Cell

Cell


La academia Gaiten » 10

Página 55 de 147

1

0

En las horas previas al alba, cuando caminaban por la Carretera 102 al este de Manchester, les llegó a los oídos una música muy tenue.

—Madre mía —exclamó Tom, deteniéndose en seco—. Es «Baby Elephant Walk».

—¿Qué? —preguntó Alice con aire divertido.

—Una pieza instrumental para big-band de la era del pleistoceno. Son Les Brown and His Band of Renown, o alguien por el estilo. Mi madre tenía el disco.

En aquel momento, dos hombres les dieron alcance y se detuvieron a charlar unos instantes. Eran bastante mayores, pero ambos parecían estar en forma.

Como un par de carteros recién jubilados de excursión por los Cotswalds, donde quiera que estén, pensó Clay. Uno de ellos llevaba una mochila grande, no una de esas mariconadas para pasar el día fuera, sino de las de estructura metálica, y el otro, una mochila más pequeña colgada del hombro derecho, mientras que en el izquierdo llevaba lo que parecía una .30-30.

Mochila Grande se enjugó la curtida frente con el antebrazo.

—Puede que tu madre tuviera una versión de Les Brown, hijo, pero es más probable que fuera de Don Costa o Henry Mancini, que hicieron las versiones más conocidas. Eso de ahí… —Ladeó la cabeza en dirección a la música— es el puto Lawrence Welk, te lo digo yo.

—Lawrence Welk —jadeó Tom, impresionado.

—¿Quién? —quiso saber Alice.

—Escucha caminar al elefante —terció Clay con una carcajada.

Estaba cansado y le había entrado la risa floja. De repente se le ocurrió que a Johnny le encantaría aquella música.

Mochila Grande le lanzó una mirada algo desdeñosa antes de volverse de nuevo hacia Tom.

—Es Lawrence Welk, seguro —insistió—. Mi vista ya no es lo que era, pero el oído lo tengo perfecto. Mi mujer y yo veíamos su programa cada puto sábado por la noche.

—Dodge también lo pasaba bien —terció Mochila Pequeña.

Fue su única aportación a la conversación, y Clay no tenía ni idea de su significado.

—Lawrence Welk y la Champagne Band —dijo Tom—. Vaya…

—Lawrence Welk y los Champagne Music Makers —corrigió Mochila Grande—. Joder.

—Sin olvidar a las Lennon Sisters y la adorable Alice Lon —añadió Tom.

A lo lejos, la fantasmal música dejó de sonar.

—Es «Calcuta» —señaló Mochila Grande—. Bueno, nosotros nos vamos. Que tengáis un buen día.

—Noche —corrigió Clay.

—No —negó Mochila Grande—. Ahora las noches se han convertido en nuestros días, ¿no os habéis dado cuenta? Que os vaya bien, chicos. Y a ti también, señorita.

—Gracias —musitó con un hilo de voz la señorita flanqueada por Clay y Tom.

Mochila Grande se puso en marcha, y al poco Mochila Pequeña lo alcanzó. A su alrededor, un desfile de haces de linterna oscilantes conducía a los caminantes hacia las entrañas de New Hampshire. Al cabo de unos instantes, Mochila Grande se detuvo y miró atrás para decirles algo más.

—No sigáis caminando más de una hora —aconsejó—. Encontrad una casa o un motel donde refugiaros. Sabéis lo de los zapatos, ¿no?

—¿Qué pasa con los zapatos? —preguntó Tom.

Mochila Grande lo miró con expresión paciente, como sin duda miraría a cualquiera que no pudiera evitar ser estúpido. En la distancia, «Calcuta» había dado paso a una polka. La música sonaba demencial en medio de la noche brumosa y lluviosa. Y ahora aquel tipo de la mochila grande les hablaba de zapatos.

—Cuando entréis en un sitio, dejad los zapatos en la entrada —indicó Mochila Grande—. Los locos no se los llevarán, no os preocupéis, pero los otros sabrán que el sitio está ocupado y que deben buscarse otro sitio. Así se evitan… —Bajó la mirada hacia la pesada arma automática que llevaba Clay— accidentes.

—¿Ha habido accidentes? —inquirió Tom.

—Oh, sí —asintió Mochila Grande con una indiferencia sobrecogedora—. Siempre hay accidentes porque la gente es como es. Pero hay muchos sitios donde esconderse, así que no tiene por qué pasaros a vosotros. Limitaos a recordar lo de los zapatos.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Alice.

El hombre le dedicó una sonrisa que mejoraba en grado sumo su rostro. Por otro lado, resultaba difícil no sonreír a Alice. Era joven y, aun a las tres de la madrugada, bonita.

—La gente habla, yo los escucho. Yo hablo, y a veces la gente me escucha. ¿Tú me has escuchado?

—Sí —asintió Alice—, escuchar es uno de mis puntos fuertes.

—Entonces, pásalo. Bastante tenemos con tener que enfrentarnos a ellos —señaló sin necesidad de especificar nada más— como para encima arriesgarnos a sufrir accidentes entre nosotros.

Clay pensó en Natalie apuntándole con el .22.

—Tiene razón, gracias —dijo.

—Eso que suena es «La polca del barril de cerveza», ¿verdad? —preguntó Tom.

—Sí, hijo —repuso Mochila Grande—. Myron Floren, que en paz descanse, al reproductor de música. Tal vez os convenga parar en Gaiten. Es un pueblo muy bonito a unos tres kilómetros al norte de aquí.

—¿Es ahí donde van a pasar el día ustedes? —preguntó Alice.

—Creo que Rolfe y yo seguiremos un poco más —explicó el hombre.

—¿Por qué?

—Porque podemos, señorita, solo por eso. Buenos días.

En esta ocasión no lo contradijeron, y aunque los dos hombres debían de acercarse a los setenta años no tardaron en perderse de vista tras el haz de una única linterna, que sostenía Mochila Pequeña, es decir, Rolfe.

—Lawrence Welk y los Champagne Music Makers —se maravilló Tom.

—«Baby Elephant Walk» —añadió Clay con una carcajada.

—¿Por qué Dodge también lo pasaba bien? —quiso saber Alice.

—Porque podía, supongo —repuso Tom, y se echó a reír al ver la expresión perpleja de la chica.

Ir a la siguiente página

Report Page