Cap. 8 De su hijo a su mujer

Cap. 8 De su hijo a su mujer

Benjamin Ljubetic


Nuestra vida cotidiana continuó como siempre, yo estaba en la escuela, mi padre y mi madre trabajando, en ocasiones mi madre debía quedarse fuera por trabajo o simplemente viajaba al sur a casa de mis tías y yo me quedaba en casa con papá por unos días. Nuestra forma de relacionarnos era exactamente la misma, papá seguía siendo mi héroe, cariñoso, preocupado y quien se hacía cargo de muchas cosas, cuando mamá no estaba, sobre todo de servirme la comida y de hacerme dormir. La Nena era quien me iba a buscar a la escuela cuando mis padres no podían, ella era quien cocinaba, limpiaba la casa y estaba conmigo gran parte del día, ella me arreglaba la ropa y me ayudaba con el baño, mamá o papá lo hacían los fines de semana cuando la Nena tenía libre, ella era muy cariñosa conmigo.


En la escuela yo siempre fui extrovertido, no tenía problemas de relacionarme con otros niños y niñas, pero a veces si era muy tímido al relacionarme con adultos, más con los hombres y más aún si me parecían atractivos o si algo en particular de ellos me atraía. Como ya les conté, desde siempre me ha gustado estar cerca de hombres mayores, admirar su tamaño, sus grandes manos, su masculinidad, su olor, sus voces roncas, el como se mueven, como se visten. Es por ello que cuando mis tíos, primos o los amigos de mis padres nos visitaban yo disfrutaba mucho el estar con ellos, los miraba atentamente como si la conversación me pareciera realmente interesante, pero la verdad es que no me importaba, solo mirarlos me hacía pensar en todo lo que hacía con papá cuando estábamos solos.


Recuerdo que un día al llegar a casa corrí a mi habitación para cambiarme el uniforme y regresar a comer, escuché que la Nena hablaba con alguien, estaba en la cocina y su voz era muy profunda y masculina, mi corazón se aceleró tan solo escuchar esa voz, no sabía quién era, pero un calor se apoderó de mí, en mi guatita, en mi corazón y en mi pequeño pene, eso me ocurría cuando estaba con hombres mayores que me gustaban. Me vestí muy rápido y fui directo al comedor, como mis padres no estaban, yo debía comer solo, la Nena normalmente comía en la cocina y muy pocas veces me acompañaba cuando estaba solo. Cuando me trajo mi comida, la miré con cara de pregunta, pero solo de curiosidad.


- Es Roberto, mi hijo, que vino de visita y lo invite a almorzar - me dijo la Nena poniendo mi plato sobre la mesa - Cuando termine de comer le diré que venga a saludarte


Yo había visto a Roberto quizás tres años atrás así que no tenía muchos recuerdos, era un joven delgado, sin mucha gracia, un poco moreno y muy alto, no tanto como mi papá, pero mucho más que yo. Cuando ya casi estaba terminando de comer apareció la Nena con Roberto, mis ojos se abrieron como platos, los recuerdos que tenía de él no tenían nada que ver con el joven alto, corpulento, delgado pero de gran espalda que tenía al frente, se acercó y me tendió la mano, yo tímidamente hice lo mismo y recibí su mano que fácilmente eran tres manos mías, me sonrió, sus dientes blancos enmarcados en sus labios gruesos y profundamente rosados, sus ojos eran verdes como los míos, y su voz, su voz era profunda como de un locutor de radio. Me preguntó cosas del colegio que respondí bajando la mirada, estaba muy nervioso y mi pequeño pene se había erectado. Luego de dos o tres minutos me tendió la mano para despedirse y pude ver sus brazos grandes y musculosos acercarse para darme la mano y luego acariciar con cariño mi cabello, de dio vueltas y pude apreciar el culo más grande que había visto hasta ese momento en un hombre, sus piernas eran gigantes, gruesas y sus nalgas parecían dos globos apretados por sus ajustados jeans de un color celeste muy claro, no entendía nada de lo que me estaba pasando. Cuando terminé de comer me fui a cepillar mis dientes y luego a dormir la siesta como todos los días. Cerré los ojos y de forma inmediata la imagen de Roberto con su brazos grandes, sus dientes blancos y su voz ronca se me vino a la cabeza, mi pene estaba erecto no se desde cuando, pero mi instinto me hizo llevar las manos y agarrarlo, mis cuatro centímetros eran como el dedo meñique de Roberto, o quizás más pequeño, comencé a tocar mi pene como lo hacía con el de papá, y con la otra mano toque mis testículos, mientras abría las piernas para darle más acceso y comodidad a mis manos, cada caricia que me daba era como una corriente que me recorría de los pies a la cabeza, comencé a imaginar cómo sería que Roberto me abrazara, me tomara en brazos, pusiera sus manos en mi piel, me besara, como sería buscar su pene como lo hacía con papá, como sería de grueso, que olor tendría, que color, mis dedos inquietos seguían jugando con mi pene, con mis testículos y en ocasiones llegaban a la entrada de mi culito, cómo sería tener esos labios gruesos de Roberto en mi culito, o su lengua saboreando mis pliegues. Todo era placer y así con todas esas imágenes me dormí.


Estaba en la piscina en casa mis abuelos, mis primos, mis tíos, mi papá, algunos compañeritos de la escuela, y algunos profesores, yo estaba sentado sobre una reposera bajo una sombrilla, algunos se reían, otros se tocaban, se abrazaban, se besaban, algunos estaban en la piscina, otros sentados en el borde, algunos tenían bañadores y otros estaban desnudos, unos pocos tenían sus penes erectos, mi padre estaba de pie junto al bar que hay al lado de la piscina tomando una coca cola y Felipe, mi primo que es de mi edad estaba tocando su pene erecto, yo miraba confundido, no entendía bien qué pasaba, Mauricio y Marcelo dos compañeros de la escuela estaban besándose como enamorados sobre una toalla en el pasto, un poco más allá mi abuelo y mi tío Andrés, el padre de Felipe, estaban juntos, mi abuelo tenía las piernas levantadas y mi tío tenía su cara perdida en la entrepierna, no podía ver los detalles, pero era seguro que su lengua se estaba perdiendo entre las nalgas de mi abuelo, de pronto sentí mi propio cuerpo, hasta ese momento no lo había sentido, y lo sentí cuando algo tibio estaba en mi pene, miré y me fijé que no tenía bañador, yo era uno de los que estaba desnudo en ese soleado escenario en la piscina, mi pene y mis pequeños testículos estaban siendo devorados por la boca de Roberto, podía sentir sus labios abrirse y cerrarse alrededor de mi pelvis y donde terminaban mis testículos. Mi pene y mis testículos juntos eran tan pequeños que entraban perfectamente en su boca, en ocasiones él me miraba con sus ojos verdes y sus manos grandes y jóvenes me recorría el pecho, el cuello, las caderas y me levantaba un poco desde las nalgas para que mi pene se acomodara mejor dentro de su boca, podía sentir la humedad de la lengua y su saliva caliente, mi cabeza pareciera que iba a explotar, con mis pequeñas manos toqué su pelo y lo acaricié, el seguía jugando con mi penecito, ahora lo lamía, pasaba su lengua desde la base de mis bolitas hasta la punta rosada de mi pequeño glande, sus ojos estaban clavados en los míos, mientras su lengua no dejaba de trabajar, me levantó un poco las piernas y su lengua fue un poco más profundo, se metió entre los pliegues y logró, intrusa, tocar la parte externa de mi culito, este reaccionó instintivamente cerrándose como lo había hecho aquella noche cuando el grueso dedo de papá quedó atrapado por la presión que mi pequeño anito hizo en él al sentirlo que se posó en mi entrada. Una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo y una sensación de calor se apoderó de mi culito y de mi pene, crecía y crecía como si fuera a explotar algo dentro de mí, cerré los ojos y sentí como los labios gruesos de Roberto no dejaban de hacerme sentir tan rico, de pronto sentí que explotaba, que mi penecito se contraía, intenté abrir los ojos y todo lo que estaba a mi alrededor se desvanecía, la piscina, mis primos, mis compañeritos, mis tíos, mi abuelo. Cuando abrí los ojos completamente estaba en mi cama, la luz de la tarde entraba por la cortina entrecerrada, miré a mi entrepierna que no había dejado de sentir ese placer, su boca seguía devorando mi pene, y solo podía ver su cabello, llevé mis manos, para tocarlo, para saber si era real, cuando llegué a su cabeza y sintió mis pequeñas manos acariciando su pelo, levantó la vista, sin sacar su boca cerrada alrededor de mi pene, y me sonrió con la mirada. Era mi papá que estaba jugando con su lengua y tenía mi erecto penecito palpitante en su boca, me sonrío con la miraba y separó sus labios dejando mi pene húmedo con su saliva.


- Hola bebé - Me dijo con su voz masculina - Buenas tardes es hora de despertar de la siesta.


Yo lo miré dejé su cabello y él que estaba de rodillas en el suelo se incorporó, pude ver su pantalón con una mancha de humedad y su erección, abrió las cortinas y regreso a mi lado, se sentó en la cama y me acarició mi pelo. 


- Estabas durmiendo destapado, y tenías tu penecito erecto - me dijo mientras me seguía dando caricias - Te desperté porque la Nena me dijo que te habías dormido justo después de comer y ya ha pasado mucho rato.


- ¿Y por qué me chupaste papi?


- Para darte un regalito a cambio de las veces que tu me has chupado mientras yo dormía


- Pero no salió juguito papi


- No nene, eres muy pequeño para eso, pero ya se te pone muy dura y la tienes grande


- Pero no es grande como la tuya


- Seguramente será como la mía cuando tengas mi edad


- ¿Cuándo saldrá juguito papá?


- Falta mucho bebé, no te preocupes de eso ahora


- ¿A la mamá le sale juguito?


- No bebé, a la mamá no le sale - me respondió divertido


- ¿Y por qué no le sale? - Pregunté incorporándome, como siempre he sido bastante curioso, me gusta saber.


- Es lo que te expliqué el otro día, ¿te acuerdas?, los papás ponen su pene duro dentro de la vagina de la mamá y los papás botan el juguito para que las mamás tengan bebés, así es como naciste tú, entonces las mamás reciben el juguito del papá


- Quiero que me des tu jugo en mi culito papá - le dije bajando la mirada


- Bebé, ya te dije que es muy pequeño, te puedo hacer daño y además que son cosas que solo hacen los hombres con las mujeres


- Sí, pero tu me dijiste que yo tenía mi culito - volví a insistir como lo había hecho hace unos días.


- Bebé, mírame - y con su mano me levantó la cabeza suavemente subiendo mi mentón - tienes que entender hijo que tu eres un niño, eres un hombre, tienes pene como yo, y lo que hacemos los hombres cuando somos grandes es jugar con las mujeres y hacer las cosas que ya te he dicho


- Sí, pero nosotros también jugamos papá


- Sí hijo también jugamos, y yo se que te gusta, pero no debemos hacerlo, es algo de grandes, y entre hombres y mujeres


- ¿Y los hombres grandes no hacen esto entre ellos? - Pregunté


- Sí bebé, hay hombres grandes que les gustan los hombres, y hacen estas cosas, se besan, se abrazan y juegan con sus penes, pero son grandes, no son niñitos como tú


-¿Y tú papi? ¿Has jugado con hombres grandes como lo haces conmigo?


- No mi amor, nunca, solo he jugado con mujeres desde que tenía 20 años y ahora que juego contigo a veces.


- Pero, los hombres no tenemos vagina como las mamás, entonces ¿cómo lo hacen los hombres grandes cuando juegan entre ellos si los dos tienen pene? Sí, los dos son hombres ¿Quién es la mujer? ¿Quién le deja el jugo adentro a quién? ¿Se embarazan? ¿Tienen bebés? - Mi pequeña cabeza en ese momento estaba trabajando a su máxima capacidad para intentar entender lo que papá me decía, es por eso que le pregunté muchas cosas tratando de entender todo lo que papá me explicaba. 


Miré a papá y su cara tenía más dudas que respuestas, pero lo que me impresionó fue ver su pene bajo su pantalón otra vez duro y grande, sin tocarlo había crecido y volvía a manchar un poco la tela beige de su pantalón de trabajo.




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