Don Juan

Don Juan


XXXIX AL PARTIR

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XXXIX

AL PARTIR

BÉRENICE.— Pour la dernière fois, adieu, seigneurs.

ANTIOCHUS.— Hélas!

(Final de Bérénice.)

Don Juan, don Leonardo, el doctor Quijano, el maestro Reglero, Pozas, todos, todos las contertulios han ido a la estación a despedir e la familia del maestre. La noche estaba revuelta. Llovía sin cesar. En la sala de la diminuta estación se hallaban todos reunidos. Ángela lleva un traje gris, sobrio, entallado. Jeannette viste de azul oscuro con rayitas blancas; su cuerpo se marca grácil, ondulante, bajo el terso paño suave. Perrichón no ha abandonado su diminuto sombrero a cuadros negros y blancos.

El tren va a llegar dentro de un instante. En la foscura de la noche brillan a lo lejos los faros rojos y azules. Suena el tictac del telégrafo. Repiquetea ruidosamente un timbre...

—¡Adiós, don Juan¡ —ha dicho Jeannette.

—¡Adiós, Jeannette! —ha dicho don Juan.

Han permanecido con las manos trabadas, en silencio.

—¿Hasta la vista? —ha añadido Jeannette.

—¡Quién sabe! —ha exclamado don Juan.

Ha habido otro corto silencio; las manos continuaban unidas.

—¡Adiós, don Juan! —ha dicho al fin Jeannette.

—¡Adiós, Jeannette!..., ¡adiós, querida Jeannette! —ha dicho don Juan sacudiendo nerviosamente la mano de Jeannette.

El tren va a partir: Desde la ventanilla, agitando su sombrero, Perrichón grita:

—¡Adiós, España, tierra del amor y de la caballería!

El tren se pone lentamente en marcha. A lo lejos, en la negra noche, se ha perdido, al cabo, la lucecita roja del furgón de cola.

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