Cueste lo que cueste

Cueste lo que cueste

El virus, el Estado y nosotros. Parte 2.

Publicado en el blog DDT21. Traducción: A.V.

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Los que se han declarado en huelga o, en la mayoría de los casos, han ejercido su derecho a retirarse, no lo han hecho para evitar ir a trabajar, ni en protesta contra las medidas de seguridad del gobierno, sino para evitar ir a trabajar en esas condiciones [20]. Sin embargo, es en efecto la lucha de clases lo que se manifiesta en la contradicción entre los intereses de la producción y del comercio, y los de los trabajadores, en este caso su salud.

Es imposible saber hasta qué punto este descontento puede haber contribuido al cierre de empresas. Sin duda ha contribuido a un movimiento más amplio de parálisis general en el país durante esta primera semana de cuarentena. Las huelgas tuvieron un efecto de bola de nieve desde las fábricas chinas hasta las industrias francesas (por ejemplo, debido a la falta de piezas de recambio), a través de la cadena de subcontratistas y la caída brusca de los pedidos (el consumo en Francia ha disminuido en un tercio desde el 17 de marzo)[21], efecto que se amplifica por numerosos factores disruptores, entre ellos el cierre de escuelas.

La situación de la economía francesa y de los 26 millones de asalariados que trabajan en Francia es difícil de definir, sobre todo porque está cambiando (cierres/reanudación de la actividad), y las cifras disponibles son a veces contradictorias. Sin embargo, a principios de abril se pueden identificar algunos órdenes de magnitud:

El régimen de trabajo a jornada reducida, que, es cierto, puede ser sólo parcial, afecta actualmente a no menos de 9 millones de empleados, es decir, casi un empleado del sector privado de cada dos. Esta cifra refleja la estimación hecha de que la actividad económica se reduciría en un tercio como consecuencia de la crisis sanitaria (a finales de marzo), a pesar de que muchos proletarios que han perdido su empleo no se benefician de esta medida: los que simplemente han sido despedidos, los que tienen un empleo precario y no se les ha renovado el contrato, muchos trabajadores temporales y la masa de trabajadores no formalizados [22]. Como alternativa al problema del despido parcial o completo del personal, el plan de actividad parcial simplificado y ampliado, que no le cuesta nada a la empresa [23], le ofrece, por el contrario, mantener a sus empleados capacitados y disponibles, esto con el fin de permitir un rápido retorno al trabajo.

Para ello, el Estado tendrá que gastar decenas de miles de millones de euros; pero también es el precio que hay que pagar para evitar que la crisis sanitaria se vea agravada por un desastre social que podría desembocar en un conflicto abierto. Esta estrategia de mantenimiento de los ingresos -que incluye la ampliación de los seguros de desempleo, su pago anticipado, etc.-, obviamente no nace de un instinto filantrópico, sino por la necesidad de una relativa estabilidad social (por ejemplo, para evitar la cuestión casi tabú de la interrupción del pago de alquileres).

Y hay quienes siguen trabajando, la mayoría. Se estima que el recurso al teletrabajo, que también puede ser sólo parcial, afecta a 8 millones de empleados (aproximadamente una cuarta parte de la población activa, la mayoría de los cuales son directivos, pero también muchos empleados y funcionarios)[24]. El resto, es decir, una gran parte, si no la mayoría, de los que laboran "con las manos", seguirán trabajando en su lugar de trabajo, a pesar del riesgo de contaminación.

Aunque algunos sectores "obreros" fueron casi totalmente cerrados en marzo -la construcción, por ejemplo- muchas industrias ya están de nuevo en marcha. Después de haber contribuido en ocasiones al cierre de los yacimientos, los sindicatos están negociando ahora con la administración para organizar la recuperación general de la actividad económica [25].

En la industria automovilística, que está totalmente paralizada desde mediados de marzo [26], se han firmado acuerdos casi idénticos en Renault y PSA entre los sindicatos mayoritarios y la gerencia (no es difícil imaginar el equilibrio de poder en esas plantas que se han vaciado de trabajadores). Prevén el mantenimiento del 100% de los salarios de los obreros con jornada reducida (la parte no cubierta por el Estado será financiada por un fondo de solidaridad al que contribuye la empresa y, en forma de licencia perdida, por los propios empleados), medidas que garantizan la protección de la salud de los empleados, la reanudación gradual de la producción (para evitar la sobreproducción), el aumento de la flexibilidad laboral que permita intensificar la producción en caso necesario (por ejemplo, semanas de trabajo de seis días o un límite de licencias pagadas). Es probable que los acuerdos de este tipo se multipliquen en las próximas semanas. Esto demuestra que el papel de los sindicatos podría ser esencial para un buen regreso al trabajo, pero su grave debilidad seguramente va a ser lamentada por los empleados, los empleadores y el gobierno por igual.

Si bien la recuperación económica será gradual por razones sanitarias y técnicas, algunas personas también alegan razones sociales para esta lentitud. En efecto, después de tantas mentiras, cinismo e incompetencia, ¿cómo reaccionará la población a la inyección de miles de millones de euros en la economía, al "esfuerzo nacional" y a los nuevos sacrificios que se le pedirán? Muchos (especialmente en la comunidad de militantes) afirman que "el día después" habrá una expresión de ira sin igual. Obviamente, el gobierno también está considerando esta posibilidad.

Por supuesto, anhelamos un estallido así, aunque el nivel de resistencia de los trabajadores en este período de contención no es un buen augurio. Es cierto que la presión sobre los ingresos y los precios, el aumento de los alquileres y la caída del nivel de vida han empujado recientemente a muchos proletarios a la calle en una inesperada explosión de cólera sin precedentes en su forma (los chalecos amarillos); pero a este episodio siguió una movilización de proletarios contra la reforma de las pensiones que fue muy débil y se renovó, en su forma, con métodos clásicos. La dinámica de la lucha de clases no es mecánica. ¿Qué desencadena la revuelta? Ciertamente no el hecho de llegar al fondo (que sería un nivel de pobreza abismal o el establecimiento de una dictadura). En su último trabajo, el historiador y demógrafo Emmanuel Todd retoma a su manera la hipótesis del cambio, que relaciona con "la llegada masiva a la vida laboral de generaciones que (...) no conocieron el mundo más pobre de épocas anteriores; cuya existencia se inscribía, antes del declive de los últimos años, en un mundo próspero. Estas generaciones son las más sensibles a la caída". [27]

Si bien cabe esperar que la crisis contribuya a sacudir las ideas preconcebidas sobre el trabajo (su valor, su utilidad, su carácter esencial o no, la jerarquía de los salarios), es probable que el camino de la crítica de la explotación, que casi ha desaparecido del radar durante años, sea bastante largo. En cuanto al odio contra Macron y su gobierno, sentido por una proporción cada vez mayor de la población, es poco probable que lleve a la crítica del Estado. Por el contrario, la demanda (ya presente) de que éste regrese y el deseo de un gobierno competente y genuinamente al servicio del pueblo, y no al servicio de los capitalistas más poderosos, va a aumentar sin duda alguna. Más que la violencia de los chalecos amarillos, lo que amenaza con resurgir es su discurso interclasista, porque hay, en verdad, muchos "pequeños patrones" y artesanos que también están "sufriendo" la crisis.

El retorno a la vida social (nadie puede decir cuándo ni en qué condiciones sanitarias y de seguridad) estará marcada muy probablemente por disturbios de sábado mucho más vigorosos que los de los últimos "actos" de los chalecos amarillos -cuya dimensión ritual destinada sobre todo a los militantes sobremovilizados será inevitable-, pero también estará marcada por las maniobras de políticos astutos, a veces supuestamente radicales, que tratarán de vender su basura alternativa a proletarios hartos pero desorientados.

Fantasías suburbanas

Como sabemos, el término "suburbio" se refiere a los barrios donde viven principalmente proletarios, en su mayoría o muy principalmente de origen inmigrante no europeo. En los días siguientes al 17 de marzo muchas personas notaron, para su deleite o su pesar, que en algunos de estos barrios la vida cotidiana parecía poco alterada y que el confinamiento parecía no ser muy acatado [28]. En general, en lo que se refiere a los suburbios, lo que la extrema derecha denuncia la extrema izquierda lo celebra, y viceversa... Aquí las cosas son menos claras, menos obvias.

La dificultad para mantener el confinamiento en estos barrios podría explicarse por una combinación de factores específicos que los caracterizan: su alta densidad de población, viviendas hacinadas y deterioradas (a veces insalubres), una actividad generalmente más intensa y unos lazos de sociabilidad más desarrollados [29] que en otros barrios urbanos, una elevada proporción de proletarios obligados a seguir trabajando, el habitual rechazo, desconfianza e indiferencia hacia los poderes públicos, y a veces incluso un escaso dominio del francés (el idioma en el que se imparten la mayoría de las instrucciones sanitarias). Por último, una policía que no tiene ni las ganas ni, sobre todo, los medios para gestionar la multitud de pequeños motines que resultarían de una imposición estricta del confinamiento, y una jerarquía para la cual su aplicación en estos barrios "no es, al menos inicialmente, una prioridad"[30].

Por consiguiente, no es de extrañar que el 17 de marzo se hayan impuesto un gran número de multas en Seine-Saint-Denis, por ejemplo, el departamento más pobre de Francia, pero también que el coronavirus tenga por delante un brillante futuro entre los proletarios más vulnerables. Además, a finales de marzo se produjo una importante propagación del virus y una tasa de mortalidad muy elevada en este departamento. Si bien es indudable que la culpa es de una cierta falta de confinamiento en los barrios populares (por las razones mencionadas anteriormente), otros factores explican por qué se facilita allí la transmisión de la enfermedad, como unos lazos familiares más estrechos y desarrollados (las personas mayores están más rodeadas de familia), un estado general de salud de los habitantes mucho peor que el promedio (debido a la precariedad), equipos médicos deficientes y una muy escasa atención médica urbana, todo lo cual aumenta los factores de riesgo [31]. Por lo demás, la situación parece variar de una ciudad a otra, de un barrio a otro: es distinta, por ejemplo, en un barrio muy popular y concurrido con muchas tiendas y mercados, que en esas mortíferas "urbanizaciones" donde los jóvenes proletarios varones se aburren al pie de los rascacielos en lugar de estar encerrados con el resto de sus familias en apartamentos estrechos (en resumen: la situación habitual, sólo que peor).

Pero este supuesto incumplimiento de las reglas de confinamiento, la imagen de personas (¿cuántas?) que viven "como de costumbre", confirma a algunos militantes universitarios en su idea de que habría allí un nuevo sujeto revolucionario; sin embargo, después de algunos días de indecisión, parece que el confinamiento ha empezado a respetarse tanto o tan mal en los suburbios como en el resto del país. La prensa diaria regional tampoco parece indicar que hayan aumentado los incendios de basureros o las emboscadas a policías o bomberos... ni tampoco, de hecho, que hayan disminuido -un incendio local, por ejemplo tras un "error garrafal" de la policía, sigue siendo una posibilidad, "como de costumbre".

¿Y mañana?

Hoy es imposible saber cuánto durarán la pandemia y la crisis sanitaria, pero la contención no puede continuar indefinidamente. Pronto se adoptarán medidas para iniciar la recuperación gradual de los sectores que actualmente están paralizados, sin que parezca poner en peligro la salud de los trabajadores (lo que parece poco probable sin una campaña de detección viral). En el período de transición posterior a la cuarentena se seguirán aplicando sin duda algunas normas de salud y seguridad (distanciamiento social, prohibición de reuniones, etc.), pero la vida cotidiana y el trabajo terminarán por reanudarse para todos. ¿Pero se reanudarán "normalmente"? Aunque constantemente se nos dice que nada volverá a ser igual, ¿el mundo del "después" será tan diferente?

Ciertamente, el período que se avecina amenaza con ser dramático. La reducción gradual de esta crisis sanitaria sin precedentes coincidirá probablemente con un período de crisis económica, mucho más clásica -y anunciada desde hace mucho tiempo-, que golpeará duramente a los países centrales: interrupción continua de la producción y del comercio mundial, quiebras de bancos, destrucción de capital constante, ahorrantes arruinados, millones de desempleados adicionales, etc. El mundo va a estar en estado de crisis. Aquí, una vez más, es imposible predecir el alcance o la duración de la crisis -por no hablar de la posibilidad de nuevas oleadas de epidemias- o si irá seguida de un aumento del crecimiento; además, ni siquiera sabemos cómo se recuperará la economía (dependiendo del sector) en los próximos meses. Pero las reconfiguraciones económicas cambiarán inevitablemente el rostro de la producción capitalista y pondrán fin al llamado período de globalización o neoliberalismo.

Ciertas tendencias, ya de por sí complicadas, se acelerarán sin duda alguna: deslocalización de ciertas industrias hacia los países centrales [32], proteccionismo, modernización de algunos sectores, orientación de la producción en el marco de una "transición ecológica" y producción capitalista bajo los colores del desarrollo sostenible eco-responsable (reducción de los transportes), renovación de la agricultura local (hacia el auto-abastecimiento en verduras y productos biológicos, huelga decir), etc. En otras escalas, la crisis del coronavirus llevará sin duda a los países occidentales a buscar un mundo formado por zonas de seguridad sanitaria: habrá una generalización de la "tele-existencia" mediante tecnología digital, 5G e inteligencia artificial (en particular en el ámbito de la salud, la higiene y la cultura), así como de un transhumanismo ecológico; aumentará el teletrabajo (menor costo inmobiliario para las empresas)[33]; la mano de obra se hará mucho más ubicua; etc. Un mundo casi perfecto, destinado a una sola capa de la población, que no podrá sino acentuar los antagonismos y rencores de clase en los territorios.

Mientras tanto es evidente que, tras un período de tregua, serán los proletarios quienes, de una u otra forma, tendrán que pagar los miles de millones que durante la crisis el Estado ha tenido que gastar las empresas han perdido. En Francia, aún bajo el pretexto de la "unidad nacional" y de los esfuerzos de "reconstrucción", los trabajadores tendrán que enfrentarse sin duda a la congelación de salarios, a políticas inflacionistas e incluso a recortes de los programas sociales [34]. Para el período de "emergencia sanitaria", el gobierno francés ya ha decidido por decreto hacer mucho más flexibles las normas sobre vacaciones pagadas y reducciones de jornada laboral, etc. [35]. Una vez superada la crisis, ¿qué quedará de estas medidas excepcionales? ¿Se consagrarán legalmente algunas de ellas, como ocurrió tras el fin del estado de emergencia "tout court"? Los primeros acuerdos de empresa firmados durante el período de coronavirus, en la industria automovilística, tienen por objeto aumentar la flexibilidad y la productividad del trabajo. Aquí también, lo que está a la vista no es un gran punto de inflexión, sino una feroz aceleración.

Esta necesidad de hacer que los trabajadores paguen por la crisis podría parecer contradictoria (y en parte lo es) con lo que puede ser el nuevo desarrollo de las próximas décadas, a saber, el retorno del Estado. Un Estado que ya no estaría al servicio de los intereses particulares de una fracción de los capitalistas, sino que se convertiría de nuevo en el instrumento esencial para el buen funcionamiento de todo el modo de producción capitalista. Además de las políticas económicas proteccionistas y nacionalistas (el retorno de ciertas producciones a Francia), es su política social la que el Estado podría "reinventar" (lejos de cualquier fórmula keynesiana, para la que no dispone de medios). Porque, en un estado moderno, controlar la población también significa asegurar su "protección".

Los proletarios son, como sabemos, siempre demasiados pero siempre necesarios, sobre todo cuando aseguran una productividad tan alta como en Francia. Pero también sabemos que el Estado desempeña un papel cada vez más importante en la reproducción general de la mano de obra... y la salud es un aspecto esencial de ello. Muchos lo habían olvidado, incluidos los capitalistas, cuyas ganancias están ahora comprometidas por las "reformas" y recortes presupuestarios que ellos mismos impusieron al Estado, en primer lugar en los hospitales. En efecto, es la debilidad del Estado, de su política, de sus servicios de salud, lo que obliga a esta contención, contribuyendo al derrumbe de la economía. Los futuros gobiernos estarán sin duda sometidos a la presión antagónica de las diversas fracciones capitalistas, y divididos entre desmantelar o fortalecer los servicios públicos, según qué sector, a fin de evitar que se produzca una nueva crisis de este tipo.

El mismo dilema se planteará con respecto a las cuestiones de seguridad. Para hacer que los proletarios soporten las penurias que les esperan, el gobierno tendrá que usar grandes dosis de propaganda (más efectiva que hasta ahora). Pero también tendrá que poner en funcionamiento y mejorar su instrumental represivo, que con el episodio de Covid-19 y después de los chalecos amarillos, ha vuelto a mostrar muchos fracasos y su incapacidad para manejar la situación de otra manera que no sea por medio de amortiguadores sociales muy costosos. Mañana, ¿cómo reaccionaría el Estado ante una insurrección de mayor virulencia y magnitud? Hay quienes en la clase capitalista se están haciendo esta pregunta, pero no han conseguido ponerse de acuerdo sobre las respuestas. En cualquier caso, en lugar de la "militarización" de las calles, el fascismo de cualquier tipo o el restablecimiento del control de fronteras, el Estado tendrá que centrarse en la reconstrucción de una fuerza policial poderosa y eficaz, lo que requerirá un gran aumento de personal y la asignación de presupuestos cuantiosos (lo mismo vale para el poder judicial y el ejército). Pero es muy probable que, si hay inversión, ésta sea menos juiciosa [36]: no se centrará tanto en el personal -pues se considera que el funcionario público es demasiado caro- como en tecnologías de moda que han demostrado su eficacia en Asia, como la geolocalización, el rastreo mediante aplicaciones de teléfonos inteligentes [37], el reconocimiento facial, etc. Esta estrategia, que podría ser beneficiosa en términos de crecimiento del PIB, corre el riesgo, sin embargo, de verse obstaculizada por el entorno jurídico de nuestras democracias. También va a chocar, una y otra vez, con la cuestión del presupuesto, porque, como hemos visto, los gobiernos están de hecho adaptando su estrategia al grosor de su billetera.

Aunque el equipo de Macron intentará hacer olvidar su crasa incompetencia golpeando más a los proletarios, su gestión de la crisis del coronavirus le costará ciertamente parte de su apoyo, especialmente de ciertos sectores de la clase capitalista, que querrán apostar por otro caballo. Dado que, por el momento, no optarán ni por Mélenchon ni por Le Pen [38], y dado que la visibilidad es nula, el único problema político que se planteen será el de mantener el statu quo.

La peste negra del siglo XIV probablemente alimentó la idea de reformas políticas y religiosas, llevando hasta la reforma protestante de 1517 (responder a la ira de Dios, purificar la moral, seguir más de cerca los preceptos divinos, llevar una vida más sencilla, reducir los excesos en particular, etc.). Pero, según el historiador Claude Gauvard, "la sociedad medieval no aprendió las lecciones de la crisis, (...) nada cambió realmente. Por el contrario, la crisis desarrolló el individualismo y exacerbó la xenofobia y el encierro" [39]. Aunque el presidente Macron advirtió en su discurso del 12 de marzo sobre la tentación de "replegarse en el nacionalismo", la propagación de la pandemia ha llevado a casi todos los países del mundo a cerrar sus fronteras, o al menos a restringir severamente el paso. Y si bien es cierto que el virus "no conoce fronteras", las personas susceptibles de portarlo, especialmente los extranjeros, están siendo rechazadas o tratadas con sospecha en todos los países del mundo. En la Unión Europea es evidente que la retórica sobre el fin de las fronteras, su inutilidad o incluso la imposibilidad técnica y jurídica de cerrarlas tendrá muy poco peso en las próximas elecciones... contrariamente a las promesas proteccionistas, soberanistas o populistas, tanto de la derecha como de la izquierda (y aquí hay que recordar algunos aspectos de la revuelta de los chalecos amarillos)[40]. Una de las pocas certezas del momento es que el discurso "izquierdista", "anticapitalista", que desde hace muchos años ha reemplazado la crítica de la explotación por la de la globalización, el 1%, la banca y el neoliberalismo, corre el riesgo de revelarse muy deficiente en el período que se avecina. En todos los niveles, no hay indicios de que el futuro vaya a ser especialmente luminoso... La venganza de lo orgánico es despiadada. Y si la venganza de los proletarios sigue sin anunciarse, no hay duda de que la exacerbación de los problemas económicos llevará a una intensificación de la lucha de clases, probablemente bajo formas inéditas.

-- Tristan Leoni y Céline Alkamar, 17 de abril de 2020.

Notas

[1] Las cifras deben tomarse siempre con precaución, ya que las entregadas por el gobierno también sirven para su propia comunicación. En los dos primeros días, se emitieron 225 mil multas a quienes que no cumplían con el confinamiento, o sea unas 110 mil personas por día. Esto puede parecer enorme, aunque no tanto si se lo compara con el número de municipios (36 mil), o con el número de multas cursadas diariamente a los automovilistas en circunstancias normales (74 mil por día en 2017). En el período comprendido entre el 19 de marzo y el 8 de abril, se cursaron 343 mil nuevas multas, es decir, unas 17 mil por día. ¿Deberíamos concluir, y alegrarnos por eso, que la represión es seis veces menos severa que al principio? ¿Que la represión tiene un efecto educativo? ¿Que los habitantes se están acostumbrando, tienen miedo, se dan cuenta del peligro?

[2] Los menos proclives a un refuerzo del confinamiento son aquellos que "no se sienten expuestos en absoluto". Véase Frédérique Schneider, "Coronavirus: la gran mayoría de los franceses están a favor de una contención más estricta", la-croix.com, 24 de marzo de 2020.

[3] O que la población es víctima de una gran conspiración totalitaria deliberadamente orquestada para aumentar su miedo y su "deseo de seguridad", un deseo que el Estado sólo tendría que satisfacer. Sin duda, por eso el gobierno francés y los medios de comunicación han estado minimizando la crisis durante semanas y, desde el estallido de la epidemia, han hecho declaraciones tranquilizadoras.

[4] Descartemos inmediatamente las fantasías que pretenden explicar esto por el deseo de contagiar a las poblaciones que viven en estos barrios; si este fuera el caso, estos barrios/ciudades estarían herméticamente cerrados, lo cual no es el caso. Por el contrario, muchos proletarios viven allí y siguen trabajando diariamente fuera de esas zonas, en contacto con el resto de la población (algunas líneas de transporte público que los conectan con las metrópolis siguen funcionando). De hecho, ¿quién entrega el sushi a los tontos que sí están bien confinados?

[5] Unos 100 mil policías y gendarmes se movilizaron el primer día para hacer cumplir el confinamiento, pero extrañamente, fueron 160 mil para las fiestas de Pascua; en comparación con 140 mil movilizados para la víspera de Año Nuevo de 2018 y 115 mil después de los ataques de 2015. ¿La "impresión" de una mayor presencia policial se debe a que realmente hay más policías en las calles, o a que, con el 90% de los transeúntes ausentes, las posibilidades de ser controlados aumentan automáticamente?

[6] Comunidades que de ninguna manera habría que idealizar o cuya desaparición habría que lamentar. Tampoco se trata de decir que los humanos todavía no están preparados para otro modo de funcionamiento; sucede simplemente que sus actitudes están adaptadas a este mundo y condicionadas por él. También hay comportamientos virtuosos, cooperativos y de apoyo (son más frecuentes en tiempos de crisis, como los desastres naturales); podrían ser muy diferentes, casi hegemónicos, en una sociedad poscapitalista fundamentalmente diferente, por ejemplo, una comunista.

[7] Claude Angeli, "Le service de santé militaire très gravement malade", Le Canard enchaîné, 25 de marzo de 2020.

[8] Sobre todas estas cuestiones relacionadas con el uso del ejército, véase Tristan Leoni, Manu Militari? Radiographie critique de l'armée, Grenoble, Le Monde à l'envers, 2018, 120 p.

[9] La prensa menciona, por ejemplo, 200 soldados para la región de Nueva Aquitania, unos 20 en el Lot y Garona, 60 en el Gard, algunos de ellos utilizando vehículos serigrafiados "Sentinelle" o "Vigipirate". La Operación Centinela, iniciada en enero de 2015, preveía el despliegue de 10 mil soldados para guardias fijas y patrullas en lugares públicos. Esta cifra corresponde al número mínimo de soldados que deben estar disponibles en la Francia metropolitana según el Libro Blanco de 2008. Incluso movilizando reservistas (estudiantes o altos directivos) y personal no combatiente (mecánicos u operadores de radio), el ejército apenas da abasto, y para abril de 2015 el número de tropas desplegadas se redujo a 7 mil. Por lo tanto, es muy probable que sea esta fuerza de 3 mil personas la que se haya removilizado para el plan Résilience.

[10] A causa de la Revisión General de Políticas Públicas (RGPP), el número de guardias móviles y personal de CRS pasó de 31.167 en 2008 a 26.800 en 2018.

[11] A diferencia de los períodos de guerra que conducen a un rápido colapso, parece que la lenta desintegración de un Estado no favorece una autoorganización "progresiva" del proletariado, sino más bien la aparición y fortalecimiento de nuevas fuerzas en competencia (mafias, milicias, etc.).

[12] En Portugal, el gobierno de izquierda suspende el derecho de huelga... pero regulariza a todos los inmigrantes indocumentados.

[13] Sobre la noción de libertad, leímos con interés un texto anónimo publicado en enero de 2020: "La libertad de los liberales y la libertad de los anarquistas", en https://dijoncter.info/liberte-des-liberaux-et-liberte-des-anarchistes-1656. Sobre la relación entre el individuo y la sociedad, leímos el texto de Il Lato Cattivo, "Covid-19 y más allá" en dndf.org.

[14] ¿Qué tan lejos estamos de las multitudinarias oraciones antivirales en las que se reúnen miles de creyentes en Bangladesh o Pakistán?

[15] La idea de desplegar soldados alrededor de los hospitales para protegerlos de un ataque "terrorista" ¿es por lo tanto ciencia ficción?

[16] Es cierto que, para algunas personas, la libertad, la revuelta, la sumisión o la muerte son sólo asuntos de elección y voluntad individual. Esto explica por qué, por ejemplo, algunos "anarquistas" pueden estar, teórica y socialmente, más cerca de Julius Evola que de Errico Malatesta.

[17] Sería interesante saber si en la "periferia francesa" los vínculos creados durante el movimiento de los chalecos amarillos han dejado huellas y acentuado estos gestos de solidaridad.

[18] Un borrador de la cartografía de estas huelgas se puede encontrar en el sitio web del colectivo Classe: www.classeenlutte.org.

[19] Ver por ejemplo O. Michel, "Coronavirus Covid-19: en Lyon, una empresa de limpieza y restauración está preocupada por sus empleados", france3-regions.francetvinfo.fr, 4 de abril de 2020.

[20] En Bélgica, los trabajadores de varias cadenas de supermercados fueron a huelga el 1 de abril para exigir un aumento de sus salarios y vacaciones adicionales. Luc Van Driessche, "Temperatura social bajo control en los supermercados", lecho.be, 2 de abril de 2020.

[21] En el "extremo opuesto", un país como Camboya, muy poco afectado por el virus, tiene a 500 mil trabajadores de la industria textil amenazados por el desempleo debido a la paralización de los pedidos europeos y estadounidenses. Ver "Pandemia. Para los trabajadores del sector del prêt-à-porter en Camboya, un cataclismo por venir", courrierinternational.com, 8 de abril de 2020.

[22] En febrero de 2019, un informe del Consejo de Política de Empleo estimó que alrededor de 2,5 millones de personas realizaban trabajos no declarados (con las tasas más altas de ocultación por parte de los empleadores en el sector de la hostelería y la gastronomía, la venta al por menor de alimentos, la construcción, la asistencia a personas dependientes, la agricultura y los servicios personales).

[23] El subsidio por trabajo en jornada reducida que se paga a un empleado representa el 70% de sus ingresos brutos anteriores, es decir, alrededor del 84% de los salarios netos (debido a la ausencia de contribuciones a la seguridad social). La parte co-financiada por el Estado y Unédic y pagada por el Estado a la empresa era una suma global antes de la crisis de Covid-19. El régimen excepcional de subsidio parcial de actividad introducido el 26 de marzo de 2020 establece que "el subsidio parcial de actividad pagado al empleador (...) cubre ahora el 70 % de la remuneración bruta anterior del empleado, hasta un máximo de 4,5 millones de Smic, con un mínimo de 8,03 euros por hora". Por lo tanto, la carga para el empleador se reduce a cero para todos los empleados cuya remuneración sea inferior a 4,5 Smic brutos. (Puede ocurrir que una cláusula de un convenio colectivo de empresa o de rama estipule que el empleador pague a sus empleados más del 70% del salario en caso de trabajo a jornada reducida, o que el empleador se comprometa a hacerlo unilateralmente. En esos casos, el empleador es responsable del excedente). La cantidad mínima de 8,03 euros por hora permite mantener el nivel de compensación de los trabajadores que reciben el salario mínimo en el 100% de su salario. Por último, el procedimiento administrativo se simplifica y acelera enormemente.

[24] La productividad de estos nuevos teletrabajadores parece ser menor que en tiempos normales. Las diversas encuestas han concluido hasta ahora que la mayoría de estos trabajadores están satisfechos, aunque el 55% de ellos ha observado un aumento de su tiempo de trabajo diario. Véase Thuy-Diep Nguyen, "Confined telework: "It's complicated to be as productive as usual", challenges.fr, 7 de abril de 2020 y "Does telework improve the quality of working life? ", veille-travail.anact.fr, 20 de diciembre de 2018.

[25] Simon Chodorge, "¿Qué fábricas francesas han cerrado por culpa de Covid-19? ", usinenouvelle.com, 18 de marzo de 2020.

[26] Excepto en actividades como el suministro de piezas de recambio, en particular para vehículos médicos de emergencia, así como algunas actividades de investigación y desarrollo o proyectos de fabricación de respiradores médicos.

[27] Emmanuel Todd, Les luttes de classes en France au XX siècle, Paris, Seuil, 2020, p. 40.

[28] Los agentes de policía también se quejan del comportamiento de los residentes de los barrios muy ricos (mucho menos numerosos y poblados), especialmente en la capital, quienes se consideran por encima de la ley y que ven una multa de 200 euros como algo nada aterrador.

[29] Desde siempre, debido a los problemas relacionados con la vivienda, los proletarios más pobres han tenido otro tipo de relación con la calle. Esto llevó a un sociólogo de París 8 a decir que el confinamiento es un "concepto burgués" que no puede aplicarse en estos barrios... mientras que actualmente hay 4 mil millones de terrícolas confinados, hasta en la India, en los townships de Sudáfrica y en las favelas de Brasil (donde los habitantes, abandonados por el Estado, se han autoorganizado para imponer el confinamiento).

[30] "Un confinement allégé pour les banlieues", Le Canard enchaîné, 25 de marzo de 2020.

[31] Maëlys Dolbois, "On vit un enfer dans les hôpitaux en Seine-Saint-Denis, il faut l'armée dans les rues ", actu.fr, 27 de marzo de 2020 y "Coronavirus: la hausse des pollutions en Seine-Saint-Denis s'explique car le 'département est sous médicalisé' selon un médecin du Samu", francetvinfo.fr, 3 de abril de 2020.

[32] "Con el aumento de los salarios en los países emergentes y la necesidad de reducir la huella ecológica del transporte, el movimiento ya estaba en marcha. Es el momento de ir más lejos", Fanny Guinochet, "¿Hacia un vasto movimiento de relocalización? "L'Express", 12 de marzo de 2020.

[33] El teletrabajo ya había surgido durante las huelgas de diciembre de 2019. Podría afectar a entre el 30% y el 45% de los empleos en el futuro.

[34] "Si la sociedad quiere relocalizar más, esto se puede hacer, pero no puede ser una decisión de las empresas solamente, debe ser una decisión de la sociedad", dijo el jefe de PSA el 6 de marzo. Ver Fanny Guinochet, ibid.

[35] La Ley del Trabajo y los Decretos Macron ya contemplaban muchas posibilidades de derogación del Código del Trabajo.

[36] Esto es, a largo plazo, menos eficaz para el control de la población y por lo tanto, al final, menos desventajoso para los proletarios.

[37] En Corea del Sur, y al parecer en algunas ciudades chinas, los datos personales de los pacientes se publican en la Internet y pueden ser consultados por toda la población. Así es posible comprobar, en tiempo real, dónde están los portadores y dónde viajan. Estos datos de seguimiento se recogen mediante imágenes de vigilancia por vídeo y el análisis de las tarjetas bancarias o los teléfonos de los pacientes; si se niegan a compartir esta información, los pacientes recalcitrantes corren el riesgo de ser encarcelados hasta dos años. Cuando un paciente da positivo, se envían mensajes a amigos y familiares para notificarlos. Véase "Coronavirus: en Corea del Sur, los pacientes son rastreados en tiempo real en Internet", lci.fr, 23 de marzo de 2020. Sobre este tema y para avisorar un panorama muy sombrío, véase el artículo de Gideon Lichfield, "No habrá vuelta a la normalidad", terrestres.org, 24 de marzo de 2020.

[38] La actual crisis financiera del RN, si terminara en una liquidación judicial y la descalificación del partido, abriría una caja de Pandora muy incierta. Todo sería posible desde el punto de vista electoral.

[39] Thibaut Le Gal, "Coronavirus: 'Después de la Peste Negra, la sociedad medieval no aprendió las lecciones de la crisis', recuerda el historiador Claude Gauvard", 20minutes.fr, 27 de marzo de 2020.

[40] No nos equivoquemos en nuestra "crítica" al movimiento de los chalecos amarillos. Véase, por ejemplo, Tristan Leoni, "Sur les Gilets jaunes. Du trop de réalité", 80 p., disponible en ddt21.noblogs.org



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