Crystal

Crystal


Capítulo 13

Página 14 de 22

 

Capítulo 13

 

Decidí subir a la montaña en el vehículo de Steve y Lily, lo cual significó naturalmente que Xav vino conmigo. Era tarde y la temperatura había descendido bruscamente, hacía varios grados bajo cero. Afortunadamente, Lily me había prestado una chaqueta de esquí que había extraído del vestuario. Me había equipado para que pudiera pasar como la glamorosa compañera de Steve en caso de que alguien apuntara sus binoculares hacia el helicóptero, de ahí las gafas y la ropa de esquí de marca.

–¿El equipo de filmación se queda toda la noche en el set? –pregunté al pensar si tendríamos que explicarle a mucha gente qué hacíamos allí.

–Algunos están alojados en un chalet cercano –explicó Steve–, pero la mayoría va a Malcesine por la noche. Solo estarán allí los guardias de seguridad. Siempre tiene que quedar alguien a cuidar los equipos –agregó mientras conducía con destreza por los caminos cubiertos de hielo, confirmando mi fe en su afirmación de que era un buen piloto. De una extraña manera, diría que estaba disfrutando de hacer algo real y no otro acto de heroísmo para la pantalla. A la vera del camino, los pinos resultaban inquietantes; las sombras densas bajo las ramas ahogaban cualquier otro tipo de vida. Ascendimos un tramo más y apareció la nieve, suavizando la caída de la noche con el resplandor de la superficie blanca.

–Cuéntenme acerca de ese mundo savant al que pertenecen… ¿son muchos? –preguntó Steve.

–Más de lo que piensas –Xav retomó la conversación–. Tratamos de mantenernos lo más estrechamente unidos que podemos ya que poseemos dones que mucha gente anhelaría tener.

–Sí, como tu poder de sanación. Podrías ganar una fortuna.

Xav se puso ligeramente rígido como un gato con el pelaje erizado.

–Supongo que sí, pero esto no es una cuestión de dinero… o, al menos, no debería serlo. El motivo por el cual mantenemos un bajo perfil es porque existe mucha necesidad y no somos suficientes. Yo no puedo curar a todos, por lo tanto tengo que hacer el bien con aquellos que encuentro en mi camino. Eso es mejor que agotarme en vanos intentos de curar al mundo entero.

Los ojos de Steve se encontraron con los de Xav a través del espejo retrovisor.

–Cuanto más los escucho, más similitudes encuentro con mi propia vida. Mi posición me da poder y tengo que ser muy cuidadoso de cómo lo uso. Solo puedo decir “sí” a algunas buenas causas o, de lo contrario, no me quedaría tiempo para vivir. Suena duro pero hay que encontrar un equilibrio.

Lily observó el mapa.

–La próxima a la izquierda, Steve.

–Sí, lo sé. Ya hice este camino varias veces.

–De todas maneras, me gustaría tener un don como el tuyo –le dijo Lily a Xav–. Debe ser maravilloso poder ayudar, salvar vidas, curar el cáncer.

–No creo que pueda llegar tan lejos… curar consume mucho esfuerzo y una enfermedad como esa te devora la energía –Xav estaba con ánimo sombrío y no respondió con una broma como solía hacerlo. Todos nos sentíamos muy preocupados por lo que les había sucedido a Karla, Diamond, Sky y Phoenix y eso lo había vuelto inusitadamente reflexivo–. Sin embargo, Lily, a pesar de que nosotros dividamos al mundo entre los que son savant y los que no, eso no es real. Tú también tienes un don… haces cosas. A su manera, es tan valioso como lo nuestro.

Lily se dio vuelta para sonreírle a Xav.

–Ah, gracias. Yo sabía que me agradabas.

–De los que sí debes preocuparte es justamente de aquellos savants que creen que sus habilidades los absuelven de las reglas normales, como la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal.

–¿Como tu contessa?

–Exactamente. Ella, su hijo y los otros tipos que arrestamos en Londres. Tienen una amplia confederación cuyos miembros se reparten el mundo en sus esferas de influencia como si tuvieran el derecho de hacerlo. Estoy orgulloso de que los hayamos detenido.

–Solo espero que sus mujeres no tengan que pagar el precio de lo que ustedes hicieron –comentó Steve.

El equipo de rescate se separó en el cruce de caminos. Ellos iban a ocultar el vehículo fuera de vista y entrar en el terreno de la fortaleza por la cerca, gracias al don de Will de encontrar un hueco donde la seguridad fuera menos firme. Saul nos siguió hasta el sitio de filmación. El fulgor de la nieve iluminaba el helipuerto a pesar de que ya había caído la noche en el valle del lago. La compañía había alquilado un gran estacionamiento que se utilizaba para los esquiadores de fin de semana y habían afirmado el pavimento para que pudiera soportar los vehículos de la producción y las aeronaves. Tener a Steve y a Lily con nosotros resultó muy útil, ya que los guardias de seguridad eran comprensiblemente reacios a permitir que un convoy de dos vehículos invadiera el estacionamiento a una hora tan tardía.

–Hola, muchachos. ¿Cómo anda todo? –saludó Steve con naturalidad.

–Todo tranquilo, señor Hughes –respondió el guardia principal con cautela.

–Solo vine para llevar a mis amigos a dar una vuelta en helicóptero. Haremos algunos vuelos de prueba… pero sigan con sus tareas, no queremos distraerlos.

–A mí no me avisaron nada, señor –el guardia revisó su horario.

–No es oficial y es mi helicóptero –Steve borró la sonrisa de su rostro como recordándole sutilmente al hombre quién era allí la súper estrella.

El guardia dio marcha atrás.

–De acuerdo, señor Hughes. Antes de que se fueran los técnicos, echamos descongelador, pero ande con precaución.

–Eso haré.

Una vez que levantaron la barrera, pasamos delante de los vehículos de la filmación y estacionamos cerca del helipuerto.

–¿Trajiste tu propio helicóptero desde Estados Unidos? –preguntó Xav.

Al abrir la puerta, Steve se frotó las manos al sentir el aire fresco.

–No. Lo alquilé acá para poder moverme con más comodidad. No te preocupes, es el mismo que tengo allá –se dirigió con paso firme al más pequeño de los tres helicópteros, un Gazelle negro, según lo que estaba escrito en la cola. Aprovechando la asociación con el éxito de taquilla de la película, la compañía que le había alquilado el helicóptero lo había pintado especialmente para su célebre cliente, decía “Steve” en grandes letras a lo largo del fuselaje. Una sutileza.

–¿Este tipo es real? –masculló Xav–. No puedo competir con él.

Me acerqué más para sentir su calor.

–Yo no lo intentaría. Él vive en un mundo de héroes de ficción y se esfuerza por estar a esa altura. A mí me gusta que el mío tenga los pies sobre la tierra.

–Qué alivio. Vamos, creo que ya está listo.

Bajamos del auto y nos reunimos con los demás junto al Gazelle. Al percibir los mensajes telepáticos, me mantuve un poco apartada del señor Benedict.

–De acuerdo –dijo Saul–. Los chicos atravesaron el seto y se dirigen hacia el muro trasero. No sé bien cuál es la extensión del campo de fuerza pero todavía se encuentran fuera de él –hizo una pausa para escuchar las voces que volaban de un lado a otro–. Steve, Victor ya me dio la señal de que comencemos. Sobrevuela el techo varias veces y luego deja a Xav en tierra delante de la puerta a la vista de todos. Mientras tanto, los chicos van a trepar por la pared de atrás como convenimos. Xav, mantente en contacto para saber cuándo debes concluir la distracción. Cuando los guardias intenten perseguirte, Yves provocará un cortocircuito en las alarmas y cámaras de televisión para aumentar la confusión. Steve, da vueltas sobre el lugar hasta que Crystal te dé la señal de aterrizar. Si todo sale bien, las chicas estarán contigo antes de que la condesa se dé cuenta de lo que está sucediendo.

–Entendido –Steve se frotó las manos–. Yo preferiría ensayar antes pero supongo que, si las cosas se complican, siempre podemos recurrir a la improvisación.

–Me temo que tienes razón. La conexión telepática podría fallar si a la condesa se le ocurre establecer otra vez una barrera aislante alrededor del castillo. En ese caso, es fundamental llevar a las mujeres a un lugar seguro aun cuando eso implique dejar que mis chicos encuentren su propia ruta de escape. ¿De acuerdo?

Steve asintió.

–Pan comido –exclamó Xav.

–Xav, tú eres el que estará solo más tiempo –dijo Saul–. Will dice que es importante que regreses enseguida al vehículo donde nos reuniremos. No quiere tener que salir a buscarte.

–Dile a mi hermano que no tiene que preocuparse por mí.

Sin embargo, yo me había dado cuenta de que Will y Saul no estaban muy tranquilos con el papel que jugaría Xav en el plan y, como ambos tenían un talento especial para presentir el peligro, me sentí bastante inquieta.

–Xavier, tú me has sacado más canas que el resto de tus hermanos juntos –comentó Saul y luego se corrigió–. Para ser justo, tú y Zed. Así que trata de no agregarme más esta noche.

Xav le dio un abrazo.

–Me esforzaré.

–Empecemos a trabajar –Steve trepó a la cabina.

Saul me ayudó a subir al asiento trasero.

–Cuídense mucho, todos. Karla nunca me perdonaría si alguno de ustedes resultara herido al tratar de rescatarla.

Xav colocó su brazo alrededor de mis hombros mientras nos sentábamos atrás y observábamos a nuestro piloto prepararse para despegar. Era una pequeña nave pero podía llevar hasta cinco pasajeros apretados. El plan no habría sido posible sin nieve en el suelo como guía, era casi tan buena como las luces de aterrizaje. Así como estaban las cosas, todos éramos absolutamente conscientes de que Steve corría un gran riesgo al ayudarnos.

Para ser un egocéntrico dios de la pantalla, no está tan mal, ¿no crees?, le pregunté a Xav. Teníamos que usar mi estilo de telepatía, de la cual todavía estaba tan insegura como un niño andando en su primera bicicleta sin rueditas. Pero el zumbido del motor era tan fuerte que, incluso adentro de la cabina insonorizada, la conversación normal resultaba imposible y, además, Steve nos escucharía por el micrófono de los protectores de oídos que llevábamos.

Te escucho claramente, Bombón. Estableces un puente muy poderoso. Tendrías que controlarlo un poco.

Perdón.

No hay nada que perdonar. Si tenemos suerte, logrará traspasar cualquier obstáculo que nos arroje la vieja bruja. Y con respecto a tu amigo, es tolerable siempre y cuando mantenga las manos lejos de ti, admitió Xav.

Solo me besó una vez y no fue nada comparado con tus besos.

Me alegro. Hizo una pausa. Los míos fueron mejores, ¿verdad?

No pude evitar las bromas para aliviar un poco la insoportable tensión que ambos sentíamos. Fueron distintos, de eso no me cabe la menor duda.

¿Distintos mejores o distintos peores? Su brazo me apretó con más fuerza la cintura, una advertencia de que tuviera cuidado con lo que iba a responder.

Me di vuelta entre sus brazos. El de él fue agradable.

¿Agradable? Xav evaluó la palabra dentro de la mente. Eso no suena muy impresionante.

Ah, yo me sentí impresionada de que se preocupara por protegerme de las fieras de la prensa.

¿Y?

¿Y qué? Me resultó divertido hacerme la inocente.

¿Cómo fue su beso en comparación con los míos?, rugió.

Tengo que admitir que su beso me estremeció ligeramente… pero los tuyos me enloquecieron.

Me dio un beso entre las cejas, arriba del puente de la nariz para que el recuerdo quedara alojado en mi mente. Muy bien. No lo olvides, Crystal Brook. Y te prometo que puedo mejorar mucho.

No lo dudo. Es una pena que este no sea el momento para descubrir de qué eres capaz.

Sí, cuando todos estén a salvo, tú y yo tenemos algunos asuntos pendientes que resolver.

Supongo que sí. No estaba demasiado segura de cómo debía moverme dentro de esa relación. Sabía que éramos el uno para el otro pero eso no significaba que yo aceptara con total felicidad la cuestión de las almas gemelas como mi hermana Diamond.

Percibiendo mi necesidad de reafirmación, Xav le echó un vistazo a Steve, que estaba muy ocupado piloteando como para prestarnos atención. Voy a hacerte ahora un pequeño adelanto. Se inclinó para besarme, sus labios tibios y suaves contra los míos. Me acerqué y le devolví el beso tratando de expresarle con la boca lo que todavía no había admitido, que lo amaba y estaba completamente aterrorizada ante lo que él estaba a punto de hacer. Al igual que en el estudio de filmación, Xav comenzó a dibujar circulitos en mi espalda, un toque de magia que disolvió la tensión. Sujetó mi nuca con firmeza mientras controlaba el ángulo en que se unían nuestros labios y me sentí feliz de dejar que asumiera el mando. Besaba como un campeón y yo estaba más que dispuesta a aprender. Durante unos breves segundos, me preocupó que notara mi torpeza pero luego me olvidé de todo y solo me dediqué a disfrutar el beso. Eso no era un examen que yo debía aprobar sino un compromiso, un intercambio de lo que sentíamos el uno por el otro.

Él se apartó primero. Tranquila. Todo estará bien. Pase lo que pase esta noche, yo regresaré contigo.

Te tomo la palabra. Te lo advierto, si dejas que te pase algo malo, te mataré.

Excelente. Una respuesta dulce y moderada de mi comprensiva alma gemela. Qué suerte la mía.

–Hey, tortolitos, supongo que desearán saber que nos estamos aproximando al castillo –advirtió Steve por los micrófonos de nuestros audífonos, sin sonar demasiado molesto por estar de más. Es probable que fuera un agradable cambio para él–. Voy a descender. Es bueno que se cubran para que no los reconozcan.

Me coloqué la gorra y las gafas de esquí. Xav ya llevaba puesto el equipo. Se calzó el casco y las antiparras con algo de torpeza, ya que debía sostener los audífonos de un lado para seguir hablando con Steve.

Xav divisó las tierras del castillo y las comparó con lo que había visto en la imagen satelital.

–Ese es un buen lugar para empezar el viaje –señaló una terraza frente a las ventanas de la planta baja del castillo, la misma sala donde habíamos visto a Diamond y a las demás–. ¿Cuánto puedes descender para que yo me arroje?

–Puedo llegar a unos sesenta centímetros del suelo. Como no hay viento, no será tan difícil.

–Primero lanzaré los esquíes y yo iré después. Necesito unos instantes para colocármelos, por lo tanto sería bueno que usaras el helicóptero de escudo.

–No hay problema.

Ten mucho, mucho cuidado, le rogué.

¿Sabiendo que estás esperándome? Por supuesto que me cuidaré.

–¡Segundo intento! –gritó Steve–. Y sí, Houston, nos están observando. Prepárense para actuar como vanidosos actores de cine –nos inclinamos hacia su lado e hicimos muecas y proferimos exclamaciones al guardia de seguridad que brotó del túnel para ver qué era todo ese alboroto–. Cariño, toma el champagne. Se encuentra detrás de mi asiento.

–¿Champagne? –encontré la botella en una caja que estaba a mis pies.

–Soy Steve Hughes –exclamó con una gran sonrisa–. Tengo una reputación que mantener. Nunca vuelo sin un Dom Perignon helado. Abre apenas la ventanilla trasera y lánzale el corcho. Así ya no le quedará ninguna duda de que somos unos idiotas.

Era un extraño momento para descubrir que nunca antes había abierto una botella de champagne pero debería aprender velozmente. Steve tenía las manos ocupadas y Xav se preparaba para saltar.

–Xav, ¿ya te parece que los distraje lo suficiente? –preguntó Steve.

–Perfecto. Salgo por el otro lado.

Mientras daba vueltas, Steve comenzó a descender el helicóptero como si fuera a aterrizar en la terraza. El guardia entró deprisa al edificio, buscó refuerzos y salió al jardín.

Steve agitó el brazo ante el comité de recepción mientras balanceaba el helicóptero como si el piloto estuviera borracho.

–¿Alguien quiere una copa de champagne?

Hice palanca con la tapa de metal, sorprendida de que no hiciera saltar el corcho.

Hazlo girar, dijo Xav, divertido ante mi incapacidad.

Hice lo que me sugirió y el corcho salió volando por la ventana seguido de un chorro de espuma. Los guardias buscaron las armas pero luego gritaron disgustados al ver el champagne cayendo sobre los canteros cubiertos de nieve.

Una ráfaga de aire a mis espaldas me avisó que Xav se había marchado. Me incliné por encima del hombro de Steve.

–Ya se fue.

Steve asintió y comenzó a alejarse del castillo empinando el helicóptero. Mientras dábamos vuelta, distinguí a Xav levantándose con los esquíes puestos.

–Ay, no –con el ruido de la aeronave, no se oyó mi gemido pero alcancé a ver a Xav haciendo una danza de guerra en la terraza al tiempo que agitaba el dedo como diciendo “vengan a buscarme, idiotas”. Les gritó algo a los guardias y luego se dirigió hacia el extremo de la primera terraza y dio un salto volador.

¿Trace?

¿Crystal? Qué poderosa conexión que tienes.

Lo siento, no tuve tiempo de ajustarla. Xav ya se fue. Dile a Yves que es su turno.

De acuerdo.

Steve dio una vuelta más alrededor del castillo. Ambos observamos la pequeña figura negra de Xav serpenteando por las empinadas cuestas de los jardines. Dos de los guardias que habían desaparecido emergieron de los garajes montados en motos de nieve. Salieron tras él a toda velocidad mientras los demás miraban y el mayordomo robot hablaba por walkie-talkie.

–¡Tu amigo es un genio esquiando! –exclamó Steve.

Sin ninguna duda. Era como estar viendo una hoja de afeitar rasgando una tela de seda blanca. Xav zigzagueó a través de una avenida de estatuas clásicas, saltó unos escalones, se encogió para juntar velocidad y luego descendió raudamente por un angosto sendero rodeado de setos.

–Espero que sepa que tiene compañía –comentó Steve. Al conocer la zona, los conductores de las motos cortaban camino hacia el final de la pista, tomando una vía que descendía por el costado de los jardines y evitaba los obstáculos con los cuales Xav se estaba divirtiendo tanto.

Genio sobre esquíes, ¿puedes oírme? Aquí Bombón volador.

Adelante.

Hay dos monstruos de nieve que se encontrarán contigo junto a la glorieta.

Entendido, BV. ¿Cómo andan los demás?

Cambié los canales mentales y busqué el puente que me conectaba con Trace. Esta vez, había un poco más de interferencia pero igual funcionaba. Eso probaba que, afortunadamente, mi estilo de telepatía podía atravesar el campo de fuerza de la condesa.

Chicos, ¿dónde están?

Sky está resistiendo el intento de Victor de dormirla. Podrá ser pequeña pero lucha como una tigresa. Zed está tratando de contenerla. Mamá, Diamond y Phoenix ya están inconscientes. Espera… Sky ya se durmió. Vamos a la puerta del frente.

Le di una palmadita a Steve en el hombro y le hice señas de que debía aterrizar.

De pronto, Trace irrumpió otra vez en la conexión. Will está herido. Recibió un disparo. La condesa nos disparó en el vestíbulo… con un antiguo revolver. Que baje ya mismo el helicóptero.

Los guardias de la terraza ingresaron en la casa. Ellos también habían oído el arma de fuego. Nuestro rescate se estaba desviando violentamente del rumbo original.

Xav, Will está herido. Vi cómo Xav vacilaba y luego continuaba el slalom. Si ellos transportaban un herido, no teníamos asientos suficientes en la aeronave. Yo tendría que bajar.

–Steve, tenemos un herido de bala y posiblemente una mujer loca armada disparándonos desde el castillo.

–¿Está muy mal herido?

–No lo sé. ¿Dónde está el hospital más cercano?

–Del otro lado del lago.

Eso implicaba muchos kilómetros… y además teníamos una carga de almas gemelas con la mente en blanco y un grupo de guardias que enfilaba hacia nosotros.

–Necesitaremos a Xav –afirmé. Todo estaba saliendo mal. Xav, tienes que regresar al helicóptero. Te haremos un lugar para que puedas atender a tu hermano.

De acuerdo. No sabía cómo llegaría desde el fondo de la colina hasta la cima pero sonó resuelto a lograrlo.

Ese helicóptero tiene que aterrizar ya mismo porque vamos a salir. Ese era Trace.

Mi cabeza daba vueltas entre las diferentes voces y exigencias.

–¡Steve, ahora!

El actor-piloto posó el Gazelle justo en el centro del círculo y apagó los motores.

¿Qué pasó con la condesa?, le pregunté a Trace.

Le quitamos el arma. Zed utilizó sus poderes para arrebatarle el revolver de la mano. Allá vamos.

Abrí la puerta del helicóptero al verlos emerger del pasadizo abovedado.

Uriel transportaba a su madre sobre los hombros, Trace llevaba a Diamond, Yves a Phoenix y Zed los seguía con Sky. El último en salir del edificio fue Victor, que ayudaba a Will.

–No puedo llevarlos a todos –Steve había llegado a la misma conclusión que yo.

–Pongan a las mujeres en los asientos. Will y Xav en el suelo. Yo voy con los chicos –no estaba acostumbrada a estar a cargo pero alguien tenía que tomar las decisiones. Salté fuera de la máquina–. Xav está volviendo.

Trace apoyó a Diamond en mi asiento y a su madre junto a ella. Una vez que tuvieron abrochados los cinturones, Yves y Zed hicieron lo mismo con sus almas gemelas y Trace se arrodilló para colocarle un vendaje sencillo a Will en el hombro, manteniendo la presión para detener el sangrado.

–Acuéstalo en el suelo –sugerí.

–¡Tenemos compañía! –espetó Steve señalando al mayordomo y sus hombres, que corrían hacia nosotros desde el pasadizo.

Zed extendió el brazo y la antigua verja levadiza comenzó a chirriar y a crujir. Yves apoyó la mano en el hombro de Zed para ayudarlo. La reja descendía lentamente pero no a tiempo para detener al hombre que encabezaba el grupo. Uriel le dio un puñetazo a dos estatuas de ninfas que se hallaban a ambos lados de la escalera de la terraza. Las figuras se derrumbaron sobre el mayordomo como un par de admiradoras de Steve.

–¿Por qué Xav nunca está cuando uno lo necesita? –masculló Victor saliendo del helicóptero, después de haber enrollado una manta para que Will apoyara la cabeza.

–Voy a tener que levantar vuelo –advirtió Steve–. Si deciden disparar esas pistolas sobre nosotros, no quiero que una bala dé en el tanque de combustible.

Alcancé a percibir un sonido como si Xav arrastrara los pies.

–Ya viene –dije bruscamente. Xav, ¿dónde estás?

Tuve la sensación de que volaban puñetazos. De un golpe, Xav había arrojado de la moto a uno de los hombres, el que parecía una mole, que me había llevado hasta el castillo. Estaré… contigo… en un momento. Utilizando el esquí para derribar a tierra al compañero, trepó al vehículo y se dirigió hacia nosotros dejando a los conductores rodando sobre la nieve. Tengo dos pegados a los talones… avisa a mis hermanos.

–Xav está por llegar pero no viene solo. Conduce una de las motos de nieve y dos hombres lo siguen en la otra máquina –en ese instante, distinguimos el ruido de los motores arriba de la colina.

–¡Crystal, ocúltate allí! –ordenó Trace apuntando a los árboles alineados a ambos lados del camino de entrada.

Sabiendo que no era conveniente discutir en medio de una operación como esa, corrí hacia los pinos. Los cinco hermanos Benedict se arrodillaron alrededor del helicóptero dispuestos a defenderlo de cualquier ataque. Una explosión en una de las ventanas del castillo reveló que Yves había disuadido a uno de los guardias de apuntarnos desde los pisos superiores. Al sentir en la espalda la presión del aire expandiéndose deprisa, me arrojé fuera del camino y rodé para esconderme detrás del árbol más cercano. Al echar una mirada a la fortaleza, comprobé que el fuego devoraba las cortinas de una de las ventanas. Con suerte, eso desviaría la atención de algunos de los sirvientes del castillo y se olvidarían de nosotros.

Una moto de nieve llegó a toda velocidad hasta el círculo de aterrizaje. Xav se bajó y salió raudo hacia el helicóptero. Intercambiaron lugares con Victor, que subió a la moto. Xav saltó al interior de la máquina y Steve despegó apenas se cerró la puerta. Respiré aliviada. Xav se encontraba a salvo y también Will y los demás pasajeros. Ahora, solo faltaba que nosotros escapáramos de allí.

 

Ir a la siguiente página

Report Page