El Chico Del Tren

El Chico Del Tren

Comunidad 2-Spirits
El texto que estas a punto de leer puede ser o no un producto de la imaginación y no necesariamente representa la vida real. Se recomienda discreción.
Hoy era uno de esos días en que si el despertador hubiera sonado 30 minutos más tarde me hubiera dado la vida. Bueno, en realidad como casi cualquier día, pero me tocaba ir a la oficina y no podía poner más excusas para quedarme otro día más teletrabando. Además me apetecía ver a más gente que no fuera a mi marido y a mi perro.

Eran las 7 de la mañana y ya estaba en el andén esperando que llegara el tren dirección a Barcelona. Me esperaban 45 minutos de viaje en compañía de mi kindle en el que la noche anterior me había descargado un libro repleto de relatos eróticos. Estaba convencido de que leer ese tipo de libro en el tren no iba a ser buena idea pero tenía mucha curiosidad.

Llegó el tren y mi intención era situarme en algún lugar del tren donde nadie pudiera ver lo que estaba leyendo pero a esas horas era misión imposible. Suerte tendría si encontraba un sitio libre para sentarme.

La suerte estaba de mi lado. Me senté, cogí mi libro y quise empezar a leer sin antes dar un vistazo a todas las personas que estaban en el tren. Tengo que confesar que es uno de mis deportes favoritos. Observar a la gente con sus caras de sueño y revisar su forma de vestir por si encontraba algún modelo que pudiera imitar. Me encantaba buscar si algún chico utilizaba pantalones bien ajustados, con rotos en las piernas, pantalones cortos y sobre todo, lo que me ponía más eran las zapatillas de deporte. Encontrarme con unas zapatillas blancas sin calcetines era mi sueño de todas las mañanas.

Mire a izquierda y derecha pero en esta ocasión la gente que iba en el tren se notaba que iban a trabajar y la media de edad era muy elevada para mí. Los chicos jóvenes suelen coger el tren más tarde para ir al instituto o la universidad.

Bajé la cabeza y centré la vista en mi lectura.

Después de tres estaciones entraron por la puerta un par de zapatillas blancas nike con unos tobillos sin calcetines y con un pantalón tejano azul muy estrecho con la costura inferior completamente desgastada e irregular. Mi corazón dio un salto, seguido de mi polla que noté que empezaba a moverse ella solita.

Las zapatillas se movieron hacia donde yo estaba pero, pasaron de largo pudiendo observar lo siguiente que me gusta más de un tío que no era otra cosa que los gemelos. Se le notaban unos gemelos definidos y bien marcados. Volví a bajar la mirada para observar las zapatillas cuando unas piernas con unos zapatos de tacón no muy altos se interpuso entre mi espacio y lo que para mí se había convertido en el deseo de esta mañana.

No pude remediarlo y me moví de un lado a otro para volver a tener a tiro esa magnífica visión, pero no lo conseguí. Decidí elevar mi mirada y así ver si podía admirar en su totalidad a quien pertenecían esas zapatillas, tobillos y gemelos. Ahí estaba, el chico más guapo que había visto en mucho tiempo. Pelo largo por el flequillo y más corto por la nuca. Despeinado, pero sin un pelo fuera de su sitio. Barba de 3 días perfilada y con unas gafas sin montura que le daban un toque muy sofisticado. No creo que tuviera más de 25 años, mi edad ideal. Bajé un poco la mirada y llevaba una camiseta blanca de pico algo ajustada y en su cuello una cadena de plata muy fina y para mi gusto, excesivamente larga. Quería ver donde terminaba pero solo pude imaginarlo. Estaba seguro que hacía algún tipo de deporte, no estaba muy fuerte pero marcaba brazos. Volví a su cara para observar detenidamente y sin yo quererlo cruzamos la mirada. Se había dado cuenta que lo estaba mirando con detenimiento. Mi polla, mi corazón, todo mi cuerpo dio un salto y casi se me cae el kindle al suelo.

En ese momento este adonis cogió a la chica que tenía enfrente y le dio un pico. Ahí ya no supe que hacer más que volver a dirigir la mirada a mi kindle y empezar a leer pero mi cabeza me dijo “te quiere calentar”, sabía que tenía que parar mis pensamientos o si no mi cabeza empezaría a pensar cosas raras y no podía ser. Además, seguro que me equivocaba.

Volví a mirarlo y ahí estaba besando a la novia apasionadamente mientras me miraba, o eso era lo que imaginaba que estaba pasando.

Decidí leer y pasar de él por completo pero sus bambas blancas volvieron a estar en mi ángulo de visión mientras mantenía mi cabeza baja leyendo el título del relato una y otra vez. Era incapaz de pasar de ahí, mi nivel de concentración era nulo.

Faltaban dos paradas para llegar a mi destino. En ese momento veo cómo los dos se dirigen a la puerta y pasan por mi lado, ella delante y él detrás. Al pasar veo como se le cae un billete de tren, sin pensarlo dos veces lo cojo y le digo “perdona, se te ha caído esto”. Veo cómo se detiene, me dió la sensación que el tiempo pasaba en cámara lenta, se giró y me dijo “no es mío, MIRÓN”. Me quedé de piedra, bueno yo y el resto del tren que no dejaron de mirarme y cuchichear hasta llegar al fin del trayecto. Como no sabía que hacer, cogí el billete para disimular y no dejarlo en el suelo y evitar que a parte de mirón, me llamaran guarro.

Llegué al final del trayecto. Notaba que mi cara continuaba roja. Estaba intentando evitar las miradas de todos los que habían visto el numerito de ese chico que para mí se había convertido en la obsesión de la mañana. Salí casi corriendo del tren en dirección al metro deseando que todo el mundo fuera en dirección a otra línea de metro y no volvernos a encontrar.

Al subir corriendo las escaleras me di cuenta que quien no quería evitar miradas era mi polla, seguía erecta desde el momento en el que el chico del billete de tren me gritó mirón. El pantalón tejano que llevaba me estaba molestando, me rozaba y hacía que mi polla estuviera demasiado apretada, me estaba molestando y además pensaba que ese bulto era demasiado visible. Me daba la sensación que todo el mundo me estaba mirando, y seguramente no era así.

Después de 3 paradas llegué a mi destino. Notaba que mi polla seguía tiesa y lo que era peor la notaba excesivamente mojada. Sabía que eso no eran imaginaciones mías, ya que yo cuando me excito parece que me mee encima. Corrí para llegar a la oficina lo antes posible para ver si podía llegar el primero de todos y así ver qué podía hacer para solucionar tanto esa carga, como poder secar todo lo mojado que estaba lo para no manchar el pantalón.

Por suerte al entrar a la oficina no había nadie. Desactive la alarma y corrí a mi mesa. Estaba lejos de la entrada con lo que podría estar tranquilo. Además, en la oficina en esa parte no habían cámaras de seguridad con lo que sabía que nadie podría verme. Dejé mi mochila encima de la mesa, la abrí y busqué los pañuelos de papel que siempre intentaba llevar encima para este tipo de cosas. Me senté, desabroché mi pantalón y lo bajé hasta las rodillas. Ante mí quedó a la vista el abultado paquete dentro de un tanga de colores completamente mojado. Sabía que por mucho que secara mi polla dura no serviría de mucho, así que pensé que lo mejor era quitarme el tanga y ya vería que hacía con él. Me quité las bambas y me quité el pantalón lo más rápido que pude. Temía que alguien llegara en ese momento. Me quité el tanga y lo puse a un lado y acto seguido me puse nuevamente el pantalón hasta las rodillas por si venía alguien tuviera tiempo de subirlo y disimular. En ese momento volvió a mi mente el chico del tren. La visión de sus zapatillas, sus tobillos sin calcetines, sus gemelos, sus piernas en los pantalones estrechos, su camiseta, su cara perfecta, su mirada y su pelo volvieron a estar presente como si lo tuviera nuevamente a pocos metros de mi. Mi polla volvió a saltar y noté como volvía a empaparse de nuevo. Vi cómo el líquido preseminal transparente caía por la punta de mi polla. No podía más. Si ahora subía el pantalón lo mojaría seguro.

En ese momento oí como en la puerta de la entrada alguien estaba introduciendo la llave. Recé para que no fuera ningún chico del departamento técnico y que fuera alguien del almacén que quedaba mucho más lejos de mi lugar de trabajo. Escuché un ‘Hola, buenos días’ a lo lejos, pero no identifiqué la voz. Salté, cogí el paquete de pañuelos de papel y los puse todos en la punta de mi polla para que absorbieran todo lo que estaba saliendo de ella y subí mi pantalón lo más rápido posible. Lo conseguí justo a tiempo, ya que vi que uno de los chicos del departamento técnico venía hacia mí. Tendría compañía en menos de 20 segundos.

Así fué, en nada vi como asomaba Luis por el pasillo, ya me estaba viendo al fondo. Levanté la mano para saludar. Luis hizo lo mismo. Venía con su cara sonriente como siempre. Y como no podía ser de otra forma el chico más guapo de toda la oficina tenía que ser el primero en llegar, además se sentaba a dos mesas de distancia. Llevaba unas bermudas a medio muslo tejanas estrechas y por si no fuera suficiente yo tenía un calentón de campeonato por culpa del chico del tren.

Luis dejó su mochila en su mesa y sin casi parar se dirigió hacia donde estaba yo. Mi polla, mi corazón, todo mi cuerpo volvió a dar un salto. Ahora no podía imaginar por qué venía hacia mí. Se paró justo al llegar a mi mesa, se agachó, cogió algo del suelo y me lo dió diciéndome “cómo pierdas el billete no podrás volver a casa”. En ese momento reconocí que el billete que me estaba dando no era el mío si no que era el del chico del tren. Seguro que se me cayó del bolsillo del pantalón al ir corriendo a mi sitio. Respiré con más tranquilidad cuando Luis se dio la vuelta y se dirigió a su mesa. La tranquilidad duró unos segundos ya que me pude fijar en el hermoso culo de Luis, intenté bajar la mirada pero fue peor ya que mi mirada cayó en el dragón que tenía tatuado en uno de sus gemelos. Sin darme cuenta solté un suspiro más fuerte de lo que me esperaba porque Luis giró la cabeza y me vió mirando sus piernas rasuradas.

Retiré la mirada y miré el billete que tenía en mi mano. No podía creerlo, parecía de película, pero en la parte de delante había un número de teléfono. Lo primero que pasó por mi mente es pensar que el número de teléfono era del chico del tren, pero no podía ser porque no lo había visto escribir nada en el corto tiempo que estuvimos juntos, pero podía ser o, quien sabe a lo mejor el teléfono era de otra persona, no podía asegurarlo.

Yo estaba hecho un flan. Pensaba en el chico del tren en sus piernas, en el número de teléfono y a pocos metros tenía a Luis que siempre me había llamado la atención, pero no lo había mirado con unos ojos tan lascivos como hasta este momento. Si dejaba volar mi cabeza y a mi cuerpo actuar según lo que se imaginara, me hubiera bajado los pantalones delante de Luis esperando a ver qué pasaba, pero eso no podía ser.

Luis tenía novia, o al menos eso siempre había dicho, pero cuidaba en exceso su imagen y aunque suene a tópico, eso siempre me había hecho dudar de sus tendencias sexuales. Él sabía de sobras que yo era gay, nunca lo había escondido con lo que me podía imaginar que si él también lo fuera me lo hubiera comentado en algún momento.

Hoy era martes, el día con menos afluencia en la oficina. Seguramente estaríamos solos en nuestra sala durante todo el día. Luis ya tenía en su pantalla líneas y líneas de código que ocupaban las 32 pulgadas de pantalla con las que trabajaba. Yo podía ver su pantalla pero él no podía ver la mía ya que yo me sentaba un poco más atrás que él. Estaba pensando en guardar el teléfono del chico del tren y mandarle un whatsapp para ver qué pasaba, pero no me atrevía. Cada vez que pensaba en ese chico y en sus zapatillas mi polla saltaba y sabía que no era lo mejor ya que continuaba sin el tanga puesto y además el papel que me había puesto para mantenerme seco, me estaba empezando a molestar. Tenía que ir al baño, si o si.

Me levanté de mi mesa, cogí el tanga, lo guardé en mi bolsillo y le dije a Luis que iba al baño. Realmente no se porque se lo dije, podría haber ido sin decirle nada pero supongo que quería que de alguna forma me cubriera en caso de que alguien preguntara por mi. Luis siguió mirando su pantalla repleta de líneas de código y me dijo “lo dices porque quieres que te acompañe”. Me quedé helado, inmóvil, rojo y mi cuerpo, que ya llevaba mucho rato caliente reaccionó de una forma que no lo había hecho nunca. Noté como mi polla crecía y crecía sin parar a la vez que empezaba a chorrear de una forma imparable. Notaba como si me estuviera orinando y en parte así fue. Los pañuelos ya no eran capaces de absorber más y se empezó a notar como el pantalón empezaba a oscurecerse por la parte de la entrepierna. Luis me miró y bajó sus ojos directamente a la polla y no se le ocurrió otra cosa que sacar ligeramente la lengua y humedecer sus labios rosados. Eso no me ayudó para nada e hizo que me encendiera más y más. El chico del tren había pasado a una mejor vida.

Luis se levantó, vino hacia mí, se puso a unos 40 centímetros, me miró fijamente y sin mediar palabra extendió su mano hacia mi durísima polla. Palpó el tejano sin apretar mucho y después, al notar el trozo de carne bajo el tejano húmedo apretó con fuerza unos segundos. Me parecieron minutos, quería que me soltase lo antes posible porque si no sabía que me iba a correr sin poder contenerme. Soltó el paquete y se llevó su mano directamente a la cara, la acercó a su nariz, respiró profundamente el olor de todo el líquido que empapaba el pantalón. Cerró los ojos y manteniendo los ojos completamente cerrados chupó la palma de su mano.

Yo pensaba que me moría ante esa imagen. Ver a Luis oler el líquido que acababa de salir de mi polla y además chupar todo el líquido que el chico del tren me había provocado, aunque gran parte de lo que me estaba pasando había sido culpa de él, estaba haciendo que me volviera loco. Estaba pendiente de la puerta de la entrada por si alguien entraba del almacén, pero de momento estaba teniendo suerte. Los que faltaban por llegar parecía que hoy martes se lo tomarían con calma.

Luis salió de su trance, volvió a mirarme a los ojos y acercó su mano a mi cara. En ese momento me dijo “¿crees que esto es normal? ¿No te da vergüenza? ¿Tú crees que ahora podré mirarte con los mismos ojos?” Yo no sabía qué hacer ni cómo actuar. Solo quería desaparecer. Respiró profundamente y me dijo “Me has puesto a 100 y ahora quiero lo que he deseado hace mucho tiempo y es comerme tu polla”, ahora sí, ahora pensaba que me iba a correr sin que me tocara y sin nada más que escuchar que me deseaba desde hace tiempo.

No se me ocurrió otra cosa que decir “tus deseos son ordenes para mi”. Luis me miró con cara de sorpresa, eso me gustó, pero lo que no sabía es que estaba marcando la relación que mantendría a partir de ahora con mi compañero de trabajo.

Baje mi mano izquierda al botón de mi pantalón y con una sola mano lo desabroché y bajé la cremallera sin pensarlo. Con solo un movimiento de cadera mi pantalón se deslizó hasta el suelo. Los pañuelos mojados, que hasta ahora estaba intentando absorber todo el líquido que salía de mi polla cayeron al suelo. Luis desvió la mirada para ver qué era. Sin levantar la vista del suelo me dijo, “veo que hoy estás muy caliente”, yo no dije nada. A lo que Luis levantó su voz “¿no tienes nada que decir?”. Me quedé muy sorprendido, Luis no era un chico que elevara la voz a nadie, todo lo contrario, siempre había sido muy tierno y tengo que reconocer que esa nueva faceta de Luis me estaba poniendo más. Lo mire y con voz muy pausada y temblorosa le dije que me habían pasado muchas cosas esta mañana como para estar así de caliente. Luis sonrió y bajó su mirada a mi polla que formaba un ángulo de 90 grados con mi cuerpo.

Luis miró mi polla y descubrió el piercing que atravesaba mi glande. Un gran Príncipe Albert que ya formaba parte de mi anatomía después de que hace 3 años tomara esta loca decisión. A Luis pareció no importarle ya que su mano derecha fue directamente a coger el piercing y tirar de él hacia arriba ligeramente. Ahora si que estaba alucinando.

Luis tocó mi lubricado capullo, llenó su mano de ese líquido pegajoso y lo restregó por toda mi polla hasta llegar a mis huevos donde descubrió mi segundo piercing. Luis me volvió a mirar a la cara y sonrió. A continuación empezó a mover su mano hacia adelante y atrás. Luis me estaba haciendo el pajote del siglo. Yo no pude hacer más que empezar a jadear, inclinar la cabeza para atrás y cerrar los ojos.

Tenía una mezcla de sentimientos, vergüenza, placer, sorpresa… era una sensación muy extraña pero tan placentera que lo que no quería es que terminara. Temía que llegara alguien y Luis parara. Lo único que podía hacer era no moverme y procurar concentrarme para no correrme. En ese momento noté su respiración en mi pubis, se acababa de agachar. Estaba contento de que llevara mi polla completamente rasurada, no sabía si le gustaría, pero siempre he pensado que ir sin pelos en la polla es más agradable y erótico que encontrarse una mata de pelo.

No quería abrir los ojos pero me imaginaba cómo Luis estaba mirando mis piercings y temía que le diera miedo probarlo y meterse en la boca mi polla, que estaba más dura que nunca. Mi cabeza intentaba calcular el tiempo que había pasado desde que entramos hasta ese mismo instante para saber cuando llegaría la siguiente persona a la oficina. Era imposible calcularlo y menos cuando noté la lengua de Luis recorriendo toda mi polla. Desde la punta hasta mis huevos. Estaba dudando si era la primera vez que jugaba con una polla coronada con un piercing porque sus lamidas tenían muy en cuenta mover el piercing a un lado y a otro, cosa que estimulaba mi uretra y me hacía sentir en una nube de placer. Sin pensarlo bajé las manos y las puse en la cabeza de Luis, era la primera vez que sentía su piel. Me encantó y creo que a Luis también ya que noté como se metía toda la polla hasta el fondo.

Creo que no podía sentir más cuando escuchamos la puerta de la entrada. Quise dar un salto para atrás para retirar la polla de su boca. Luis me cogió del culo y evitó que me retirara. Me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Escuché a lo lejos como Esteban entraba en la oficina y gritaba “buenos días”. El desde donde estaba era imposible que nos viera a no ser que viniera hacia nuestra sala y todavía hubiéramos tenido algo de tiempo para disimular porque sabríamos que vendría por el pasillo. Luis con sus dos maños me cogió los glúteos con fuerza para que no saliera corriendo. Me miró y dijo “Buenos días… ¿Qué tal?” A lo que Esteban le contestó que estaba bien y que había llegado tarde por culpa del tren como ya había pasado en otras ocasiones. Yo quería escapar, subirme el pantalón y hacer como que no había pasado nada, más que nada para que nadie nos encontrara con las manos en la masa.

Luis se dió cuenta de que quería escapar y no se le ocurrió otra cosa que con uno de los dedos que tenía en mi culo buscar mi preciado agujero. Yo me quedé paralizado y sabía que si lo encontraba a partir de ese momento podría hacer conmigo lo que quisiera y así fué. Luis parecía muy habilidoso encontrando ese tesoro preciado porque no le costó mucho con una de sus dedos acariciar mi culo que estaba ya deseoso de que algo lo tocara. Lancé un suspiro al aire. Luis volvió a meterse mi polla en la boca hasta el fondo. Empezó a moverse más rápido de lo que lo estaba haciendo hasta el momento a la vez que empujaba con su dedo para entrar dentro de mi cuerpo.

Yo noté que no podía aguantar mucho más. Me puse muy nervioso y quise apartar a Luis de mi polla. No creía que el primer contacto sexual que tuviera conmigo dejara que me corriera en su boca. Luis me miró y ví como movía su cabeza hacia arriba y abajo, con lo que entendí que sí, que sí que quería que me corriera, que sí esperaba toda mi leche en su boca, que sí quería que terminara para saborear mi néctar, que sí quería sentir mis embestidas silenciosas en su garganta.

Le cogí sus manos y las hundí en mi culo para que metiera lo que pudiera su dedo en mi culo. Lo entendió a la perfección porque no tardó en meter dos falanges de su dedo dentro de mi culo. Pasé mis manos sobre su cabeza y le indiqué que se moviera de forma compasada. No quería correrme, quería disfrutar del momento, pero no podíamos seguir sabiendo que el resto de los compañeros podían venir a la oficina en cualquier momento.

Le dí unos golpecitos en su cráneo para que entendiera que mi leche estaba a punto de entrar directamente en su garganta y así fué. Noté como los dedos de los pies se convertían en garras e intentaban sujetarse al suelo sin conseguirlo. Noté como un escalofrío recorría toda mi espalda y sentí como mi leche salía a toda velocidad de mi polla que empezaba a dolerme por estar tan dura y por el mucho rato que llevaba en ese estado. Vi como unas lágrimas salían de los ojos de Luis. Pensé que lo estaba ahogando, pero él no se retiró ni un segundo, todo lo contrario. Hundió más mi polla en su garganta y tragó hasta la última gota de toda mi leche. Yo creo que no me había corrido tanto en mi vida como en este momento.

Terminé mis espasmódicos movimientos intentando no hacer nada de ruido y solté suavemente la cabeza de Luis con una caricia para que supiera que ya no iba a salir ni una gota más, pero parecía que quería más, ya que cogió con sus manos mi polla desde la base por la parte de abajo y apretando desde la base hasta la punta exprimió las últimas gotas que habían quedado en mi mástil. Con la última gota de mi semen en su boca Luis se levantó de un salto, soltó mi culo de golpe y llevó su lengua a mi boca. No me esperaba ese regalo. Noté el sabor de mi leche en mi boca junto con la lengua caliente de Luis que se empezó a mover de una forma que hacía tiempo no había notado. Ese beso me llevó nuevamente al paraíso.

Luis se retiró, me miró, sonrió y se fue por el pasillo. Yo no entendía nada, pero escuché como hablaba con Esteban. Entendí que lo que estaba haciendo era darme un poco de espacio y tiempo para poder limpiarme y al menos, subirme los pantalones por si venía alguien. Cogí un pañuelo de papel sequé mi polla y pasé el papel por mi culo. Subí mis pantalones y me quedé mirando el protector de pantalla. En pocos minutos Luis estaba de vuelta con una sonrisa que no había visto nunca hasta el momento, pero que lo estaban convirtiendo en la persona más guapa que había visto hace mucho tiempo, incluso por encima del chico del tren.



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