Cronopaisajes

Cronopaisajes


Introducción

Página 4 de 43

Introducción

En octubre de 1995, el profesor Stephen Hawking, el más importante físico cosmólogo de Gran Bretaña, asombró al mundo de la ciencia admitiendo que un punto de vista que había sostenido durante años —la imposibilidad del viaje en el tiempo— podría estar, después de todo, equivocado. El profesor de Cambridge y autor del best seller Breve historia del tiempo (1988) confesó: «Si se combina la teoría general de la relatividad de Einstein con la teoría cuántica, el viaje en el tiempo comienza a parecer una posibilidad.»

Ese comentario fue toda una sorpresa tanto para científicos como para legos: se trataba de un hombre que había argumentado, en una combinación de ciencia avanzada y lógica normal, que el viaje en el tiempo permitiría a la gente alterar su propio pasado: asesinar a sus antepasados e incluso evitar su propio nacimiento. Tal situación era claramente ridícula, había dicho, y añadió: «La mejor prueba de que el viaje en el tiempo será siempre imposible la tenemos en que no hemos sufrido la invasión de una horda de turistas del futuro.»

Sin embargo, una reflexión posterior le llevó, en el otoño de 1995, a cambiar su punto de vista. «Una de las consecuencias del viaje interestelar rápido sería la posibilidad de retroceder en el tiempo», dijo, y a continuación procedió a solicitar al gobierno fondos para más investigaciones sobre «curvas cerradas de género tiempo», el término técnico para el viaje en el tiempo. Tales investigaciones ya se estaban realizando en varias universidades, dijo el profesor Hawking, incluyendo la suya y el Instituto Tecnológico de California, y habían sido los resultados de esas investigaciones los que le habían llevado a cambiar de opinión.

Las discusiones sobre el viaje en el tiempo se remontan muy atrás, hasta el siglo XVII, con el mismo sir Isaac Newton, quien rechazó decididamente la idea, declarando que el tiempo y el espacio eran fijos e inmutables. Ése siguió siendo el punto de vista habitual hasta 1916, cuando Albert Einstein demostró que el tiempo y el espacio están íntimamente relacionados y que los dos se ven afectados por la gravedad. También comenzó a teorizar que el viaje a grandes velocidades haría posible visitar el pasado. Eso, a su vez, había estimulado elucubraciones sobre «agujeros negros» (estrellas colapsadas) y «agujeros de lombriz» (dos agujeros negros unidos por una garganta), que absorben luz y materia a un ritmo extraordinario con la posibilidad de que sus campos gravitatorios sean tan grandes que lleguen a invertir el flujo del tiempo.

Hoy en día, algunos científicos proponen que un viajero en el tiempo podría entrar por un extremo del agujero de lombriz y salir por el otro en un momento temporal completamente diferente. El problema con esa idea es que algunas personas creen que el viajero chocaría consigo mismo viniendo en la dirección contraria. Sin embargo, también tenemos el punto de vista contrario, que dice que la naturaleza no le permitiría emerger cerca de sí mismo o cerca del lugar del que partió. En consecuencia, el único lugar que podría visitar probablemente estaría en el otro extremo del universo.

La paradoja de la persona que muere asesinada por su propio nieto se ha estudiado con la ayuda de la física cuántica. Las investigaciones proponen que si el universo se considera como un «multiverso» en el que todas las historias posibles se desarrollan simultáneamente, entonces un viajero temporal podría viajar al pasado, pero sólo al pasado de otro universo paralelo en el que él, como viajero temporal que no ha nacido allí, mata a su abuelo. Claro está, todos los implicados en las reflexiones sobre el viaje en el tiempo saben que no sería fácil construir una máquina del tiempo, ni encontrar el suministro energético. Algunos científicos opinan que la fuente de combustible más probable se encuentre en el espacio exterior. Y por tanto encontrarla crea el problema de llegar hasta ella.

Sin embargo, ninguno de esos problemas ha limitado a los escritores de ciencia ficción y fantasía. El viaje en el tiempo ha sido uno de sus temas favoritos durante un siglo, desde que H. G. Wells popularizase la idea con la novela La máquina del tiempo, publicada en 1895. La imaginación y el ingenio han sido el motor de todas las máquinas del tiempo, desde la destartalada invención de Wells hasta los aerodinámicos vehículos de hoy. Algunos de esos hombres y mujeres también han viajado por medio de paradojas temporales y desplazamientos temporales; otros en túneles del tiempo o en deformaciones temporales. Todos han viajado hacia el pasado y el futuro y —en su mayoría— han regresado para contarlo. Sus viajes al pasado y sus historias del futuro se han convertido en un área rica y diversa de la ficción fantástica. Generalmente se asume, claro, que la gente que viajase al pasado inevitablemente querría interferir en la historia. Más aun, muchos de nosotros podemos pensar en algún acontecimiento de nuestras vidas que nos gustaría invertir. Pero eso casi con toda seguridad produciría todo un conjunto nuevo de problemas.

Dejando de lado los argumentos a favor y en contra del viaje en el tiempo, recuerdo una fórmula que me describieron hace años y que demostraba que era posible, por ridículo que parezca, que un hombre se convirtiese en su propio abuelo. Déjenme explicarles.

Primero, hay que casarse con una mujer que tenga una hija bonita. Tu padre, que tiene buen ojo para las chicas bonitas, procede a conquistar y casarse con tu hijastra. Él se convierte así en tu yerno, mientras que tu hijastra se convierte en tu madre al ser la esposa de tu padre. A continuación, tu esposa da a luz a un hijo: tu hijo también es el cuñado de tu padre y —como hermano de tu madrastra— tu tío. Pero para no quedarse atrás, tu padre y tu nueva madre tienen un hijo, y su hijo es tanto tu hermano como tu nieto.

En este momento, tu esposa, al ser la madre de tu madre, es tu abuela, mientras tú eres simultáneamente su marido y su nieto. Y como el marido de tu esposa sería el abuelo del nieto de tu esposa entonces tú eres su… ¡abuelo!

Es el desafío de paradojas similares lo que ha ayudado a convertir la historia de viaje en el tiempo en algo tan atractivo para los escritores durante los últimos cien años. En las páginas siguientes he reunido algunos de los mejores y más variados relatos del género, cubriendo el pasado, el presente y el futuro, aunque no necesariamente en ese orden. Han sido reunidos como un tributo al ingenio de sus autores, y especialmente a H. G. Wells, el hombre que puso la máquina en marcha.

El profesor Hawking ha hecho otro comentario importante sobre la relación entre los hechos y la ficción del viaje en el tiempo: «Hay un intercambio a dos vías entre la ciencia ficción y la ciencia», dijo en referencia a la más popular de todas las series de televisión sobre viajes en el tiempo, Star Trek. «Puede que todavía no podamos ir con audacia a donde ningún hombre o mujer ha ido antes, pero al menos podemos hacerlo en la imaginación.»

¡La cápsula temporal espera!

PETER HAINING

Mayo 1997

Ir a la siguiente página

Report Page