Demon

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Capítulo 29

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sacRificio

Trato de alcanzarlo, pero no puedo. Trato de impedir que se aleje de mí, pero alguien ya ha aferrado un brazo alrededor de mi cintura y ha impedido que haga otra cosa más que chillar y patalear con fuerza.

Lágrimas nuevas me abandonan en el instante en el que Mikhail se planta al centro de la arena.

No dejo de rogar que se detenga. No dejo de pedirle que deje esta locura y me permita tomar el lugar que me corresponde; sin embargo, él parece no escucharme.

—¿Cómo se supone que haremos esto? —la voz de Mikhail suena firme y tranquila cuando habla por encima de mis súplicas.

—Es bastante sencillo, en realidad —Rafael responde, mientras avanza en dirección al demonio de los ojos grises. Yo no dejo de forcejear para que el ángel que me sostiene me deje en libertad—. Según lo que me dijo aquella otra bruja a la que torturé, lo único que necesitas hacer, es permitir que la oscuridad contra la que luchas se apodere de ti. Debes dejar de resistirte a la transformación para que la oscuridad venza, y tiene que ser ahora que aún eres más demonio que ángel —Rafael dice—. Si esperas a que el equilibrio de ambas fuerzas te alcance y llegas a convertirte en ese ser a medio camino entre el bien y el mal, todo será en vano y no cumpliré mi parte del trato.

—¿Cómo sabes que no he alcanzado ese equilibrio ya? —pregunta Mikhail, con voz serena y tranquila.

—Aún hueles ligeramente como un demonio —Rafael dice—. Sin embargo, debes darte prisa. Ya casi hueles como él —hace un gesto de cabeza en dirección a Ash.

Mikhail asiente.

—¿Qué va a suceder una vez que permita que la oscuridad me domine? ¿Qué pasará con mi parte angelical? —pregunta, con aire sereno.

—Una vez que renuncies a ella, tu cuerpo la expulsará y esta se materializará dentro del pentagrama. En ese momento, ellas —abre los brazos para señalar a las brujas que hay en la estancia—, se encargarán de canalizar esa parte celestial tuya hacia mí.

—¿Por qué hacia ti? —Daialee pregunta, con aire desconfiado.

—Porque no hay nadie más en este lugar que pueda tomarla —el arcángel responde sin mirarla.

—Ella podría hacerlo —la chica hace un gesto de cabeza en dirección a Gabrielle, quien luce como si estuviese a punto de echarse a llorar. A pesar de su postura firme, parece que está a nada de ponerse a gritar de la frustración.

—Ella no es tan fuerte como yo —Rafael refuta—. Es solo un ángel mensajero.

—¿Qué hay de Ash? —Mikhail pregunta, al tiempo que clava su atención en el Ángel de la Muerte.

—Yo no puedo tomarla —dice Ash, con voz serena—. Soy un ser que es ángel y demonio a partes iguales. Si me apodero de ella, no sé en qué me convertiría.

—¡¿Quieren parar esta locura?! —medio grito, cuando el silencio se apodera de la estancia—. ¡Por el amor de Dios! ¡Dejen que esto acabe de una vez! ¡Dejen que Rafael me mate!

La mirada de Mikhail se clava en mí en ese momento. El gesto furibundo que se apodera de sus facciones solo consigue es que me sienta un poco más miserable.

—La chica tiene razón —Ash, el Ángel de la Muerte, habla—. He venido aquí por ella. Gabrielle, incluso, está lista para dar el aviso del Fin a la humanidad. Estamos aquí porque es tiempo, Miguel. Deja de intentar postergarlo.

El demonio de los ojos grises clava su vista en el Ángel de la Muerte.

—Ella no va a morir esta noche, Ashrail —dice, con una determinación que me eriza la piel—. Si ese es el motivo por el cual has venido, lo mejor es que te vayas.

—¡Mikhail, por favor, no hagas esto! —pido y trato de deshacerme del brazo firme que me impide avanzar. Jasiel, sin embargo, no cede ni un poco; al contrario, aferra su otra mano en mí para impedir que siga forcejeando como lo hago—. ¡Por favor!

Él no me mira.

—Asegúrate de no dejarla ir —dice, en dirección al ángel que me sostiene.

La sensación de hundimiento se apodera de mi cuerpo en ese momento y la derrota se arraiga en mi sistema. El desasosiego no hace más que ponerme a temblar y mis ojos se empañan con lágrimas nuevas. La impotencia se cierne sobre mis hombros y me siento miserable.

Rafael empieza a soltar instrucciones a las brujas y estas las siguen al pie de la letra. Niara y Daialee han trazado un círculo al centro de la arena con algo que parece ser sal, y han dibujado una estrella dentro del perímetro creado. No hay que ser un genio para saber que se trata de un pentagrama.

Yo no dejo de llorar mientras observo cómo las cuatro mujeres se colocan en cada una de las puntas de la estrella. Queda una libre, así que Rafael se posiciona sobre ella para completar el círculo.

Los ojos de todos están fijos en Mikhail, pero él no avanza hacia el centro de la estrella como Rafael le ha pedido que haga. Por el contrario, se ha girado sobre sus talones para avanzar en mi dirección.

Le toma un par de segundos acortar la distancia que nos separa y, cuando llega a donde me encuentro, el ángel que me sostiene me deja ir. Yo aprovecho la libertad otorgada y me aferro a Mikhail con toda la fuerza que poseo.

Sus brazos son una prisión que me asfixia y me eleva sobre el suelo, de modo que no deja que mis pies lo toquen, y su voz es un mar de palabras dulces susurradas a mí oído. Las lágrimas no dejan de abandonarme, así que lo único que puedo responder, son balbuceos incoherentes y súplicas entrecortadas.

No me suelta. No deja de estrujarme contra su pecho y de murmurar disculpas que no quiero escuchar.

—Estoy enamorada de ti, Mikhail —susurro contra su oído, en medio de un sollozo—. No quiero perderte. Por favor, no hagas esto.

Él me deposita en el suelo con cuidado y se aparta un poco para mirarme a los ojos.

—Bésame —pide y, pese a las lágrimas, lo hago. Presiono mis labios contra los suyos en un beso que, al principio, es tímido, pero que luego se intensifica hasta convertirse en uno hambriento y urgente.

—Te elijo a ti, Bess Marshall —susurra contra mi boca—. Déjame hacer esto. Por favor, necesito hacer esto.

Niego con la cabeza y el llanto se vuelve abrumador ahora.

—No —sollozo—. Por favor, Mikhail, no lo hagas.

Me aferro a su torso con tanta fuerza que duele. Mis dedos se han acalambrado debido a la forma en la que aprieto el material de su camisa y hundo la cara en su pecho mientras dejo que el pánico se haga cargo.

Mikhail me deja ir. Sus brazos caen a sus costados y no hacen nada por consolarme. Eso me quiebra por completo.

Alguien envuelve un brazo en mi cintura y tira de mí para alejarme de él, pero me aferro con más fuerza al demonio. La persona que trata de apartarme tira de mí con más firmeza y logra hacerme retroceder un poco. Entonces, las manos gentiles de Mikhail se apoderan de las mías y me obligan a liberarlo.

Jasiel aprovecha ese momento para sostenerme e inmovilizar mis brazos. Entonces, me aleja de Mikhail, quien se limita a acercarse, besar mi frente y encaminarse al centro del pentagrama que ha sido dibujado en el suelo.

El dolor intenso que se apodera de mi cuerpo en ese momento es insoportable, pero no aparto la vista cuando se coloca en posición de espaldas a mí y asiente en dirección a Rafael, quien, a su vez, esboza una sonrisa sombría.

—Cuando él deje que la oscuridad lo venza, ustedes, brujas, tendrán que canalizar la energía que se acumulará dentro del pentagrama para direccionarla hacia mí —dice el arcángel y, por primera vez, noto cómo todas las brujas se remueven con incomodidad.

—Para ser un arcángel —masculla Daialee—, sabes demasiado acerca de lo que las brujas podemos hacer.

Rafael posa su atención en ella durante unos instantes y la mira con condescendencia antes para fijar su atención en el demonio de ojos grises.

—Cuando estés listo, Miguel —dice, al cabo de unos segundos de silencio.

—Me diste tu palabra, Rafael —Mikhail le recuerda—. No vas a tocarle un solo cabello. Vas a dejarla envejecer y vas a dejar que muera cuando sea su tiempo.

El arcángel esboza una sonrisa que se me antoja oscura, pero asiente.

—Te di mi palabra —dice, con aire resuelto—. Voy a mantenerla.

—Debes dar la orden a tus ángeles para que se vayan —Mikhail dice, con aire autoritario y Rafael asiente dándole la razón.

—Lo haré una vez que cumplas con tu parte.

El demonio asiente una vez más y, entonces, se hace el silencio. Mi vista se posa en Ash y Gabrielle, quienes miran la escena desde lejos. Ambos lucen pesarosos y derrotados, pero ninguno de los dos hace nada por impedir lo que está a punto de pasar.

Durante un largo rato, no ocurre nada. El mundo parece tan quieto como antes y lo único que puedo hacer, es observar cómo las brujas cierran los ojos y extienden sus brazos hacia los costados.

Mikhail no se mueve. Se queda quieto al centro de todo y, al cabo de unos segundos, poco a poco, comienzo a sentirlo.

Es lento al principio, pero se intensifica con cada instante que pasa.

El tirón del lazo que me ata a Mikhail es tan fuerte, que comienzo a quedarme sin aliento. La sensación de debilidad que se apodera de mi cuerpo cuando esto sucede hace que mis piernas flaqueen. Puedo sentir cómo algo oscuro y denso se cuela dentro de mi cuerpo y, al mismo tiempo, se siente como si ese algo no pudiese tocarme en lo absoluto. Es entonces, cuando me doy cuenta de que está ocurriendo. Mikhail debe estar sintiendo lo mismo que yo. Está dejando que la oscuridad lo domine y el lazo permite que yo lo sienta.

De pronto, una punzada de dolor me atraviesa el cuerpo y es tan intensa, que me doblo sobre mí misma al tiempo que ahogo un grito. El ángel que me sostiene afianza su agarre y evita que me deshaga en el suelo.

En ese momento, mi vista se precipita hacia el pentagrama y noto cómo Mikhail tiembla en el suelo de la estancia. Está arrodillado y sus palmas están fijas en el suelo; su espalda se ha curvado hacia adelante y un sonido torturado se le escapa en el instante en el que otro golpe de dolor me invade.

El aire se vuelve denso, pesado, intenso. Una especie de neblina comienza a formarse alrededor del demonio y, casi al instante, el mundo se desdibuja a mi alrededor a toda velocidad.

Mikhail suelta un grito que suena a medio camino entre un gruñido y un rugido inhumano, y su cuerpo cae al suelo con violencia antes de comenzar a retorcerse con brusquedad.

Me falta el aire, mi pecho arde y mis manos tiemblan incontrolablemente mientras me aovillo un poco más.

Soy plenamente consciente de que lo que yo siento no puede ser ni siquiera la mitad de la tortura por la que él debe estar pasando. No cuando grita de este modo. No cuando su cuerpo se dobla en ángulos antinaturales, mientras la neblina a su alrededor se va volviendo cada vez más densa y pesada.

Se siente como si una parte importante de mí estuviese abandonándome. Como si alguien estuviese extrayendo un órgano importante fuera de mi cuerpo y no pudiese hacer nada para evitarlo.

Un sonido —mitad grito, mitad gruñido— brota de la garganta del demonio que agoniza en el suelo y una oleada de calor me golpea de repente. La neblina se ha expandido por toda la cúpula y quema. Quema tanto como el tacto de Rafael en mi piel.

La tierra tiembla debajo de mis pies, los ventanales de la cúpula estallan y una lluvia de pequeños vidrios cae sobre mi cabeza.

La niebla se condensa otro poco y las alas de Mikhail se despliegan con un movimiento furioso; entonces, un halo dorado escapa de ellas cuando se extienden y baten con violencia.

Mikhail grita una vez más y su espalda se arquea en un ángulo que luce doloroso, antes de que su cuerpo deje de tocar el suelo debido a la manera en la que sus alas se mueven.

—¡Ahora! —Rafael se hace escuchar por encima del sonido de los gritos torturados de Mikhail y, entonces, la nube que se ha creado alrededor de nosotros empieza a concentrarse al centro del círculo.

Las cuatro brujas mantienen los ojos cerrados. Todas lucen extrañas a mis ojos. Como si, por un momento, hubiesen dejado de ser ellas para convertirse en unos seres aterradores capaces de manipular la energía de una criatura que se encuentra a la mitad del camino entre un ángel y un demonio.

La neblina se concentra poco a poco y, cuando está en el centro del pentagrama, Rafael da un paso al interior.

Mikhail no deja de gritar de dolor. No deja de retorcerse y de gruñir como si fuese un animal enfurecido. Yo no dejo de llorar. No dejo de intentar absorber la cantidad impresionante de dolor que me invade.

Rafael se detiene cuando está a unos pasos de distancia y esboza una pequeña sonrisa antes de dirigir su atención hacia el lugar donde Ashrail y Gabrielle se encuentran.

—Tendrás el alma que has venido a buscar, Ashrail —la voz de Rafael resuena por encima del caos y, justo en ese momento, clava su vista en mí.

Entonces, extiende una mano en mi dirección.

Una oleada de calor me invade por completo y grito debido la impresión y a la horrible sensación que esto me trae. El ardor es insoportable. Estoy cociéndome de adentro hacia afuera. Estoy siendo doblemente torturada y no puedo hacer nada para defenderme.

El ángel que me sostiene por la espalda dice algo, pero no logro escucharlo. No logro hacer nada más que chillar debido a la quemazón que me invade y al dolor que siento a través de Mikhail.

Me falta el aliento, me duele el cuerpo, mis extremidades no responden.

Alguien grita mi nombre, algo estalla, el mundo se estremece y el lazo en mi pecho se tensa en el instante en el que una oleada de adrenalina se dispara dentro de mi cuerpo y llena cada hueco que hay en él.

Mi corazón se estremece cuando algo helado recorre mis venas y neutraliza el ardor previo. Algo abrumador e intenso se abre paso en mi sistema y me hace quedarme sin respiración durante un doloroso momento.

Se siente como si una corriente eléctrica me recorriese los huesos. Como si una nueva oleada de poder se hubiese apoderado de mí de un segundo a otro, y es tan arrolladora, que no puedo contenerla. No puedo hacer nada más que desplomarme contra el suelo.

Mi vista está llena de puntos negros. Voy a desmayarme. Voy a perderme en el mar de la inconsciencia.

Trato de incorporarme. Trato de ponerme de pie, pero lo único que consigo es alzar la cabeza, justo a tiempo para mirar cómo una silueta con alas de murciélago sostiene a una con alas de ángel. Justo a tiempo para ver cómo el pentagrama en el suelo se ilumina y la cúpula comienza a derrumbarse.

Un grito se construye en mi garganta, pero no puedo liberarlo. No puedo hacer nada más que ver cómo cientos de manos negras brotan desde el interior del círculo de sal y tiran de ambas figuras hacia abajo.

Alguien me levanta del suelo y comienzo a alejarme involuntariamente. Alguien me lleva en brazos mientras lucho y trato de liberarme. Mientras que el nombre de Mikhail sale de mis labios en gritos horrorizados.

Daialee aparece en mi campo de visión durante unos segundos. Niara y las otras dos brujas también lo hacen, pero yo no puedo dejar de gritar por él. Por el demonio que está siendo tragado por un millar de manos.

Mis párpados pesan, mi vista se nubla, el corazón me late a un ritmo frenético y al mismo tiempo se siente como si avanzara con una lentitud aterradora.

Puntos negros oscilan en mi campo de visión y sé que no voy a poder soportarlo más. Sé que todo ha terminado.

Entonces, después de tanto intentar resistirlo, me dejo ir.

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