Breve historia de Roma

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Capítulo 11. Los emperadores antoninos

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11 Los emperadores antoninos

INTRODUCCIÓN

Se conoce como «dinastía de los Antoninos» al conjunto de emperadores que, desde Marco Coceyo Nerva (96-98), detentaron el poder con cierta continuidad moral y política hasta la muerte de Lucio Elio Aurelio Cómodo, su último mandatario, en el 193. Con la llegada al poder de su primer emperador, el hasta entonces tradicional sistema de sucesión hereditaria fue sustituido por el de la adopción del mejor candidato, en el que el soberano elegía a la persona que le parecía más indicada en función de los méritos políticos y militares alcanzados.

Los años en los que se prolongó esta dinastía estuvieron caracterizados por una gran estabilidad interior fundamentada en un consenso total entre el emperador y el Senado. Es por ello por lo que esta época ha sido definida como la edad de oro del Imperio, pues existía un consorcio entre las clases dirigentes y el Estado, y entre la plebe y sus respectivos gobernantes, así como una mayor participación de las provincias en el Imperio. Además, la plebe disfrutó de más repartos de alimentos o dinero que en ningún otro momento y los libertos imperiales tuvieron una gran importancia en la burocracia estatal —a cuya cabeza se encontraba el emperador seguido del prefecto del pretorio—, si bien se encontraban subordinados a las clases superiores.

No obstante, y pese a que el sistema imperial alcanzó su máximo apogeo político, económico, social y cultural hasta entonces conocido, a mediados del siglo II comenzaron a darse una serie de transformaciones que desencadenarían la posterior «crisis del siglo III».

NERVA Y LA DEFINICIÓN DE UN NUEVO RÉGIMEN (96-98)

Como se indicó en el capítulo anterior, tras varios intentos de conjura, Domiciano, el último emperador Flavio, murió asesinado el 18 de septiembre del 96 a manos de un grupo de conspiradores entre los que figuraron los prefectos del pretorio y su propia esposa. Al día siguiente, el Senado decretó la damnatio memoriae del difunto y otorgó el poder, como previamente se convino, al entonces intachable senador sexagenario Marco Coceyo Nerva, quien había desempeñado altos cargos bajo las órdenes de Vespasiano y Tito, llegando incluso a compartir el consulado con su antecesor en el trono.

Con el objeto de ganarse a la opinión pública y evitar posibles críticas que le tildasen de ser un tirano en potencia, Nerva procuró satisfacer en todo momento a la plebe y al Ejército. Los donativos a las tropas y el aligeramiento de las cargas fiscales para el pueblo mostraron las claras intenciones del nuevo régimen. Asimismo, y con el propósito de recuperar la concordia augustea, suprimió los procesos de lesa majestad a la par que decretaba una amnistía.

La imagen de moderación era más que necesaria, y por ello el emperador creó una comisión de cinco senadores encargados de estudiar la disminución del gasto público. Sin embargo, y a pesar de estas medidas de austeridad, nadie le impidió a Nerva llevar a cabo la restauración del Coliseo o la conclusión del foro iniciado por Domiciano.

A Nerva se le debe la reorganización de los alimenta, institución que consistía en el reparto de cereales a la plebe, lo que no era nuevo, pero con él se mejoraron y planificaron los sistemas anteriores. Se crearía, además, un préstamo al 5% cuyos intereses permitirían el mantenimiento de los huérfanos y de las familias pobres.

Por otro lado, mejoró considerablemente la relación con la comunidad judía, a la que suprimió la tasa personal que estaba obligada a pagar.

No obstante, el problema más inmediato al que debía poner solución era el de su propia sucesión. Desde el principio, se pensó en un hombre de armas de gran talante que evitase una posible guerra civil. Tras varias revueltas, Nerva, tal vez influenciado por un elevado número de senadores hispanos, sorprendió con la adopción, en octubre del 97, de Marco Ulpio Trajano, general italicense que en esas fechas se encontraba en la Germania Superior restableciendo el orden en la frontera, al que asoció al Imperio y confirió la potestad tribunicia. Empero, la asociación en el poder entre ambos fue muy breve, pues a comienzos del 98 Nerva moría a consecuencia de una grave neumonía.

LA DINASTÍA DE LOS ANTONINOS

Cuadro genealógico de la dinastía de los Antoninos.

Nerva adoptó varias medidas que sirvieron para reactivar la economía. Denario emitido por Nerva donde se alude a la concordia.

TRAJANO Y LA NUEVA EXPANSIÓN DEL IMPERIO ROMANO (98-117)

Nacido en Itálica (hoy Santiponce, en la actual provincia de Sevilla), en el seno de una eminente familia de origen italiano establecida en la Bética, desde bien pronto acompañó a su padre en las empresas militares a las órdenes de Vespasiano en Palestina, Siria y el Rin. A los cuarenta y cinco años era ya un militar experimentado y nadie discutió su acceso al trono. Pudo permanecer en Germania todo el primer año de su gobierno cumpliendo con su obligación de defender las fronteras, lo que dejó al Senado mayor libertad en los asuntos civiles. Antes de llegar a Roma a fines del 98, ampliaría la frontera danubiana con terrenos de los hermunduros, mejoraría la red viaria en la región conquistada por Domiciano —los agri decumates— y procedería a la fundación de nuevas ciudades.

Marco Ulpio Trajano puso en práctica una política interna fundamentada en el mantenimiento del orden entre las clases y estamentos que salvaguardase los privilegios de los senadores y los caballeros sin afectar a los intereses de las capas inferiores. Llegado a Roma, inició una política de respeto y consenso muy similar a la de Nerva, con la promesa de no hacer uso de la ley de lesa majestad, expresión de oposición entre emperador y Senado. Asimismo, rehusó el título de padre de la patria o la dedicación de obras suntuosas y adoptó medidas contra algunos delatores fiscales así como decisiones económicas a favor de la plebe.

Si por algo destacó la composición del Senado durante el reinado de Trajano, fue por el elevado número de senadores de origen hispano, pues se calcula que estos conformaban una sexta parte del mismo, si bien es cierto que con este emperador los senadores de origen oriental fueron ganando progresivamente la mayor relevancia desde que la política imperial puso su acento en Oriente. Por consiguiente, el Senado se mostraba como un organismo cosmopolita, aunque Trajano quiso resaltar la importancia de Italia obligando a todos los senadores a invertir una tercera parte de sus fortunas en esta zona. Como han puesto de manifiesto ya varios investigadores, en realidad, y pese a las apariencias, el Senado contaba cada vez con menos poder, aunque Trajano concediese individualmente a varios senadores los puestos de mayor importancia en el Ejército y en la Administración.

En otro orden de cosas, la preocupación del emperador por la producción fue haciéndose cada vez más angustiosa. El intervencionismo del Estado en la producción y en la distribución decrecía a consecuencia de la idea obsesiva de mantener un estado de cosas que se considerara ideal. A tal respecto, hay que situar la política seguida con los subcesiva en África o con los alimenta en Italia, así como el interés por una explotación máxima de las minas.

Por lo que respecta a la política de fronteras, Trajano fue partidario de llevar a la práctica unas medidas agresivas respecto a los países vecinos. Así, cuando en el año 100 murió Agripa I, Trajano se hizo con el control directo de Iturea y Haurán en la Celesiria (actuales territorios de Siria).

Pero sería en la Dacia —lo que hoy es aproximadamente Rumania— donde Trajano obtuviese la gloria militar y el mayor provecho para el Imperio. En la primavera del 101 invadió la región y con las legiones de Mesia y Panonia venció al rey Decébalo imponiendo unas duras condiciones de paz al año siguiente. Sin embargo, sólo fue una tregua. En el 105 Trajano volvió a atravesar el Danubio y marchó contra Sarmizegetusa (Varhely, en Transilvania), que Decébalo incendió antes de suicidarse en el 107. Desde entonces, la Dacia quedó anexionada como provincia romana y Panonia quedó dividida en dos provincias. Esta gesta quedaría inmortalizada en el 113 en la columna trajana que el emperador ordenó levantar en su foro.

Junto a la conquista de la Dacia, en el 105 se produjo la anexión de Arabia que, tras la derrota de los árabes nabateos, fue convertida en la provincia de Arabia Pétrea. Esta anexión permitió el control de las rutas comerciales que atravesaban Arabia y el mar Rojo. Además, obtuvo también el control del reino caravanero de Palmira bajo la condición de Estado cliente.

Asimismo, Trajano logró confirmar el control sobre la Cólquide, es decir, la zona oriental del mar Negro, imponiendo la supremacía romana a las gentes del Cáucaso. El reino vasallo del Bósforo fue unido al de Asia Menor, donde las provincias de Galatia y Capadocia quedaron separadas y la frontera entre Bitinia y Asia fue movida hacia el norte.

Retomando los planes de Julio César, Trajano programó apoderarse del reino de los partos, que se encontraba debilitado desde la muerte de Vologese. El pretexto para la guerra lo proporcionó la difícil situación que imperaba en Armenia, donde existía una convención parto-romana que concedía el trono, como vasallo de Roma, al segundogénito de la dinastía parta. Sin embargo, el rey parto Osroes quiso reemplazar al príncipe Axidares, ya coronado por Roma, por Parthamasiris. Ante tal tesitura, Trajano desembarcó en Antioquía en el 114 y ocupó Armenia. Al año siguiente, auxiliado por el rey de Osroena, se adueñó fácilmente de la parte noroccidental de Mesopotamia. En el 116 penetró al este del Tigris tomando Seleucia y Ctesifonte, a la par que llegaba al golfo Pérsico obligando a Osroes a tener que huir. Todos estos territorios fueron declarados provincias romanas en el 117, y fueron estos éxitos los que permitieron a Trajano recibir desde entonces el sobrenombre de «Particus».

La conquista de la Dacia y la explotación de sus recursos permitieron a Trajano iniciar una política de grandes obras públicas, mejorar la red viaria y portuaria, incrementar el número de legiones, reducir impuestos o aumentar las concesiones extraordinarias de donativos. En la imagen, la Columna de Trajano, donde han quedado inmortalizadas las distintas escenas de la campaña contra los dacios. La estatua de Trajano coronaba la columna, pero fue reemplazada por otra de San Pedro en el siglo XVI.

Con un nuevo y extenso territorio bajo dominio romano, Trajano llevó a cabo la fundación de nuevas colonias entre las que sobresalieron Leptis Magna en África o Traianópolis en Tracia.

Tras estas campañas, Trajano emprendió enfermo el regreso a Roma dejando a sus generales la misión de pacificar y someter totalmente las fronteras. Tras haber desembarcado en las costas cilicias de Selinunte, y ante un agravamiento de su enfermedad, murió en el verano del 117 víctima de una hemorragia cerebral.

ADRIANO Y LA DEFENSA DE LAS FRONTERAS (117-138)

Publio Aelio Adriano, nacido en Roma y perteneciente a una familia de antepasados itálicos que habían emigrado a Hispania y se habían asentado en Itálica, fue el segundo emperador, después de Trajano, promovido por el clan de los senadores hispanos. Huérfano desde niño, tuvo la ocasión de poder forjarse una rápida y brillante carrera civil y militar bajo la tutela de Trajano, de quien recibió por esposa a su sobrina Sabina.

Inaugurado en el año 112, el foro de Trajano, junto con los nuevos mercados y el perfeccionamiento del puerto, tenía la finalidad de facilitar la entrada y la salida de Roma de los diversos productos y facilitar el reparto de los alimentos a la plebe. Panorámica de los Mercados de Trajano.

Adriano era gobernador en Siria cuando se produjo la muerte de Trajano en Selinunte. Tan sólo dos días después de conocer la muerte de aquel, recibió la noticia de su adopción, lo que levantó serias sospechas en cuanto a la legitimidad de la misma.

El programa político de Adriano puso su acento en fortalecer la organización administrativa del Imperio, dedicándose primordialmente a la política interior. Italia fue dividida en cuatro distritos, lo que supuso su provincialización y equiparación con el resto de provincias del Imperio. Como nuevo emperador, consideró que el Imperio no se encontraba en óptimas condiciones para mantener una guerra pártica que comprometiese las finanzas del Estado, por lo que, optando por una política de defensa más que de ataque, y debido a las circunstancias generales de ausencia de dinamismo interno, evacuó Mesopotamia dejando en Armenia a un rey vasallo y abandonó la Osroena de forma que siguiese funcionando como Estado tapón amigo de Roma. Además, optó por abandonar Arabia y mantener buenas relaciones con el reino del Cáucaso.

Por otro lado, en África fundó varias colonias en puntos estratégicos, logró ampliar los agri decumates y la región de los Alpes quedó reorganizada en tres distritos militares. En Britania, como en cualquier otro punto fronterizo, reforzó las defensas sustituyendo los simples terraplenes o empalizadas de época trajanea por muros de piedra.

A Adriano se le debe la reorganización de la burocracia imperial. De esta manera, el Consilium Princeps, el consejo creado por Augusto para asesorar al emperador en materia jurídica, fue convertido en un órgano estable, participando equitativamente tanto senadores como caballeros. Proclamó también un edicto perpetuo, esto es, un decreto con carácter permanente, por el que todas las actividades jurídicas quedarían bajo su supervisión y, además, la cancillería imperial tendría un sentido más amplio y un carácter más judicial desde el momento en que entraron en ella miembros del orden ecuestre.

En el 127 Adriano concluyó en Britania el llamado Muro de Adriano, una obra defensiva de ciento diecisiete kilómetros de longitud, con trincheras, muros y fuertes, que atravesaba la isla de lado a lado (desde el golfo de Solway a la desembocadura del río Tyne) separando, aproximadamente, Inglaterra y Escocia.

En lo que respecta a la atención a las provincias y al intervencionismo económico, Adriano buscó la prosperidad de aquellas con objeto de fortalecer las bases económicas del Imperio. Como manifiesta la lex Adriana de rudibus agris et iis qui per X annos continuos inculti sunt —ley sobre los campos agrestes y aquellos que lleven diez años seguidos sin cultivar—, Adriano concedió la exención de toda la renta anual durante diez años a quienes cultivasen tierras anteriormente incultas o abandonadas, otorgando a quienes cumpliesen las condiciones el derecho de poseer y dejar a su heredero la finca puesta en cultivo. Asimismo, y en lo que afecta a las explotaciones mineras, estableció la posibilidad de un régimen de colonato aparcero para aquellos que ocupasen una zona sin explotar con la condición de que no se pudiesen poseer más de cinco pozos al mismo tiempo y que la explotación fuese continua.

Adriano instauró un nuevo régimen de ventas obligatorias al Estado para determinados productos básicos y eximió de la obligación de desempeñar las pesadas funciones públicas municipales a quienes pusiesen sus medios de transporte al servicio del Estado. Así, recurriendo a la iniciativa privada, lograba garantizar el abastecimiento de las mercancías y evitar en cierta medida el problema de la especulación interviniendo en el sistema de distribución.

Si por algo se caracterizó la política de Adriano, fue porque dejó de ser italiana para convertirse en imperial, buscando con ello la unidad de Italia y de las provincias. Para ello reorganizó la comisión de consejeros, haciendo de ella un órgano oficial y estable que asesorase al emperador en materia judicial. Para atender y facilitar la labor del Consilium existían una serie de despachos integrados por libertos dirigidos por un caballero. Al tiempo, para lograr un rápido ascenso a la ciudadanía, Adriano creó un derecho latino ampliado, a tenor del cual en las ciudades latinas que gozaban de él no era necesario desempeñar una magistratura para ser ciudadano, sino que era suficiente con ser decurión, es decir, miembro del Senado local. Además, desde Adriano las ciudades italianas dependientes del Senado eran cada vez más controladas por procuradores imperiales.

La política de Adriano buscó la obtención de recursos para el Estado paliando la corrupción, incrementando el número de ciudadanos y, por ende, de impositores, y suavizando el trato a los diferentes habitantes del Imperio.

Durante uno de sus viajes orientales, en el 129 Adriano visitó las ruinas de Jerusalén y ordenó su reconstrucción bajo el nombre de Aelia Capitolina, núcleo donde convivirían varias religiones. En su afán helenófilo de intentar helenizar a los judíos por la fuerza, levantó un templo dedicado a Júpiter en el mismo lugar donde se encontraba el templo de Salomón y además prohibió varias tradiciones judías como la circuncisión o la celebración del sabbat.

Poco después, el emperador viajó a Egipto, donde Antínoo, su mancebo de placer, murió ahogado en el Nilo, en las proximidades de Hermópolis. Adriano, inconsolable por la muerte del joven efebo, ordenó que en el lugar del accidente se levantase en su honor la ciudad de Antinópolis y que incluso se le rindiese culto. Los honores con los que el emperador quiso honrar su memoria resultaron embarazosos para muchos de sus contemporáneos. La homosexualidad de Adriano no fue en sí misma escandalosa, pero sí las continuas y excesivas manifestaciones de pasión y dolor.

Situada a las afueras de Roma, en la localidad de Tívoli, la villa de Adriano comenzó a construirse en el 123 y fue creciendo irregularmente hasta el fallecimiento del emperador. Canopo de la villa de Adriano.

El descontento del pueblo judío era cada vez mayor, al tiempo que se elevaba la nueva Jerusalén romana y los colonos romanos se asentaban en ella. Así, en el 132, dirigidos por Eleazar y Simón Bar Kozebah, la revolución judía se apoderó de Jerusalén. Hicieron falta seis legiones para que Roma recuperase la ciudad dos años después. No obstante, la guerra continuó un año más, tras el cual se eliminó de la provincia el nombre de Judea, pasando a integrarse en la provincia de Siria-Palestina.

Si bien Adriano mostró una actitud intolerante u hostil ante el judaísmo y ante los baales sirios, no fue esta su postura general hacia todas las religiones orientales. En este sentido, favoreció los cultos griegos en Oriente y acentuó discretamente los rasgos helénicos de los dioses romanos, ordenando construir numerosos templos en Grecia. Asimismo, favoreció la religión egipcia potenciando los cultos a Isis y Serapis en todo el Imperio.

Por otro lado, durante su reinado resurgieron con gran fuerza antiguas religiones que en principio parecían haber sido erradicadas. Entre estas destacó el mazdeísmo iranio en las provincias orientales o el renacimiento del mundo celta en las provincias occidentales.

Adriano iba a impulsar el culto imperial por todo el Imperio potenciando su simbiosis con las diversas divinidades locales. Se mostró conservador en la línea de su predecesor y venerador de las divinidades clásicas. Restauró el panteón de Agripa, el templo de la Bona Dea y los cipos (hitos) del recinto sagrado de Roma.

En cuanto a la sucesión de Adriano, este se había preocupado en todo momento de dejar bien atada esta cuestión. Así, en el 136 adoptó a Lucio Ceionio Cómodo Vero, considerado por varios investigadores como su hijo bastardo, que tomó entonces el nombre de Lucio Aelio César. Aelio César fue enviado a Panonia y a su regreso a Roma murió tuberculoso en el 138. Adriano encontró oposición a sus proyectos y reaccionó cruelmente ordenando matar a su cuñado, Serviano, de noventa años, al nieto de este, que se ofrecía como posible candidato al trono, y a varios senadores. Adriano, que veía muy próximo su fin, el 25 de febrero del 138 adoptó y asoció al Imperio a Tito Aurelio Boionio Annio Antonino, que pasó a llamarse Tito Aelio Adriano Antonino, entonces uno de los cuatro consulares designados para administrar la justicia en Italia. Adriano le exigió al adoptarlo que adoptase a su vez a Marco Annio Vero —el futuro emperador Marco Aurelio—, un joven de diecisiete años sobrino de Antonino, y a Lucio Vero, diez años más joven e hijo de Aelio César. La tensión encontró su fin con la muerte del emperador el 18 de julio del 138, siendo depositadas sus cenizas en el mausoleo —actual castillo de Sant Angelo— que había ordenado construir para su familia junto al Tíber.

En el templo de Adriano, el más grande de Roma, se conjugaban los cultos de Venus y de Roma, lo que introducía en la capital del Imperio el culto al Estado asociado al de la divinidad madre de los Enéadas y protectora de los césares.

TITO AELIO ADRIANO ANTONINO (138-161)

De orígenes galos, la tradición historiográfica ha presentado a este emperador, conocido con el nombre de Antonino Pío, como el modelo del buen emperador capaz de mantener un Imperio caracterizado por la paz y la prosperidad.

Pese a que el Senado mostró en un primer momento su oposición, Antonino celebró la apoteosis de su padre adoptivo tras haber ratificado sus actos, actitud que le permitió en adelante el apelativo de Pío con que se le conoce.

Si por algo se caracteriza el reinado de Antonino, es por el continuismo con respecto al gobierno de su predecesor, que disgustó a quienes vivían fuera de Italia. En este sentido, procuró en todo momento mantener una administración competente, ampliar la institución de los alimenta, repartir varios congiarios —concesiones extraordinarias de donativos— en Roma con una cantidad media mayor de lo normal e iniciar las distribuciones especiales de vino y aceite. Sin embargo, y a pesar de poner en práctica una política de ahorro, lo que realmente se produjo durante su gobierno fue el estancamiento de la economía en la parte occidental del Imperio, pues las diferencias entre ricos y pobres y entre la ciudad y el campo fueron cada vez más acusadas. Por el contrario, la floreciente actividad comercial en Oriente permitió que en esta zona la situación fuese distinta. Este florecimiento quedó de manifiesto en la composición del Senado, donde a partir de entonces más de la mitad de los senadores eran de origen oriental.

Antonino fue un emperador que no salió en ningún momento de Roma, y a pesar de ello sus medidas diplomáticas permitieron que el rey de los partos abandonara sus deseos de penetrar en Armenia, a la par que logró consolidar la influencia de Roma en Osroena, el Cáucaso y el Bósforo Cimerio, defendiendo asimismo contra los alanos a las ciudades griegas del mar Negro. Además, consiguió que en el 142 las posesiones romanas en Britania se desplazasen al territorio de los brigantes, entrando en contacto con los caledonios. No obstante, no todo fue tan fácil para Antonino, pues fueron más de ocho años los que necesitó para sofocar las revueltas nómadas en Mauritania y en Numidia (144-152).

Tan pacífica fue su vida como su muerte en el año 161. Adoptó como sucesor a Marco Aurelio, su yerno, y también a su propio hermano adoptivo, Lucio Elio Cómodo.

MARCO AURELIO Y LA CRISIS DEL MODELO DE ESTADO (161-180)

Hijo de Annio Vero y de Domicia Lucila, Marco Annio Vero, comúnmente conocido como Marco Aurelio, había sido asociado al Gobierno como ya vimos desde el año 146, y vinculado a la familia de Antonino Pío mediante el matrimonio con su hija, Faustina la Joven. Aunque nacido en Roma, la familia de Marco Aurelio, emparentada por vía paterna con el emperador Adriano, era de orígenes hispanos, pues procedía de Ucubi (hoy Espejo, en la provincia de Córdoba). Desde muy temprana edad recibió una formidable educación por parte de tutores como Herodes Ático o Frontón. Asimismo, desde muy pronto había mostrado una particular inclinación por la jurisprudencia y por la filosofía estoica, a la que se mantuvo fiel durante toda su vida pasando a la historia como el primer emperador filósofo. Acerca de su formación intelectual y de sus ideas, contamos con un extraordinario testimonio en sus Meditaciones, obra escrita en griego cuyos contenidos, que influyeron en la forma de gobernar el Imperio, aún hoy siguen siendo muy influyentes en el pensamiento occidental.

Aun siendo diez años mayor que Lucio Vero, Marco Aurelio ordenó que fuese nombrado augusto, lo que lo situó en un mismo plano de igualdad. Empero, la insignificancia política y militar de Lucio Vero y la ventaja que en muchos campos le llevaba Marco Aurelio han provocado que los historiadores contemplen fundamentalmente el reinado de este, que por otro lado fue más largo, ya que Lucio Vero murió en el 169.

Durante su gobierno, Marco Aurelio mantuvo una relación excelente con el Senado en un acelerado proceso de burocratización de la política imperial, en el que dispuso a los senadores al frente de los asuntos de Estado, elevó sus poderes judiciales como tribunal de apelación e hizo votar múltiples senadoconsultos. Sin embargo, y ante la progresiva decadencia de Italia, obligó a los senadores a invertir al menos una cuarta parte de sus bienes en la península itálica.

Al igual que sus predecesores, Marco Aurelio mostró una actitud muy conservadora en materia religiosa. Fue en todo momento un estricto observador de los cultos tradicionales romanos y se mostró tolerante con todo tipo de creencias. Sin embargo, y a pesar de su teórico racionalismo, mantuvo una actitud muy hostil hacia los cristianos, a quienes recriminaba su deslealtad al anteponer sus propios intereses a los del Estado.

A pesar de su pacifismo teórico y de no haber ejercido ningún mando militar, Marco Aurelio se vio en la obligación de mantener la defensa de las fronteras desde que accedió al poder.

En un primer momento fue el rey de los partos, Vologese II, quien invadió Armenia colocando en el trono al arsácida Pacoros. Derrotados los legados romanos de Capadocia y de Siria, Marco Aurelio decidió que Lucio Vero tomase el mando de la guerra, si bien este decidió confiar la dirección de las tropas a sus lugartenientes de Capadocia y de Siria. El primero de ellos logró recuperar Armenia, mientras que el segundo tomó Nisibis, ocupó Seleucia y quemó Ctesifonte entre los años 164 y 165. Desde entonces, los emperadores adoptarían en su titulatura oficial los sobrenombres de Armeniaco y Pártico Máximo, así como el de Médico. El fin de las hostilidades vino provocado por una epidemia de peste que sería llevada por las tropas victoriosas a su regreso a Roma causando numerosas víctimas en todo el Imperio. La firma de la paz significó para Roma el dominio de gran parte de Mesopotamia y el sometimiento a vasallaje de Osroena y de Armenia.

Sin embargo, la estabilidad fue muy breve pues el desplazamiento hacia el sur de varias tribus germanas puso en peligro la integridad de las provincias de Retia, Nórico, las dos Panonias y Dacia. Para poder poner freno a los avances de estas tribus, Marco Aurelio reclutó dos nuevas legiones y las asentó en el norte de Italia. En el 167 las tribus germanas asaltaron las fronteras sembrando el terror por todas partes. Ante tal tesitura, Marco Aurelio y Lucio Vero asumieron la dirección de las tropas logrando acabar con el acecho germano en el 168. De regreso a Roma Lucio Vero, víctima de un derrame, moría en las proximidades de Venecia. Marco Aurelio, que para entonces había perdido a su primogénito, logró imponer la paz definitiva en el 175.

Operaciones similares, aunque de menor dimensión, tuvieron también por escenario Britania y el Rin. Asimismo, en el sur de Hispania hubo movimientos de tropas para expulsar en el 177 a las tribus moras que pasaron a la Bética.

Marco Aurelio ha sido el único emperador romano que nos ha legado escritos que aún hoy siguen siendo influyentes en la cultura occidental. Sus Meditaciones constituyen una alabanza a sus virtudes. Estas presentan la forma de anotaciones tomadas durante sus campañas, y aunque el pensamiento que expresan no es original, su mensaje, profundo y poderoso, deriva de la filosofía estoica en la que Marco Aurelio creía vehementemente.

Antes de que pudiese confirmar el dominio de la frontera danubiana, Avidio Casio, el cual había quedado al frente de toda la zona oriental, se autoproclamó su heredero considerando que Cómodo, el hijo menor de Marco Aurelio, era todavía un niño. Sin embargo, terminó siendo asesinado por sus propias tropas en el 175 cuando Marco Aurelio hizo su aparición en Oriente. Para evitar nuevas usurpaciones, el emperador decidió dotarse de un nuevo igual en el trono. De esta manera, en el 176 nombró augusto a su hijo Cómodo.

Ese mismo año, las tribus germanas de cuados y de marcomanos reemprendieron sus ataques y los dos coemperadores acudieron al Danubio en el 178. Las hostilidades duraban aún cuando Marco Aurelio moría en el campamento de Viena, víctima de la peste en marzo del 180.

CÓMODO Y LA BÚSQUEDA DE UN NUEVO MODELO (180-192)

A la muerte de Marco Aurelio, su hijo Cómodo, un joven inmaduro de apenas diecinueve años de edad, le sucedió en el trono imperial sin ninguna dificultad. Su reinado significó la quiebra con la aparente armonía de la época anterior, lo que le supondría la crítica senatorial.

Como nuevo emperador, y tras dejar los asuntos de Estado en manos de funcionarios, su primera medida fue firmar la paz con los bárbaros danubianos, al considerar que las guerras, debido a su alto coste, no eran la solución óptima a los problemas de Roma. Dos años más tarde, en el 182, las condenas a muerte que dictó tras descubrir la conjura palaciega preparada por su hermana Lucila, y que afectaron sobre todo a varios miembros de la familia imperial y del Senado, le enemistaron en adelante con este.

Pese a que su gobierno fue pacífico, la continua subida de los precios y la caída de los tipos de interés provocaron una crisis económica en la que tan sólo las ciudades comerciales de Oriente mantuvieron una vida activa.

Con vistas a acabar con el imperante malestar social, Cómodo relanzó una política populista que le granjeó la oposición senatorial. El malestar social al que el emperador tuvo que hacer frente fue diverso. En el año 187 estalló una revuelta social en las Galias dirigida por Materno, que formó un ejército de esclavos y soldados fugitivos.

En el ámbito religioso, Cómodo se identificó con Hércules, haciéndose llamar Hercules romanus, e incluso llegó a fijar un culto a su persona bajo este título. Entusiasta de los cultos mistéricos orientales, integrándolos en concepciones místico-religiosas de difícil entendimiento, se inició en los misterios de Mitra, dios solar que se convirtió en el gran dios de los ejércitos, y además emprendió la refundación de la propia Roma con el nombre de colonia Aurelia Nova Comodiana, subrayando el carácter divino de su persona. Asimismo, asignó el nombre de comodiano al pueblo, al Senado, a las legiones y a la flota.

Finalmente, su locura mística le condujo a su propia muerte, pues cuando pretendía sacrificar a los dos cónsules elegidos para el 193, terminó por ser asesinado en el baño por su esclavo Narciso, a instancias de su concubina Marcia y del prefecto del pretorio Quinto Emilio Leto en coalición con el Senado, el 31 de diciembre del 192. Con su muerte, la dinastía de los Antoninos había concluido.

Embriagado por su política populista, e identificándose con el mismísimo Hércules, era muy común que Cómodo se colocase una piel de león y portase una maza para bajar a la arena del anfiteatro a combatir con las fieras y los gladiadores. Busto marmóreo de Cómodo con los atributos de Hércules.

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