Curiosidades de la historia con El Ministerio del Tiempo

Curiosidades de la historia con El Ministerio del Tiempo


18 LA TRANSICIÓN

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LA TRANSICIÓN

CARRERO BLANCO

A partir de los años setenta, en España se produjo un periodo de apertura en la dictadura franquista y las fuerzas de la oposición comenzaron a moverse en la sombra. La transición hacia la democracia comenzó el 20 de noviembre de 1975, cuando Franco era enterrado en el Valle de los Caídos después de semanas de enfermedad. Aunque algunos lloraron su pérdida, lo cierto es que el champán y el cava se agotaron en los supermercados.

En sus últimos años de mandato el almirante Carrero Blanco cogió las riendas del gobierno y volvió a blindar la dictadura intentando restaurar un fascismo católico, guiado por López Rodó y otros miembros del Opus Dei. Este frenazo al aperturismo acabó con la destitución del mismo Fraga en 1969 debido a su incapacidad por acabar con la pornografía y el maoísmo.

Los partidos políticos afloraron bajo la forma de asociaciones y el terrorismo de ETA y del FRAP dio lugar a la creación de una ley antiterrorista. El fusilamiento de varios activistas políticos provocó la repulsa internacional y en España se convocó una manifestación en la plaza de Oriente para vitorear al cada vez más viejo caudillo. Durante el discurso, Franco se equivocó en pronunciar el nombre de España por tercera vez y gritó «¡Espiña!». Televisión Española lo ocultó con otros ruidos de fondo.

Antes de morir, Franco dejó todos los asuntos bien atados y, como monárquico que era, puso en el poder al jefe del Estado que más le convino. Tendría que haber sido elegido rey don Juan, hijo de Alfonso XIII, un marino que no caía muy bien al dictador. Su sucesor, Juan Carlos I —a quien Carrillo auguró que terminaría siendo conocido como Juan Carlos I el Breve— juró ante el dictador su cargo en las Cortes por lo que no hizo falta un referéndum. Se casó con Sofía de Grecia, una princesa de la casa helena que estudió Arqueología, Bellas Artes e Historia en Salem.

Dos días después de la muerte de Franco se proclamaba rey a Juan Carlos I, aunque España se sintiese más republicana que monárquica como rezaba el periódico Mundo Obrero del 25 de noviembre: «¡No al rey impuesto!». Con la transición, el ideal republicano y de estado no confesional se fue al traste. El mismo Tierno Galván colocó un crucifijo sobre su mesa y presidió procesiones.

A la transición española siempre se la ha tratado de singular debido a que ocurrió desde arriba, es decir, fue el poder el origen del cambio y no una derrota militar ni legal.

El 20 de noviembre coincidieron dos momentos históricos: el entierro del dictador, al que acudieron personajes como Augusto Pinochet, Imelda Marcos, el rey Hussein de Jordania y el vicepresidente norteamericano Nelson Rockefeller; y la coronación del rey, al que acudirán, entre otros, Felipe de Edimburgo, Giscard D’Estaing o el presidente alemán Walter Scheel.

Arias Navarro tuvo que dimitir al no poder cumplir su programa, y entonces empezó a despuntar un joven político ambicioso que había sido gobernador civil de Segovia y director general de Radio Televisión Española: Adolfo Suárez. Su designación no fue muy bien acogida, ya que la mayoría de los españoles le veían como un sólido franquista.

UN VERANO DE SEIS MESES

En el curso académico de 1973-1974 sucedió algo con lo que sueñan muchos estudiantes: un verano de seis meses. Con la reestructuración del gobierno de Carrero Blanco se nombró ministro de Educación y Ciencia a un tal Julio Rodríguez, de cuarenta y cinco años y gran experiencia como docente y rector. Parecía un buen fichaje.

Como ministro, se puso a trabajar en las reformas educativas y adoptó la idea de constituir el sistema educativo adecuando el año académico al año natural. Por ello, una vez terminado el curso ordinario de ese año, los estudiantes deberían esperar seis meses —hasta enero— para entrar en la universidad. Todo con el fin de conseguir una mejora en la calidad educativa, además de dar cabida —económica y financiera— a los más de cien mil estudiantes nuevos que entraban ese año en la universidad.

Sin embargo, no todo salió como se esperaba. En diciembre de 1973, el atentado contra Carrero Blanco produjo un desbarajuste en las medidas adoptadas. Se tuvo que reorganizar todo el gobierno y se destituyó a Julio Rodríguez por Cruz Martínez Esteruelas, quien volvió a establecer el calendario académico de toda la vida.

ADOLFO SUÁREZ, EL POLÍTICO «CHULETÓN»

Adolfo Suárez es una de las figuras claves de nuestra historia gracias a su gran labor en el proceso de transición del franquismo a la democracia. Durante sus cinco años de gobierno, de 1976 a 1981, estableció las bases de una democracia parlamentaria. Suárez era la imagen renovada que necesitaba la política española. Conquistó a hombres y mujeres por igual con su sonrisa electoral.

A Suárez se le conoció como «el chuletón de Ávila» por ser un desclasado dentro de la Moncloa y por su valentía.

Se licenció en Derecho y tuvo multitud de trabajos: maletero en la estación de tren, vendedor de electrodomésticos a puerta fría, mayordomo e incluso extra de cine. Fue presidente de una asociación llamada De jóvenes a jóvenes, perteneciente a la Acción Católica de Ávila para la que, con motivo de la organización de un congreso, el joven Suárez empapeló todas las calles con carteles para arrancarlos esa misma noche con el fin de denunciarlo en el Diario de Ávila como víctima de un boicot, y así dar visibilidad a su asociación.

La culminación de la transición española llegó con la redacción de la Constitución, ratificada por referéndum en diciembre de 1978 y actualmente la más longeva de la historia de España —que no del mundo, que para eso está la Constitución de San Marino redactada en el año 1600—. Es, además, uno de los textos más extensos, con ciento sesenta y nueve artículos y que requiere ser completada con numerosas leyes, orgánicas y ordinarias.

La redacción de la Constitución fue supervisada gramaticalmente por el premio Nobel Camilo José Cela.

LA CAJA ¿TONTA?

La televisión ya existía antes de la transición. La primera retrasmisión se produjo el 28 de octubre de 1956 a las seis y cuarto de la tarde con la carta de ajuste. Como eran tan pocos los receptores, se hacía una llamada telefónica o se mandaba un telegrama a las casas con el siguiente mensaje: «Oiga, vamos a empezar a emitir».

Las emisiones regulares de la televisión en España consistían en la retrasmisión de discursos o de la misa. Dichas emisiones se llevaban a cabo en un pequeño plató de unos cien metros cuadrados, en Madrid. La retrasmisión del primer partido de fútbol, que fue entre el Real Madrid y el F. C. Barcelona en febrero de 1959, fue un bum y las familias empezaron a comprar televisores para sus casas.

La televisión jugó un papel muy importante en el cambio de la sociedad española. Antes de los años setenta los valores de paz, orden y estabilidad eran los prioritarios, pero tras la muerte de Franco, libertad y democracia adelantaron a los anteriores. Televisión Española ayudó a vender los valores de la transición debido a que estaba sometida a los patrones del gobierno.

Aparte de los informativos, sin duda, el programa estrella de los años cincuenta era la trasmisión del tiempo. Mariano Medina es conocido por ser el primer hombre del tiempo —se le llamaba santa Teresa porque durante las retrasmisiones solo se veía su brazo y un puntero que iba señalando los mapas—.

En esa época aparece por primera vez Matías Prats padre, el primer gran locutor de Televisión Española. Era conocido por llevar gafas de sol en televisión debido a que sufría de fotofobia, o por haberse tragado una mosca en pleno directo.

Los programas de cante y baile que ponen en televisión en Nochevieja tienen su origen en las noches preelectorales. Se trató de una táctica electoral —de ahí la frase «la fiesta de la democracia»—, porque el 15 de junio de 1977 con las primeras elecciones democráticas tras la dictadura, y para amenizar la espera de los resultados, Televisión Española presentó el programa llamado Esta noche fiesta, en donde cantantes de la época como Julio Iglesias, Isabel Pantoja, Manolo Escobar o Karina amenizaban la noche y la espera.

Antes de la transición, la televisión era la forma de ocio de la sociedad por excelencia, y esto se acentuó con el auge, a partir de los setenta, de series con valor pedagógico —de los nuevos valores democráticos— con una gran repercusión social como Curro Jiménez, Cañas y Barro, Fortunata y Jacinta, Los gozos y las sombras y el entrañable Verano azul. Curro Jiménez era una de las grandes de la época. Trataba la historia de un bandolero andaluz del siglo XIX que existió realmente. El personaje real se llamaba Andrés López y fue un barquero de Cantillana que, por culpa de diferentes pleitos, se tuvo que echar al monte.

A partir de los años sesenta la televisión era tan popular que se creó una segunda cadena: TVE 2, con una programación más cultural.

Entre los programas mejor valorados de 1976 estaban Heidi —en el primer puesto— y La casa de la pradera —en el cuarto—. Con los años, los programas familiares dieron paso a otros más cercanos a la verdadera sociedad. Entre los infantiles destacaron, sin duda, La bola de cristal, Barrio Sésamo, Los mundos de Yupi o Un globo, dos globos, tres globos.

Otro tipo de programa muy popular en nuestra televisión fue el de entretenimiento. Un, dos, tres… responda otra vez se lleva la palma. Estuvo diez temporadas desde 1972 y su creador fue Narciso Chicho Ibáñez Serrador. Chicho hacía que cada programa tuviera una temática distinta para lo que ambientaba el plató e invitaba a humoristas o actores.

Muchas anécdotas ocurrieron en las diez temporadas que existió. En el programa dedicado a los grandes exploradores —29 de octubre de 1982—, Narciso Ibáñez Serrador quiso contar con un elefante para que apareciera en pantalla. Para ello le llevaron dos ejemplares: una elefanta grande y su cría. Chicho prefirió trabajar con el más pequeño, así que dejaron atada a la madre en los exteriores del plató. La cría comenzó a bramar en mitad de la grabación y su madre consiguió zafarse de las cadenas que la sujetaban e irrumpió en el estudio tirando todo lo que se encontraba a su paso, para susto de los presentes.

EL DESTAPE. UNA NACIÓN AL DESNUDO

El destape fue uno de los mayores fenómenos sociales de la época de la transición. Surgió tras la desaparición de la censura franquista y se caracteriza por la aparición de desnudos de mujeres —y en menor medida de hombres—. Durante la censura, todo lo relativo al sexo era perseguido con dureza, pero a partir de los años sesenta esto se volvió más complicado a causa del auge del turismo. Los turistas venían con sus biquinis, aparecieron las salas X en Francia, la prostitución clandestina estaba en auge… y la Iglesia católica, alarmada, proclamó fervientemente la castidad y una represión sexual exacerbada.

Durante el último año de vida de Franco la represión llevó a España a iniciar el destape. Un periodo que duró entre diez y quince años y que casi quedó relegado al cine de comedia cuyo principal objetivo era exhibir.

Una vez suprimida la censura, y en espera de una legislación para poder hacer cine porno, en 1977 el gobierno de Adolfo Suárez sacó la clasificación de cine S, un punto medio entre la comedia y el porno. Cuarenta años de represión desembocaron en pantallas llenas de colegialas, suecas, sexólogos, jóvenes viciosos, bragas transparentes, nalgas y muchas tetas.

La primera película considerada S fue El amor del capitán Brando (1974), donde se veía a la actriz Ana Belén desnuda ante el espejo. La película fue un éxito arrollador y estuvo un año en cartel. La actriz y cantante recuerda que la situación del rodaje no fue nada fácil.

No podemos olvidarnos de Rocío Dúrcal, que mostró su cuerpo a todos los españoles que la habían visto crecer ¡junto al de otra mujer! Fue en la película Me siento extraña en donde se rodaron escenas lésbicas junto a Bárbara Rey.

Una de las películas más taquilleras de España fue La trastienda, donde se mostraba por primera vez un desnudo integral, el de María José Cantudo. La trama de la película giraba en torno a un médico del Opus, su mujer y una enfermera. Recaudó ciento ochenta y seis millones de pesetas.

A partir de entonces lo que estaba prohibido comenzó a ser casi obligatorio, y los pechos de las actrices empezaron a ser muy comunes en las películas. En 1975 se descubrió Concha Velasco en Yo soy fulana de tal, a la que siguieron un sinfín de actrices: Charo López en Manuela, María Luisa San José en La mujer es cosa de hombres, Ángela Molina en Camada negra.

El destape era un signo de rebeldía, y algunas actrices decían estar amenazadas por grupos ultraderechistas por sus interpretaciones ligeras de ropa. Otras decían que lo hacían por exigencias del guion.

Por su parte, en los desnudos masculinos predominaba el papel de «macho ibérico» y fanfarrón en el terreno sexual. Y el actor por excelencia de este tipo de películas fue Alfredo Landa —dio lugar al fenómeno conocido como «landismo»—. Protagonista de numerosas películas de los años setenta y ochenta, y ganador de numerosos premios nacionales. Fue, sin duda, el tipo con el pelo en pecho y conquistador nato de suecas exuberantes.

El destape también llegó a los quioscos. Era imposible no mirar las portadas de numerosas revistas en donde se mostraban los encantos femeninos. Revistas como Interviú —la más conocida—, Lib, Macho, Pen, Clímaz o Bazaar se convirtieron en fenómenos de masas, mostrando a la mujer como mero objeto y con un trasfondo comercial detrás. Estas revistas traían un aire fresco a la prensa nacional. Las mujeres que salían en ellas eran mayoritariamente actrices, porque así daban un buen impulso a sus carreras artísticas. De este modo, actrices como Nadiuska, Ágata Lys, Bárbara Rey o Marisol se desnudaron para los reportajes.

SACA EL GÜISKY CHELI PARA EL PERSONAL

La jerga de los ochenta surgió como una lengua propia a finales de los setenta. Se caracterizaba por hablarse en ambientes delictivos y se inspiraba en el argot de la droga y la lengua de los gitanos, el caló. El escritor Francisco Umbral publicó en 1983 su Diccionario cheli, donde recogía las expresiones de la época, de las que algunas de ellas han perdurado hasta la actualidad.

También existía un argot procedente del cine quinqui, un género cinematográfico que filmaba las aventuras y desventuras de los delincuentes y que tuvo mucho auge a finales de los setenta y principios de los ochenta. Películas como Perros callejeros o Yo, el vaquilla marcaron un antes y un después.

ESTRENAR LA DEMOCRACIA, LA MOVIDA

La Movida fue el último de estos movimientos del cambio en aparecer, ya con la democracia establecida. Pero llegó con fuerza y dejó una profunda huella, rompiendo con lo anteriormente establecido.

Aunque se la suele conocer como «madrileña», este es un gentilicio que se añadió a posteriori, y, si bien es cierto que en la capital tuvo una enorme importancia, la Movida fue un movimiento que surgió y se desarrolló simultáneamente en todo el país.

La Movida surgió del movimiento musical punk, aparecido en 1975 en Reino Unido y Estados Unidos para romper con el virtuosismo de la primera mitad de los setenta del rock progresivo y sinfónico con un estilo directo, sencillo y agresivo. Aunque realmente la Movida nació de la new wave, movimiento muy cercano al punk pero que evolucionó hacia sonidos electrónicos, sintetizadores, disco, mod, pop o rock.

Fue un movimiento joven, apolítico, que se libró de muchas de las restricciones del recientemente abandonado franquismo, reclamando el ocio y la vida nocturna. Sus integrantes tuvieron escarceos con las drogas, una actitud más abierta con el sexo y reclamaron más libertades.

El principio de la Movida se inició en el Rastro de Madrid hacia 1977, por jóvenes interesados en temas de cultura urbana con influencia extranjera en muchos de los casos, los cómics, la música en general, todo absolutamente underground, alejada de los grandes medios.

Kaka de Luxe, pioneros del punk español, comenzaron como dibujantes de fanzine y decidieron formar el grupo para recaudar dinero. Se disolvieron en 1978 después de publicar un solo EP, pero del grupo salieron Alaska, Carlos Berlanga y Nacho Canut —que formaron Alaska y los Pegamoides—; el Zurdo, que creó Paraíso; o Enrique Sierra que se fue a Radio Futura. Entre estos primeros grupos también encontramos a Nacha Pop, Tos, Mamá o Aviador Dro y sus Obreros Especializados.

El año 1979 fue clave en la divulgación de la Movida, ya que se creó Radio 3 de RNE, especializada en pop y cultura juvenil, que vino a competir con Onda Dos, surgida unos años antes. Se empezaron a hacer también programas de música en Televisión Española con Paloma Chamorro. Fue este mismo el de las primeras elecciones generales. El partido de la UCD ganó, pero en Madrid triunfó el PSOE con Enrique Tierno Galván como alcalde, gran impulsor político del movimiento.

Tras estos hechos relevantes, no es casualidad que en febrero de 1980 se produjera el evento considerado el inicio de la Movida, el concierto homenaje a Canito, batería de Tos —futuros Los Secretos— en la Escuela de Caminos de Madrid, donde participaron la mayoría de los grupos mencionados y algún otro, y que fue retransmitido por Onda Dos y la segunda cadena de Televisión Española.

El otro gran escenario de la Movida fueron las salas de conciertos y los bares de copas, concepto intermedio entre un bar tradicional y una discoteca inaugurado en 1976 por El Pentagrama —el Penta—, en el barrio de Malasaña y mencionado en La chica de ayer de Nacha Pop. En 1979 abrieron la sala El Sol, la Vía Láctea y la sala Carolina en Tetuán —la Carol—, donde Leño grabó su disco En Directo en 1981. En ese año abrió en Avenida de América la sala Rock-Ola, que ascendería a templo mítico por la gente y grupos que pasaron por él. Allí se fraguaron amistades y proyectos, y coincidieron entre sus paredes todo tipo de tribus urbanas en una macedonia que bien define el espíritu heterogéneo de la Movida.

En estos años cumbre La Luna de Madrid se afianzó como la revista independiente más exitosa, llegando a vender treinta mil ejemplares mensuales y formando, junto al Rock-Ola y La edad de oro —programa de televisión dirigido por Palomo Chamorro— el triángulo de la Movida.

La popularidad de la Movida no fue solo aprovechada por la industria musical, también por la política. Por una parte, la joven España democrática necesitaba transmitir al exterior una imagen de modernidad, de normalización de la sociedad dentro del contexto avanzado europeo para ser atractivos a nuestros países vecinos y entrar a formar parte de la OTAN (1982) y de la Comunidad Económica Europea (1986), puertas que durante el franquismo siempre estuvieron cerradas. Por otro lado, especialmente por parte del PSOE, acercarse a la Movida significaba acercarse a la juventud y a un potencial grupo de votantes. El que más tarde sería alcalde de Madrid del Partido Popular, Álvarez del Manzano, llega a afirmar que la Movida nunca existió, y que fue un invento socialista.

Marcar el final de la Movida resulta tan complicado como marcar el origen, sobre todo porque no se basó en un único hecho y su legado continuó intacto en años posteriores. Por eso hay que buscar la desaparición del movimiento en la desaparición de los elementos descritos anteriormente: en 1985 la sala Rock-Ola cerró tras la muerte de un joven en una pelea en sus puertas; La edad de oro fue cancelada tras una serie de polémicas debido de su carácter transgresor que le valieron la crítica de los partidos conservadores y la Conferencia Episcopal; y por último, la revista La Luna de Madrid entró en decadencia tras la marcha de su director Borja Casani.

LA MÚSICA, TERMÓMETRO DE CAMBIOS

En la segunda mitad de los años cincuenta los primeros discos de Elvis Presley aparecían en las tiendas españolas, y el rock llegaba casi a la vez que al resto de los países. Casi a la vez porque en España todo debía pasar por el filtro censor del franquismo que implicaba cambios de portadas o la eliminación de canciones. Aunque lo cierto es que el régimen nunca tuvo una actitud expresamente censora con el rock como estilo, sino, más bien, con aquellos elementos concretos que consideraron contrarios a su moral. Tal vez el desconocimiento de un movimiento muy nuevo hizo que pasase bastante desapercibido como amenaza.

A finales de los cincuenta surgieron en España los primeros grupos, algunos medios especializados hablaban ya de rock y el estilo empezaba a calar entre la juventud. En estos primeros años los países de referencia eran Francia, Italia y Estados Unidos. Buena parte de la influencia empezó en los bares a los que acudían los soldados de las bases estadounidenses en la Península —Torrejón, Zaragoza, Sevilla, Rota o los puertos de Valencia y Barcelona—.

Así que el estilo llegó y empezó a ganar popularidad, preparando el escenario para el triunfo de la British Invasion.

El naciente rock en España tuvo un percance con el régimen franquista a principios de los sesenta; en el Madrid de 1962 se inauguraban los Matinales de Price, conciertos quincenales las mañanas de los domingos. Fundados por el batería de Los Pekenikes, Pepe Nieto, y su hermano, el periodista Miguel Ángel Nieto, permitieron a grupos que hasta ahora solo podían tocar en sus barrios o colegios mayores darse a conocer al gran público. Los Estudiantes o un desconocido Miguel Ríos pasaron por el escenario durante casi un año. En 1963, el diario Pueblo publicó unas fotos de jóvenes bailando twist en la calle e inició una campaña difamatoria presentando aquello como un templo del mal y del pecado. La autoridad competente clausuró el Teatro-Circo Price, pero tal y como han declarado sus protagonistas y el tiempo demostró, para entonces aquello ya era imparable.

A principios de los sesenta en Estados Unidos y consecuentemente en España el rock perdió fuerzas y algunos afirmaron, por primera vez, que el rock había muerto. Por su parte, Reino Unido estaba gestando en esos años su propio estilo, lo que marcó el inicio de la conocida como British Invasion. La revista Life lo expresó así: «En 1776 Inglaterra perdió sus colonias americanas. La semana pasada The Beatles las recuperaron». Esta banda preparó el terreno para la «invasión» que fue inmediatamente seguida por The Rolling Stones, The Animals, The Dave Clark Five o The Who.

En 1965 The Beatles tocaron por primera y única vez en España. Primero lo hicieron en Las Ventas (Madrid), ante cinco mil personas teloneados por Los Pekenikes, y al día siguiente en La Monumental de Barcelona, ante un número algo mayor de público. El régimen estaba alerta de estos escandalosos flequillos y desplegó a «los grises» para controlar posibles disturbios e impedir la entrada a aquel que fuera sospechoso. Aunque los promotores tenían todo preparado con mucha antelación, el concierto no se autorizó hasta una semana antes de su fecha prevista, y se terminó permitiendo por el miedo a un conflicto diplomático con Inglaterra, ya que la reina Isabel II los acababa de nombrar Caballeros del Imperio británico. Y aunque las cifras de ventas de discos y la asistencia a los conciertos fueron ridículas comparadas con las que solían juntar los de Liverpool, resulta muy revelador que, a pesar de las dificultades para escuchar los discos, la represión policial, los episodios como los del Circo-Price y el precio de las entradas, en Madrid y Barcelona se juntase ese número de personas. A partir de estos conciertos y debido al revuelo que causaron, la repercusión del rock y del pop fue cada vez mayor.

La British Invasion desencadenó la conocida como primera edad de oro del rock español, o del pop, según a quién se pregunte. También se puede hablar de la era de los conjuntos. Gracias a que para poder actuar en directo era necesario inscribirse en el Sindicato Vertical del Estado como «artista de variedades y/o música moderna», sabemos que en 1965 había seis mil «conjuntos» inscritos como rock ‘n’ roll, a los que habría que sumar aquellos que nunca llegaron a inscribirse. Surgieron bandas como Los Brincos, Los Sírex —teloneros en Barcelona de The Beatles—, Lone Star o Los Cheyenes, que se unieron a las de los principios de la década como Los Pekenikes, Mike Ríos o el Dúo Dinámico. Hicieron una música en la misma línea de la británica pero desarrollando un estilo propio y cantando casi siempre en español. También empezaron a surgir grupos en Barcelona interpretando sus temas en catalán.

El éxito era tan evidente que las discográficas españolas como Zafiro o Hispavox expandieron su negocio a los nuevos estilos y otras internacionales como EMI o RCA abrieron sucursales en España. Esto llevó a una segunda oleada de grupos que afianzó el movimiento y que comenzó a cantar en inglés con fines comerciales, cosechando algunos éxitos. Los Bravos fueron el primer grupo español en alcanzar posiciones altas en las listas europeas y norteamericanas con Black is Black en 1966, Miguel Ríos que —ya con su verdadero nombre—, publicó en 1969 una versión en inglés del Himno de la Alegría que vendió siete millones de copias y fue número uno en las listas de Europa occidental, Australia, Japón o Norteamérica.

Hemos visto que el rock tuvo dificultades con el régimen por motivos estéticos, por los bailes o por el hecho «peligroso» de que los jóvenes se juntasen, pero no fue este un movimiento antifranquista, sino sencillamente estuvo influenciado por tendencias extranjeras que, cada vez más, chocaban con la moral cristiana y conservadora. Sin embargo, los cantautores sí que fueron diferentes, ya que, sin marcar una revolución tan grande en el panorama musical, sus letras, actitudes y pensamiento político eran «abiertamente» contrarios al régimen político del momento.

Los cantautores empezaron a cobrar fuerza en los sesenta cuando la sociedad, poco a poco, fue distanciándose del poder político establecido, mientras los movimientos clandestinos como los del PCE, el PSOE o los sindicatos ganaban más seguidores. Durante los primeros setenta los incidentes derivados de la represión se multiplicaron; enfrentamientos con la policía tras los conciertos, censura, detenciones e incluso exilios de algunos autores como, por ejemplo, Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina, refugiado político británico. Asistir a un concierto era toda una declaración de intenciones políticas y el aumento de estos incidentes era consecuencia directa de las cada vez mayores demandas democráticas de la sociedad.

Un forma habitual de esquivar la censura era cantar poemas de los autores de la Generación del 98, del 27 o posteriores, que tuvieran especial significado. Paco Ibáñez, desde el exilio en París, cantó a A galopar de Rafael Alberti, himno de las tropas republicanas durante la Guerra Civil. También publicó discos con poemas de Antonio Machado, Goytisolo, Miguel Hernández o Neruda, entre otros. Serrat interpretó canciones con textos de Miguel Hernández o Antonio Machado, y fue gran defensor de la lengua catalana durante la dictadura —en 1968 comenzó a cantar en castellano—. Lluís Llach fue otro activista político. Su canción L’estaca era considerada un verdadero himno.

Otros cantautores también cantaron a su tierra, como María del Mar Bonet, reconocida en Cataluña y Baleares por su labor de difusión de la cultura; Amancio Prada, del Bierzo, que cantaba temas en gallego y recitaba a Rosalía de Castro, o el aragonés José Antonio Labordeta, político, poeta y cantautor. También en vasco, Mikel Laboa o Benito Lertxundi que formaban parte del movimiento Ez Dok Amairu para la recuperación de la lengua y cultura vascas.

El fenómeno hippie de la segunda mitad de los sesenta dio lugar al rock psicodélico, al sinfónico y al progresivo, marcados por el virtuosismo y la experimentación de nuevas estructuras musicales. Aparecieron grupos como Deep Purple, Led Zeppelin, Pink Floyd, Yes, Genesis o Jethro Tull.

En España los grupos de la época dorada de los sesenta y los nuevos no supieron adaptarse y poco a poco fueron desapareciendo. Así, en la primera mitad de los setenta la industria y los medios se centraron en ídolos adolescentes encabezados por los Pecos, Miguel Bosé, o cantantes melódicos nacionales como Julio Iglesias y José Luis Perales.

También apareció con fuerza, aunque algo más tarde, la música disco, con gran influencia internacional. A pesar de la falta de éxito de los grupos de rock nacionales, los internacionales sí que tuvieron repercusión en esta década. Vendieron miles de discos y en sus giras —especialmente a partir de la muerte de Franco— llenaron grandes recintos.

Nacido a finales de los sesenta, el rock andaluz tuvo un papel protagonista, ya que consiguió elaborar una identidad propia que triunfó a mediados de los setenta, aprovechando el elemento sinfónico y progresivo para incorporar elementos flamencos al rock. El grupo más importante, Triana, publicó su primer disco en 1975 y logró gran repercusión con su rock progresivo con letras cargadas de mensajes en favor de la libertad. Tuvieron también una repercusión importante y buenas ventas Alameda, Mezquita o Guadalquivir, así como Medina Azahara, ya a final de década, que incorporaron un sonido más heavy y que siguen en activo en la actualidad.

En una línea diferente, menos progresiva y más clásica, Veneno fue el efímero grupo formado en 1975 por Kiko Veneno y los hermanos Rafael y Raimundo Amador.

También en otras partes de la Península surgieron bandas con influencia sinfónica o progresiva que rescataron al rock del letargo. El rock catalán cobró relevancia con grupos como Iceberg, Música Urbana o Companyia Elèctrica Dharma, influidos por el jazz e integrando, en lugar de elementos flamencos, toques tradicionales mediterráneos.

Mención aparte del progresivo merecen los madrileños Tequila con un rock más clásico y directo influido por The Rolling Stones.

Desde principios de los setenta se comenzó a gestar en los barrios de las grandes ciudades un estilo de rock diferente a los mencionados hasta ahora; era el urbano y el hard rock. Influidos por el hard rock extranjero y el naciente heavy metal, el denominador común de este estilo era el inconformismo de sus letras, la reivindicación social, la vida cotidiana en las ciudades, el desencanto con la sociedad establecida y con el poder dominante. Eran bandas con miembros muy jóvenes que se iban abriendo camino a base de conciertos, pero que pasaban años sin firmar contratos discográficos porque nadie apostaba por ellas. No fue hasta la creación de Chapa Discos de Vicente Mariskal Romero, periodista y productor musical, cuando este sello les permitió empezar a grabar a partir de 1978.

En 1972 nacía Asfalto, pero tendrán que esperar a 1978 para lanzar su primer LP con Chapa Discos. Canciones como Días de Escuela reflejan ya el descontento con la dictadura en lo que es todo un documento histórico en forma de canción.

El rock urbano y el andaluz perdieron fuerza a partir de 1980; sin embargo, un nuevo estilo prácticamente desconocido en España hasta entonces surgió, el heavy metal. Este estilo canalizó a muchos de los fans y los medios de sus predecesores del rock, siendo prueba de ello que la discográfica Chapa Discos también siguió esta estela publicando discos de los nuevos grupos.

El impulso inicial, una vez más, nos vino de fuera, especialmente de la «nueva ola» británica surgida estos años con grupos tan importantes como Iron Maiden.

En España el éxito tampoco fue escaso; paralelo a la Movida, fue el siguiente movimiento musical más importante en el país de estos años. De entre las primeras bandas más importantes tenemos a Barón Rojo, que debutaron en 1981 y que en 1982 ya vendían cientos de miles de copias de su segundo disco Volumen brutal, además de tantear el mercado internacional tanto con sus discos como de gira, lo que les valió el reconocimiento de la prensa especializada.

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