Dare

Dare


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A través de un velo, luz y sonido.

La voz de R’li.

—¿Está muerto?

—¿Jack Cage? —dijo una voz masculina que Jack no pudo identificar.

—No. Su padre.

—Vivirá. Si lo desea.

—Oh Hablador al Alma, ¿siempre has de murmurar lo que aprendiste en los Ritos?

—Es cierto, ¿no?

—Pero obvio y aburrido —replicó la sirena—. Walt Cage deseará morir cuando descubra que ha sido arrastrado a una vivienda cadmo. Nos odia tanto…

Jack abrió los ojos. Estaba tendido sobre un montón de alguna sustancia blanda en una amplia habitación circular. Las paredes y el suelo estaban formados de la carne-vegetal parda y lustrosa. Una media luz brotaba de los grises racimos globulares que adornaban el techo y las paredes. Se incorporó y tocó los globos. Apartó los dedos, pero no porque los globos estuvieran calientes, ya que estaban fríos. El racimo se había retorcido ligeramente.

Miró a su alrededor. R’li y Polly O’Brien estaban contemplando al hombre que estaba al otro lado de la habitación. Su padre se hallaba tendido en una cama de la misma sustancia musgosa que él tenía debajo.

Yath, el hombre medicina del Wiyr local, estaba inclinado sobre Walt y ajustando vendajes. De cuando en cuando susurraba al oído del hombre. Jack no pudo suponer por qué, ya que su padre se hallaba inconsciente bajo los efectos de un intenso shock. Jack dijo:

—Yath, ¿qué le pasa a mi padre? R’li se apresuró a decir:

—No le interrumpas, Jack, por favor. En este preciso momento no tiene que hablar con nadie. Pero yo te lo diré. Tu padre tiene tres fracturas en el brazo derecho, dos costillas rotas, dos fracturas compuestas en la pierna izquierda, y posible hemorragia interna. Naturalmente, está en shock. Hacemos todo lo que podemos.

Jack palpó en sus bolsillos. R’li le ofreció un cigarrillo y lo encendió mientras él chupaba ansiosamente.

—Gracias. Ahora, dime, ¿qué diablos ha ocurrido? Lo último que recuerdo es que las paredes se estaban cerrando sobre mí.

R’li sonrió y tomó su mano.

—Si hubiésemos tenido tiempo de hablar de algo que no fuera nosotros mismos, sabrías lo que es una vivienda cadmo. Yo te hubiera dicho que es un ser viviente.

Al igual que el árbol totum, es medio vegetal, medio animal. Originalmente, era una enorme entidad parcialmente subterránea que vivía en simbiosis con osos o mandrágoras. O, de hecho, con cualquier cosa que le proporcionara carne o vegetación. A cambio de alimento, ofrecía refugio y protección contra los enemigos. No obstante, si se dejaba de pagar el alquiler, el moroso se convertía en enemigo e iba a parar al estómago vacío.

»Cuando digo que “ofrecía” refugio, no aludo a ningún sentido inteligente. No tiene cerebro; no como el que nosotros conocemos, en cualquier caso. Pero cuando nosotros estábamos construyendo nuestra nueva civilización, criamos esas cadmos para un tamaño mayor, para más “inteligencia”, para todas las cualidades que deseábamos. El resultado es la criatura en la que ahora te encuentras. La que nos proporciona aire puro, una temperatura constante y agradable, luz y seguridad. En realidad, nuestra morada subterránea es una colonia de doce de esos animales, cada uno de los cuales proyecta al exterior el cuerno casi indestructible que tú ves desde el prado.

—¿Es tan simple como eso? Entonces, ¿por qué el misterio todos esos siglos?

—La información ha estado siempre al alcance de cualquiera. Pero vuestros jefes os la ocultaron. Ellos sabían la verdad, pero preferían permitir que la gente considerase a las viviendas cadmo como cámaras de horrores y de magia diabólica.

Jack ignoró aquello.

—Pero ¿cómo la controláis? ¿Cómo sabía que nosotros éramos enemigos?

—Antes de poder establecer un «acuerdo» con una cadmo, tienes que ofrecerle cierta cantidad de comida en determinados orificios. Después de eso te reconoce por tu olor, peso y forma. Las paredes de una habitación se cierran sobre ti y toman las huellas de tu forma.

»Nosotros les enseñamos a reaccionar de tal y tal manera ante nosotros, y desde entonces somos sus dueños —o socios—, mientras llegue la comida. Pero está condicionada para capturar a la gente sin identificar y a retenerla hasta que nosotros le ordenamos que la suelte. O que la mate.

R’li acercó su mano a uno de los racimos luminosos.

—Mira.

A medida que la mano se aproximaba, los globos se hacían más brillantes. Cuando la mano retrocedió, la luz se amortiguó. Acariciado tres veces, el racimo aumentó su brillo y lo conservó incluso después de que R’li apartó los dedos.

—Conservarán esa intensidad hasta que sean acariciados dos veces. Es cuestión de establecer comunicación y de adiestramiento.

Jack no sabía qué deseaba descubrir a continuación. El ataque, Ed, Polly, los dragones, su padre, su actual situación…

Gimió.

R’li pareció alarmada. Jack se alegró de ello porque, en un sentido, aquello contestaba a la pregunta que le había asaltado súbitamente.

—¿Qué pensaste de mí cuando me encontraste entre los asaltantes?

Inclinándose sobre él, R’li le besó en los labios.

—Yo sabía todo lo que iba a pasar. Tenemos nuestras fuentes de información.

—Debí enfrentarme a ellos desde el primer momento. Debí enviarles al diablo.

—Sí, y terminar como el pobre Wuv —dijo R’li.

—¿Cuándo te enteraste de eso?

—Hace algún tiempo. A través de ciertos… ejem… canales.

—Entonces, ¿sabes lo de la HK?

—Absolutamente todo.

Yath, incorporándose, hizo un gesto.

R’li dijo:

—Le estamos molestando en su trabajo con tu padre.

Les llevó a otra celda. Cuando Polly hubo pasado, R’li acarició el iris tres veces, y éste se cerró.

A Jack le hubiera gustado quedarse donde estaban, ya que un cadmo estaba hablando en una gran caja de metal con saetas y esferas en la parte delantera. Una vez se interrumpió, y una voz masculina brotó de la caja. R’li les hizo salir y les condujo a otra habitación en la que O’Reg, su padre, estaba sentado delante de una mesa.

El Rey Ciego no se molestó en saludar.

—Siéntate, Jack, por favor. Deseo explicarte unas cuantas cosas acerca de tu futuro inmediato. En especial teniendo en cuenta que tu destino afecta al de mi hija.

Jack quiso preguntarle qué era lo que sabía acerca de R’li y de él, pero era obvio que O’Reg no deseaba ser interrumpido.

—En primer lugar, tu padre quedará muy trastornado por el hecho de que le llevaran a una vivienda cadmo sin su permiso. Pero había que escoger entre traerlo o dejarle morir mientras se esperaba la llegada de un médico humano.

»Tendrá que esperar hasta que se encuentre mucho mejor antes de poder tomar una decisión. Pero es vital que Polly y tú decidáis inmediatamente lo que queréis hacer. Nos han informado de que las noticias del ataque han llegado a Slashlark y que la totalidad de la guarnición se ha puesto en marcha para rodear la granja.

»Hace diez minutos, su vanguardia, montada en carruajes, cruzó el puente del Arroyo Escamoso. Les seguían soldados a pie. Eso significa que los primeros llegarán aquí dentro de una hora y media, aproximadamente.

»Su objetivo aparente es el de proteger al Wiyr contra unos ciudadanos sublevados. En realidad, pueden estar buscando un pretexto para invadir nuestras viviendas cadmo. Saben que hemos capturado a miembros de la HK. Pueden imaginarse que les hemos sonsacado sus secretos y que lo mejor será desencadenar el ataque contra los horstels antes de lo previsto.

»Sin embargo, confiemos en que no se atrevan a hacerlo sin recibir la orden de la capital. Ahora es de día; los heliógrafos del Gobierno han estado muy ocupados. Desde aquí a San Dionisio hay mil quinientos kilómetros, pasará algún tiempo antes de que Slashlark reciba un mensaje.

»Pero los soldados no tardarán en llegar. Están tan excitados como los ciudadanos por el asunto; no puede preverse lo que ocurrirá si se olvida la disciplina. De modo que es mejor que decidas ahora lo que quieres hacer, por si los soldados violan el asilo.

»Tienes dos caminos. Uno, arriesgarte a ser juzgado. Otro, huir a las Thrruk.

—No hay mucho que elegir —dijo Jack—. Lo primero equivale a una muerte segura en las minas.

A pesar de su concentración en el Rey Ciego, Jack observó que Polly O’Brien se había ido aproximando a él. Los enormes ojos de la muchacha estaban semicubiertos por los párpados; una mano se mantenía detrás de su larga falda como si ocultara algo en ella. Lo primero que se le ocurrió a Jack fue que Polly empuñaba un cuchillo. Resultó fácil para él pensarlo. Demasiadas personas habían intentado acabar con él en las últimas horas. Lo que pensó a continuación fue que Polly O’Brien no tenía ningún motivo para apuñalarle y que se estaba poniendo demasiado nervioso.

Un cadmo entró en la cámara y le habló a O’Reg en lenguaje adulto. O’Reg dijo en inglés:

—Regresaré en seguida.

Cuando se hubo marchado, Jack dijo:

—¿Tiene mi padre muchas posibilidades de salir de esto?

—No puedo garantizar nada —respondió R’li en lenguaje infantil—. Pero Yath es muy capaz. Tiene su oreja en el seno de la Gran Madre. Es uno de los mejores de la clase curativa.

En otro momento, Jack hubiera experimentado sorpresa y curiosidad ante aquella afirmación. No había sospechado que los Wiyr tuvieran clases de ningún tipo. Profesiones y comercios, sí, pero la palabra que ella había utilizado no podía ser traducida al inglés para que significara ninguna de aquellas dos cosas. Tenía una partícula enclítica: el «pang», que significaba que el sustantivo que modificaba poseía cualidades que estaban limitadas concretamente por determinadas restricciones. Así, en ciertos contextos, podía indicar que la persona restringida designada por el sustantivo había nacido en la situación y no podía ir más allá de aquellos límites.

Si alguien le hubiese interrogado antes de aquella conversación particular, Jack habría contestado que sólo tenía una vaga idea de cómo estaba organizada la sociedad cadmo. Apremiado, hubiera dicho que siempre había creído que los Wiyr vivían muy próximos a la anarquía.

Pero, en aquel momento, sólo podía pensar en su padre.

R’li continuó:

—Yath ha remendado ya los huesos rotos. Aparte del shock, del cual ya ha sido tratado, y de una posible hemorragia interna, Walt debería encontrarse en condiciones de levantarse ahora mismo.

Polly O’Brien profirió una exclamación de asombro Y dijo:

—¡Magia negra!

—No —replicó R’li—. Conocimiento de la Naturaleza. Yath ha situado los huesos en su sitio y luego ha inyectado un pegamento muy potente y de secado muy rápido que une los huesos más fuertemente de lo que estaban unidos antes de la fractura. También ha administrado varias drogas, cuyo efecto combinado combate el shock. Y ha colocado a tu padre en un «kipum». Traducido aproximadamente, un «kipum» es un trance en el cual el paciente es receptivo a las sugerencias psíquicas que capacitan al cuerpo para sanar con más rapidez y eficacia.

»No, no hay magia negra ni brujería en nuestros métodos. Si Yath explicara sus métodos, las técnicas de su profesión, los ingredientes y fórmulas de sus medicinas, veríais claramente que no hay involucrada ninguna magia. Pero él no os dirá más de lo que me ha dicho a mí: nada. Sus poderes son los secretos de su profesión. Éste es uno de los privilegios de su clase. Nunca podrá ser un rey, pero tiene derechos que deben ser respetados.

O’Reg regresó a la habitación. Dijo:

—Chuckswilly ha escapado de Mar-Kuk y Hay-Nun, los dragones. Ha establecido contacto con los soldados montados y ahora se dirige hacia aquí con ellos. Dentro de unos minutos sabremos lo que quiere.

Hizo una pausa, y luego continuó:

—Esperaba que exigiera que te entregásemos a ti, Jack. En realidad quiere a todos los humanos que ahora se encuentran en esta vivienda cadmo. Eso significa Polly, tu padre, Ed Wang y sus compañeros.

R’li, con una expresión de ansiedad en el rostro, miró a Jack.

—¿No comprendes lo que significa eso? Todos vosotros, no importa qué motivos os hayan traído aquí, seréis condenados. ¡Ya conoces vuestra ley! Si uno va a una vivienda cadmo, se hace reo de contaminación. Y es juzgado y sentenciado. La única duda será si morirá en la hoguera o trabajando en las minas…

—Lo sé —dijo Jack, alzándose de hombros—. Hasta cierto punto, es curioso lo de Ed. Su odio a los horstels y a los humanos amigos de ellos le ha llevado hasta aquí. Y ahora, le guste o no, tendrá que compartir su suerte.

O’Reg dijo:

—Ed Wang no lo encuentra divertido. Le dije lo que le espera, y casi se desmayó de rabia y de frustración. Y también, creo, de un miedo más que regular. Le dejé aullando obscenidades y amenazas. —Hizo una mueca de disgusto—. ¡Un ser vil!

—¿Qué vas a hacer? —le dijo R’li a Jack.

—Si me quedo aquí, ¿qué pasará? Y no es que quiera quedarme. No podría permanecer bajo tierra para siempre.

—Ni a nosotros nos gustaría estar encerrados dentro de nuestros hogares —dijo O’Reg—. Ya sabes lo mucho que amamos los cielos abiertos, los árboles, nuestros campos. Aunque estamos acostumbrados a descender a las viviendas cadmo para protegernos y para asuntos necesarios, nos volveríamos locos si estuviésemos obligados a permanecer durante largos períodos en esas celdas.

»Sin embargo, esa posibilidad no debe preocuparnos de momento. Os diré lo que está ocurriendo más allá de esas paredes. Tal como suponíais, el gobierno de Dyonisa se ha estado preparando para atacar a los horstels dentro de sus fronteras. Además, Dyonisa está aliada con Croatania y Farfrom. Los tres gobiernos planean exterminar a los Wiyr, matar a todos y cada uno de nosotros, hombre, mujer, niño.

»Lo sabemos desde hace algún tiempo. Pero hasta ahora no hemos sabido qué hacer. Estábamos dispuestos a ceder lo que fuera preciso para conservar la paz, pero no renunciaremos a nuestra independencia ni a nuestro sistema de vida. Sin embargo, los gobiernos humanos no desean mediación y reajuste. Quieren resolver el problema por completo, para siempre, y en seguida.

Jack dijo:

—Si sabéis que tenéis que luchar, ¿por qué no golpeáis los primeros? Sed realistas.

—Hemos hecho preparativos —dijo R’li—. Utilizaremos todas las fuerzas de Baibai, nuestra Madre.

Se refería a una deidad o a una fuerza, Jack no estaba seguro. Sospechaba que Baibai era una diosa de la tierra, una falsa deidad, un demonio aborrecible para todos los cristianos. Se decía que los horstels le sacrificaban sus niños, pero Jack no lo creía. Nadie que conociera a los horstels y la repugnancia que les inspiraba el derramamiento de sangre, los ritos protectores con los cuales se rodeaban incluso en el sacrificio de animales para comer, podría creerlo. Claro que existían otras maldades además del sacrificio de niños.

O’Reg sonrió torvamente y dijo:

—La Sociedad HK no era una organización oficial, pero estoy seguro de que el gobierno conocía su existencia e incluso situó agentes en ella para estimular sus planes. Sin embargo, tengo noticias para ti. La capital de Dyonisa está ardiendo.

—¿Está qué? —dijo Jack.

—Ardiendo. Estalló un incendio en los suburbios. Favorecido por un fuerte viento, se extendió a través de los distritos edificados a base de madera. Además, amenaza a las casas de los comerciantes y la nobleza. Los refugiados de los suburbios de Dyonisa se extienden hacia el interior de la ciudad lo mismo que hacia el campo. Sospecho que el gobierno tendrá otras cosas en qué pensar que no sean guerrear contra los Wiyr. De momento, al menos.

—¿Quién empezó el fuego? —preguntó Polly O’Brien.

O’Reg se alzó de hombros y dijo:

—¿Qué importa eso? Los suburbios han sido un polvorín desde hace mucho tiempo. Esto tenía que ocurrir. Pero podéis estar seguros de que, sea cual sea la causa, los horstels cargarán con la culpa.

Jack se preguntó cómo sabía O’Reg con tanta rapidez lo que ocurría en la capital, tan lejana. Luego recordó las cajas parlantes. ¡Pero 1200 kilómetros de distancia!

—Unos minutos más —dijo O’Reg— y tendréis que quedaros aquí. La salida quedará bloqueada por los soldados.

Entró un horstel macho y habló a O’Reg en lenguaje adulto. El Rey Ciego contestó; el mensajero se fue. O’Reg cambió al inglés.

—Ed Wang y sus compañeros se han marchado. Corren hacia los bosques, hacia las Thrruk, supongo.

R’li apoyó una mano sobre el hombro de Jack y dijo:

—¡No puedes entregarte a ellos! Si lo haces, te ejecutarás a ti mismo. ¡Morirás!

—Pero ¿y mi padre? —dijo Jack.

Ella respondió:

—Probablemente se pondrá bien, y pronto. Pero tiene que pasar al menos un día en cama.

—¡No le abandonaré! —dijo Jack. Apretó firmemente las mandíbulas y miró a los otros con aire decidido.

O’Reg dijo:

—¿Qué dices tú, Polly O’Brien?

El rostro en forma de corazón con los ojos enormes de la muchacha había perdido su belleza. Estaba muy pálida; la piel alrededor de los ojos tenía un color azul oscuro; los ojos tenían una expresión inquieta. Miró a Jack, luego a los horstels.

—Decide lo que quieres hacer —dijo Jack—. Yo voy a ver a mi padre.

Salió de la celda y descendió por el largo pasillo, apenas lo bastante ancho como para permitir el paso de dos personas. Las paredes eran de color gris-verdoso, lisas, sin granulación, y lustrosas. De trecho en trecho, racimos de globos colgaban de tallos de aspecto carnoso pegados al techo. La mayoría de ellos estaban iluminados. Pero la luz era crepuscular y no se oía más sonido que el de sus pies sobre el suelo ligeramente elástico y algo frío. A cada lado, cada seis o siete metros, había una hendidura, la marca de un iris cerrado.

En un momento determinado, a su derecha, pasó por delante de un iris medio abierto, y miró al interior. La celda era muy grande y mucho más brillante que todas las que había visto. Las paredes tenían un tono anaranjado mate veteado de verde claro. En el centro, cubierta de pieles de unicornio, cola de oso y otras desconocidas había una mesa redonda, muy amplia, muy baja, de una madera de color castaño claro y muy lustrosa. Alrededor de ella había más pieles amontonadas, al parecer para aquéllos que deseaban sentarse o tumbarse en ellas.

Contra la pared situada en frente de él había un iris abierto del todo, y a través del mismo Jack percibió la figura de una hembra, de unos cinco años de edad, con los ojos levantados hacia una sirena. Presumiblemente, la sirena era la madre de la niña. Luego la sirena apartó la mirada de la niña y vio a Jack Cage. Su reacción no fue la que él habría esperado. Sorpresa, turbación, una leve consternación, sí. Pero no el horror en su rostro. Incluso a aquella distancia Jack pudo verla palidecer, y la boca súbitamente abierta revelaba el asombro.

No esperó a ver más sino que echó a andar. Pero no pudo dejar de pensar que lo que ella había revelado en un momento de shock podía ser lo que ella y la mayoría de los de su especie sentían realmente hacia los seres humanos. Habitualmente se mostraban amables, o al menos corteses, en sus tratos con los hombres. Bajo aquel exterior amable o cortés, ¿ocultaban sentimientos hacia el hombre similares a los del hombre hacia ellos?

Un momento después entró en la celda donde yacía su padre. Yath seguía agachado junto a Walt Cage y susurrando a su oído. Pero ahora, aunque Walt estaba inconsciente o sumido en un profundo sueño, su piel tenía un color sonrosado. Además, había una leve sonrisa en sus labios.

Yath dejó de susurrar y se incorporó.

—Dormirá un poco más, luego podrá comer y dar un pequeño paseo.

—¿Cuándo estará en condiciones de salir de aquí?

—Dentro de unas diez horas.

—¿Estará muy fuerte?

Yath se encogió de hombros y dijo:

—Depende de él. Tu padre es muy fuerte. Creo que será capaz de recorrer varios kilómetros… andando despacio. Si piensas llevártelo a las Thrruk muy pronto, no lo hagas. Pasarán varios días antes de que pueda soportar los rigores de la huida a través de aquella región.

—Me gustaría poder hablar con él —dijo Jack.

—Tendrás que esperar un poco —dijo Yath—. Para entonces, los prados encima de nosotros y los bosques que nos rodean estarán infestados de soldados. No, muchacho, no puedes pedirle a tu padre que te diga lo que tienes que hacer. Has de decidirlo por ti mismo, y pronto.

Una voz llegó a través del iris desde el pasillo exterior.

—¡Jack!

Reconociendo a Polly, Jack salió de la habitación. Ella le entregó un objeto vagamente cilíndrico, envuelto en un trapo blanco y sangrando por un extremo.

—Es el pulgar del dragón —dijo Polly—. R’li iba a tirarlo, pero yo lo recogí. Ella se rio de mí, aun a sabiendas que lo guardaba para ti.

—¿Por qué?

—¡Tonto! ¿No sabes que Mar-Kuk casi arrancó el cuerno de esta cadmo tratando de recuperar su pulgar? Fracasó, pero juró que te mataría si volvía a verte, y recobraría su valioso pulgar. Ignoro cómo, pero conoce tu nombre. Probablemente se lo dijeron los horstels en alguna ocasión, mientras robaba en nuestras granjas. De todos modos, ha dicho que la próxima vez que te vea acabará contigo. Y lo hará, a menos…

—¿A menos… qué?

—A menos de que tengas esto, una parte de su cuerpo. Lo sé. Mi madre se dedicaba a la química, ¿te acuerdas? Y trataba con huesos de dragón, los que encontraban los mineros o cazadores. Tenían un alto precio debido a que se suponía que constituían un excelente remedio para el corazón triturados y mezclados con vino. Y también un afrodisíaco.

»Mi madre me contó algunas cosas acerca de los dragones. Son muy supersticiosos. Creen que si una persona retiene una parte de su cuerpo, un diente, una garra, cualquier cosa, esa persona puede controlarlos. Desde luego, Mar-Kuk supone que tú ignoras eso, pero quiere matarte antes de que lo descubras. Además, un dragón cree que si muere faltándole una parte de su cuerpo, quedará condenado a vagar por su infierno como un fantasma contrahecho.

Jack contempló el pulgar y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.

—¿Por qué lo necesitaría a menos de que pensara abandonar la vivienda cadmo ahora mismo? —dijo—. ¿Crees que iba a hacer eso?

—Desde luego. Lo mejor que podemos hacer es marcharnos lo antes posible y correr como almas que lleva el diablo. Los soldados empezarán a buscarnos, puedes apostar tu alma a que lo harán. Matarán a todo el mundo. ¡Estamos atrapados!

—No pienso marcharme —dijo Jack—. No puedo abandonar a mi padre.

—¡Ni dejar a esa sirena detrás! ¿Puedes estar realmente enamorado de ella? ¿O es cierto lo que dicen de las sirenas? ¿Las cosas que le hacen a un hombre para hechizarle?

Jack se ruborizó y dijo:

—Ella irá conmigo si se lo pido. E incluso sin pedírselo. No, no quiero abandonar a mi padre.

—Entonces, vas a realizar un gesto inútil. Sacrificarás a tu padre y te sacrificarás tú… ¡Yo me marcho!

Un sátiro alto y pelirrojo se estaba acercando a ellos. Portaba una pequeña bolsa de cuero.

—Será mejor que nos marchemos ahora —le dijo a Polly—. Los soldados están a punto de llegar.

Polly le dijo a Jack:

—No es demasiado tarde para que cambies de idea. Siyfiy nos guiará a través de las montañas.

Jack agitó la cabeza.

—¡Eres un tonto! —exclamó Polly.

Jack contempló cómo la pareja se alejaba rápidamente hasta que la curva ascendente de la sala se los tragó. Luego volvió a entrar en la habitación en la que yacía su padre. Unos minutos después llegaron R’li y el Rey Ciego.

—Los soldados acaban de rodear las viviendas cadmo —dijo O’Reg—. El capitán Gomes y Chuckswilly han exigido que entreguemos a todos los seres humanos. Yo voy a salir ahora a hablar con ellos.

Abrazó y besó a R’li y se marchó. Jack dijo:

—Os comportáis como si pensarais que no volveréis a veros nunca más.

—Siempre nos besamos, aunque sólo tengamos que estar separados un momento. ¿Quién sabe? En cualquier instante podemos separarnos para siempre en este mundo. Pero, en este caso, existe un gran peligro.

—Tal vez mi padre y yo deberíamos entregarnos —dijo Jack—. No hay ningún motivo que obligue a todo vuestro grupo a exponerse…

R’li le interrumpió en tono impaciente:

—No sigas hablando así, por favor. No podemos elegir. Esos «farrta» (una palabra horstel equivalente al recién llegados terráqueo) tienen tantas ganas de atacarnos a nosotros como a vosotros.

Jack paseó de un lado para otro. R’li se sentó en un montón de pieles y empezó a tararear y a peinar sus cabellos con su «pekita». Su absoluto dominio de sí misma y su aspecto relajado irritaron a Jack. En tono brusco, dijo:

—¿Sois realmente «humanos?». ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

R’li sonrió y dijo:

—Porque es útil y necesario. ¿Qué beneficio obtendría mostrándome preocupada y nerviosa? Si pudiera hacer algo positivo, lo estaría haciendo. Pero no puedo. De modo que relego mis preocupaciones a un pequeño rincón de mi mente. Sé que están allí, pero están veladas.

Jack la miró con aire de incomprensión.

Ella dijo:

—Si hubieras pasado a través de los Ritos, querido, estarías en condiciones de hacer lo mismo. Y te sentirías muy feliz de poder hacerlo.

Entró una horstel hembra. Dijo:

—Jack Cage, O’Reg desea que te muestres a Gomes y Chuckswilly, los cuales pretenden que has sido asesinado. Amenazan con invadirnos a no ser que puedan verte. O’Reg dice que no tienes que salir si no quieres hacerlo.

—Ellos saben que Polly estaba aquí —dijo Jack—. ¿Qué pasa con ella?

—Polly está allí también. Los soldados llegaron demasiado aprisa; no pudo marcharse a tiempo.

R’li se puso en pie y dijo:

—Yo saldré contigo, Jack.

—No creo que debas acompañarme. Esta exigencia puede ser un simple ardid para apoderarse de Polly y de mí. Tal vez estén planeando matar también a los horstels que están arriba. No, es mejor que te quedes aquí.

—Iré contigo. No discutas, por favor.

Mientras avanzaban a lo largo de los pasillos, Jack le dijo a la hembra que había traído el mensaje:

—¿Qué han dicho de mi padre?

—Gomes quería verle también a él. O’Reg le explicó que estaba demasiado malherido para salir. Pero Gomes dijo que aceptaría tu palabra como garantía de que tu padre está a salvo.

—Me huelo una trampa —dijo Jack—. ¿Por qué están tan preocupados por nosotros? Hemos buscado asilo y nos hemos colocado con ello más allá de la ley de Dyonisa. ¿Qué les importa lo que pueda sucedemos?

—Dudo que les preocupe ni les importe —dijo R’li—. Pero están buscando un pretexto para atacarnos. Nosotros intentamos aplacarles en la medida de lo posible.

La otra sirena dijo:

—Si tratan de apoderarse de los «tarrta» o de atacarnos, no estaremos completamente indefensos. O’Reg tiene a cincuenta guerreros armados con él. Les estamos demostrando que no pueden manejarnos a su antojo.

Pasaron a través del iris a la cámara situada dentro del cuerno y de allí al prado. El sol se había levantado hacía casi una hora y el prado resplandecía. Cerca de la entrada de la vivienda cadmo se hallaban O’Reg y un grupo de sátiros con arcos, flechas y lanzas. Polly O’Brien estaba unos cuantos pasos detrás del Rey Ciego.

Dos hombres hablaban con O’Reg. Gomes, el capitán cíe la guarnición, era un hombre bajito y rechoncho con un ancho rostro y un tupido bigote amarillo. Llevaba el casco cónico de cuero, la coraza de cuero y la falda larga del soldado de Dyonisa. Su ancho cinturón de cuero sostenía una vaina y una funda para una pistola de chispa con un cañón de cristal. El estoque de cristal, en cambio, estaba en su mano. A su lado se encontraba Chuckswilly. Detrás de los dos, a una distancia de unos cincuenta metros aproximadamente, había varios centenares de soldados y unos cincuenta paisanos armados. Estaban formados en media luna, con los cuernos apuntando a la vivienda cadmo. La mayoría de ellos eran arqueros o lanceros, pero un pequeño grupo llevaba mosquetes de chispa con el cañón de cristal.

Gomes, al ver a Jack Cage, gritó:

—¿Le retienen a usted contra su voluntad? ¿Está vivo su padre?

Jack Cage abrió la boca para hablar osadamente pero descubrió que las palabras se pegaban a su garganta. Por primer vez, con los ojos de tantos seres humanos sobre él, la mayoría de los cuales representaban la autoridad de su país, se dio plena cuenta de lo que estaba haciendo. Era un traidor. Peor todavía, se había pasado a los enemigos del género humano y a seres sin alma que rechazaban a su Dios. Sería excomulgado, condenado para siempre, ardería eternamente. Su nombre sería una palabra maldita; todos los hombres le despreciarían y le odiarían.

R’li, que estaba de pie detrás de él, le tocó en el hombro.

—Sé lo que debes sentir —susurró—. Ningún hombre podría separarse de los suyos sin dolor. Si no puedes hacerlo, lo comprenderé.

Más tarde, se descubrió a sí mismo preguntándose si R’li había sabido cómo precipitarle exactamente por el acantilado. ¿Era tan buena psicóloga que sabía cómo estimularle, qué componentes de su orgullo y de su amor por ella pulsar en el momento preciso?

En aquel momento, Jack no pensó en nada o no tuvo conciencia de ningún pensamiento. Se giró, colocó su brazo alrededor de la cintura de R’li, y se volvió para encararse con Gomes y con Chuckswilly. Entonces besó a R’li en los labios.

Un grito brotó de los soldados y paisanos. Gomes exclamó:

—¡Asqueroso hijo de perra!

O’Reg se sobresaltó. Se acercó a Jack y le dijo con voz ronca:

—¡Estúpido! ¿Tratas de iniciar una batalla aquí? ¿Quieres que nos maten a todos?

Retrocedió unos pasos y añadió:

—Bueno, el daño ya está hecho. Ahora no hay camino de vuelta para ti, Jack Cage. Ni para ninguno de nosotros.

—Te amo —dijo R’li.

Jack estaba abrumado por lo que había hecho y por la rapidez con que había ocurrido todo. Su corazón, que ya latía con fuerza antes, ahora retumbaba en su pecho.

La voz de O’Reg resonó por encima de las demás:

—¡Ya tenéis la respuesta! Jack Cage ha entrado voluntariamente y desea quedarse con nosotros. En cuanto a su padre, será soltado tan pronto como sea capaz de andar… si quiere regresar a vuestro lado.

Chuckswilly gritó:

—¡Habéis utilizado vuestra magia satánica para pervertir el alma de ese pobre muchacho! ¡No puedo creer que hiciera esto si estuviera en plena posesión de sus facultades! ¡Exijo que le entreguéis para que nuestros médicos y sacerdotes puedan examinarle!

O’Reg sonrió salvajemente.

—Y si descubrís que está en su sano juicio, ¿le permitiréis que vuelva con nosotros? ¿Tenemos vuestra promesa de que será así?

—Desde luego. Juraré sobre la Biblia que le dejaremos libre —dijo Chuckswilly.

—Nuestros padres tuvieron alguna experiencia con vuestros padres y sus juramentos sobre la Biblia cuando llegaron aquí —dijo O’Reg—. Vimos en cuanto valoráis el resentimiento de vuestra deidad contra los que quebrantan un juramento. No, gracias.

Gomes estaba tan rígido como una estatua, a excepción de su mano derecha, que atusaba nerviosamente su bigote. Era obvio que estaba meditando la decisión más conveniente.

Pero Chuckswilly no esperó a que hablara el capitán. Se giró hacia los soldados y bramó:

—¡Detened a los herejes y los brujos!

Algunos de los soldados avanzaron unos pasos, pero se detuvieron al comprobar la indecisión de los otros. Gomes despertó de su rigidez y gritó:

—¡Aquí mando yo! ¡Vuelvan a sus puestos!

Jack le dijo a O’Reg:

—A partir de ahora sobran las palabras: no ganaremos nada prolongando esta conversación. ¡Creo que debemos regresar a la vivienda cadmo! ¡Y aprisa!

—Tienes razón —asintió O’Reg—. Polly O’Brien y tú abriréis la marcha. Entretanto, nosotros protegeremos vuestra retirada. R’li, tú irás con Jack.

—¡Ni pensarlo! —exclamó Chuckswilly. Desenvainando su estoque, echó a correr hacia Jack. Pero O’Reg se interpuso, situándose delante de él y alzando el báculo del Rey Ciego para protegerse. El estoque pasó más allá del báculo y penetró en el plexo solar de O’Reg, el cual se encogió y cayó hacia atrás, arrastrando a Chuckswilly encima de él en su caída.

Jack empujó a R’li y aulló:

—¡Desapareced de aquí, Polly y tú! Sin pararse a comprobar si le obedecían, Jack dio media vuelta sobre sí mismo. El báculo de O’Reg estaba caído junto a su mano muerta, y su asesino se estaba incorporando. Jack saltó hacia adelante, se agachó, tomó el báculo y lo dejó caer con todas sus fuerzas contra el casco de cuero de Chuckswilly. El hombre gruñó y se desplomó, boca abajo, sobre el cadáver del Rey Ciego.

Se oyó un silbido y una flecha pasó rozando su oreja. Un horstel gritó detrás de Jack. Luego el aire se llenó de dardos emplumados. Unos cuantos revólveres dispararon. Jack se dejó caer junto a los dos cuerpos, pero se incorporó de un salto un segundo después. Una simple ojeada le reveló que el fuego de ambos bandos se había cobrado su peaje. Polly y R’li estaban tumbadas en el suelo, pero vivas e ilesas.

—¡Marchaos! —les gritó. Recogió el estoque de Chuckswilly y se encaró con la horda que corría hacia él a través del prado. Los soldados y paisanos que no habían sido alcanzados por la primera andanada habían abandonado toda disciplina y trataban de llegar a los horstels antes de que pudieran disparar por segunda vez. No lo consiguieron; los horstels, actuando bajo las órdenes ladradas por su oficial, dispararon de nuevo.

Los atacantes que iban en cabeza se desplomaron. Los que marchaban detrás de ellos saltaron por encima de sus cadáveres y se precipitaron contra los arqueros.

Gomes paró el golpe de lanza de un horstel y retrocedió. Jack, aullando, corrió hacia él y llevó la punta de su estoque al cuello del capitán. Gomes cayó hacia atrás, llevándose la hoja con él y arrancándola de la mano de Jack, el cual miró fijamente los ojos abiertos de Gomes y el estoque que atravesaba su cuello de parte a parte. Luego se vio atacado por un soldado que empuñaba una lanza muy corta.

Jack arrancó el estoque de la carne de Gomes y alzó la hoja a tiempo para desviar el golpe del soldado. Con la otra mano, agarró el mango de la lanza y atrajo al hombre hacia él. Entonces descargó la redonda hoja del estoque contra el lado del cuello del hombre. Mientras el soldado caía hacia adelante, Jack le propinó un rodillazo en la barbilla y saltó hacia atrás; el soldado se desplomó inconsciente sobre la hierba.

Más tarde no recordaría muchos detalles. Se componían principalmente de ataques y paradas y saltos y carreras. No creía haber herido ni matado a nadie después de aquello. En cuanto tuvo la oportunidad se retiró de alguien que le atacaba. Su preocupación primordial era R’li; en consecuencia, trató de regresar a la entrada de la vivienda cadmo.

Cuando lo consiguió, descubrió que la abertura estaba semibloqueada por cuerpos caídos y bloqueada del todo por una refriega de hombres y horstels. Luego vio a R’li y a Polly O’Brien que se alejaban corriendo. Había un espacio de unos veinte metros que formaba una avenida hasta el bosque por la orilla del prado, y las dos mujeres descendían por allí. Jack las llamó a gritos sin pensar que era improbable que le oyeran en medio del fragor de la batalla y de las ocasionales explosiones de armas de fuego.

Echó a correr detrás de ellas. Cuando estaba a medio camino de la avenida volvieron a rodearle. Tuvo que luchar y esquivar desesperadamente. Le derribaron dos veces, y en una ocasión notó un leve pinchazo en el costado. Pero cayó hacia atrás; la punta de la lanza no penetró; el hombre que la empuñaba se adelantó para volver a clavarla. Pero dejó caer el arma y se llevó la mano a la espalda para tratar de arrancar el cuchillo que le había clavado un horstel.

Jack se alejó sin darle las gracias a su salvador y empezó a arrastrarse. Extrañamente, o no tan extrañamente, aquel sistema de fuga se reveló como el más rápido y más seguro. Los que le veían, si alguien le prestaba atención, debían pensar que estaba demasiado malherido para que valiera la pena ocuparse de él.

R’li y Polly se habían ocultado detrás de unos arbustos. Jack se volvió a mirar al campo de batalla. En aquel momento los seres humanos estaban corriendo para salvar sus vidas. Habían salido más horstels por las otras aberturas de la vivienda cadmo y, en un abrir y cerrar de ojos, arrollaron a los soldados y paisanos. Podían haber alcanzado a los que corrían, pero por algún motivo ignorado prefirieron no hacerlo.

R’li estaba sollozando. Jack trató de consolarla, pero la sirena no cesó de gemir. Polly dijo:

—Deja que se desahogue llorando. ¡Oh, Dios mío!

Jack miró al lugar al que Polly señalaba y reprimió una maldición. Varios centenares de hombres de refuerzo, todos armados con mosquetes, estaban trotando a través del prado.

Los horstels, al verles, empezaron a recoger a sus muertos y heridos. Antes de que pudieran transportarlos a la vivienda cadmo, los soldados habían formado en dos hileras, extendidas a través del prado. Un oficial gritó una orden. Los soldados de la primera fila pusieron rodilla en tierra y apuntaron sus armas.

—¡Fuego!

Al menos treinta horstels cayeron al suelo. Los otros, asaltados por el pánico o sabiendo lo inútil de tratar de rescatar a sus bajas, corrieron hacia las entradas de la vivienda cadmo. En varias de ellas tuvieron dificultades para entrar en seguida. La segunda descarga alcanzó a muchos.

Jack tomó a R’li de la mano y dijo:

—Ahora no podemos retroceder. Nos han cortado el camino. Tenemos que correr hacia las Thrruk.

R’li no se movió; no pareció haberle oído. Jack la hizo girar lentamente de modo que no pudiera ver la matanza y tiró de ella. Ciegamente, tambaleándose, con las lágrimas descendiendo por su rostro y por su cuerpo, R’li se dejó llevar. Polly había desaparecido, y Jack confió en que no sería tan tonta como para creer que podría ponerse de nuevo a bien con Dyonisa.

Polly reapareció de detrás de un árbol. En una mano llevaba un arco y una correa de la cual colgaba un carcaj de flechas. En la otra un estilete de cristal ensangrentado. Tenía los ojos muy abiertos y un aspecto extraño.

—¿Dónde has conseguido eso? —inquirió Jack.

—Sabía que podíamos darnos por muertos si marchábamos a las Thrruk sin armas —respondió Polly—. Me deslicé hasta el borde del prado y recogí el arco y las flechas. Lo otro lo he tomado de un sacerdote.

—¿Tomado?

—Después de haberle apuñalado. El gordo hombre de Dios estaba de pie detrás de un árbol contemplando la matanza. Supongo que se proponía salir más tarde, bendecir a los supervivientes y proporcionar los últimos ritos a los muertos y moribundos. Pero yo le sorprendí por detrás, arranqué el cuchillo de su cinto y se lo clavé en el vientre cuando se volvió para ver quién era. ¡El muy cerdo! ¡Era uno de los que torturaron a mi madre hasta que murió!

Jack estaba impresionado, a pesar de que se alegraba de que Polly no fuera una mujer débil e indefensa. Para sobrevivir en las Thrruk, todos los del grupo tenía que ser duros y capaces. R’li estaría a la altura de las circunstancias en cuanto superara la primera explosión de dolor.

Anduvieron con la mayor rapidez posible a través del bosque. Jack no dejaba de mirar hacia atrás, pero no veía a ningún hombre. Por otra parte, o el fuego se había interrumpido o los árboles no dejaban llegar el ruido de los disparos.

Llegaron a un arroyo ancho pero poco profundo que descendía formando una serie de pequeñas cataratas. El agua era clara y muy fría. Bebieron abundantemente y luego lavaron sus cuerpos, que habían acumulado polvo, sudor y sangre. La herida en el costado de Jack había sangrado un poco, hasta que la sangre se había coagulado. Al verla, R’li dio la primera señal de que se recobraba de la impresión. Rebuscó entre las plantas que crecían a orillas del arroyo y no tardó en presentarse con una flor en forma de corazón y pétalos rojos y blancos.

Después de haber lavado la herida de Jack, colocó la flor contra la abertura.

—Consérvala ahí por espacio de una hora… La herida cicatrizará en seguida.

Besó a Jack ligeramente, se incorporó y miró hacia las montañas que se erguían al norte. Eran tan altas que parecían próximas. Sin embargo, los tres sabían que la más cercana se encontraba a tres días de distancia.

—Hace calor —dijo Polly. Se levantó, desabotonó la parte delantera de su largo vestido y se lo quitó. Debajo no llevaba la gruesa camiseta y las dos gruesas enaguas que Jack había esperado. No llevaba nada, salvo los borceguíes en sus pies.

—No pongas esa cara de asombro —dijo—. La desnudez de R’li no te impresiona.

—¡Pero… pero… tú eres humana!

—No opina lo mismo la Madre Iglesia. Ella parece creer que las brujas no forman parte de la humanidad.

Jack se había quedado sin habla a causa de la sorpresa y también del temor.

Polly se irguió delante de él y giró lentamente sobre sí misma hasta completar un círculo. A pesar de su trastorno, Jack observó que Polly tenía un cuerpo bello y deliciosamente redondeado.

Ella le sonrió y dijo:

—¿Creías que mi madre y yo éramos inocentes injustamente perseguidas por la Iglesia? No, nuestro denunciante estaba en lo cierto, aunque fuera por casualidad. Riley les dijo a los sacerdotes que mi madre era una bruja porque deseaba ser el dueño de la única droguería de Slashlark. Inconscientemente, dio en el blanco.

»Mi madre está muerta, y no tardará en llegar el día en que Riley también muera. Mi “coven” le habría matado hace tiempo, pero les hice esperar hasta que pudiera hacerlo por mí misma. Ahora parece que tendré que esperar un poco más, pero cuando le ponga las manos encima…

Se relamió los labios, tan llenos y jugosos que parecía que debían dedicarse exclusivamente a besar, y añadió:

—Tardará en morir un poco más incluso que mi madre.

R’li miró a Polly como si fuera un bicho venenoso. Polly dijo:

—No te hagas la remilgada, guapa. Tú tendrías que saber lo que yo siento; has recibido bastantes humillaciones e insultos de los Cristianos.

Jack dijo lentamente:

—¿De modo que es cierto que había brujas entre los terráqueos tomados por la Arra?

—Desde luego. Pero nosotras no adoramos al demonio macho como vosotros creéis. Él no es la deidad más alta; es el hijo y el amante de la Gran Diosa. Nosotras adoramos a la Madre Blanca, cuya religión es muchísimo más antigua que la de los Cristianos. Algún día ella triunfará. No sabéis la verdad acerca de nosotros. Lo único que habéis oído son las mentiras y las distorsiones que os han dado vuestros gordos sacerdotes. Polly enrolló sus ropas en un fardo. —Sólo las llevaré cuando haga más frío o si tenemos que pasar entre arbustos espinosos. Es maravilloso no tener que llevar nada encima, ser libre de nuevo.

—¿Es cierto que las brujas y los hechiceros poseéis poderes mágicos? —dijo Jack.

—Sabemos algunas cosas que los Cristianos ignoran —respondió Polly. Miró de reojo a R’li y añadió—: Pero muy pocas cosas que no sepan los Wiyr. Ellos son tan brujos como nosotros. Adoran a la Gran Madre, y…

—¡Pero no le sacrificamos nuestros niños! —dijo R’li. Polly se sobresaltó, pero se recobró inmediatamente de la sorpresa. Se echó a reír.

—¿Cómo sabes eso? ¿Tenéis espías entre nosotros? ¡Imposible! Tiene que habéroslo contado alguna bruja obligada a refugiarse en la cadmo. Bueno, ¿y qué si lo hacemos? No ocurre con mucha frecuencia, y el niño que tiene la suerte de ser sacrificado en honor de Ella tiene asegurada una vida eterna y extática en la Casa de la Propia Gran Madre.

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