Carta 1
Juan MtAlgún lugar alejado del cielo, año MMXX
Muy apreciable señora.
Me he permitido escribirle esta misiva porque he encontrado bastante útiles las lentillas que usted hizo favor de regalarme. Su nota, bien especificada decía - "espero que le encuentre alguna utilidad" - y así ha sido. Le contaré cuál ha sido el destino de tan importantes objetos.
El día que usted se encontró conmigo fue un día tan común como aquellos cuando llueve con poco frío y la gente poco lo nota porque de inmediato hablan del bochorno que trajo consigo. Usted se me aproximó y puso en mis manos las lentillas envueltas cuidadosamente en papel para desechar con la nota anteriormente mencionada. Yo procedí a guardarlas en mi maletín de viaje usando una de las bolsas accesorias que pocas veces reviso. Tal como lo puede imaginar, las olvidé ahí unos días. Cierto tiempo después, sin ser demasiado, me percaté de que había olvidado sacar algo del maletín. Entonces hurgué y encontré las lentillas. Las desenvolví con cuidado y probé si ajustaban a la medida de mis ojos pero no lo hicieron. Las examiné con cuidado y noté que se encontraban en perfecto estado. La inquietud por darles algún uso me estaba comenzando a invadir y decidido a no darles un mal uso llevado por la impaciencia, decidí guardarlas en uno de mis cajones del escritorio. Por supuesto, más tarde, unas horas y días después las olvidé.
Hace poco requería utilizar algunas cosas importantes. Me dirigí a mi cajón donde guardo esas cosas. No lo mencioné pero las lentillas están guardadas en ese cajón. Al encontrar lo que necesitaba quise cerrar el cajón pero se trabó un poco y no quiso cerrar. Metí cuidadosamente las manos para no cortarme o dañarme con algo y entonces sentí el pequeño envoltorio de papel, eran las lentillas. Como si fueran un susurro que se resiste a desaparecer, me llamaban, ansiosas de encontrarles un uso y el uso vino de inmediato a mi mente. Me había pasado horas aquel día tratando de encontrar algo que hacer con ellas, algo útil pero la definición de esa palabra creo que la estaba tomando a la ligera. El mejor uso que pude darle a esas lentillas era justamente tenerlas entre mis manos mientras pensaba en usted.
Hoy las lentillas siguen guardadas en mi cajón de cosas importantes y cada vez que lo abro, ¡voilá!, ahí está su utilidad.
Sin más por agregar y pensando en no contrariar su día, me despido.
Con afecto, este resignado siempre a sus pies.
Don Pascual de Cártago.