Cristal

Cristal


50. Dulce

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Uno de los rebeldes que se cruzó en mi camino, a diferencia del resto, redujo su paso y cambió su rumbo para dirigirse hacia mí. Bajó su espada y la envainó. Yo no me fijé en él.

―Sabía que lo entenderías. ―Dijo la dulce voz de Luca. Había hablado mucho con él durante los últimos días. Sin embargo, nunca me había parecido escucharla con semejante claridad.

Me miraba con su cara de niño bueno, con su sonrisa de siempre, con su pelo revuelto, con sus envolventes pupilas azules.

Sonreí, y me desplomé. Sin embargo, él consiguió sostenerme a tiempo, antes de que cayera al suelo. Me bajó con cuidado hasta apoyar mi cuerpo sobre la hierba y así pude sentarme. Sujetó mi espalda mientras se arrodillaba a mi lado y ladeó la cabeza sin dejar de mirarme.

―Ha sido horrible. ―Murmuré. Había tantas cosas que quería decir, tantas cosas que quería preguntar, tanto por lo que quería disculparme...

―Lo sé, pero esa no eras tú. Has hecho lo que debías. Ahora vuelves a ser tú y, pronto, todo será mejor. Nada de sangre, nada de muertes, nada de prejuicios. Un mundo sin guerra, sin corrupción, saliendo de las tinieblas... Y tú y yo seremos libres, juntos.

―Eso suena muy bien. ―Murmuré, procurando que no me temblara la voz y que no se me cerraran los ojos. Tenía ganas de dormir, de descansar. ―Será un buen lugar para empezar de cero.

―No habrá un lugar mejor. ―Murmuró él, conteniendo las lágrimas. Sabía tan bien como yo lo que significaba la muerte de la dictadora.

―A pesar de todo lo que ha pasado... Si tuviera esa opción, elegiría no olvidar.

―¿Los veinte años que pasaste con nosotros pesan más en ti que cien años de sufrimiento y dolor?

Sonreí, dos lágrimas resbalaron por mis mejillas.

―Por supuesto.

Una lágrima de Luca se deslizó desde sus pestañas hasta mis labios. Mientras rompía a llorar silenciosamente se agachó y me besó con dulzura, con pasión. Comprendí que los recuerdos eran lo más hermoso que me podían quitar.

―Andrea. ―Susurré, sintiendo que los párpados me pesaban, que pronto me dormiría y que al despertar se cumpliría lo que la emperatriz había pactado con el hada. ―Me guarda rencor, ¿verdad?

―No, nada de nada. Te quiere con locura.

―¿Y Angelo?

―Te adora.

Reí, entre lágrimas.

―Igual que mis padres y mi hermana.

―¿Y tú? ―Le dije, disfrutando de poder mirarle a los ojos.

―Has traído luz a mi vida, a todas nuestras vidas. Sin ti seguiría en la oscuridad.

Cerré los ojos. Apenas fueron unos instantes, pero me di cuenta de que el plan de la dictadora ya estaba en marcha. Si me quedaba dormida, al despertar no recordaría nada. Sin darme cuenta volví a sonreír. Eso solo podía significar que Cheo había muerto. Todo acabaría pronto.

―Volveré a robarte un beso y acabarás recordándolo todo, como ahora.

Esta vez iba a ser diferente, y lo sabía. Porque antes solo había olvidado lo que sentía respecto a mis emociones, pero nada más. Esta vez lo perdería todo. Todos mis sentimientos, todos mis recuerdos... me quedaría sin nada.

―¿No te has quitado el collar en todo este tiempo?

Negué con la cabeza. Él sonrió.

―Cuida de Belcebú. ―Le pedí mirando al puma, que merodeaba inquieto a nuestro alrededor.

―No te preocupes. Me ocuparé de él. ―Me retiró un mechón de la frente y me acarició la mejilla.

―Te quiero. ―Le dije sonriente.

―No importa que lo olvides todo, yo estaré aquí para recordártelo.

Quedaba poco, muy poco. Lo sabía.

―Te quiero. ―Volví a susurrar.

―No importa lo que pase. ―Me dijo con voz suave y tierna. ―Te seguiré queriendo. Siempre. ―Musitó, intentado detener sus lágrimas. ―Y volveré a enamorarte las veces que haga falta. Siempre cuidaré de ti. Siempre.

Sonreí. El calor de Luca me envolvía, me sentí más libre que nunca. Esa era la sensación que necesitaba. Confiaba en él. No tenía miedo si él iba a estar a mi lado. Se me cerraron los ojos y me dormí con el recuerdo de sus ojos azules. Al despertar, ya no lo conservaría.

 

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