Despertar

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Capítulo 38

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Nos duchamos todos. El tener dos cuartos de baño lo hizo más rápido. Mientras esperaba intenté atar un nudo en la cadena de mi collar; no me apetecía llevar el colgante en el bolsillo. Como no lo conseguí busqué una cuerda, pero encontré un lazo y lo até a él.

Después de las duchas, comimos. Andrew tenía un montón de comida precocinada; sus habilidades como amo de casa parecían no extenderse a la cocina. Encontramos comida congelada de calidad aceptable, para preparar en microondas, y nos supo tan bien… Mucho mejor que la cena de cualquier gourmet.

Simon organizó nuestros turnos de guardia mientras comíamos. Derek insistió en hacer la primera, y después los demás nos fuimos a la cama, con Tori y yo compartiendo la habitación de invitados y Simon instalado en el futón del despacho. A nadie le pareció bien dormir en la cama de Andrew.

Primero hice una parada en el servicio. Al salir vi las fotos alineadas a lo largo del pasillo y me detuve ante una instantánea de Simon y Derek. Quizá tuviesen unos doce años, y estaban asando malvaviscos en un fuego de campamento. Simon parecía Simon, con su pelo rubio oscuro de punta y una gran sonrisa mientras mostraba a la cámara su malvavisco llameante.

Derek parecía distinto. La fotografía se había hecho antes de que la pubertad golpease. Tenía la tez clara y una mata de pelo negro, cayéndole ya sobre los ojos. Era más alto que Simon, pero no tanto, y estaba más delgado; aún no había comenzado a desarrollarse. Todavía no era material digno de una portada de revista, pero era esa clase de chico que, teniendo yo esa misma edad, le habría robado una mirada desde el otro lado del aula de clase y hubiese pensado que era bastante mono, con ojos bonitos de verdad.

—Ésa fue sacada justo ahí atrás.

Pegué un brinco. Simon rió y negó con la cabeza.

—Sí —dije—. Aún soy asustadiza. Entonces, ¿fue aquí? —señalé la fotografía.

Asintió.

—El verano antes de que riñesen mi padre y Andrew, creo. Hay un claro donde Derek y yo acampábamos —hizo una pausa, pensando—. Me pregunto si Andrew conserva todo aquel equipamiento. Estoy seguro de que Tori no pertenece a la clase mochilera, pero…

—Si no supone más que dormir en edificios infestados de ratas, lo aceptará.

—Hablaré con Derek para que mañana nos dé tiempo a mirar el equipo de acampada. Sé que estás agotada, así que no te entretendré charlando pero, ¿me contarás las aventuras que me he perdido durante este tiempo?

Conseguí dibujar una sonrisa cansada.

—Seguro —comencé a dar la vuelta, alejándome, cuando me detuve—. Tienes la alarma del reloj puesta, ¿verdad? ¿Me despertarás después de tu guardia?

—Dudo que ninguno de nosotros haga guardia. Derek me dejó organizar los turnos sólo porque no tenía ganas de discutir. Entraré de guardia a las tres, pero él no dejará su puesto.

—Él también necesita dormir.

—De acuerdo, y le daré la brasa. Pero a él no le gusta que estemos aquí, y no hay manera de que permita a alguien sin la fuerza y los sentidos de un superhéroe quedarse de guardia. Lo mejor que podemos hacer es encontrar esas tiendas y sacos de dormir mañana, llevarlo a la zona de acampada más próxima y dejar que duerma entonces.

Me alejé unos pasos antes de que dijese:

—¿Chloe?

Me volví. El pasillo estaba oscuro, con sólo la luz de la sala de estar encendida a su espalda, dejando su cara en la sombra.

—Hoy, Derek… ¿Estuvo bien contigo? Sé que te buscaba las vueltas antes de que abandonásemos Búfalo, y me había preocupado. Pero ahora, chicos, parece que lo lleváis bien…

—Así es.

Como no dijo nada, añadí:

—En serio. La verdad es que nos llevamos genial. Un buen cambio.

No podía ver su expresión, pero pude sentir su mirada en mí y, después, dijo con suavidad:

—Bueno. —Una pausa y con más énfasis—: Eso es bueno. Entonces, te veo mañana. Hablaremos.

Nos dirigimos a nuestros dormitorios.

* * *

Una vez más, el sueño y yo ni nos hablábamos. Mi mente estuvo muy ocupada jugando en la tierra de las pesadillas.

Continuaba pensando en los bosques circundantes a la casa. Había oído a una rama rascar la ventana y me incorporé de un brinco, segura de que se trataba de un murciélago y, por supuesto, entonces comencé a pensar en murciélagos zombis, atrapados en sus cuerpos machacados…

Después de un sueño al estilo de Disneylandia, brincando por el bosque, dirigiendo a una cantarina fila de bichos no-muertos, me desperté con un sobresalto, sudando, y decidí que era hora de dejar a los fantasmas… Por así decirlo. Me estiré fuera de la cama y consulté el reloj. Eran casi las cinco, lo cual significaba que Simon estaba en lo cierto respecto a que Derek no nos permitiría hacer una guardia. Me levanté, cogí un abrigo del armario de la entrada y me dirigí a la cocina.

* * *

—Chloe —el gruñido de Derek vibró entre el bosque mucho antes de que pudiese verlo—. Le dije a Simon que quería que durmieseis, chicos.

Se detuvo con el olor a salchichas que iba en su dirección. Me lo podía imaginar olfateando el aire, con un ruido de tripas, e intenté no reír.

Lo encontré sentado sobre la hierba de un claro. Yo llevaba una silla de jardín y un plato de salchichas con pan.

—Sé que no vas a entrar, así que también podrías estar cómodo. A menos que no tengas hambre…

Cogió las salchichas. Saqué una botella de Coca-Cola del bolsillo, después me quité el abrigo y se lo pasé todo.

—Deberías estar durmiendo —dijo.

—No puedo.

—Seguro que sí. Cierras los ojos y… —me observó con atención y gruñó—: ¿Qué pasa?

Miré hacia el bosque. El olor olía un poco a humo de leña, recordándome la foto.

—Vi una foto de Simon y tuya. Dijo que teníais juntos un lugar de acampada. ¿Es éste?

—Entonces, ¿estamos cambiando de tema? —negó con la cabeza, asentó la silla y me miró un momento, expectante—. Éste es el sitio,

descarao.

—Huele como si alguien más hubiese hecho antes, esta noche, una hoguera de campamento. ¿Alguien quemando hojas? ¿O chavales jugando al salto de hogueras, como en verano?

—Entonces, ¿ya es definitivo que cambiamos de tema?

Hice una pausa, después me agaché hasta la hierba.

—Es sólo eso… —hice un gesto hacia el bosque—. Estoy preocupada porque, ya sabes, en sueños vaya a…

—¿Levantar a otro cadáver? Asentí.

—Por esa razón no pudiste dormir anoche, ¿verdad? Pensé en eso después, en el autocar. Temías que ella estuviese enterrada por allí fuera; la chica que viste siendo asesinada.

Asentí.

—Estaba preocupada porque si me dejaba llevar, y seguía pensando en ella, acerca de invocarla, como al tipo sin hogar. No puedo controlar mis sueños. Y supuse que existía una buena posibilidad de que estuviese enterrada allí fuera, y jamás la hayan encontrado.

—Entonces, si la levantases y después dejásemos el cuerpo allí para que fuese encontrada, no sería algo tan malo, ¿no?

—Puede… Si supiese que puedo levantarla con seguridad y liberarla rápido. Pero, ¿qué pasa si yo…? ¿Qué pasa si no se abre paso escarbando y yo no me doy cuenta de que la he invocado y…?

Volví a mirar hacia el bosque.

—Voy a traerte una silla también —dijo.

Protesté diciendo que no iba a quedarme, pero él siguió caminando. Al regresar, lo hizo por otro lado.

—Di una vuelta a la casa —comentó—. Si hubiese algún cuerpo en la propiedad, lo hubiese olido. Hay buen viento esta noche. Estás a salvo.

—No es… No es sólo por la gente por lo que estoy preocupada.

Al final le dije lo de reanimar murciélagos en el almacén.

—No los invoqué —le dije—. Ni siquiera sabía que era capaz de hacer eso con los animales, que tuviesen alma, fantasma, espíritu o lo que sea. Si voy a dormir y sueño con cualquier clase de invocación, tiene que haber un animal muerto por alguna parte cerca de aquí. Podría levantarlo y no saberlo nunca. Me limitaría a marcharme y dejarlo atrapado en su cadáver durante… —tomé una profunda respiración—. Vale, estoy flipando. Lo sé.

—Tienes tus razones.

—No es como si lo hiciese aposta, y quizás eso debería suponer alguna diferencia, pero…

—Aun así, no es algo que quieras hacer.

Asentí.

Bebió un trago de Coca-Cola, después volvió a taparla, la metió en un bolsillo y se levantó.

—Vamos.

—¿Adónde?

—Oiré a cualquiera que se acerque a la propiedad. Así que no hay necesidad de estar sentados aquí sin hacer nada. Podríamos rastrear y sacar algunos animales muertos para ti.

Lo fulminé con la mirada.

—Eso no tiene gracia.

—No estoy haciéndome el gracioso, Chloe. Estás preocupada porque no entiendes por qué sucede, cómo funciona y el modo de pararlo. Podemos experimentar y conseguir algunas respuestas. No es que tengamos nada mejor que hacer durante las próximas dos horas.

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