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CAPÍTULO 15

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CAPÍTULO 15

 

Estar en un hospital para Ana siempre significó acción, adrenalina, trabajo e incontables horas de cirugía. Ahora mismo estaba postrada en una cama y lo único que podía hacer, era ver como doctores y enfermeras corrían de un lado a otro. Su cuerpo sentía ese tirón al escuchar la palabra trauma o paro cardiaco. Pero si intentaba levantarse de la cama, seguramente Edson la encadenaría a ella si la pillaba. Girándose de lado, tenía una perfecta vista a través del cristal de la estación de enfermeras. No supo cuánto tiempo pasó ahí.

<< Casi muero hoy>>

Se dijo a sí misma. Y eso la hizo reflexionar en muchas cosas. Era lo malo de estar a las dos de la mañana y sin deseos de poder dormir. Lo único que podía hacer en su estado era pensar. Y contemplando lo que sus colegas y enfermeras estaban haciendo en ese momento. Fue como mirarse en un espejo. Estaba contemplando su día a día. Se pasó una mano por la cara.

<< Casi muero hoy>>

Ana era una buena cirujana. La mejor en su ramo. Había salvado incontables vidas y ahora estaba sola en medio de una habitación de hospital. Pensó que incluso Gideon que estaba en la habitación continua estaba ahora siendo acompañado por Dorian. Ese era el objetivo de tener una pajera. Pensó en la forma en que Dorian miraba a Gideon. Entonces pensó en todos los amantes que había tenido. Hombres. Mujeres. Altos, Bajos, Guapos. Bonitas. Pero siendo honesta consigo misma, nunca sintió por esas personas absolutamente nada.

<< Casi muero hoy>>

Por mucho tiempo, ella no había sentido la irresistible urgencia de tocar. De besar. De atraer a alguien más cerca. De estar con alguien… Como las que sintió con Morgan al verla ese día. Hasta la fecha todo sus reacciones y emociones con las otras personas con las que tuvo sexo todos estos años habían sido controladas. Previsibles. Superficiales. Y a ella le había gustado de esa manera. Su controlada vida era perfecta. Hasta ahora.

<< Casi muero hoy>>

Sin moverse demasiado, Ana alcanzo su teléfono móvil de la mesilla de noche. Contemplo el reloj en la pantalla. Era poco más de la media noche. Tuvo una leve sensación de pesar en la boca de su estómago. Por un instante pensó que cuando Mina se enterara de su accidente estaría furiosa por no haberle llamado. Pero esa sensación pronto desapareció. Ana apretó la mandíbula. En cambio, otro impulso la ataco. Una extraña necesidad. No podía poner un nombre a la extraña inquietud bajo su piel o mejor dicho… No quería.

<< Casi muero hoy>>

Si Ana hubiera muerto hoy, su funeral tal vez hubiera sido tan frío como el del doctor Harper. Al menos sentía el consuelo de que sus padres y familiares, sentirían la pena de su muerte. De eso estaba segura. Al menos eso esperaba. No era como si hubiera sido una buena hija últimamente. Su madre se quejaba de que no llamaba con la suficiente frecuencia y ya había pasado más de medio año que no los visitaba. Pero eso era todo. Ana moriría y sería el final del camino. No dejaba nada realmente importante atrás. Ana se había dicho a sí misma que no deseaba una pareja, ni quería hijos… Su vida realmente era vacía y patética.

<< Casi muero hoy>>

Desbloqueando su teléfono celular, rápidamente llamó al número de la persona cuya voz quería escuchar en ese momento. Tal vez culparía al hecho de casi haber muerto, a los medicamentos en su sistema, o simplemente al hecho no tener nada mejor que hacer. Pero, aunque se había jurado no corromper a Morgan, era innegable que se encontró a sí misma deseando acariciarla en múltiples ocasiones. Quería tocarla. Acariciar su piel. Poner un brazo posesivo a su alrededor. Era como si no pudiera controlar a su cuerpo en absoluto. Y él no podía controlar su mente, tampoco. Quería escucharla.

—Doctora… ¿Se encuentra bien? — Escuchó la voz adormilada de Morgan. Casi se sintió culpable en despertarla. Casi.

—Di mi nombre— De verdad le molestaba que Morgan erigiera ese muro entre las dos. Llamarla constantemente por su profesión o por su apellido. La estaba comenzando a molestar.

—Ana— dijo ella titubeante. Y entonces fue como si Ana pudiera volver a respirar de nuevo. Ana podría imaginar a Morgan en su cama, sería una cama blanca, con suaves edredones acolchados. También blancos. Rodeada de suaves almohadas mullidas. El olor a flores frotaría por la habitación. Podía imaginarse a sí misma empujando a Morgan sobre su espalda y trepando sobre ella. También podía imaginar con facilidad su sonrojado y sus ojos brillantes. << Hay tanto que quiero hacerle>> Ana suspiró y apretó los muslos. Podía sentir su coño húmedo. Nunca se sintió tan fuera de control antes. Nunca. Era más que un poco inquietante. Y no era normal que una sonrisa de una chica tan sencilla y simple como Morgan pudiera hacer que su boca se le secara, los latidos de su corazón se aceleraran y su coño se humedeciera. Odiaba su absoluta falta de autocontrol en torno a Morgan. Esta… obsesión se le estaba yendo de las manos.

—¿Cuál es tu color favorito, Morgan? — Preguntó. Y cuando obtuvo la respuesta a esa pregunta. Otra tomó su lugar. Morgan contestó a todo. Estuvieron charlando durante mucho rato. Hasta que el cansancio las venció. Y sin terminar la llamada se sumergieron en un cómodo silencio y ambas se quedaron dormidas.

 

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