Crystal

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Capítulo 8

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Capítulo 8

 

La sabiduría del nuevo día no brindó ninguna clase de consuelo. En lugar de desayunar e ir a correr, me escabullí del apartamento y me escondí en el taller de la tienda.

–¿Cómo estuvo tu salida de anoche? –preguntó la signora Carriera mientras comparaba las facturas con su extracto de cuenta.

–Mmm –respondí con la boca llena de alfileres.

–¿Tan mal? –sonrió–. Siempre odié esas inauguraciones… es mucho mejor ir a admirar las obras cuando hay espacio para apreciarlas como corresponde. ¿Y cómo estuvo tu acompañante? Seguramente fue algo especial.

Apoyé los alfileres en la mesa.

–Él estuvo divino pero creo que ni registró mi presencia...

La señora lanzó una risita inteligente.

–Aun así, espero que te hayan tomado buenas fotos. Ese era el objetivo de la salida, ¿no?

¿Lo era realmente? Ya no estaba segura. Al ponerme a analizar qué me había llevado a actuar de esa manera, tuve la sensación de que actuaba como si me estuviera hundiendo y luchara desesperadamente por asir una cuerda que me sacase del dilema en que me hallaba. No había reflexionado profundamente si deseaba ser modelo –pasarme el día posando y acicalándome–, por no mencionar tener que pagar el precio de la fama. ¿Acaso no obtenía más satisfacción haciendo algo con mis propias manos que siendo el objeto moldeado por otro artista? Steve había tenido razón con respecto a eso. Además se había mezclado con mi sensación de inutilidad y con el deseo de probar que era algo más que la hermana fea de Diamond, pero eso no era base suficiente sobre la cual construir mi vida.

Conclusión: me había metido en un gran lío. Por una vez, había sido agradable sentirme hermosa y no un monstruo, pero eso no bastaba para sostener una carrera. Supongo que, a mi edad, muchas personas estaban inseguras acerca de lo que querían hacer pero tenía la impresión de que yo había hecho mi propia experimentación de una manera desafortunadamente pública. Bueno, debía tomarlo como una experiencia de vida, conservar las maravillosas fotos que Joe me había hecho para mostrárselas a mis nietos y esperar que los periódicos estuvieran en los cubos de basura antes de que mis seres queridos notaran mi presencia en ellos. Después debería dedicarme en serio a concretar mi ambición de diseñar telas. Volver a dar los exámenes e ir a la universidad, en eso debía concentrarme en este momento.

Sin embargo, si me convertía en una modelo mundialmente famosa, podría hacer como Kate Moss y dedicarme después al diseño.

¿Qué era yo? ¿Un sube y baja? No podía elegir algo y atenerme a eso, modelo arriba, modelo abajo. ¿Por qué me resultaba tan difícil saber qué quería?

La puerta del frente de la tienda se abrió con gran estrépito.

–¡Crystal!

Maldición, era Xav. Incliné la cabeza. La signora Carriera, que se había levantado a atender al escuchar la campana, me miró con sorpresa.

–Ese joven es tu novio, ¿verdad?

No exactamente mi novio.

–¿Sí? –balbuceé.

–Crystal, sé que estás aquí –vociferó Xav.

La señora echó un vistazo a su reloj.

–¿Por qué no te tomas un descanso para almorzar? Tengo la impresión de que necesita desahogarse.

–¿No estamos ocupadas? –por favor, estemos ocupadas.

–Crystal –la mujer me miró con expresión decepcionada–. Si él quiere armar un escándalo, prefiero que sea lejos de aquí. Tengo que atender el negocio.

Con un suspiro, me puse de pie. No podía negarme. Al terminar el día, era probable que la signora Carriera fuera mi única amistad en Venecia.

Entré deprisa en la tienda.

–Hola, Xav.

Dio un golpe contra el mostrador con un periódico que estaba abierto en la sección de chismes.

–¿Qué diablos es esto? –dio un manotazo sobre la fotografía en la que Steve me besaba. El abrigo estaba abierto y dejaba ver maravillosamente bien el vestido de Julien Macdonald. No se notaba que estaba rasgado. Menos mal, habían optado por el beso y habían dejado a un lado la rotura del vestido. Tal vez el abrigo me había tapado a tiempo.

–Ah, eso. ¿Te gusta el vestido? Según Lily, cuesta una fortuna.

–Olvídate del vestido. Mira lo que dice.

Su dedo estaba a punto de perforar el indeseable artículo. Nunca lo había visto tan furioso. Siempre hacía bromas o aplacaba la tensión, jamás contribuía a aumentar el enojo de una situación. Con una sensación de temor, leí las palabras que tanto le disgustaban:

Steve Hughes y su nueva novia, la modelo Crystal Brook (19), no pueden despegarse ni un segundo. ¿Acaso el hombre de hielo de la pantalla grande ha encontrado finalmente el verdadero amor? Gente cercana al actor dijo que conoció a Crystal en Venecia durante la filmación de su última película.

–¡Ja-ja! –mi risa fue patética–. No hace más que demostrar que no se puede creer nada de lo que dice la prensa.

–¿Eres tú? –Xav cruzó los brazos y me clavó sus ojos oscuros en una mirada letal.

–¿Mmm, sí?

–¿Eres la novia de Steve Hughes?

–Fui su acompañante… durante una hora. Lily armó todo para que tuviera con quien ir a la exposición.

–¡De todas las idioteces que podrías haber hecho…!

La signora Carriera decidió que ya había sido suficiente.

–Ah, Xav, encantada de verte –él asintió con dureza–. Le estaba sugiriendo a Crystal que podías llevarla a almorzar –nos abrió la puerta–. Hasta luego, chicos.

Yo salí primero con Xav pisándome los talones como un guardia de prisión asegurándose de que yo no huyera. Tentador, podía perderlo en esas calles sin ningún problema. Su silencio era elocuente. Yo también estaba comenzando a enojarme, ¿qué derecho tenía él de irrumpir en mi trabajo y regañarme por una maldita fotografía? Estábamos en un país libre. Yo no había hecho nada ilegal ni había lastimado a nadie. Sentada delante de mi almuerzo, me sentí más preparada para enfrentarlo.

Después de comprar un par de emparedados especiales de jamón y queso, nos sentamos en una mesita ubicada en el rincón de un bar, los únicos clientes eran un par de gondoleros de camisetas a rayas en su rato de descanso. Tomé un sorbo de la limonada.

–¡No puedo creer que pudieras ser tan estúpida! –bufó.

Apoyé el vaso en la mesa con un ruido sordo.

–Fui a una exposición de arte con Steve, eso es todo. Ya se terminó. Y además no sé quién te pidió que fueras mi juez.

–No se terminó nada. Crystal, estas fotos están diseminadas por todo el mundo… yo solo te mostré una.

Me atraganté. Ansiaba desesperadamente que el abrigo hubiera ocultado el desastre.

–¿No tienes la menor idea de por qué estoy tan furioso, verdad? –partió el sándwich en dos y dio un mordisco.

Se me había ocurrido que podía tratarse de algún extraño ataque de celos. Habíamos pasado casi toda la filmación besándonos y ahora aparecía en la prensa una foto mía, donde me encontraba abrazada a otro hombre. Debía sentirse un poco confundido, pero eso no explicaba la furia.

–En realidad, no. No voy a salir de nuevo con él, si eso es lo que te preocupa. Simplemente le estaba haciendo un favor a Lily.

–¿Tienes alguna idea de cuántos enemigos tiene tu hermana? ¿Y mi familia?

Ahora la explicación había cambiado totalmente de rumbo.

–No. Yo habría pensado que mi hermana no tiene ninguno. Diamond le cae bien a todo el mundo.

–Créeme, no es así. Ella es muy conocida dentro de los círculos de savants, al igual que mi familia, por estar del lado de los buenos. Pero hay muchísimos savants en el mundo que preferirían que nosotros no existiéramos, ya que tratamos de impedir que utilicen sus poderes para hacer montañas de dinero para ellos.

–¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

–Es lo que intentamos explicarte la otra noche. Sobrevivimos gracias a que mantenemos el perfil más bajo posible y porque nos protegemos. No ponemos la cara ni detalles personales en la prensa internacional ya que cualquier tipo que quisiera vengarse de nosotros podría localizarnos.

Me encogí de hombros.

–Igual yo no soy tan importante. ¿A quién le preocupa lo que yo haga?

–¿No lo quieres entender, no?

–Deja ya ese tono de superioridad. No, no entiendo qué terrible pecado cometí al salir una noche –empujé el sándwich a un lado. No iba a lograr comer un bocado. Metérselo a él en la garganta me pareció la más atractiva de mis limitadas opciones. No entendía por qué Xav y yo éramos así. Agua y aceite era una descripción algo vaga; gas butano y un fósforo era más exacta.

–Gracias a Phoenix y a Ives, desmantelamos a una gran banda savant de criminales… mundial. Fue un hecho muy importante… ocurrió en Londres, cuando se reunieron para tramar la repartición de las redes internacionales del crimen. Ahora se encuentran en prisión en sus respectivos países esperando ser ajusticiados.

–Te felicito –deseé que mi tono hubiera sonado menos sarcástico. En verdad, yo los admiraba por eso pero era duro demostrárselo cuando estaba tan herida por su actitud.

–¿Puedes imaginar cuán encantados estarían si pudieran atraparnos?

–Por el tono agorero, supongo que “muy” es la respuesta correcta.

–El matrimonio de Diamond y Trace ya figura en los registros públicos. Tuvieron que anotarse para poder casarse por civil. Puedes estar segura de que lo primero que haría cualquier savant que quisiera vengarse sería averiguar todo lo relacionado con tu hermana y sus debilidades. Y luego, aleluya, descubriría a su estúpida hermana diseminada por todas las portadas de periódicos y revistas comunicándole la manera exacta de encontrarla. No sé cómo no se te ocurrió pintar una cruz en la frente de tu hermana. Cuanto más te expongas con eso de ser modelo, peor será.

Me puse de pie. Esa conversación no tenía sentido. Estaba decidido a hacerme responsable de las acciones cometidas por otros. Ni siquiera me había preguntado si pensaba continuar con la carrera de modelo, simplemente lo había dado por sentado. En ese momento de confusión, habría venido bien algún consejo, una pizca de comprensión.

–Xav, gracias por escucharme. Es realmente maravilloso ver cómo tomas en cuenta mis sentimientos. Lo que quiero decir es que anoche pasé un momento bastante atemorizador luchando contra los periodistas. Es muy amable de tu parte pensar que debo dejar de hacer mi vida para que tú y tu familia no sufran ningún inconveniente –arrojé algunos euros sobre la mesa–. Tengo que regresar.

Xav se levantó.

–Crystal, esto no terminó acá.

Lo miré largamente por última vez mientras maldecía la atracción que no podía evitar sentir cuando estaba en su compañía. Al enredarme emocionalmente con él, había quedado atrapada dentro de una situación en la que solo podía perder.

–Me temo que sí.

 

Durante los días siguientes, me sentí una verdadera extraña en mi propia casa, como una niña enviada al rincón por atreverse a violar las reglas no escritas del código savant. Tampoco ayudó que a mi familia no le hubiera impresionado en lo más mínimo mi debut mediático. Mis hermanas –incluida la futura novia– me tildaron de irresponsable pues ponía en peligro la boda y la seguridad de todos ellos. Mi madre levantó el teléfono por primera vez en mucho tiempo para criticarme en forma categórica. Sus quejas apuntaron al daño que le había hecho a la reputación familiar. Al parecer, los Brook siempre se habían destacado por su discreción. Mis hermanos Steel y Peter al menos se mostraron preocupados de que un hombre mayor se estuviera aprovechando de mí. No me importó que me reprendieran pues estaban básicamente de mi lado y menos molestos por la publicidad que había atraído sobre mí. Claro que había tenido que esquivar un par de veces a periodistas especulativos que habían rondado la tienda en busca de una imagen fugaz de mí con mi supuesto novio. Pero ellos también sabían cómo funcionaban esas cuestiones. Cuando Steve no apareció, decidieron que la “tormentosa ruptura” era el paso siguiente de la historia y quedaron satisfechos con algunas fotos mías al pasar junto a ellos, el rostro oculto detrás de gafas de sol o bolsas de supermercado.

No era la atmósfera ideal para continuar con la organización de la despedida de soltera. La condesa Nicoletta había sido increíblemente generosa. Había alquilado una banda de primer nivel para que pudiéramos bailar después de la cena y su cocinero era un genio sin igual. Había traído muestras de comida a la tienda para que yo las probara: se deshacían en la boca y las papilas gustativas zapateaban de placer. También estaban listos los arreglos para el pelo y las delicadas máscaras que la signora Carriera y yo diseñamos. La idea había sido dejar de lado lo usual y confeccionar vestidos elegantes y exclusivos para la fiesta, en vez de los velos cortitos, las tiaras rosas y las alas de hada que suelen llevar los grupos de chicas que deambulan tambaleantes en su noche de despedida. Habíamos creado una versión de fantasía de las máscaras de ángel con piedras brillantes, bijouterie y una corona especial para Diamond con una cascada de encaje blanco. Con los vestidos de noche, deberíamos lucir espléndidas y muy a tono con el entorno de la isla más sofisticada de la laguna.

Los invitados extranjeros que iban a asistir a las fiestas de despedida arribaron la noche anterior. Habíamos hecho reservas en el Hotel Calcina, que se encontraba en la zona costera cerca de nuestro apartamento, ya que no podíamos recibir a todos en un espacio tan reducido. Me sentí aliviada cuando Xav y Trace se fueron al hotel con sus hermanos y dejaron el dormitorio de huéspedes a Sky. Karla, la madre de Trace, y Phoenix se alojaron con sus esposos en el hotel, pero pasaban casi todo el día con nosotras, ya que los chicos estaban organizando su noche de diversión. Mamá y mis hermanas mayores no habían podido llegar a tiempo para la fiesta debido a compromisos escolares y otras cuestiones pero estarían en Venecia unos días antes de la boda. De modo que el grupo de invitadas a la despedida de soltera estaba constituido por el contingente norteamericano más las amigas italianas de Diamond… que eran muchas. Ella siempre había sido muy popular.

–Muy bien –desplegué mi carpeta con los preparativos sobre la mesa delante de Sky y Phoenix. Karla y Diamond habían partido juntas para realizar unas compras de último momento, un programa del que se habían excusado misteriosamente las dos chicas más jóvenes, mascullando algo acerca de no querer arriesgarse cuando ya tenían vestidos muy lindos en sus maletas–. ¿Me ayudarían a ubicar a todo el mundo en su lugar?

–Por supuesto –Sky bostezó y se frotó los ojos. Todavía estaba en pijama y su cabello rubio y rizado se encontraba totalmente despeinado. De dulces diecisiete años, Sky era exquisita y, cuando la vi junto a Zed, me di cuenta de que él sabía perfectamente lo afortunado que era–. Pero ya que estamos solas, ¿por qué no nos cuentas los chismes?

–¿Chismes? –murmuré mientras repasaba mi plan para la noche de la despedida.

Phoenix se echó a reír, un sonido extrañamente gutural para una chica que tenía aspecto de hada. El pelo castaño cortado cuidadosamente enmarcaba su rostro antes de caer hasta los hombros, parecía una versión rockera de Campanita. Estaba casada con el genio intelectual de la familia Benedict, que ella había descripto como su Clark Kent. Yo la entendía. Para cualquier chica con buen gusto, Clark era mucho más atractivo que el Súperman con calzas en quien se convertía. Yves lograba que ser un fanático de la ciencia fuera algo sexy.

–Crystal, no intentes evitar la pregunta. Estamos hablando de la historia: tú y Steve Hughes.

–Si tienen algo que objetar, pueden ponerse en la fila.

Phoenix lanzó un resoplido.

–¿Algo que objetar? Debes estar bromeando.

–Yo sí tengo algo que objetar –interrumpió Sky–. ¡Deberías estar orgullosa, mujer! No puedo creer que alguien que conozco haya salido con el actor más sexy del mundo.

Fue tan maravilloso no sentirme juzgada y regañada por personas a quienes quería que casi me echo a llorar.

–En realidad, no es tan sexy –balbuceé mientras buscaba un pañuelo de papel.

–Crystal, ¿qué te ocurre? Tienes colores de tristeza –dijo Sky acercándose para darme un abrazo–. No te pongas mal. ¿Qué te hizo Steve?

Intenté reír pero la risa se me atravesó en la garganta como si fuera una espina.

–No fue Steve. Él estuvo bien, solo un poco narcisista. ¿Quién puede culparlo? Es impresionantemente famoso y yo soy, bueno, yo.

Phoenix me sirvió más café.

–¿Entonces fue uno de nosotros quien te trató mal?

–No uno… todos.

Por un instante, los ojos de Phoenix se nublaron. Estaba utilizando su don para escudriñar mis pensamientos, un atajo para descubrir los eventos de los últimos días. Aunque ahora no fuera su intención, si se lo proponía, podía paralizar mis esquemas mentales dando la sensación de que el tiempo se hubiera detenido.

–¡Xavier Benedict, eres un idiota!

Sky entornó sus ojos azules.

–¿Qué hizo ahora ese bromista?

Me aclaré la garganta.

–No me pareció que estuviera bromeando. Me regañó por poner en peligro a su familia.

–Qué raro. Puedo entender que tu familia piense que tiene algo que decir al respecto, pero ¿Xav? Su vínculo contigo es lejano… es el hermano de tu futuro cuñado.

Desmenucé mi croissant.

–Bueno, él y yo… es complicado.

El rostro de Sky se encendió con una sonrisa de picardía.

–¿Complicado? A Phoenix y a mí nos encanta lo complicado.

–El sábado pasado nos estuvimos besando…

–¡Qué! –chilló Sky.

–No, no, no es lo que piensan… para la cámara, como extras en la película de Steve Hughes.

–Ajá. Entonces el vínculo no es tan lejano –Phoenix me alentó con una sonrisa.

Había llegado la hora de la confesión.

–Fue especial, pero raro. Nos hicimos más o menos amigos y luego él se ofendió por mi salida con Steve Hughes.

–Ahora vamos entendiendo la situación –Sky se cruzó de brazos e intercambió una mirada con Phoenix–. A Xav no le agradó ver a su chica en brazos de un tipo que es mejor que él.

–No, Steve no es mejor que Xav. En primer lugar, no tiene su sentido del humor.

–¿En serio? –Phoenix estaba haciendo un esfuerzo por no reír–. ¿Xav es mejor que un actor de primera? ¿Él sabe que piensas así? Eso lo calmaría un poco y dejaría de actuar como un idiota por unas pocas fotografías.

–¿Tú… piensas que está celoso?

–Diablos, más bien, Bombón –habló arrastrando las palabras como Xav, lo cual me arrancó una sonrisa.

–Pero nosotros no somos… ya sabes… almas gemelas ni nada de eso. Yo no puedo comunicarme por telepatía, de modo que eso no es para mí.

–Ay, Crystal, eso es terrible –Sky se mostró realmente afligida por mí–. Sabíamos que te sentías incómoda con esa cuestión… es por eso que no la usamos cuando estás presente… pero no tenía idea de que te hacía tan mal.

–Sí, me temo que es así. Soy una savant defectuosa.

Los ojos de Phoenix se abrieron con furia.

–¡Crystal Brook, no eres defectuosa! ¡No vuelvas a decir eso!

–Está bien –reí levantando las manos para contenerla–. Ya capté el mensaje. Pero no estoy funcionando al máximo. Xav piensa que hay algo en mí que está mal. Si después de la boda todavía me habla, es posible que le permita examinarme.

Sky festejó la noticia.

–Te puedo decir ahora mismo que, aunque Xav siga lanzándote insultos, igual querrá curarte. No puede evitarlo, lleva a un “sanador” en las venas.

–Guau, eso sí que es algo que esperaré con ansiedad.

Phoenix me arrancó de los dedos la lista de los preparativos.

–Pongámonos a trabajar. ¿Qué quieres que hagamos?

 

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