Cristina

Cristina


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La voz de Paul era fría como el acero, su sonido cortaba el alma de su padre quien estaba a punto de estallar a gritos.

–Esa es la verdad. Ahora te toca a ti decidir qué hacer con ella.

Anthony se levantó, abrió la puerta, y desde allí se viró para decirle a su hijo.

–Ya puedo morirme tranquilo. Nunca fui un padre para ti, pero hoy te he regalado una nueva vida, ojala que sepas aprovecharla y ser feliz.

Salió cerrando la puerta. Paul no se podía mover. ¿Qué estaba pasando? Aquello era un mal sueño, una tortura que su padre le quería imponer. Pero ¿Por qué?..

Después de tantos años sufriendo por el engaño de Cristina, ahora le decían que no era ella la causante de su desgracia, eso no podía ser cierto. ¿Y el abuelo? ¿Qué diría su abuelo? Tenía que hablar con él urgentemente, esto era una trama sucia de su padre para quedarse con la herencia…

Decidió irse de la ciudad, salió corriendo de su despacho y fue a buscar su Ferrari… Tenía que alejarse de aquel infierno cuanto antes.

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Cristina no dijo nada de lo sucedido en el hospital ni a Ali ni a Will, y mucho menos a Rosi. Karl le había avisado que la madre del muchacho había ido a hablar con los Gallagher; ya ella no tenía la responsabilidad de hacer nada más. La incertidumbre la consumía… ¿Quién quería matar a quien? ¿Acaso la esposa de Paul quería matarlo? Y si así era ¿Por qué? ¿Seguiría Paul siendo un pica–flor, un marido infiel? A ella ya nada de eso le importaba ¿Entonces por qué no se lo podía quitar de la mente? ¡Qué incertidumbre…! Gracias a Dios, se irían pronto para Atlanta siguiendo a los Yankees. Dios mío ayúdame a quitarme este tormento de mi mente, por favor…

 

♣♣♣

 

El Turner Field Stadium fue construido con el propósito de servir como escenario para los Juegos Olímpicos de Verano celebrados en Atlanta, Georgia, en 1996. Al terminar los juegos fue convertido en un Parque de Baseball y paso a ser la casa de los Bravos de Atlanta. Al principio se le iba a llamar Hank Aaron Stadium pero terminó con el nombre de Turner Field, para honra del magnate de los medios de comunicación y filántropo Ted Turner, sin embargo, a la calle que se le adjudica la dirección postal del Stadium se le llamó Hank Aaron Drive y el número que se le asigno, el 755, provenía de la cantidad total de homeruns que bateó Hank Aaron durante sus años de jugador profesional.

El segundo juego de la Serie Mundial en Turner Field fue un duelo entre Matt Clement por los Yankees y Greg Maddux por los Bravos, el juego se mantuvo empatado a cero hasta el noveno inning en el que Derek Jeter la sacó del campo por el Center Field en una recta que le lanzó el relevista Juan Abreu con la cual el Stadium se sumió en un profundo silencio. Los tres últimos outs del noveno inning los despacho el inigualable Mariano Rivera con lo que los Yankees tomaron ventaja de dos juegos a cero sobre los Bravos; según las estadísticas, los Yankees nunca habían perdido una Serie Mundial cuando habían obtenido los dos primeros juegos de ventaja y no había razón para pensar que esta sería la primera vez.

La familia Smith–Gallagher disfrutó al máximo, pero estaban muy cansados, un juego de cero carreras era mentalmente agotador. Los niños se durmieron en camino al hotel, como siempre. Will, Ali y Cristina se tomaron una copa después de acostar a los niños, todavía comentando del tremendo juego que habían presenciado.

–¿Qué te pasa Cristy?

Pregunto Will, rompiendo la amena discusión del juego.

–Nada me pasa, estoy súper contenta porque ganamos.

–Eso ya lo sé, pero ¿Qué te pasa?

–Will, que le va a pasar, está contenta, de que estás hablando.

Ali salió en defensa de Cristina.

–Cristy, no crees que es hora de hablar claramente con nosotros, de dejar de guardar en tu pecho todas esas incertidumbres y miedos que te han destruido la vida en los últimos diez años.

Se hizo un silencio que presagiaba dolor…

–Hoy por la mañana cuando fui al hospital me esperaba un colega, me presentó un caso que resultó ser un intento de homicidio, el asunto es que el asesinato no estaba dirigido al paciente que yo vi, sino a un hombre de la familia Gallagher.

–¿Qué?

–Déjame que les cuente.

Tenía que contárselos, las cosas estaban pasando demasiado rápidas y Cristina presentía que los sucesos llegarían a un punto crítico mucho antes de lo que todos pudieran concebir. Por eso era que no había podido dormir ni concentrarse los últimos días, pensó Cristina, esa era la sensación de desasosiego y ansiedad que la inundaba.

 

♣♣♣

 

Después que su padre salió de su despacho Paul no fue capaz de concentrarse en nada más. Llamó a Benjamín mientras conducía y le dijo que pospusiera las cosas importantes para el próximo día.

Salió de Manhattan desafiando la ley de la gravedad, conduciendo a una velocidad imposible de mantener dentro de la ciudad. Quería que un policía lo detuviera para tener alguien con quien pelear, quería estrellarse contra otro carro y matarse, quería morir… Lo que le contó su padre no podía ser cierto, de ninguna manera… ¿Un hijo? Tenía un hijo…Que absurdo…Eran todas mentiras para torturarlo, su padre estaba celoso porque su abuelo le había dejado todo a él, su padre no era más que un borracho que no sabía lo que hacía…

Cristina era una farsante, una manipuladora que quería más dinero de él. Quería tenerla en sus manos para apretarle el cuello hasta matarla… Le había destruido la vida hacia diez años y ahora se aparecía de nuevo trayendo más malicia y dolor… La iba a matar… La iba a buscar, la encontraría aunque fuera debajo de la tierra y después de decirle todas las cosas que llevaba guardadas en su pecho por diez años iba a acabar con su vida con sus propias manos… Y luego se mataría él, debió haberlo hecho hacía muchos años, pero no….Primero tenía que matarla a ella…

El timbre del teléfono lo sacó de su infierno. Era el abuelo, estaba seguro que este le diría que todo cuanto había contado su padre era mentira, que no le hiciera caso… Pero no le contestó el teléfono, no estaba para nadie, solo quería conducir a toda velocidad hasta sacarse toda la rabia de adentro…

 

♣♣♣

 

La mañana de un verano ya viejo y a punto de morir llegó encapotada de nubes desde donde de vez en cuando se filtraba un rayo de sol. La cortina de la alcoba de Agnes estaba igual que ayer cuando mando buscar a Guadalupe. Había dormido un día entero y la imbécil de Guadalupe no había llegado.

Llamó por el intercomunicador pero nadie le respondió. Se tiró de la cama y salió al pasillo dando gritos. Una sirvienta apareció a los cinco minutos cuando ya la voz de Agnes se empezaba a enronquecer de los gritos que daba.

–¿Dónde está Guadalupe?

–En el hospital señora. Su hijo sigue muy grave.

–Y a mí que me importa, la voy a despedir, a ella, al marido y al imbécil del hijo si es que no se muere primero. Tú, ven acá y prepárame el baño. ¿Me ha llamado alguien?

–No señora, no ha llamado nadie.

Se bañó y se arregló lo más rápido que pudo y cuando estuvo lista llamó para que su chofer estuviera preparado. Ya en el coche le pidió que la llevara a Elizabeth Arden; necesitaba relajarse; un masaje, un tratamiento facial, un ambiente tranquilo para calmar sus nervios. Fiona ya estaba buscando a Cristina, estaba segura de que la encontraría y entonces todos sus problemas se terminarían.

El chofer detuvo el coche justo al frente del número 691 de la Quinta Avenida en Manhattan, donde se localizaba la famosa Puerta Roja del exclusivo Spa de Elizabeth Arden.

–No sé cuanto voy a tardar, así que vete. Te llamaré cuando te necesite.

Se desmontó del carro y se dirigió hacia la puerta del establecimiento. El día seguía nublado y el viento se colaba por las calles haciendo todo mas frio; el invierno estaba cerca. El portero del Spa le abrió y ella entró como siempre, con sus aires de aristócrata sin mirar a nadie. Al entrar fue directamente hacia el área del Spa sin detenerse en el lugar donde la recepcionista hacia las citas.

–Señora. Gallagher, ¿Tiene usted cita para hoy?

–¿Y desde cuando necesito yo cita para venir aquí? Dile a Mariza que me voy a dar un masaje primero y luego quiero hacerme un facial.

–Disculpe señora, pero necesita pagar por los servicios por adelantado.

–¿Qué dices estúpida?

–Señora, absténgase de insultarme.

–Pero quien te has creído que eres, no sabes quién soy…Soy una de las clientas más ricas de este antro, imbécil, y a mí nadie me pide que pague por adelantado nada, yo soy millonaria y si quiero puedo comprar este cuchitril ahora mismo, es más, piruja, voy a hacer que te despidan ahora mismo…

En eso entró la supervisora del lugar.

–Señora Gallagher, su cuenta con nosotros ha sido cancelada, si quiere que la atendamos tiene que pagar por adelantado, de lo contrario debo pedirle que se retire; los escándalos no son bien vistos en este lugar de paz y tranquilidad.

–¿De qué estás hablando, estúpida? ¿Quién canceló mi cuenta?

–Eso debe saberlo usted señora. Y por favor ahora retírese, creo que aunque tenga el dinero no vamos a atenderla, su comportamiento es inadmisible.

–Esto no se va a quedar así, lo juro, las voy a echar a todas de aquí, muertas de hambre…

Salió a la calle tirando la puerta y maldiciendo. Cogió su teléfono celular para llamar al chofer pero el teléfono estaba desconectado. Mierda… ¿Qué estaba pasando? Debió quedarse en la cama esta mañana, el día estaba al revés. Llamó un taxi y le dio la dirección de su casa. El taxista, un árabe recién llegado al país no entendía lo que ella le decía… Definitivamente no era su día, pensó Agnes, tenía que llegar a la casa y averiguar qué pasaba…

Trató de llamar a Fiona pero volvió a darse cuenta que el teléfono estaba cortado… ¿Qué podría haber pasado? Si era un error de alguien en la oficina lo iba a mandar a matar, la vergüenza que le hicieron pasar en Elizabeth Arden no la perdonaría…

Entre gritos y señales, después de unos quince largos minutos llegaron a su edificio, Agnes pagó y entro en el lobby. El portero que estaba en la recepción la detuvo

–Disculpe señora, pero no puede pasar.

–¿Qué?.Serás cretino.. Te voy a echar de este lugar hoy mismo, quítate de mi vista.

–No señora, no puede pasar, si insiste tendré que llamar a la policía.

–Pero de qué hablas burro ignorante, esta es mi casa…

–Señora, tengo órdenes del dueño del edificio de no dejarla entrar. Si usted quiere hablar con él eso es asunto suyo, pero yo cumplo ordenes de mi empleador y usted no va a pasar.

Agnes le fue arriba y le dio una cachetada y luego lo empezó a golpear con la cartera; gritaba como una loca. El portero la cogió aguantándola muy fuerte por detrás y la sacó hasta la calle, la dejó allí y rápidamente entró y cerró la puerta con seguro. Agnes gritaba y gritaba y gritaba, maldecía, le daba patadas a la puerta de hierro y cristal, la azotaba con la cartera, se agarraba de los hierros y los zarandeaba queriendo abrir…

El portero había recibido órdenes del Sr. Gallagher de no dejar pasar a la señora bajo pena de despido si no lo hacía. Toda esta gente está loca, pensó el pobre hombre, pero debía cumplir con su trabajo, y decidió llamar a la policía. Cuando estos llegaron se encontraron a una loca enfurecida que les grito.

–Si me tocan los demando por abuso de poder. Yo vivo aquí, esta es mi casa y este infeliz ignorante y estúpido portero no me meja entrar a mi propia casa.

–Cálmese señora o la tendremos que arrestar. Venga con nosotros y siéntese en el carro nuestro hasta que nosotros averigüemos los pormenores del asunto.

–Yo no me voy a sentar en un carro de policía, ustedes están locos, no saben con quién están lidiando, les juro que los van a echar a todos de su trabajo, malditos incompetentes…

Uno de los policías la agarró por un brazo y la condujo hasta el carro de policías entre gritos y empujones. El otro se acercó a la puerta del edificio y le hizo señales al portero para que abriera, este lo hizo y el policía entró. A los pocos minutos este salió y vino hasta donde estaba Agnes y su compañero.

–Señora, este edificio es propiedad del señor Paul Gallagher, y él ha dado órdenes específicas de no dejarla entrar. Nosotros no podemos forzar al portero para que la deje entrar, el solo está siguiendo las órdenes del dueño del edificio. Lo mejor será que se vaya de aquí puesto que si sigue con el escáldalo vamos a tener que llevárnosla arrestada a la estación de policía.

Agnes no podía creer lo que estaba oyendo, esto era un complot en contra de ella… ¿Pero por qué? ¿Qué había cambiado de ayer a esta mañana? Despacio y aparentando una dignidad que no tenia se levantó del carro, se arregló el vestido que estaba todo desaliñado y se alejó del lugar caminando muy despacio. Se dirigió al Empire State Building, hacia las oficinas generales de GALCORP, vamos a ver si allí me detienen también.

Sí el viejo tenía algo que ver con esto lo iba a matar, ya estaba cansada de lidiar con toda esta gente… Ya era hora de matarlos a todos y quedarse ella con la fortuna…

 

♣♣♣

 

Cuando Fiona llegó a trabajar esa mañana había dos policías con un empleado de personal esperándola. Se dio cuenta inmediatamente que la mentira había llegado a su fin, pero esta vez no caería sola, esta vez se llevaría a varios con ella.

–¿La señora Fiona Nelson?

–Sí.

–Tenemos una orden de arresto contra usted, por favor acompáñenos.

No opuso resistencia alguna, sin mirar a nadie se dirigió al ascensor con el policía, los demás empleados miraban sin comprender lo que sucedía.Lo primero que hizo cuando llegó a la comisaría de policía fue decir que cooperaria con la investigación, que lo diría todo a cambio de una reducción de su condena.

–Sabe usted mucho de estos asuntos.

–No es la primera vez que estoy en esta situación. La única diferencia es que ahora me voy a llevar a todos los culpables a la cárcel conmigo.

La llevaron a un cuarto de interrogación y con un abogado que le asignó el condado contó todo lo que había hecho conjuntamente con Agnes desde que estaban en la escuela superior, hasta el robo de dinero en la universidad; no le quedó nada por dentro, también implicó a Justin Beagle pero aclaró que este lo hizo obligado bajo chantaje por Agnes. Al final, se sintió muy bien al verse liberada de todos los siniestros secretos que guardo por tantos años.

 

♣♣♣

 

Agnes caminó desde lo que había sido su casa hasta la calle 34 y la Quinta Avenida. Los elevadores de los turistas que subían al observatorio del Empire State Building estaban algo apartados de los que usaban las personas que trabajaban allí. Agnes fue directo al ascensor que daba acceso a las oficinas de GALCORP, cuando se bajó del mismo se dirigió a la oficina del viejo pero la recepcionista la detuvo.

–Señora, no puede pasar.

–Ya lo sé imbécil, anúnciame, dile a mi suegro que estoy aquí y que necesito verlo inmediatamente.

–El señor Gallagher no está.

–¿Y donde lo puedo localizar?

–Esa información no se la puedo dar.

–No seas imbécil, sabes que soy su nuera, ¿A dónde diablos esta mi suegro?

La recepcionista levantó el teléfono y dijo algo que Agnes no pudo entender. Ella se quedó parada delante de la muchacha esperando una respuesta.

–¿Y, dónde esta mi suegro?

–Un momento señora.

En eso se abrió el ascensor de servicio del cual se bajaron dos empleados de la seguridad.

–Señora, tenemos que escoltarla fuera del edificio, tenemos órdenes de no dejarla entrar. Venga con nosotros por favor y trate de no armar escándalo, recuerde que está en una propiedad privada y los dueños pueden echarla cuando quieran.

–Ya veo…No me toquen, no es necesario, ya me voy..

Con la misma Agnes se dio la vuelta y se montó en el ascensor que estaba abierto. Uno de los hombres de seguridad bajó con ella, el ascensor paró en el lobby y ella bajó, no sin antes decirle.

–Dígale al Sr. Gallagher que esto no se va a quedar así.

Ya en la calle Agnes se encaminó hasta la esquina de la calle 34 y la Quinta Avenida a donde cruzo la calle y siguió caminando por la acera Este hasta media cuadra, vio que había un McDonald’s, allí se compró un café y se sentó a pensar… ¿Por qué le estaban haciendo esto y hasta cuando duraría? Sería cuestión de esperar… Tenía que comunicarse con Fiona y con Justin inmediatamente; se acordó que su teléfono estaba desconectado. Miró a su alrededor buscando un teléfono público pero en estos tiempos donde todos tenían teléfonos celulares era muy difícil encontrar uno de los antiguos. No importa, se dijo a sí misma, puedo caminar hasta el apartamento de Fiona y esperarla allí. Fiona vivía en Harlem, en uno de los tantos edificios que se construyeran para la clase obrera neoyorkina, en la calle 129 del lado Oeste entre la octava y novena avenida. Agnes empezó a caminar por Broadway hasta encontrar una tienda de zapatos, entro, se compró un par de zapatos cómodos y se dispuso a caminar las casi cien cuadras que la separaban del apartamento de Fiona.

Esto tenía que ser una broma pesada de alguien o una de las locuras de su suegro. Ahora se daba cuenta de que al que había que matar era al viejo, que era quien lo manejaba todo. Podría ir también hasta el condominio de Paul, pero a esta hora de la mañana él estaría en su oficina.

Ya era la hora del almuerzo y la avenida Broadway estaba llena de gente que iban y venían. Se lo estaba cogiendo con mucha calma, así era como reaccionaban las señoras de su rango. Si pensaron que ella se iba a volver loca con esta jugarreta, se equivocaron, ellos no sabían con quién estaban lidiando.

Lo que no podía encontrar era el por qué de todo este lio. Era completamente ilógico lo que le estaba haciendo su suegro, desde el punto de vista legal ella era la esposa de Anthony y por tanto dueña de la mitad de todo cuanto él tenía. Era verdad que ese “todo” estaba a nombre del viejo, pero eso había sido así por más de treinta años, desde que nació Paul y se lo entregaron al viejo a cambio del modus vivendis del que ahora disfrutaban… Ah, esa era otra cosa, ellos habían hecho un trato, Paul seria criado por su abuelo y ellos tendrían todos sus gastos cubiertos incluyendo dinero para gastar sin límites, o bueno, casi sin límites; fueron muy pocas las veces que su suegro se negó a darle algo que ella quisiera, por ejemplo cuando quiso comprar una mansión en los Hamptons, o cuando quiso comprar una propiedad cerca de los Montelobo en San Ignacio, o cuando quiso su propio avión… Mirándolo bien, el desgraciado viejo le había negado muchas cosas… En fin, todas las cosas pasaban por una razón, y esta solo estaba precipitando la decisión que debió tomar hacía mucho tiempo; deshacerse del viejo primero y luego de Anthony.

Iba tan sumida en sus propios pensamientos que no se daba cuenta de su entorno, en la calle 110 donde terminaba el Parque Central hizo una izquierda y subió por la calle Cathedral Parkway hasta llegar a la calle Morningside Parkway donde hizo una derecha y empezó el recorrido por la acera del lado Este, pegada al parque. Justo al pasar por el frente de la Catedral de St. John Divine, sintió como alguien la empujaba hacia adentro del parque metiéndola debajo de unos pequeños arbustos, ya en el suelo sintió como le pegaban patadas por todos lados, le arrancaban la cartera, los zapatos y todo lo que pudieron quitarle en unos diez segundo que duró el asalto. Cuando se fueron los asaltantes se paró del suelo, todavía adolorida y confundida y empezó a llorar… Muy bajito, con cortos sollozos que parecían hipo. No podía moverse, no sabía qué hacer, se sintió sola y débil, las rodillas se le doblaron y cayó al suelo donde siguió llorando bajito, la gente le pasaba por el lado y la miraban pero nadie se detenía a ayudarla. Así pasó mucho tiempo hasta que un policía se paró a su lado y empezó a hacerle preguntas.

Por imposible que parezca, ante la presencia del policía, se irguió derecha y confiada, con su arrogancia de siempre y le dijo.

–He sido atacada por unos bandidos que se han llevado mi cartera y todo cuanto pudieron quitarme. Necesito llamar a mi esposo para que me vengan a buscar.

Cualquiera que fuera que hubiese planeado esta broma perversa no había contado con la participación de la policía; ahora si tendrían que venir a buscarla, que poco les duró el festín, pensó Agnes sonriendo para sus adentros; una vez más había sobrevivido a un obstáculo más que la vida le puso en su camino.

39

 

Era casi media noche cuando Paul dejó su coche en el garaje y subió a su condominio. Tenía un dolor de cabeza de muerte, llevaba horas y horas manejando sin rumbo fijo, tratando de encontrarle lógica a lo que su padre le había contado… Pero no podía.

¿Quién pudo haber hecho semejante cosa? ¿Su madre?… Imposible, una cosa era que a Agnes no le cayera bien Cristina, pero de eso a hacer lo que Anthony le había dicho, iba mucho, además, por qué Cristina no vino a hablar con él, por qué no lo buscó. ¿Y que había con la carta que recibió de ella? Era la letra de Cristina, él la reconocería sobre cualquier otra, no había ninguna duda, esa carta la escribió ella; eran muchos años de convivencia para no distinguir entre una falsificación y su verdadera caligrafía. No, lo que su padre le dijo no era verdad, su padre estaba celoso, eso era, y quería molestarlo. Se propuso hablar con su abuelo a la mañana siguiente, en verdad a él le daba lo mismo si la empresa era de él o no, si después de tanto años bebiendo hasta la inconsciencia su padre quería regresar al mundo de los sobrios y hacerse cargo de todo a él le daba igual. Quizás debería irse al Medio Oriente y empezar una nueva vida…

Cuando el ascensor paró en su piso y entró en su casa vio las luces de su despacho encendidas y fue directamente hacia allá. Al entrar encontró a su padre y a su abuelo sentados cada uno en un butacón; lo estaban esperando.

–¿Qué significa esto? ¿A qué vienen? A contarme mentiras e inventos de mi padre. Mira abuelo por mi se lo puedes dar todo a él, ya lo decidí, me voy al Medio Oriente en cuanto arregle mis asuntos.

–¿No quieres conocer a tu hijo?

–¿Qué tontería es esa? Yo no tengo ningún hijo. ¿Por qué me están haciendo esto? Quizás mi padre quiera la fortuna que me dejaste y por eso lo hace, pero tú, abuelo… Nunca pensé que me pudieras hacer algo así.

–Tienes razón, la persona que más daño te ha hecho en tu vida he sido yo. Me volví loco cuando tu madre me dijo que estabas en peligro y no hice lo que un hombre sensato hubiese hecho, averiguar los hechos por mí mismo. Me dejé engañar por Agnes como un idiota y ahora me doy cuenta que te he malogrado la vida, he hecho que perdieras tu juventud y te convirtieras en el ser frio y autómata que eres.

–¿De qué tonterías estás hablando?

–Hablo del engaño en que hemos vivido todos por los últimos diez años. Si no hubiera sido por Anthony que me sugirió la posibilidad de este engaño, me hubiera muerto sin conocer a mi bisnieto. Si me crees o no es cosa tuya, si quieres encontrar a tu hijo y a su madre te va tocar buscarlos por ti mismo. Yo voy a buscarlos a los dos y me voy a tirar de rodillas delante de Cristina para que me perdone por todo el daño que le he hecho. En cuanto a tu padre, no quiere nada, solo quiere verte feliz antes de morir.

Paul no contestó, no entendía nada. El viejo Gallagher se paró del butacón y le hizo señas a Anthony para que lo acompañara.

–No puedo irme contigo papá, tengo que quedarme con Paul hasta que se dé cuenta que todo cuanto digo es cierto.

–Paul solo creerá lo que él quiera creer.

Entonces se viró hacia Paul y le dijo.

–Agnes está fuera de nuestras vidas por mandato mío. Te aconsejo que no la ayudes, lo único que ha hecho desde que te trajo al mundo es daño y lo seguirá haciendo – Miró a su hijo y le dijo – Vámonos Anthony tu y yo no tenemos nada más que hacer aquí.

Anthony Gallagher parecía un anciano al cual le hubieran dado la noticia de su próxima muerte, tanto su mirada como su cuerpo se habían ensombrecido y había envejecido un siglo en solo unos minutos. Sin mirar a su hijo se levantó y siguió a su padre fuera de la habitación cerrando la puerta tras él.

Paul no entendía nada, no creía nada, tenían que explicárselo otra vez, no sabía lo que estaba pasando…

Salió corriendo del despacho y llegó al ascensor justamente antes de que las puertas se cerraran.

–No se vayan, por favor. Explíquenme otra vez que está pasando, desde el principio…No entiendo nada…

Anthony detuvo el ascensor y ambos bajaron

–Claro hijo, te lo explicaremos todas las veces que sean necesaria, está en juego tu felicidad y el resto de tu vida.

Volvieron a entrar en el despacho de Paul.

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