Dreamcatcher

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Cuando me dejó en el apartamento, me decidí a llamar a Cosette.

Nino no debía saber lo que había escuchado, pero sabía que Cosette me ayudaría a averiguar qué sucedía. Ella había comenzado todo eso de la persecución pseudopolicial y yo había avivado el fuego de la situación. Sabía que ella no iba a descansar hasta saber que sucedía, y yo tampoco.

- ¿Cosette?

- ¿Sí?

- Ven a mi apartamento en cuanto puedas. No le digas a Nino adónde vas, ni dejes que te traiga. Creo que sé algo.

- Voy para allá.

Me dirigí a la cocina y engullí el helado de pistacho.

No quería permitirme pensar en lo que había sucedido. No iba a abrir esa puerta porque tenía que concentrarme. Iba a curiosearle la vida a un montón de traficantes, y a averiguar qué pasaba con Emilio, Enzo, Víctor y  Stella. No podía darme el lujo de perderme en los lentes de pasta negra.

Había sucedido algo que nunca pensé que iba a suceder y no sabía el por qué. Quizá necesitaba drenar su rabia y en vez de matarme lo hizo así, le traería menos inconvenientes. O quizá lo había hecho porque sí… Pero muy en el fondo esperaba que la razón por la que lo hizo involucrara más rosas y caramelos de las que quizá habían sido en realidad.

Cosette llegó y nos sentamos en el mesón de la cocina mientras la ponía al día de lo que había escuchado.

- Entonces salimos al depósito a las 8.

- ¿Estás segura, Cosette?

- Sólo vamos a ver.

Vica salió de su habitación y nos sobresaltó a las dos.

- ¿Desde cuándo estás ahí? Me vas a matar de un susto un día de estos.

- Yo voy.

- ¿Qué?

- Las escuché y yo voy.

- ¿Y Leo? No está de acuerdo precisamente.

Los ojos de Vica se llenaron de lágrimas, y de inmediato supe que algo andaba mal.

- El se puede ir a la mierda, voy con ustedes.

- ¿Qué sucede?

- Después hablamos. Alístense. No deberías ir así, Cosette. Si nos toca correr, vas a tener problemas.

Tenía razón. Cosette andaba en falda con calentadores y botines altos. No era muy práctico.

- No somos de la misma talla pero te puedo conseguir algo, ven.

Vica le prestó unas zapatillas y se ajustó uno de mis jeans. Esperamos que se hicieran las 7 mientras cenábamos y nos fuimos al depósito.

No nos habíamos percatado de que no teníamos transporte hasta que llegamos al sitio donde esperaríamos, pero ya era muy tarde. Si algo sucedía, correríamos hasta algún sitio donde pudiésemos llamar a un taxi.

“Un excelente plan”.

Sí, bueno… Pero era algo.

Nos quedamos a una cuadra del depósito y caminamos buscando dónde podríamos ver sin que nos mataran a tiros.

Creo que a medida que pasaba el tiempo nos dábamos cuenta de que las cosas no funcionaban como en las películas. No teníamos planes, ni habíamos considerado bien que si traficaban drogas no era una cantidad pequeña, y que la seguridad debía ser proporcional… Pero ya no había vuelta atrás.

Nos sentamos cerca del depósito, en una vereda. Y esperamos. Igual sólo íbamos a ver.

Pasó media hora y ya se acercaba la hora que había dicho el Sr. Emilio por teléfono. Pude observar a Vica desviar las llamadas de Leo más de una vez y a Cosette hundirse en Candy Crush.

- Vica, ¿Qué pasó con Leo?

- Nada.

- Vica…

- No hablemos de eso ahorita, no es el momento.

Nunca había visto a Vica tan vulnerable. Sus ojos se llenaron de lágrimas, e intentó evadirlas. Pero fue inútil y comenzó a llorar.

- Vica, Sherlock Holmes puede esperar. ¿Qué pasa?

- Leo y yo terminamos.

- ¿QUÉ? ¿Por qué?

- Porque es un idiota.

- ¿Fue por Balthazar?

- No.

- ¿Entonces?

- Bueno quizás sí.

- ¿Discutieron?

- El estaba idiota, se puso intenso con Balthazar y quizá reaccioné mal a sus comentarios.

- ¿Qué le dijiste?

- ¡Me tenía harta!

- Vica…

- Le dije que dejara el drama, que no éramos nada.

- ¡Vica!

- ¡El debería saber que no es así! Fue algo de momento pero el decidió irse sin escucharme después.

- Bueno, pero esas cosas se resuelven, Vic.

- Hay otro problema.

- ¿Qué?

- Me falta el período desde hace 5 días.

“Oh, oh”.

- Ehmm… No es tanto.

- Nunca me había fallado.

- No pensemos en eso hasta que te hagas una prueba.

- ¿Él lo sabe?

- Sí, esa fue otra de las razones por las que terminamos.

- ¡¿TE DEJÓ PORQUE PODRÍAS ESTAR EMBARAZADA?!

- No. Lo dejé porque si fuese así, abortaría.

- ¿Qué?

- No voy a tener un hijo así. Las cosas no tenían que suceder así… Apenas nos estamos conociendo, fue un accidente y mi futuro no se va a arruinar por un accidente.

Vica sollozaba entre lágrimas.

Nunca estuve en contra del aborto, pero sus palabras cayeron como hielos… “Un accidente”.

La abracé y la dejé llorar. Leo volvió a llamar y desvió la llamada.

- Deberías hablar con él…

- ¿Para qué? No voy a cambiar de opinión.

- Quizá el entienda.

- No entiende.

- Vica…

Se escuchó un motor en las cercanías del depósito así que hicimos silencio. Vica se enderezó y se limpió las lágrimas, mientras Cosette se ponía de pie para ver mejor.

- No veo nada, deberíamos acercarnos.

- No creo que sea buena idea Cosette…

- Ya vinimos, no perdamos el viaje. Además, sólo vamos a ver.

Vica se encogió de hombros y seguimos a Cosette. Ella conocía la zona un poco más porque había estado allí varias veces. En ese sitio se realizaban las fiestas de la compañía, a las cuales tenía la obligación de ir. Yo lo único que recordaba de ese lugar era la puerta, y el bloque enorme que conformaba el depósito.

Nos acercamos por detrás, cerca de unos basureros abandonados y nos acomodamos detrás de un conteiner oxidado.

Dos hombres se bajaron de una Ford Runner negra, y otros tres de un Corolla vino tinto.

3 camiones estaban aparcados a un lado del edificio, todos con el logotipo de VolpWoc en azul celeste.

Uno de los hombres tomó un teléfono y comenzó a hablar. La llamada fue breve y el resto de los hombres se dispusieron a fumar.

- Aquí no están Emilio y Enzo.

El timbre de mi teléfono resonó y me hizo respingar.

- ¡Mierda!

Cogí la llamada sin ver por los nervios y al escuchar la voz al otro lado de la bocina lancé mil improperios mentales al mundo.

- Señorita Pistacho…

- ¡Hola Nino!

- ¿Qué estás haciendo? Pensaba que podríamos ir a comer algo… Si no estás ocupada.

 

“Maldita sea”.

- Ahorita no puedo Nino…

- Ah… Bueno, está bien.

- Para la próxima puede ser.

- Sí, bueno… Quería disculparme por lo que pasó hoy. No estaba en mis cabales.

- No Nino, no tienes por qué disculparte.

- Quizá te molestó, no fue mi intención, yo…

 

Y sentí que me arrebataron el teléfono.

- ¡¿Qué te pasa?!

 

Cosette tenía mi teléfono en su mano y me halaba de la chaqueta hacia atrás. Señaló hacia un lado, donde vimos a dos hombres llegar desde el lado contrario. Teníamos que movernos o nos verían.

Retrocedimos hasta los basureros y nos acuclillamos detrás de una pila de neumáticos viejos. Ya podía oler la mala vibra en el aire, y la cara de Vica me decía que no era la única en percibirla.

Vimos a los hombres pasar, sin cautela alguna. Eran 3, iban armados y no parecían tener la menor preocupación.

Se acercaron a los hombres que esperaban cerca de los autos y escuchamos disparos.

Cosette se tapó la boca y Vica se aferró a mi brazo. Las tres nos quedamos en un silencio total y allí nos dimos cuenta que nada de esto era un juego.

No sabíamos quiénes eran esos hombres, ni por qué habían llegado de esa manera.

El silencio permanecía en el ambiente, y no nos movimos por lo que pareció una eternidad, hasta que Cosette se adelantó y observó por encima de los neumáticos.

- Están muertos.

- ¿Quiénes?

- Todos los que estaban allí.

 

Vica comenzó a llorar en silencio.

- Se quedaron allí.

- Es como imposible que se muevan ¿No crees?

- Coño, los otros.

- ¿Y por qué no se van?

- Parecen esperar a alguien.

 

No podíamos salir de allí y el plan de correr hasta un área segura se había ido al piso. Necesitábamos ayuda.

Tomé el teléfono y marqué a la última llamada.

- ¿Qué haces?

- Llamo a Nino.

- ¿Qué? ¿Estás loca? ¿Para qué?

- Para que nos saque de aquí.

- ¿Cómo demonios nos va a sacar de aquí?

- Le diré que nos espere donde nos dejó el taxi, llegaremos hasta allí.

 

- ¿Hola?

- Nino, necesitamos tu ayuda.

- ¿Qué sucede?

- Estamos en el depósito de las fiestas de la compañía. Ódiame después, pero acabamos de ver a tres hombres asesinar a otros aquí. Y no podemos salir.

- ¿Qué demonios haces allí? ¿Con quién estás?

- Escuché a tu papá decir que vendrían aquí, vine con Cosette y Vica.

- Voy para allá.

 

Me colgó la llamada y no me contestó otra vez.

“Genial, viene otro rehén en camino”.

Necesitaba decirle que no se acercara pero era inútil. Mientras Cosette y yo intentábamos marcarle, escuchamos otro auto llegar.

Me asomé donde estaba Cosette y vi que los hombres de la Ford Runner y el Corolla ya no estaban, los habían sacado de allí, y que los otros 3 se encontraban cerca de los camiones fumando. Un par de minutos después, otro carro llegó, un Audi azul cobalto se aparcaba al otro lado de la calle, con un Mercedes Benz platino pisándole los talones.

Dos hombres y una mujer se bajaron del Audi y otros 4 se bajaron del Mercedes. Era obvio que los del Audi eran importantes y que los 4 hombres eran sus cuidadores.

Cruzaron la calle y se aproximaron con cautela. No podían ver a los hombres todavía, que fumaban sin preocupación alguna.

Cosette articuló en silencio.

 

-GINO, AGHATA Y DOMINICO.

-¿Dominico?

-El esposo.

Eran sus tíos.

Uno de los cuatro hombres portaba una cava pequeña de color plata y se dirigían al lugar donde se encontraban la Ford Runner y el Corolla con rapidez.

- SHHT!

Nos sobresaltamos al mismo tiempo con el chistazo que acabábamos de escuchar. Me quedé helada y sólo pude voltear cuando Cosette me tomó del brazo.

Eran Nino y Leo.

Cosette corrió a abrazar a su hermano, quién pareció perder 700 kilos de preocupación al verla. Leo observaba a Vica y ella veía al horizonte con una mirada impasible.

- Vámonos de aquí.

Nos incorporamos para irnos. Asumía que el auto estaba algo lejos, pero agradecía tener transporte.

Nino se acercó a mí y me rozó el brazo. Puse mi frente en su hombro y después me encaminé a salir de allí. Teníamos que darnos prisa, o la pequeña investigación a lo Nancy Drew se podría poner peligrosa.

Cuando viramos en la esquina Nino y Leo retrocedieron e hicieron una seña para que regresáramos. Articulé “¿Qué pasa?” Hacia Nino y me dijo “Emilio y Enzo”.

Regresamos corriendo hacia los neumáticos y observamos a Enzo y a Emilio bajar de un auto junto a otro hombre.

Nino me observó y me dijo “Víctor Shaw” entre susurros.

Otro auto se estacionó detrás del auto de Víctor Shaw.

Nos asomamos de nuevo por encima de los neumáticos y observamos a los hombres, a Emilio, Enzo y Víctor Shaw hablar con Gino, Agatha y Dominico.

No se escuchaba lo que decían, pero Dominico parecía estar al borde de un colapso nervioso. Veía la cava con nerviosismo mientras Gino actuaba con naturalidad. Agatha parecía llevar el mando de la conversación, con una pose imponente, y unos tacones de 15cms que la hacían ver aún más imponente.

Nino se colocó delante de nosotras para ver lo que sucedía y Leo se ubicó detrás para observar si venía alguien. Traté de posarme al lado de Nino para observar, pero no dejó. Tuve que conformarme con mirar por encima de su hombro mientras tomaba mi mano.

La tensión se encontraba en el aire, y con cada minuto que pasaba los nervios salían a flor de piel con más rapidez.

Más hombres llegaron, y no supe realmente con quiénes estaban. Ni siquiera sabía si todos estaban juntos o no (Aunque los disparos de temprano decían que quizá no era muy probable que se quisieran mucho).

Leo y Nino intercambiaron miradas. Quizá se estaba poniendo demasiado peligroso y ya la salida que teníamos había sido bloqueada por dos hombres.

Quería llamar a la policía pero no nos podíamos dar el lujo de hacer ruido. Nos quedaba simplemente mirar y esperar.

La tensión estaba en el ambiente y Cosette no dejaba de observar a su padre.

Todos aguardamos en silencio total y mientras observaba, Vica me jaló de la chaqueta. Cuando viré para verla noté su palidez. No se sentía bien. Trate de articular “Aguanta, ya nos vamos” Y asintió pero no parecía sentirse nada bien. Quizá eran náuseas.

Gino se acercó a Víctor Shaw, que se puso tenso al contacto haciendo que varios de sus hombres apuntaran sus armas hacia él.

Gino levantó las manos en el aire y en el instante en el que Víctor dio la orden de bajar armas, Vica vomitó.

- Mierda.

Dos de los hombres se acercaron de inmediato hacia nosotros, y no teníamos salida. Las armas apuntaban hacia donde nos encontrábamos y lo único que quedaba era esperar que nos encontraran.

Ignazio aferró hacia sí mismo a Cosette y me apretó la mano. Mientras que Leo trataba de ayudar a Vica, que estaba al borde de un desmayo.

- ¿Quiénes son ustedes?

- No queremos problemas…

- ¿Quiénes son?

- Nos iremos, no es necesario…

Los dos hombres apuntaron sus armas hacia Nosotros y nos hicieron una seña para que camináramos hacia donde se encontraban los demás.

Nino me observó y no quedó más remedio que ir.

“¿En serio voy a morir así? ¿Por entrometida?”

Nos encaminamos hacia la Ford Runner y cuando Enzo y Emilio nos observaron se notó su sorpresa inminente.

- Déjalos ir, Shaw.

- ¿Quiénes son?

- Mis hijos.

Shaw observó a los matones y dejaron de apuntarnos. Agatha seguía empuñando un revólver, pero nunca nos apuntó y Gino y Dominico nos observaban. Ahora que estaba cerca, podía distinguir rostros y entre todos encontré uno muy familiar.

Leví.

Quería que todo terminara. Ya no necesitaba saber nada, no quería saber qué le había sucedido a Stella. Sólo quería estar en mi casa, pero desgraciadamente, faltaba bastante para que eso sucediera.

Nos hicieron a un lado, mientras Nino no se despegaba de mí. Cosette se posó al lado de su padre, quién la abrazó por los hombros. Vica no soltaba el brazo de Leo. Agatha no se movía y, Gino y Dominico parecían querer salir corriendo de despavoridos de allí.

Sólo debíamos esperar a que hablaran o nos dejaran ir, y sería todo. Podía soportar los sueños.

- Deja que se vayan.

- No.

- Son tus sobrinos por el amor de Dios.

- Sólo vamos a hablar ¿No?

Enzo y Emilio se miraron y asintieron a Agatha. Querían mantenernos allí para que no sucediera nada, una jugada bastante inteligente.

Víctor nos miraba con cara de recelo. Habíamos arruinado lo que sea que hubiese planeado.

- ¿Qué llevas ahí?

Víctor señalaba la cava. Dominico se acercó inconscientemente hacia ella.

Nadie contestó.

- Tráela, Iván.

Uno de los hombres se acercó al que tenía la cava, pero éste no se la cedió.

- Trae la cava.

Iván intentó acercarse y el hombre de la cava apuntó hacia Iván. En cuestión de segundos las armas estaban en el aire de nuevo. Un reflejo unánime hizo que Leo, Ignazio y el Sr. Emilio nos aferraran a Vica, a mí y a Cosette hacia ellos.

- ¿QUÉ HAY AHÍ?

- Que los niños se vayan, y hablaremos.

- Ahora soy yo el que no quiere que se vayan.

- ¿Qué?

Emilio y Enzo estaban atónitos con lo que acababa de decir Víctor. Estaba amenazándolos con nuestra presencia allí, y no le importaba nada de lo que sucediera. Agatha relucía de la rabia y fulminaba a Víctor con la mirada.

- Quiero saber qué hay ahí… Quiero saber qué le pasó a mi hija.

- Deja a los niños en paz, Shaw…

- ¿Cómo dejaron en paz a la mía? ¡No tienen ni la menor idea de con quién se han metido! ¡Son unos desgraciados, Ustedes y todos los Roggiano! ¡Sean responsables y admitan lo que hicieron!

Shaw sacó un arma propia… Y comenzó el caos.

Dominico entró en pánico y echó a correr. Uno de los ayudantes de Shaw le disparó y lo dejó en el piso. No pude ver dónde le habían dado pero no estaba muerto porque se retorcía del dolor.

Todo sucedía en cámara lenta.

Agatha empuñó el arma y disparó al hombre que había herido a Dominico. Corrió hacia él, ignorando la lluvia de balas y se inclinó con las manos sobre la herida de Dominico, tratando de detener la hemorragia.

Enzo se quedó petrificado y Leonardo Empujó a Vica detrás de él. Ella se aferró a su espalda.

Cosette y Emilio desaparecieron de mi vista y las balas volaban por todos lados.

Nino me haló del brazo y me hizo correr hasta la Ford Runner, pero mientras corríamos escuchamos un grito de una mujer.

Leo corría dando improperios con Vica colgada de su brazo mientras un hilo de sangre se deslizaba por su hombro. Nino me soltó y me gritaba “¡Corre!” mientras se dirigía hacia donde estaban Cosette y su padre.

Me escondí detrás de la Ford Runner, pero no habían pasado más de dos segundos cuando escuché un grito.

“No”.

Salí de inmediato y observé lo que menos deseaba; Nino estaba de rodillas al lado de la rueda delantera de la Ford Runner, con un charco de sangre dibujándose debajo de él.

Corrí de inmediato y me lancé al piso a ver qué le sucedía. Se acostó y se viró, dejando ver una mancha de Sangre que extendía por su rodilla.

- ¡Nino!

- ¡Estoy bien! ¡Vete de aquí!

- No me voy a ir.

Me solté la chaqueta y me quité el sweater que cargaba. Se lo coloqué  en forma de torniquete encima de la rodilla, esperando que el sangrado disminuyera.

Me di cuenta que estaba en sostén y me puse la chaqueta nuevamente.

- No va a pasar nada.

Alguien debía haber escuchado los disparos y llamado a la policía porque una sirena comenzó a escucharse a lo lejos. Shaw y sus hombres se retiraron a regañadientes. Y Agatha y Gino se quedaron al lado de Dominico.

El hombre con la cava corrió detrás del depósito y el resto le siguió el paso.

Sólo Leví se quedó a ayudar, y cuando llegó la policía, los únicos que quedábamos éramos nosotros.

Las ambulancias llegaron después, y la historia de Gino sobre “un asalto” no engañaba a nadie, pero las lágrimas de Agatha y la falta de pruebas no dejaron más remedio que investigar lo que sucedió. Los policías tomaron declaraciones y quisieron detenerme para declarar, pero los ignoré.

Seguía a Ignazio, que ya estaba en una camilla y estaba siendo atendido por los paramédicos.

Vica estaba sentada a la orilla de una de las ambulancias, pero al parecer sólo la habían rozado.

Después de varias horas, seguía fuera de quirófano. La bala había roto una arteria y parte del hueso, y Nino necesitaba cirugía.

Cosette y el Sr. Emilio se habían unido a mí en la sala de espera, y Gino se encontraba tomando un café al otro lado de la sala.

Agatha estaba sentada en un rincón de la sala de espera, con un café en la mano y mirando al vacío. Todo había sido su culpa y las vidas de Nino y Dominico estaban en riesgo por ellos.

En ese momento no pude evitar preguntar.

Ya todo había sucedido y era hora de saber qué demonios había pasado allí.

El Sr. Emilio me miró con dureza y luego asintió, sabía que no lo iba a dejar en paz hasta saber por qué casi me habían matado hoy. Y terminó contando entre susurros lo que había sucedido:

Agatha, Dominico y Gino eran co – propietarios de la empresa. Era una empresa de importaciones y exportaciones, y aunque nunca había estado segura de cómo desempeñaban su trabajo esas empresas, pude comprender que básicamente funcionaban como carteros. Hacían las entregas de enormes compañías hacia otras provincias o países.

Esa empresa la emprendió el padre de Dominico, Gino y Cosette, la esposa del Sr. Emilio.

Ellos tres continuaron con la tradición hasta que el Sr. Emilio y Agatha se unieron a la nómina cuando se casaron.

La empresa siempre funcionó bien, pero los problemas económicos que atravesaba el país dificultaban cada vez más el trabajo. Entre el retiro de las compañías en bancarrota y las deudas que éstas dejaban, las cosas no iban muy bien.

Habían pensado en vender pero era inimaginable ceder todo por lo que habían trabajado. Agatha se había encargado de las riendas de Dominico y Emilio también había jugado un papel importante en ese intento por salvar la empresa junto a Enzo, el padrino de Leo. El era un trabajador cualquiera de la empresa, que subió poco a poco de rango hasta llegar a Gerente ejecutivo de la misma. Todos lo admiraban por su templanza y constancia, y nadie dudó de que diera la cara por salvar su trabajo, y el de todos los trabajadores de VolpWoc.

Fue bastante difícil, por no decir casi imposible conseguir clientes nuevos… Pero lo lograron.

Las cosas parecían mejorar de repente, pero tristemente no duró mucho. Las opciones escaseaban, ya no había nada por hacer.

Emilio comenzó a buscar compradores, Enzo se hundió en su tristeza y Dominico y Gino se dieron por vencidos.

Gino era un cirujano reconocido, podía vivir con tranquilidad y Dominico era optimista… Pensaba que todo se iba a resolver para él, aunque la empresa cerrara.

Pero Agatha no era así. Los frutos de su arduo trabajo se venían abajo y su desesperación la llevaba a trabajar aún más.

Se hizo enfermiza su búsqueda de soluciones, al punto en que los trabajadores lo notaban y comenzaban a preocuparse. Las cosas con Agatha iban muy mal, al punto de considerar revocarla de su cargo en la directiva, pero en ese momento, las cosas comenzaron a mejorar de nuevo.

La mejora fue increíble y apabullante, una nueva cantidad de clientes comenzaron a contactar con la empresa y volvió a su estabilidad normal mucho antes de lo que se esperaría con cualquier empresa que lidiara con la situación económica del país y las deudas que VolpWoc acarreaba.

Todo parecía color de rosa, pero Enzo comenzó a sospechar. Emilio lo consideró paranoico al principio, pero después comenzó a considerar sus teorías y no eran tan descabelladas después de todo.

¿Cómo se recupera una empresa en tan poco tiempo? Y al revisar las cifras todo tenía aún menos sentido. Si habían clientes nuevos, pero no los suficientes para recuperarse y menos en ese tiempo. Nada parecía tener sentido y en ese momento fue que Enzo y Emilio decidieron investigar.

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