Crystal

Crystal


Capítulo 2

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Capítulo 2

 

Cuando regresamos al hotel, causamos un leve revuelo en el vestíbulo con mi entrada, renqueando, apoyada en el brazo de un oficial de la policía local. A pesar de que Trace no llevaba uniforme era bien conocido por los empleados, ya que había sido el encargado de elegir ese lugar como sede del congreso.

–Jim, cuando llegue mi hermano, ¿puedes mandarlo directamente a la habitación de las damas? –le pidió Trace al conserje.

–Sí, señor –el portero regordete me escudriñó a través de sus gruesos lentes–. ¿Las señoritas se encuentran bien?

–Acaban de tener un desagradable encuentro con algunos de nuestros personajes menos favoritos. Haré el informe pero afortunadamente no lograron llevarse nada.

–En realidad, me quitaron el bolso de mano –balbuceé. Era comprensible que no hubiera notado ese pequeño detalle mientras evitaba que nos lastimaran–. Lo único que tenía era el carnet de la biblioteca y cien dólares.

Trace comenzó a interrogarme como un verdadero policía.

–¿Algún otro tipo de identificación? ¿Registro de conducir?

Lancé un resoplido.

–Vivimos en Venecia, las calles están llenas de agua. No es fácil conducir en esas condiciones.

–¿Pasaporte?

–En la caja fuerte de la habitación.

–Entonces yo te devolveré el dinero –asintió satisfecho–. Lamento lo del carnet de la biblioteca. Es mi ciudad, odio que hayan tenido esta bienvenida. En circunstancias normales, es un lugar maravilloso.

Cuando llegó el elevador, subimos lentamente al décimo piso. En Venecia, los únicos edificios de esa altura eran campanarios y, debido al hundimiento del suelo, con el paso de los siglos solían inclinarse en ángulos que desafiaban la gravedad. La habitación era ultra moderna: muebles blancos, pantallas planas, un baño lujoso con plomería que no hacía ruido ni goteaba y que lanzaba un chorro potente de agua. La vista desde la ventana también era impresionante: líneas luminosas se extendían por la ciudad hasta terminar devoradas por la oscuridad absoluta de las montañas Rocallosas a unos dieciséis kilómetros de distancia. Aquí, el terreno era vertical, montañas, caminos ascendentes, centros de esquí; allá, disfrutábamos de las horizontales, la laguna, las islas bajas y las planicies lodosas.

Me encerré en el baño para limpiarme la suciedad de la alcantarilla. Una bata gruesa de toalla resultó reconfortante tras quitarme la ropa olorosa. Coloqué las prendas en una bolsa para enviar al lavadero del hotel. Sintiéndome un poco recuperada, volví renqueando a la habitación. Diamond y Trace apenas habían notado mi ausencia, se miraban a los ojos mientras hablaban con la mente, perdidos en la maravilla de haber encontrado a su alma gemela. El corazón me dio un extraño vuelco. Sentí un poco de envidia pero, básicamente, estaba feliz por ellos.

–Crystal, ¿estás un poco mejor? –preguntó Diamond alzando la vista.

–Sí, estoy bien –me estiré en la cama con un gemido. Los latidos de la cabeza aumentaron terriblemente y me invadieron las náuseas–. Quizá no tan bien.

–Trace, tal vez sea mejor que dejemos de usar telepatía. A Crystal le hace mal. Aun cuando no pueda oír lo que decimos, ella capta las ondas del pensamiento –Diamond trajo una toallita húmeda del baño–. No me gusta el color que tiene. Después de todo, tal vez debamos llevarla al hospital.

–Hola –exclamé agitando la mano–. Sigo estando acá y no quiero hospitales.

Trace se ubicó detrás de Diamond y la rodeó con el brazo como si ya fuera el dueño de ese sitio junto a ella.

–Mi hermano es un sanador. Él nos dirá si es necesario que la llevemos a una guardia.

Un golpe fuerte en la puerta interrumpió las deliberaciones.

–Debe ser él –señaló Trace y fue a abrirle–. Hola, Xav. Gracias por venir tan rápido.

–Ah, ya sabes, cobro el doble por visitas a domicilio –un chico alto de cabello oscuro entró a la habitación con grandes zancadas mientras echaba un vistazo para evaluar la situación. Lo que yo percibí fue un kilómetro de jeans, una camiseta con la imagen de un lobo y un abrigo gris oscuro desabotonado. Trace era aproximadamente de mi altura pero ese hermano tenía unos cuantos centímetros más. Mientras que Trace tenía hombros anchos y rasgos marcados, este era esbelto y fuerte como un junco y su andar era el de un deportista. Su pelo se movía de manera muy natural como el corte que yo había visto en los surfistas consagrados, que parecía decir: “Hey, acabo de montar algunas olas y ya estoy listo para ir de fiesta”. Era uno de esos muchachos excesivamente guapos que, sin ninguna duda, debía tener un ego inmenso alimentado constantemente por la adulación femenina desde el kinder. Seguramente gastaba su dinero en ropa a menos que las tiendas le rogaran que modelara para ellas… sí, me lo imaginaba perfectamente.

–Este es mi hermanito Xavier o Xav –dijo Trace al presentárselo a Diamond–. Xav, tengo una maravillosa noticia que darte: acabas de conocer a mi alma gemela.

Cuando Xav vio a Diamond, fingió que se tambaleaba y se sujetó el corazón con gran dramatismo.

–Genial. Trace, eres un afortunado hijo de… una madre amorosa –besó la mano de Diamond con un gesto muy europeo, que yo había contemplado por última vez en un verdadero conde, pero en él era más por burla y diversión–. Con gran alegría, puedo anunciarte, Diamond, que estás bien. No ha pasado nada –de modo que hacía sus diagnósticos mediante el tacto–. Salvo por el pequeño detalle de estar unida a este inútil, por supuesto –le dio un golpe en el brazo a Trace, radiante de felicidad por la buena suerte de su hermano–. Para eso no tengo cura.

–Y yo no la necesito, Xavier –comentó Diamond dedicándole una sonrisa.

–¿Acaso hice algo malo? –repuso con una mueca–. Solo mi madre me llama así y, cuando lo hace, sé que estoy en problemas.

–Xav –Diamond ya estaba encantada con él–. Pero es mi hermana la que recibió el golpe en la cabeza –y apuntó hacia donde yo me encontraba. Levanté un dedo en señal de saludo mientras me preguntaba si haría el ridículo vomitando en sus botas de última moda.

–Ah, sí, Crystal –le hizo un guiño a su hermano–. Recuerdo haber visto su nombre en la lista. Tiene mi edad, ¿no es cierto? ¿Cómo te sientes, cariño?

–Estoy bien –me puse de pie. La arraigada reserva británica exigía que no demostrase debilidad delante de chicos desconocidos.

Xav volvió a trastabillar teatralmente con una gran dosis de sorpresa.

–Guau, sí que eres una mujer grandota. Quiero decir

alta. Apuesto a que nunca tuviste problemas en la escuela para entrar en el equipo de básquetbol.

¿Cuántos detalles de ese pequeño discurso me resultaron ofensivos? Innumerables.

–Nunca jugué –me ajusté la bata–. Si no te importa, preferiría que no me examinaras. No me ha pasado nada que no se pueda arreglar con una buena noche de sueño profundo. Mi hermana está exagerando –ni loca dejaría que ese aspirante a doctor carente de tacto me pusiera las manos encima.

Un zumbido pasó por encima de los muros que había levantado en mi cabeza contra el ataque telepático y apoyé las manos en las sienes.

–Deja de hacer eso.

–Eres una paciente bastante irritable –Xav colocó las manos en la cadera y sonrió–. No permites que te ayude.

Diamond me obligó a sentarme.

–Crystal no usa telepatía.

–¿No es una savant? –la expresión de Xav reveló una gran desilusión.

–No demasiado –mascullé.

–Ella tiene un don, pero este interfiere con la telepatía. ¿Puedes revisarla igual?

–No quiero que se me acerque –sentí que la bilis se me subía a la garganta. Mi desesperación hizo a un lado los buenos modales–. Apártate de mi camino –retorciéndome por las náuseas, me abrí paso con rudeza entre los dos, corrí hasta el baño y cerré la puerta de un golpe.

–Bueno, basado en mi intuición especial, diría que acaba de enfermarse –afirmó Xav.

 

Durante los días siguientes, las cosas no mejoraron. En el congreso, corrió la noticia de que su organizador había hallado a su alma gemela en el grupo y los asistentes lo tomaron con un entusiasmo realmente embarazoso. El evento se convirtió en una fiesta prolongada y estoy segura de que trabajaron muy poco. Los miembros de la familia de Trace que no participaban del congreso volaron a Denver para conocer a Diamond y ella se convirtió en un suceso inmediato. ¿Y cómo no habría de serlo? Dulce, generosa, talentosa, era la pareja soñada de todo padre para su querido hijo. Karla, su diminuta madre, abrazó a Diamond con tanta fuerza como si fuera el último salvavidas de un barco que se hunde; Saul, su impresionante padre indígena, le dio un cariñoso abrazo paternal, revelando su orgullo y alegría a todos los que quisieran verlos. Cuando el hombre sonreía, los ojos oscuros desaparecían entre las arrugas de su piel tostada. Fue uno de los semblantes más felices que había visto en toda mi vida, un gran contraste con su expresión usual de seriedad.

No me malentiendan, yo estaba realmente contenta por Diamond. Dejando de lado al enervante hermano sanador, Trace y su familia eran divinos y se desvivieron por ser amables con nosotras. Mientras las almas gemelas de los dos hermanos menores hacían un esfuerzo especial para hacerme sentir bienvenida, los Benedict se concentraron en Diamond. Ambas chicas eran inglesas y, como yo había pasado la mayor parte de mi vida en una prisión –perdón, en un internado– en Cheltenham, teníamos mucho en común. Sky era la pareja de Zed, el más alto y joven de los hermanos, un chico de aspecto temible hasta que encontró a su rubia noviecita. A partir de ahí, parecía bastante domesticado. Estaban en el último año de la escuela secundaria. Phoenix, la otra chica, era de carácter más frágil que el resto debido a un pasado duro, pero ya estaba casada con Yves, el hermano número seis, el súper inteligente estudiante universitario. Ella me contó que nunca había estado tan feliz en toda su vida. Para mí, eran demasiado jóvenes para estar casados, ya que solo tenían dieciocho años, pero eso no parecía ser un problema para ella. Solo dijo que era maravilloso e inevitable.

Sky y Phoenix eran muy divertidas como compañeras para salir de compras y los hermanos Benedict (con una sola excepción) me resultaron encantadores. El problema era que yo sentía que…

estaba de más. Quedaba muy claro que, dentro de su mente, Diamond ya estaba pensando cómo adaptar a Trace a su vida y ser una especie de madre adoptiva de una hermana grande arruinaba el cuadro que había compuesto en su mente. Nunca sería tan cruel como para sugerir que no me quería tener cerca, pero yo no era tonta. Sabía que las cosas serían más fáciles si tomaba las riendas de mi vida y me apartaba de su camino. Durante unos meses, las decisiones habían estado rondando mi cabeza como aves sin rumbo. Ahora que la bandada había aterrizado, ya era hora de enfrentarlas.

De modo que hice por ella lo que estaba en mis manos. Mantuve un perfil bajo diciendo que todavía me sentía débil por el asalto y cambié las fechas de mi pasaje de avión. Ella ya había avisado que quería prolongar su estadía en Colorado para conocer más a la familia de Trace.

–Crystal, sabes bien que no tienes que regresar –sentada en el borde de su cama, Diamond jugueteaba con el brazalete que Trace le había regalado la noche anterior, un engarce moderno y costoso de las piedras a las cuales debía su nombre.

No, realmente tenía que hacerlo.

–No te preocupes. Tengo cosas que hacer.

Colocó los brazos alrededor de las piernas.

–Decidimos casarnos en Venecia para que toda nuestra familia también pueda asistir.

Desde el principio, el matrimonio había sido algo inevitable, tanto Diamond como Trace eran tradicionales y nosotras habíamos sido criadas dentro del catolicismo. Me agradó que quisiera concretar el acto tan temido en nuestra ciudad, donde se encontraban nuestras raíces. Al menos eso le daba una razón a mi existencia durante los próximos meses.

–Muy bien. ¿Quieres que me encargue de los preparativos? ¿Cuándo desean celebrar la ceremonia?

–Trace no quiere esperar –dijo sonrojándose–. Estamos pensando que podría ser justo antes de Navidad, así nos podemos ir de luna de miel durante las vacaciones.

–Eso nos deja muy pocas semanas. Es mejor que empiece cuanto antes.

Diamond se aclaró la garganta, su incomodidad me sorprendió ya que raramente se quedaba sin palabras.

–No tienes que hacer nada, Crystal. Mamá se encargará de todo. Le encantan las bodas y será bueno para ella que se concentre en algo así. Ya reservó la iglesia y el salón de fiestas. Topaz se está ocupando del servicio de comidas. Silver y Manatsu, de las damas de honor y de los pajes de la boda, ya que todos sabemos que Manatsu tiene muy buen ojo para esas cuestiones.

–¿Damas de honor y pajes?

–Sí, los doce sobrinos que van desde los quince años hasta los quince meses. Será una pesadilla –ante la perspectiva, Diamond rio con alegría.

–Ya veo –en ese momento comprendí que me habría gustado que me pidiera ser una de sus damas de honor o que al menos me consultara acerca de los vestidos, teniendo en cuenta que siempre había dicho que yo era buena para el diseño. Pensé que no me quería en el grupo. La jirafa entre las flores bonitas.

–Espero que no te moleste. Me pareció que era más fácil que los padres se ocuparan de los chicos que involucrarte a ti. Casi no hay tiempo. Y pensé que, si el plan funcionaba, estarías muy atareada con la s

ignora Carriera.

–Sí, por supuesto –di por terminado el tema y no hablé más.

Sin embargo, no soy buena para esconder mis sentimientos y Diamond tiene un don para presentir los disturbios. No iba a lograr fingir que no me importaba que me hubieran dejado de lado. Dejó de dar vueltas el brazalete.

–Ay, no. Cometí un error, ¿verdad? Proyecté en ti lo que yo habría pensado, pero eso está mal. Tú querías que te pidiera que hicieras algo. Pensé que odiarías todo el tema del casamiento y saldrías huyendo. Solo quise ahorrarte ese momento.

Sí, Diamond, puedes seguir repitiendo eso. Tal vez lo pensaste en el lado bueno de tu mente, pero hasta tú tienes un costado oscuro que quería evitar involucrar a la hermana desastrosa en su gran día. No serías humana si no lo hubieras pensado.

–No, está bien. Es tu boda… tienes que hacer lo que tú quieres.

Pero Diamond estaba intentando reparar el error.

–Ya le pedí a Manatsu pero estoy segura de que ella apreciará tu ayuda. Los vestidos los mandamos a hacer en Londres, que es donde vive la prole de Topaz. Nos pareció lo más conveniente. Pero ella puede enviarte los diseños. Me encantaría que nos dieras tu opinión.

Demasiado tarde.

–En serio, Diamond. Deja de preocuparte. Tienes razón, si consigo ese trabajo, estaré muy ocupada. Conociendo a la

signora, tendré suerte si me da el día libre para asistir a la boda –agregué. En este momento, prefería no ir.

–¡Ya sé lo que haremos! Necesito que alguien organice mi despedida de soltera. Ya les pedí a Karla, Sky y Phoenix que vayan unos días antes para disfrutar Venecia conmigo. ¿Quién mejor que tú para encargarte de que lo pasemos magníficamente bien?

En realidad, había cientos de personas mejores que yo.

–No lo sé, Diamond. No estoy segura. Por qué no elegir mejor a alguna de tus amigas italianas.

Pero no era sencillo disuadir a Diamond. Se le había ocurrido ese premio consuelo para mí y estaba convencida de que yo era la persona indicada.

–Significaría mucho para mí que lo hicieras.

Yo soy tan firme como un merengue. El chantaje emocional siempre me vence.

–Claro. Está bien. Pero no me culpes si hago un desastre, como con todo lo demás.

Diamond me dio un abrazo.

–Lo harás muy bien.

Pero ya no le creía. Todos esos comentarios acerca de mi talento para la moda no habían significado nada a la hora de hacer algo importante para ella. Ahora comprendía por qué los casamientos eran un campo minado. Yo me sentía ofendida cuando en realidad nada de eso era mi problema. En su día, ella tenía derecho de hacer lo que quería. Y así debería ser.

–Entonces nos veremos más o menos en un mes.

–Sí. Pase lo que pase, puedes seguir viviendo en el apartamento.

–Gracias. Es mejor que me vaya. ¿El taxi no debería haber llegado hace cinco minutos?

–En realidad, Trace insistió en que te llevara alguien de la familia.

Oh, no. Podía imaginar lo que se venía. Justo cuando pensaba que el día no podía ponerse peor.

–¿Y de quién estamos hablando?

–De Xav. En este momento, es el único que está libre –me dio un codazo–. Ustedes tienen mucho en común. Además, ¿lo has observado bien?

Lancé un resoplido.

–¿Te escuchaste?

–Por supuesto –comentó Diamond echándose a reír–. No hay duda de que Trace proviene de una familia de hermanos espectacularmente guapos. Y Xav tiene la edad correcta.

–Por favor, Diamond, estamos hablando de mí. A duras penas soy una savant y Xav es claramente un habilidoso sanador para compensar todos los otros defectos de su carácter. ¿Qué posibilidades existen de que haya dos almas gemelas en la misma familia?

Estiró la mano y me acomodó el pelo detrás de las orejas.

–Ya lo sé. Es que soy optimista.

–Tú sentiste que Trace era el elegido desde el comienzo, ¿verdad?

Asintió.

–Con Xav, puedo afirmar con toda seguridad que solo siento un violento desagrado por él. Somos como el día y la noche. El agua y el aceite.

–Lo siento. No puedo evitar meterme. Solo deseo que seas tan feliz como yo.

–Créeme, aunque el destino llegara a encadenarme a Xav, nunca seríamos felices.

 

Diamond bajó conmigo hasta el hall del hotel para despedirse. Al principio, no divisamos a mi conductor, pero después lo distinguí estirado en un sillón de la recepción, la cabeza reclinada y los ojos cerrados. Claro que sí, Xav estaba a la altura de las circunstancias. Sabiendo la urgencia que implicaba hacer el

check-in para un vuelo internacional, él se había dormido.

Diamond le tocó suavemente el hombro. Menos mal que ella se encontraba conmigo. De haber estado yo a cargo de despertarlo, hubiera tomado una cubeta de hielo del bar y se la habría volcado por el cuello. Según mi hermana, tengo un extraño sentido del humor.

–Qué… ah, son ustedes –Xav se levantó, extendió los largos miembros y acomodó los hombros–. Lo siento pero ayer me quedé despierto toda la noche.

Dejé caer mi maleta junto a sus pies y me sentí bien al ver que se enderezaba deprisa.

–Qué vida social más excitante tienes –comenté con tono de bruja sin poder evitarlo. Cuando estaba en su presencia, todos mis buenos impulsos se esfumaban con la misma rapidez con que los perros se sacudían el agua del pelaje.

Me dedicó una gran sonrisa, divertido con mi malhumor.

–Pasé toda la noche en el hospital.

Diamond me dio un codazo para que me comportase.

–Como Xav planea estudiar medicina, está trabajando de voluntario en el hospital.

Lo único que me había agradado de Xav era que parecía ser tan inútil como yo. Pero ahora esa ilusión se había hecho pedazos.

–Ah, lo lamento. Te felicito.

–Está bien, cariño. Me alegro de haberte engañado. Tengo una imagen que mantener. Este es todo tu equipaje –observó mi modesta maleta–. ¿Cuál era la hora del vuelo?

Como di impresión de que diría algo grosero, Diamond le ofreció de inmediato todos los detalles.

–Entonces es mejor que nos vayamos. Nos vemos después, Diamond. Me aseguraré de que tu hermanita suba al avión –caminó hacia el auto cargando mi equipaje en el hombro como un maletero nepalés ascendiendo el Everest.

Le di un beso rápido a mi hermana y salí tras él. Por una vez, alguien tenía piernas más largas que yo y tenía que correr para alcanzarlo. Colocó la maleta en la parte de atrás del jeep y luego me abrió la puerta del acompañante.

–Sube, belleza.

Fruncí el ceño ante la forma demasiado afectada en que me había llamado. A todas las mujeres, las llamaba jocosamente con alguna variante de ese tema: querida, dulzura, bombón, pero yo era la única a la que había llamado “belleza”. No me gustaba que hiciera una broma a costa mía pero no se me ocurrió de qué manera podía vengarme. Si le decía “guapo” no haría más que inflar su desmesurado ego.

Entré y preparé mi siguiente comentario mientras él trepaba al asiento del conductor.

–¿Así que quieres ser médico?

–¿Acaso vamos a tener una conversación normal? –encendió el motor–. Sí, si puedo costear los estudios. Estoy tratando de ganar dinero para pagar la universidad –salió al tráfico siguiendo los carteles que indicaban hacia el aeropuerto.

Entonces tendría que dejar de gastar dinero en su ropa de marca.

–Pero yo pensé que tu familia era rica.

–No, no es así. Solo Yves, el chico maravilla, está forrado pero ninguno de nosotros piensa tocar un centavo, a pesar de que él intenta darnos algo a escondidas. Lamento desilusionarte pero somos gente normal y trabajadora. Mis padres son instructores de esquí durante el invierno y en el verano dirigen una escuela de rafting. Papá también maneja los medios de elevación. Si me recibo, seré el primer médico de la familia.

Tuve una imagen fugaz de Xav flotando a través de la guardia de un hospital rodeado de enfermeras que iban detrás de su chaqueta blanca en estado de adoración.

–No sé cómo es aquí, pero los doctores europeos tienen que ser muy cuidadosos con la forma en que se dirigen a sus pacientes. ¿Has oído hablar de lo políticamente correcto?

–Algo –respondió Xav con una mueca–, pero en mi opinión no es más que una manera elegante de referirse a la amabilidad.

–Podría sorprenderte, pero a las mujeres les agrada que las traten como iguales. Si a tus pacientes femeninas las llamas “bombón”, es posible que te den una bofetada –hice una pausa–, con una orden judicial.

Lanzó una carcajada.

–No te preocupes, sé dónde poner el límite. Me aseguraré de decirles “bombón” también a los hombres, así nadie puede acusarme de ignorar la igualdad de los sexos. Pero gracias por preocuparte por mí, belleza.

–Por favor deja de llamarme así –crucé los brazos sobre el pecho.

–Bueno –golpeteando el volante, me echó una mirada fugaz antes de volver la vista hacia el tráfico–. Hey, bell…, mi igual y respetado Bombón, ¿qué hice para irritarte tanto? Cada vez que te hablo, te erizas como un gato. Siento que en cualquier momento me vas a rasguñar todo, como Androcles.

¿Andro-qué?

–Es solo que no me gusta la gente que finge que yo soy algo que claramente no soy.

–¿Eh? –pareció realmente desconcertado–. Me perdí.

–No es difícil. Cuando luces como yo, cualquier comentario sobre mi aspecto será un insulto o una mentira.

Tuvo el descaro de reír.

–¿Qué?

–Está bien. Soy alta, ya lo sé. Quiero que me juzguen por lo que soy y no por lo que la gente ve.

–Ah, entonces eres una de esas chicas intelectuales que quieren ser admiradas por su cerebro y no por su belleza. He oído que Europa está llena de ellas –tarareó una tonada y aceleró suavemente para pasar a un camión.

–Yo no soy una intelectual –musité.

–Qué raro, porque acá a las chicas les encanta que las elogien por ambas cosas. A mí me gusta hacer que la gente, y me estoy refiriendo a las mujeres, ya que no me agrada decirle cosas bonitas al otro género… me gusta hacerlas sentir bien consigo mismas. Por dentro y por fuera –me guiñó el ojo y la sangre subió raudamente a mis mejillas.

–No te sientas obligado a hacerlo conmigo.

–Eres una muñeca muy complicada... –dijo emitiendo un suspiro muy teatral.

–¡Muñeca!

–¡Sabía que te enfurecerías! –exclamó echándose a reír–. Lo sabía. Tienes que entender, cariño, que soy un famoso bromista.

–¿No me digas? ¿Y sabías que yo soy una famosa castigadora de hombres que llaman muñeca a las mujeres?

–No. Pero me parece un título muy largo, ¿no crees?

–Solo téngalo presente, señor Benedict.

–Como usted diga, señorita Brook.

Encendió la radio para llenar el silencio. Antes de que pudiera ajustar el volumen, sonó en forma estridente la voz de Train cantando

Hey, Soul Sister. Xav era de esos que cantaban mientras conducían y marcaban el ritmo en el volante con los dedos. A mí me encantaba esa canción pero ahora ya no podría escucharla sin pensar en él moviéndose al compás del estribillo. Y la letra… mejor dejémoslo ahí.

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