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—Tenemos ante nuestros micrófonos a Stanley Poreda, a quien hemos ido a buscar al gimnasio en que se está preparando para el inminente combate contra Larry «Lawyer» Gorman, la pelea, prevista para el doce del mes en curso, sábado, ha sido pactada a ocho asaltos. Veamos, Poreda…, ¿estás tranquilo?

—Tranquilísimo.

—Corren un montón de rumores sobre tu retorno al ring

—A la gente le gusta hablar.

—Son muchos los que se preguntan por qué un boxeador que ya se había retirado decide tras dos años…

—Dos años y tres meses.

—… dos años y tres meses, una eternidad, en pura ley, la gente se pregunta por qué un púgil que había abandonado el boxeo profesional…

—La gente hace preguntas con el culo.

—Poreda seguramente quiere decir que…

—Poreda quiere decir que la gente hace preguntas con el culo, he vuelto por la pasta, ¿por qué, si no, habría de volver?, el boxeo me ha hecho daño, fíjate en mis brazos: torcidos, están torcidos, de tantos golpes que he dado se me han torcido los brazos, el boxeo me ha dejado así, pero es lo único que sé hacer y si alguien me ofrece pasta, si me ofrece un montón de pasta, yo subo ahí arriba y… ¿cuál era tu jodida pregunta?

—La gente dice que se trata de un combate amañado.

—¿Quién lo dice?

—Lo han escrito en los periódicos. Y hasta los corredores de apuestas dicen que no las aceptarán hasta la vigilia del combate. Ni siquiera ellos lo ven muy claro.

—¿Y ésos cuándo lo ven claro? Pues no me he divertido yo jodiéndolos durante años, nunca se enteran de nada, han perdido más dinero en mis combates que lo que yo le he pagado a mi exmujer…

—¿Quieres decir que se trata de una pelea limpia?

—… mi exmujer, sabes de quién te hablo, ¿no? Esa tía era una máquina de tragar billetes, algo impresionante, siempre estaba diciéndome que no tenía dinero para comprarse ropa, yo no lo creía, la dejaba hablar, pero ella insistía, no tenía dinero para comprarse ropa, y bueno, tuve que creérmelo el día que vi sus fotos en el Playboy

—¿Será una pelea limpia, Poreda?

—… en el Playboy, ¿comprendes?…

—¿No quieres contestarnos?

—Escucha, maricón: el boxeo no es limpio. Y no lo será ese maldito combate. Así que ya puedes esperártelo sucio. Sangre y mierda. Escucha, mariquita: la mierda corre de mi parte. A sangre, invita Lawyer. ¿Okay?

Gould se levantó, tiró de la cadena, se puso bien los pantalones del pijama, se echó un vistazo en el espejo del lavabo, luego abrió la puerta y salió. Shatzy estaba sentada en el último peldaño de la escalera. Le daba la espalda y ni siquiera se volvió cuando empezó a hablarle. No se volvió ni una sola vez, hasta el final.

—Okay, Gould, seamos breves, para que nadie se aburra. Te vas a Couverney, no lo sabía, y ahora lo sé, y no importa cómo lo sé, de todos modos me lo ha dicho el profesor Kilroy, él sí que es una buena persona, en cierto sentido, quizás habla un poco demasiado, le gusta hablar, pero no debes cabrearte con él, total, antes o después me hubiera enterado igualmente, a lo mejor me habrías mandado un telegrama, o algo por el estilo, estoy segura de que se te habría ocurrido, pongamos por Navidades, o después de un número razonable de semanas, sé que me habrías avisado, el tiempo necesario para adaptarte, es obvio, no debe de ser fácil llegar como en paracaídas a una zona de guerra tomada por cerebros neuróticos y potencialmente impotentes, rodeado de compañeros que pagan por estudiar donde a ti te pagan para que estudies, por mucho que uno intente caerle simpático a la gente, es previsible cierta dificultad a la hora de encontrar sonrisas y palmaditas en la espalda, será incluso necesario contar esa historia de que tú no juegas en el equipo de fútbol, no vas al coro, no vas al baile de fin de curso, no vas a la iglesia, te dejan completamente frío todo tipo de asociaciones o clubs o cualquier cosa que implique reuniones, y además no te interesa fumar, no haces colecciones de ninguna clase, no te importa un carajo besar a las muchachas, no te gustan los automóviles, acabarán preguntándote qué coño haces en tu tiempo libre, a lo que no será nada fácil responder que vas por ahí con un gigante y un mudo pegando chicles en los cajeros automáticos, o sea, no será nada fácil que se lo traguen, bueno, siempre puedes decirles que vas a ver partidos de fútbol porque el mudo perdió una jugada que vio hace años y quiere reencontrarla, esto es vagamente más razonable, podría hasta pasar, de todos modos, yo sería partidaria de quedarme en un plano más genérico, un respuesta óptima podría ser Yo no tengo tiempo libre, queda de genio odioso, pero en el fondo es lo que siempre van a pensar de ti, que eres un genio odioso, podrías ser Oliver Hardy y seguirían pensando de todos modos que eres odioso, ellos necesitan pensarlo, los tranquiliza, y presuntuoso, eso sobre todo, para ellos siempre serás presuntuoso, aunque fueras por ahí diciendo Perdonadme todo el día, perdonadme, perdonadme, perdonadme, para ellos siempre serás presuntuoso, es su manera de hacer que les cuadren las cosas, los mediocres no saben que son mediocres, ésa es la cuestión, en su calidad de mediocres carecen de la fantasía necesaria para imaginarse que alguien sea mejor que ellos, y por tanto si alguien lo es, es porque algo no funciona, debe de haber hecho trampas en algún sitio, o en definitiva debe de ser algún loco que se cree que es mejor que ellos, es decir, un presuntuoso, como con seguridad te harán comprender muy pronto y con sistemas que no serán precisamente agradables, hasta con crueldad, algunas veces; eso es típico de los mediocres, ser crueles, la crueldad es la virtud por excelencia de los mediocres, necesitan ejercitar la crueldad, ejercicio para el que no se necesita la más mínima inteligencia, lo que, obviamente, les facilita, les libera de obstáculos la operación, les hace destacar, por decirlo de algún modo, en esa operación que es la de ser crueles cada vez que pueden, y por tanto a menudo, más a menudo de lo que puedas esperar, tanto que te sorprenderán, es inevitable, su crueldad te atacará por la espalda, es fácil que suceda de este modo, te atacará por la espalda y entonces no será nada fácil, es mejor que lo sepas desde ahora, si todavía no lo has comprendido, te atacarán por la espalda, yo nunca he sobrevivido verdaderamente a lo que me ha atacado por la espalda, y sé que, en definitiva, no hay forma de defenderte de lo que te ataca por la espalda, es algo que no tiene remedio, sólo seguir por nuestro propio camino, intentando no caer, no detenerse, total, nadie es tan idiota como para pensar que se pueda llegar a alguna parte, verdaderamente, de otra forma que no sea vacilando, y coleccionando heridas por todas partes, y en particular en la espalda, así será también para ti, y sobre todo para ti, en realidad, dado que no quieres quitarte de la cabeza esa curiosa idea, esa idea de mierda, de caminar por delante de los demás, un camino, por otra parte, que, no quisiera decirlo pero la escuela y todo lo demás, el Nobel, ese asunto, no puedes pretender que yo lo entienda, si por mí fuera, te ataría a la taza del wáter hasta que se te pase, pero qué quieres que te diga, yo no soy la persona más indicada para entenderlo, yo nunca tuve esa fijación de andar por delante de los demás, no sé, y en la escuela siempre fui un fracaso, siempre, siempre, sin remedio, por tanto es natural que yo no lo entienda, aunque me esfuerce; sólo se me ocurre la historia esa de los ríos, si de verdad pretendo algo que me haga asimilar todo este asunto, acabo pensando en los ríos, y en el hecho de que se pusieran a estudiarlos precisamente porque no les cuadraba esa historia de que un río, teniendo que llegar al mar, invierta tanto tiempo, o sea, elija, deliberadamente, hacer un montón de curvas, en lugar de dirigirse directamente a su meta, tienes que admitir que es algo absurdo, y es exactamente lo que ellos pensaron, hay algo absurdo en todas esas curvas, de manera que se pusieron a estudiar el tema y lo que descubrieron al final, es increíble, es que cualquier río, no importa dónde esté ni cuál sea su longitud, todos los ríos, todos y cada uno de los ríos, antes de llegar al mar hacen exactamente un recorrido tres veces más largo que el que harían si fueran en línea recta, asombroso, piénsalo, tres veces lo que sería necesario, y todo a base de curvas, justamente, sólo con esa estratagema de las curvas, y no ese río o ese otro, sino todos los ríos, como si fuera algo obligado, una especie de regla para todos, es algo increíble, una locura, verdaderamente, pero eso es lo que descubrieron con científica seguridad a base de estudiar los ríos, todos los ríos, descubrieron que no están locos, es su propia naturaleza de ríos la que los obliga a ese vagabundeo continuo, e incluso exacto, de manera que todos, y digo todos, al final navegan por un camino tres veces más largo de lo necesario, es más, para ser exactos, tres coma catorce veces, te lo juro, el famoso pi griego, no quería creérmelo, pero, en efecto, parece que así es, tienes que coger su distancia respecto al mar, multiplicarla por el pi griego y obtienes la distancia que efectivamente recorren, lo cual, pensé, es muy chulo, porque, pensé, si hay una regla para ellos cómo no la va a haber para nosotros, o sea, lo mínimo que puede esperarse es que para nosotros sea más o menos lo mismo, y que todo este deambular arriba y abajo, como si estuviéramos locos, o peor aún, perdidos, es nuestra manera de ir directos, un modo científicamente exacto y, por decirlo de alguna manera, ya prefijado, a pesar de que sea indudablemente parecido a una secuencia desordenada de errores, o replanteamientos, pero sólo en apariencia porque en realidad es simplemente nuestra manera de ir a donde tenemos que ir, la manera que es específicamente nuestra, nuestra naturaleza, por decirlo de algún modo; ¿qué quería decir?, esa historia de los ríos, sí, es una historia que, bien pensado, es reconfortante, yo la encuentro muy reconfortante, que haya una regla objetiva detrás de todas nuestras estupideces es algo reconfortante, de manera que decidí creer en ella, y por tanto, eso es, lo que quería decir es que me duele verte navegar por curvas de mierda como esa de Couverney, pero aunque tenga que ir cada vez a ver un río, para recordármelo cada vez, siempre pensaré que es justo que sea así, y que haces bien en ir, aunque sólo con decirlo me vengan ganas de romperte la cabeza, pero quiero que vayas, y me hace feliz que vayas, eres un río fuerte, no te perderás, no importa que yo allí no iría ni muerta, se trata sólo de que somos ríos distintos, evidentemente, yo debo de ser un río de otro modelo, es más, si pienso en ello me parece que más que un río, o sea, seguro que yo soy un lago, no sé si me entiendes, a lo mejor unos son ríos y otros lagos, yo soy un lago, no sé, algo parecido a un lago, una vez me bañé en un lago, era muy extraño porque ves que avanzas, o sea, es todo tan plano que cuando nadas te das cuenta de que avanzas, es una sensación extraña, y además había un montón de insectos y si ponías el pie en el suelo, cerca de la orilla, donde tocabas, si ponías el pie en el suelo daba un asco terrible, como si fuera arena pringosa, desde arriba no lo dirías, pero era como una especie de arena pringosa, petróleo, algo así, bastante asqueroso de verdad; de todos modos sólo quería decirte dos cosas, la primera es que si se atreven a hacerte daño, voy para allá y los cuelgo de un cable de alta tensión, los cuelgo de las pelotas, exactamente de las pelotas, y la segunda es que te echaré de menos, o sea, echaré de menos tu fuerza, no importa si ahora no lo entiendes, a lo mejor más adelante lo entenderás, echaré de menos tu fuerza, Gould, pequeño y extraño muchacho, tu fuerza, me cago en la gran puta.

Pausa.

—Diablos, ¿sabes qué hora es?

—No lo sé. Está oscuro.

—Vete a dormir, Gould. Es tarde, vete a dormir.

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