querida —y entonces me guiñó el ojo.