Dark
CAPÍTULO 30
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CAPÍTULO 30
Ana sintió la vibración de sus brazos cada que apretaba el gatillo de la pistola. Sin duda había mejorado en esos veinte minutos. Al menos ahora ya podría atinarle al blanco en alguna parte. Estaba apuntando al pecho. Pero le atinaba al brazo o alguna otra parte. Era su primera vez y no lo estaba haciendo tan mal. Apretando los dientes. Ana ajustó el ángulo. Quería hacerlo bien por una sola vez. Ella no era dada a la violencia << No la mayor parte de las ocasiones>> Pero admitía que esta era la mejor terapia para descargar sus frustraciones. Enojada y frustrada. Vacío todo el cargador de balas sobre el pobre blanco color negro a unos metros enfrente de ella. Cuando terminó de hacerlo se dio cuenta de que sus brazos le dolían y que le costaba respirar. Pero se sentía mejor. Mucho mejor. Giro la cabeza cuando Gideon se colocó a su lado. Se quitó los cascos para escucharlo mejor.
—Bien hecho— Gideon le quitó el arma. Ana estuvo renuente a entregársela. —Estás mejorando. Hasta pareciera que estás furiosa contra alguien— Se burló Gideon mientras cambiaba el cartucho de su arma.
—Estoy furiosa— Admitió Ana. —Conmigo misma— Gideon se detuvo de lo que estaba haciendo y la miró.
—¿Qué sucedió? — Ana no quería hablar de ello. Pero si no hacía con Gideon, ¿Entonces con quién?
—Anoche tuve una pesadilla— Desvió la mirada hacia el armamento que estaba esparcido sobre la mesa. Esa mañana había dejado a Morgan en el trabajo y Gideon la había invitado a practicar tiro. Algo que Ana le había estado pidiendo. No era que quisiera portar un arma. Solo le gustaba experimentar con cosas nuevas. Así que Gideon en contra de los alegatos de Kai la había inscrito en un curso.
—¿Qué clase de pesadilla? —
—Yo estaba arriba de un escenario recibiendo un reconocimiento por innovación e investigación médica— Explico Ana —Ese es el sueño de cualquier médico—
—Eso no me suena una pesadilla— Gideon dijo confundido.
—No había público aplaudiendo, no había gritos, ni silbidos júbilos por mi victoria. Las personas que estaban ahí ni siquiera tenían rostro— Ana cerró los ojos y respiro profundamente —Al final de la habitación. Había un enorme sofá color crema con almohadones de colores, parecía una escena aparte, ajena al evento—
—¿Y qué viste? — Preguntó Gideon tranquilamente. Ana lo miró.
—A Morgan, sonriendo. Cargando un bebé en brazos. Ella le hacía monerías y el bebé reía encantado—
—Mierda— gruñó Gideon.
—Sí, algo así— Ana se llevó las manos a la cabeza —Morgan se veía muy bien con ese bebé en brazos. Ella se merece eso. Una familia. No alguien como yo—
—¿Quién dice que tú no puedes darle una familia? — Comentó Gideon reanudando su tarea con el arma. —Para una pareja de mujeres es más sencillo tener hijos. Solo una de ustedes necesita embarazarse. El esperma congelado hará el resto— Ana rio amargamente.
—Y si yo no quiero eso. Yo nunca desee ser madre— Para Ana solo pensar en niños era…
—Acabas de decir “Desee” eso para mí es en verbo pasado. Te creería si lo hubieras dicho en tiempo presente—
—Gideon. Yo no tengo paciencia con los niños— Ana lo fulminó con la mirada —¿Qué clase de madre seria? —
—La mejor madre que puedes llegar a ser, todo padre hace lo que puede, eres doctora, eso seguramente será una ventaja para cuando a la criatura enferme— Gideon rio. Ana negó con la cabeza.
—Morgan podría estar mejor formando su familia con alguien que la ame—
—En eso estoy de acuerdo— Gideon le entregó el arma —Una familia tiene que tener una base de amor. Si tú no amas a Morgan y estás dispuesta a darle todo eso que ella necesita. Entonces deberías de hacerte a un lado y dejar que otro hombre o mujer tome tu lugar— Las palabras de Gideon fueron crueles, duras y directas. La hicieron enfurecer. ¿Ceder a Morgan? ¿Apartarse? Eso sin duda sería lo mejor… Furiosa. Ana se giró de nuevo hacía el blanco. Se ajustó los protectores para los oídos y disparo. Disparo. Disparo. Dejo que con cada cargador que vaciaba su ira fluyera como pólvora quemada. Solo esperaba que cuando terminara, se sintiera un poco mejor. Aunque lo dudaba. Su corazón oscuro se estaba imponiendo.
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Existen momentos en la vida de una persona donde, por algún motivo no estas de ánimo. Todo te entristece. Todo te enfurece o simplemente las cosas se tornan raro al alrededor. Morgan tenía un extraño presentimiento. A lo mejor era solo melancolía. Simplemente sentía que todo el universo tenía un complot en contra de ella.
Esa mañana, su madre le había dicho que ahora que tenía una vista perfecta, pensara en arreglarse mejor. De esa forma podría conseguir un novio sin peligro a matarlo por accidente. Su padre había bromeado al respecto sobre pronto querer tener nietos. Morgan se sintió terriblemente mal, estaba ahí, comiendo con sus padres y no podía mirarlos a la cara. ¿Cómo decirles a tus padres que ya no eres esa niña que ellos criaron? ¿Cómo reaccionarían si Morgan les dijera que le gustaba una mujer? ¡Tenía sexo con una mujer! ¿Eso quería decir que ella ahora era lesbiana? Sabía de antemano que Ana era bisexual, pero dado el hecho de que ella jamás se había acostado con un hombre no podía asegurar a ciencia cierta si le gustaban las mujeres o los hombres. << O solo es a causa de la doctora Carson>>
Una noche Morgan se imaginó teniendo sexo con un hombre, fue algo complicado. También se imaginó teniendo sexo con una mujer que no fuera la doctora Carson… De nada sirvió. En cuanto cerraba los ojos, era el rostro de Ana el que aparecía.
Ese día, su abuelo le había vuelto a preguntar sobre si tomaría la especialidad en Toronto. Él estaba más que dispuesto en ayudarle con el pago de la matrícula, además de que estaba emocionado por expandir el negocio. Morgan en otro momento se sentiría entusiasmada por eso, pero ¿Irse?
Además, estaba el hecho de que noche se sintió… Extraña. ¿Amor o lujuria? Jamás había quedado claro, ¿Ana simplemente la follaba como follaba a otra chica? ¿O existía algún sentimiento de por medio? ¿Amor o solo sexo? Nuevamente ella no podría asegurar nada, porque no tenía experiencia al respecto.
Tal vez conversar con Keity… Era triste que la amiga a la que tenías más confianza fuera menor que ella. También había pensado en Sandy. Pero el tema era bastante vergonzoso. Morgan apartó la vista de lo que estaba haciendo cuando escuchó que su abuelo la llamaba. Como no estuvo segura si era él. Se levantó y salió de la pequeña oficina administrativa. Desde el segundo pisó de la plataforma metálica podía ver perfectamente las líneas de flores en el invernadero, su abuelo estaba al final del surco F6.
—¿Abuelo?
—Morgan, alguien quiere hablar contigo— Dijo su abuelo casi a gritos. Morgan enarcó una ceja, buscó con la mirada a la persona que la buscaba. Sería una mentirosa si no admitía que tuvo la esperanza de que fuera Ana. Pero sería imposible, ella comenzaría su turno esa tarde y estaría de guardia por cuarenta y ocho horas. Al regresar la vista hacia su abuelo, él señaló hacia donde estaban las escaleras de metal que llevaban al segundo piso. Al girar la mirada, vio aparecer cerca de la baranda a la señora Mina. Su corazón cayó en picada al suelo.
—Hola, Morgan— ella le sonrió —¿Tienes un minuto? — Definitivamente no era su día, pensó Morgan, mientras hacía todo el esfuerzo para que sus manos no temblaran mientras le servía una taza de té a Mina. Morgan podía sentir el peso de su mirada en su espalda, el silencioso juicio. Ella estaba evaluándola a ella de arriba abajo, Buscando algo.
—Ana dijo que estarías en reposo— Dijo Morgan girándose hacia la mujer con la taza en mano. Ella estaba sentada en una de las enormes sillas que a su abuelo tanto le gustaban, ella parecía pequeña ahí, además de que estaba algo pálida y hasta podría jurar que perdió peso.
—Me siento bien, era necesario venir a hablar contigo— Dijo ella agradeciendo y aceptando la taza ofrecida. Morgan dio un paso atrás y colocó las manos en su espalda, no sabiendo que más hacer.
—¿Hablar conmigo? — Mina dejo la taza sobre el escritorio se pasó una mano por la cara. —Así es— Ella dudó un segundo —En la otra ocasión que pudimos charlar, te conté acerca de la gran conexión que tengo con Ana—
—Lo recuerdo— Morgan caminó de regreso a su lugar al otro lado del escritorio, de repente las piernas le temblaban.
—Ana es una persona especial para mí y yo para ella— Ella cruzó las manos sobre su regazo —Siempre pensé que la amistad entre ambas era más que suficiente, pero ya me di cuenta de que no es así, no puedo perderla—
—Ana te estima mucho y no…—
—Ella me ama. — Mina la interrumpió y arrojó esas tres palabras de golpe, y aunque estaba sentada, Morgan sintió removerse el piso en el que estaba. —Siempre me ha amado y eso no cambiará por más personas que se lleve a la cama— Morgan bajo la mirada, sintió la bilis subir por su garganta. El que Ana amara a Mina era una idea que se le había cruzado más de una vez en la cabeza, era torpe no idiota. —Tú sospechabas que ella sentía algo por mí ¿Cierto? —
—Si— Morgan asintió, todavía sin mirarla.
—Si lo sabes, entonces déjala ir— Dijo. Morgan levantó la vista.
—¿Dejarla ir? Yo no tengo a Ana a mi lado a la fuerza. Puede que solos esté satisfaciendo su lujuria conmigo— “ Lujuria ” Morgan estaba comenzando a odiar la terrible palabra, además que en ese instante la dijo con desprecio.
—Conozco la peor parte de Ana— la vergüenza se reflejó en la cara de Mina — Y yo tampoco soy una buena persona, pero ella me ama de todos modos. Yo no voy a renunciar a ella. Nunca. — Morgan negó con la cabeza lentamente.
—¿Y estás aquí para pedirme que me aleje? ¿Dejarás a tu esposo? —
—Yo amo a mi esposo, y pensé que podría continuar con mi conexión con Ana sin ningún problema, pero ella se alejó, comenzó a evitarme, a salir contigo…— Ella bajo la mirada. — Sé que la lastime cuando me case, y que estar embarazada es un conflicto para ella, pero yo solo no puedo dejarla ir, ¿De acuerdo? Ella es… Le debo todo lo que soy ahora— Su voz estaba llena de resentimiento. —Tengo esta dependencia emocional y el deseo constante de tener su atención y aprobación. Yo siempre dependí emocionalmente de ella—
—¿La amas? — Morgan preguntó con un nudo en la garganta. Mina sonrió torcidamente, sacudiendo la cabeza.
—Son muchas cosas las que siento, por supuesto que no lo entiendes. Nadie lo entiende—
—Y si yo me alejó… ¿Qué sucederá con tu marido? — La mirada de Morgan viajo hacia el vientre de Mina.
— Haré cambios. Tengo un plan, Bruno, Ana y yo… Podríamos estar juntos… los tres, existen antecedentes de relaciones entres vías, es un estilo de vida válido— Hubo un largo silencio, durante el cual Mina se quedó mirándola fijamente. Había algo en su mirada. Morgan fue la primera en rendirse, ella ni siquiera debería de estar teniendo esta conversación con la señora Mina. Si la doctora Carson decidía estar con ella y la amaba tanto como Mina decía. Entonces era con ella con la que debería de hablar.
—No debería de tener esta conversación conmigo, señora Mina—. Dijo Morgan poniéndose de pie, su voz era áspera y cortante.
—Morgan, quiero que…— Empezó a decir Mina, pero Morgan la interrumpió, por primera vez sintió ira, una ira tan profunda que la hacían querer gritar y golpear algo.
—Ana no me ama a mí, así que no soy un peligro para usted—
—Morgan…—
—¡No! — Gritó Morgan — ¡Ya no la escucharé! Usted y Ana Carson pueden irse al infierno si es lo que desean— Morgan sentía las lágrimas agolparse en sus ojos. —Quiero que ambas me dejen tranquila de una buena vez. —Y por primera ocasión en toda su vida, se olvidó de los modales que su madre le había enseñado. Salió a toda prisa de la oficina, azotando la puerta. Estaba a punto de llorar y se sentía tan fatigada, que casi le resultaba imposible permanecer de pie. Desesperada se sostuvo a la baranda, buscó frenéticamente donde esconderse. Con piernas temblorosas caminó por la rampa elevada y se dirigió a las escaleras, no supo cómo fue que bajo las escaleras de metal. Pero una vez que sus pies tocaron el piso, Morgan corrió. Se apresuró hasta que llego a un lugar apartado, donde estaba segura de que nadie la vería. Se refugió en uno de los rincones.
Se sentó sobre el suelo en una esquina, encogió sus piernas lo más que pudo y envolvió sus brazos. Hundió el rostro entre sus brazos y las lágrimas que había reprimido comenzaron a brotar de sus ojos. De pronto se sintió vencida por el agotamiento. La dura prueba emocional que estaba viviendo le había quitado las fuerzas y la compostura. Estaba temblando como una hoja en una tormenta de viento. Su teléfono móvil en ese momento sonó, con manos temblorosas lo saco del bolsillo de su falda. Entre las lágrimas que empañaban su visión, pudo ver el nombre de Ana en la pantalla, apretó fuertemente el móvil en su mano. Se sentía como si se estuviera partiendo en pedazos por dentro y aspiró profundamente en un esfuerzo por recobrar el control. La única gracia salvadora era que la doctora Carson nunca sabría cuán cerca estaba de quebrarse. Tal debilidad, incluso en una mujer, seguramente le desagradaría. También sería humillante para ella llorar suplicando que no la dejara. Después de todo, sí tenía orgullo. Nunca había necesitado apoyarse en nadie y no estaba dispuesta a apoyarse en nadie ahora. Aspiró profundamente para calmarse. Apretó el botón de contestar y se llevó el teléfono hacia el oído.
—Hola, cariño ¿Dónde estabas? — Escuchó la voz calmada de Ana al otro lado de la línea, también se escuchaba el agitado entorno del hospital. Ana últimamente la llamaba con apodos cariñosos. Pero eran solo palabras. Ahora comprendía que no era algo que sintiera en realidad. —Estaba a nada de colgar ¿Tienes mucho trabajo? —
—Si— fue todo lo que Morgan pudo contestar.
—Entiendo, no te entretendré mucho, también tengo que entrar a cirugía, estaba pensando que este fin de semana podríamos ir algún lugar, tal vez a un spa ¿Qué te parece? ¿Has estado alguna vez en un spa? —
—No—Los escalofríos aumentaron. Se dijo a sí misma que todo iba a ir bien; no se humillaría. Tenía que terminar con esto de una buena vez, así podría regresar a su tranquila vida antes de perder por completo la dignidad.
—Será genial, podrán darnos masajes, nos relajaremos y disfrutaremos el día, también necesito cortarme el cabello y…—
—Ana— Morgan la interrumpió.
—¿Qué sucede? — << Dilo Morgan>> sería simplemente dar por terminado lo que fuera que ellas tuvieran. Así podrían ambas continuar. Era mejor hacerlo por teléfono, sería más sencillo de esa forma. Era un plan lógico. Pero la mente le decía una cosa y el corazón insistía con otra. Ahora necesitaba privacidad y, con todo, al mismo tiempo deseaba desesperadamente el consuelo de Ana y su fuerza. Vaciló durante una milésima de segundo.
—Morgan ¿Te encuentras bien? ¿Qué sucede? —
—Me voy— susurró.
—¿A dónde te vas? —Preguntó Ana tranquilamente. Su tono de voz tuvo un cambio sutil al de hace segundos antes. ¡Oh Dios! Morgan estaba segura de que iba a vomitar.
—Me iré a Toronto— Estaba tan confundida en su interior. Durante un momento Ana no dijo nada. Morgan consideró en terminar la llamada, porque estaba segura de que no podría decir nada más, sin que el llanto la atacara.
—¿Cuándo? —Preguntó Ana con voz escalofriantemente suave . Morgan regresó rápidamente la mirada hacia el regazo. Intentó desesperadamente que los sentimientos no se reflejaran en su voz. No deseaba que Ana supiera cuánto le dolía por dentro.
—Pronto—
—Si es lo que deseas hacer…—
—Lo haré— Contestó Morgan respirando profundamente. Morgan ya no era una niña, y tal vez siempre fue una cobarde, y era la primera vez que tenía el corazón roto. Pero no moriría por ello. La tensión que había sentido en el pecho había disminuido. El amar a Ana le hacía sentir que podía conquistar al mundo. Pero esto no era un cuento de hadas. Y aunque Morgan tenía derecho de estar molesta y gritarle a Ana todos los insultos que se sabía. No lo hizo. No quería un mal recuerdo. No podía siquiera comprender como era que alguien como la doctora Carson se había fijado en ella. Eso era un milagro. Casi sonrió. Ana le había dado tanto y no quería odiarla, no tenía derecho a hacerlo. —Comenzaré con los trámites para poder irme en cuanto antes— Susurró. Esperaba ira y secretamente deseaba que Ana le gritara, que le impidiera irse. No lo hizo.
—Está bien —Aceptó Ana. Había pronunciado las palabras de manera tan casual, tan pragmáticamente. Que a Morgan la tomaron desprevenida. Las lágrimas le corrían por las mejillas.
—Ahora tengo que irme, tengo trabajo que hacer— Esperaba que el nudo en su garganta no se notara cuando habló.
—De acuerdo — La inmediata aceptación de Ana confundió a Morgan. Pensó que por lo menos podría pedirle que lo intentara y entonces ella… —Hablaremos luego—
—Adiós, Doctora Carson— En cuanto terminó la llamada se echó a llorar inmediatamente. Sabía que daba lástima, pero no le importaba. No podía pensar con mucha claridad. Le había dicho a Ana que se marchaba y ella sencillamente estaba aceptando lo que ella había querido. Era un final.