Despertar

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Capítulo Trece

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Capítulo Trece

La espalda de Eyrhaen se arqueó en un grito, la parte superior de su cráneo tocando la curva de su trasero. Quizás. ¿Era su trasero? ¿Era su pelo esa suave sensación cosquilleante corriendo sobre su piel, o eran las luces mágicas las que resplandecían a través de su piel? ¿Dónde estaba su piel? ¿Dónde estaba ella? Su boca se abrió para tragar un pedazo de cielo al verterse lava a través de sus venas como un río subterráneo humeante. La blanca oscuridad ininterrumpida por las luces que palpitaba dentro de ella al ritmo de la lujuria, abrasando fríamente su ingle.

Ella gimió.

Él la mantenía unida.

¿Él?

Algo parecido a un pensamiento se formó, comparando lo que ella era con lo que debería ser de estar todo en orden. Una presencia se vislumbro un poco en la nube del caos que les rodeaba. La agarró ciegamente con dedos que no existían.

Shhhh. No hubo sonido pero era un pensamiento claro, a su alrededor, dentro suyo. Un abrazo reconfortante. Más una sensación que un sonido. Relajante. Decía, Todo irá bien, sin decirlo.

El pánico cedió algo de su fuerza, pero no había coherencia aún. El calor amainó, pero una resplandeciente espiral plateada de necesidad todavía se enrollaba dentro de ella. La fuerza empujó en su contra, se deslizó cruzándola, atravesándola. Se estremeció y se movió con la corriente.

Eso es. Más como un pensamiento ahora. Más como un toque. Comenzó a reaprender los límites de su cuerpo. Mirándolo ondular desde dentro, mucho mayor de lo que debería ser. O, ¿estaba su mente en el lugar equivocado? ¿Estaba fuera de su cuerpo? ¿Y si se rearmaba con una configuración equivocada?

¿Quién eres?, consiguió pensar.

Por ahora vamos a decir que 'elguía’. Un leve regocijo recorrió su espina dorsal hasta vibrar en su cráneo. No, ella estaba en el lugar correcto. Con un calor duro presionado contra ella. Un poste de guía al cual aferrarse, sujetarse. Sin saber lo que era, cómo era, sabía que éste era su camino de regreso… a donde quiera que fuera importante que ella volviera.

Bien.

Meciéndose. Una hoja en un estanque agitado por la brisa. Un diminuto pez en las corrientes de agua. Ella y su sólido guía flotante. Él sabía a dónde iba. Sólo tenía que esperar. Absorbió su señal de guía y le emocionó cómo se ajustaba perfectamente a ella. Dentro de ella.

Sí.

Sí, pensó con él, envolviéndose alrededor de su calor. Tan cálido. La esencia de un fuego que ardía candente pero no quemaba, rellenaba las grietas que se habían formado cuando ella había estallado, cuando se había deshecho. Esto estaba bien. Él era bueno.

Más sólido ahora. Esos debían ser sus brazos. Sus piernas. Su coño. Todos envueltos alrededor de una solidez reconfortante. Abrió su boca y aceptó aún más de él dentro de ella.

Gimió. Pensamientos apenas coherentes volaban al vibrar del placer bajo su piel. Concéntrate, la calmaba el otro, sosteniéndola. No te pierdas.

Perderse ¿Cómo podría no perderse? Era demasiado.

Algo del placer estremecedor se detuvo. Él dejó de moverse. Gimiendo, trato de alcanzarlo, a través de él. No, eso no era lo quería.

La irritación escoció sobre la necesidad. Se reunió a sí misma, volvió a formarse entera. Un todo para presionar al todo de él, una necesidad para encontrar la necesidad de él.

Sí.

No todos sus pensamientos eran suyos. Algunas directrices se presentaban presionándola, como un niño empujando un escarabajo con un palo para mantenerlo dentro un círculo. La presencia podía aplastarla. Pero no lo hacía. Aceptó el consejo. Él era otra presencia. Él pero también más. Sintió una conciencia similar aproximarse detrás de él, pero era mucho más controlada. Precisa. Casi podía verla.

¿Puedo ver?

Una sonrisa.

—Todavía no —La calmo una voz profunda. ¿Había una mano acariciando su frente? ¿Había una cama bajo ella? Todavía no, pero lo estás haciendo muy bien.

Trató de abrir la boca, pero fue demasiado para ella. Demasiado hasta… ¡Ah! Amenazó con deshacerse cuando él empujó la húmeda, deliciosa dureza dentro de ella, abajo, entre sus muslos, encendiendo fuego abrasador en sus venas.

Eso es. El cálido aliento sobre su cara.

Sí, era su cara. Una vez que ella la encontró, se giró hacia su aliento, tocando sus labios con los suyos. Sus labios, ¡sí! Hechos para besar. Para abrirse y recibir su lengua como su cuerpo recibió su pene.

—Ya casi estás —La arrulló, meciéndose sobre ella, dentro de ella. Encontró sus brazos y piernas envueltas fuertemente alrededor de él, aunque aún no podía ver.

El placer se enrollaba estrechamente en su vientre. Gimió, temerosa de liberarlo, de romperse de nuevo.

—Te tenemos —Una voz, dos imposiblemente enormes ecos—. Déjalo ir ahora.

Un empujón y él toco un nervio profundamente dentro, pinchando la burbuja en la que había estado y liberando el veneno en su sangre. Gritó pero no oyó nada, aterrorizada de haber perdido la poca solidez que había logrado recuperar.

—No —La calmó él cuando su cuerpo dudo en detenerse—. Estás bien. Buena chica —Un beso. Dedos acariciaron su mejilla—. Ahora duerme.

¿Dormir?

—No —Logró croar.

Él Sonrió.

—Oh, eso es muy bueno. Pero necesitas descansar.

O

Ella sacudió su cabeza, tratando de hablar.

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En vano. Él le puso las manos sobre los ojos que no podían ver; entonces sobrevino | la verdadera oscuridad.

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