Beth

Beth


CAPÍTULO 6

Página 8 de 34

CAPÍTULO 6

Cuando Beth regresó a la escuela, era una muchacha diferente. Su actitud hacia la vida, que antes era moderada y casi sombría, ahora era absolutamente distinta. Veía el mundo que la rodeaba desde un punto de vista más optimista. Su corazón se debatía cada día entre la tristeza por estar lejos de Branwell, y la alegría al pensar que pronto estarían juntos para siempre.

La ajetreada rutina que se estableció después del letargo de las vacaciones de verano, cuando no había apenas nada con lo que mantenerse ocupada, ayudó a que los días, las semanas y los meses parecieran transcurrir con mayor rapidez.

También ayudaba el hecho de que cada semana recibía correspondencia de Branwell o de Melinda, que ahora estaba instalada en Londres, asistiendo a los bailes de la temporada.

<<Querida Beth,

Espero que cuando leas esta carta estés bien, aunque deduzco que la tristeza te acompañará debido a lo lejos que estás de Branwell. No te preocupes, entiendo que apenas eches de menos a tu amiga del alma, porque tu amor por mi primo ocupa un espacio especial en tu corazón y en tu mente. Espero que el hecho de estar atareada, te ayude a sobrellevarlo.

Debo decirte que apenas veo a Branwell porque está siempre ocupado. Está haciendo su mayor esfuerzo por aprender todo lo necesario para hacerse cargo del patrimonio de mi padre, y así poder volver a verte cuanto antes.

Yo también ando ocupada estos días. Asisto casi todas las noches a alguna velada, donde nunca me faltan pretendientes que me invitan a bailar. A pesar de esto, aún no he conocido a ningún caballero que me convenga. Ya sabes que el amor para mí no es importante en esta cuestión, aunque sí que me gustaría conocer a algún hombre apuesto de buena posición.

Querida amiga, estoy deseando que llegue el día en que por fin te conviertas en un miembro de mi familia. Será maravilloso poder vernos todos los días. Porque, claro está, viviréis en Londres. Así será como si no hubiera pasado el tiempo y estuviéramos en la escuela, aunque mucho mejor. A pesar de que tengo amigas aquí, ninguna es como tú, Beth. Contigo puedo hablar de cualquier cosa, mientras que con las demás, las conversaciones son mucho más tediosas.

De nuevo, espero que todo vaya bien. Por favor, manda recuerdos a la señorita Hart de mi parte.

Con afecto,

Tu hermana Melinda.>>

Beth deseaba que, en alguno de esos bailes, su amiga Melinda encontrara a un hombre bueno, del que quizás no se enamorara al principio, ya que los matrimonios de conveniencia eran algo común entre la alta sociedad. Pero sí alguien que consiguiera poco a poco llegar a su corazón.

A Melinda nunca pareció importarle el asunto del matrimonio por amor. Su amiga era mucho más realista y práctica, y eso era una ventaja. Así sabría siempre a qué atenerse. Beth se sentía afortunada por el hecho de que a su padre no le importara su porvenir, porque, si por él fuera, la casaría con el hombre más cruel y despiadado del mundo, convirtiéndola así en una mujer desgraciada.

La actividad en las aulas era incesante. Beth ejercía como ayudante de la señorita Hart, pero poco a poco le fueron asignando más responsabilidades, gracias a su buen hacer.

A veces, cuando era necesario, sustituía a la señorita Hart durante las lecciones, y demostraba ser una maestra que sabía imponer la disciplina con mano de hierro envuelta en guante de seda. Pronto se ganó el cariño de las alumnas, que solían acudir a ella siempre que tenían algún problema. Beth era perfectamente capaz de empatizar con cada una de ellas, especialmente con aquellas que preferían la soledad y a las que les costaba más socializar.

En uno de aquellos días, cuando el otoño acababa de llegar y las hojas empezaban a caer de los árboles, Beth se despertó animada y contenta. Había tenido un hermoso sueño.

En él, estaba sentada delante del viejo almendro en soledad, meditando, cuando, de repente, alguien le tapó los ojos. Una voz masculina preguntaba si sabía quién era, y ella lo adivinó enseguida. Sonriente, pronunció el nombre del hombre de sus sueños <<Branwell>>. Este apartaba sus manos y entonces se besaban. Durante el resto del sueño, solo se dedicaron a darse caricias y besos.

En un momento dado, Branwell le daba la noticia de que su padre había dado su consentimiento, y que se casarían esa misma tarde en el jardín de la escuela, el lugar donde se conocieron años atrás. Pero justo cuando iban a marcharse para prepararse, Beth se despertó. Ahí terminó el sueño.

A pesar del abrupto final, Beth se sentía pletórica, y cuando bajó a las cocinas a desayunar, iba canturreando, risueña y soñadora.

Colocó sobre la mesa su cuenco del desayuno, y se sentó frente a la señorita Hart, que la miraba, divertida.

—Vaya, hoy pareces estar animada.

Beth no pudo evitar dibujar una sonrisa.

—Sí, estoy contenta, señorita Hart.

—Supongo que habrás tenido un sueño agradable.

—Sí, desde luego que sí.

—No me des detalles, puedo imaginar quién aparecía—dijo mientras se servía unas gachas—. Me alegra verte así. Una boda siempre es una buena noticia. Además, ya queda poco tiempo ¿no?

Beth se entristeció en ese instante.

—Bueno, aún queda seis meses.

—¡Oh, pero seis meses pasan muy deprisa! Ya lo verás. Cuando quieras darte cuenta, tu prometido estará en la puerta de la escuela buscándote.

Beth sonrió ante la perspectiva de ver a Branwell pronto. En ese momento, entró una de las ayudantes de la escuela, y repartió el correo. Beth, como cada semana, recibió una carta. Miró el remitente: Era Branwell.

Se dio prisa en terminar su desayuno, y se fue a su cuarto, aprovechando que aún tenía tiempo antes de que empezaran las clases. Una vez allí, abrió la carta.

<<Querida Beth,

¿Cómo estás? Yo echándote terriblemente de menos. Cada día me es más difícil soportar tu ausencia. Si por mí fuera, partiría ahora mismo para ir a buscarte y traerte conmigo. Pero debo ser fuerte.

Las cosas por aquí van bien. Estoy aprendiendo mucho bajo la supervisión de mi tío y su administrador, y cada día tengo más responsabilidades. Parece ser que algo debo estar haciendo bien.

Aunque todavía quedan unos cuantos meses para vernos, sería recomendable que escribieras a tu padre, para hacerle partícipe de nuestros planes. Sé que no te gusta la idea de ir a Ascot Park, pero mis tíos insisten en ello.

Te aseguro que para mí es una mera formalidad, porque no necesito la aprobación de nadie para casarme contigo. Si es necesario podemos ir a Gretna Green y casarnos allí. Yo con tal de estar contigo, haría lo que fuera, Beth, sin importarme el resto del mundo.

¿Sabes? Ayer estuve en los jardines de Saint James y me detuve a ver los hermosos rosales que hay allí. Me fijé en una hermosa rosa de color blanco, que destacaba entre todas las demás. Me llamó mucho la atención, porque no parecía que encajara en ninguna parte. Y entonces me acordé de ti.

Para mí, tú eres esa rara flor que crece junto a las demás, y que pasa desapercibida ante los ojos del resto del mundo. Yo he tenido la suerte de encontrarte, y no pienso dejarte marchar. Te quiero y pienso en ti cada día. Sólo te pido paciencia y comprensión, mientras yo sigo luchando para tener un futuro mejor para los dos.

Tuyo para siempre,

Branwell.>>

Beth se llevó la misiva al pecho, como abrazando a Branwell en su mente. Todos esos años, él había sido el protagonista de sus sueños infantiles más hermosos. Los años no redujeron el tamaño de ese amor. Al contrario, este fue creciendo día a día. Era el dueño de su corazón y sus pensamientos, el hombre a quien siempre esperó.

Durante las terribles noches en las que dormía en la torre de Ascot Park, a menudo aparecía en sus sueños un apuesto guerrero, cuyo rostro no podía ver con claridad. Él venía cabalgando sobre un raudo corcel, combatía a los dragones que la tenían secuestrada, y una vez los vencía, entraba en su cuarto y se la llevaba lejos de allí.

Ahora ese guerrero había revelado su identidad. Era Branwell Dickinson, que en este caso no empuñaba una espada, sino una pluma.

Al leer sus hermosas palabras, el miedo que le producía su visita a Ascot Park se desvaneció. Branwell no permitiría que volvieran a menospreciarla. Él la protegería y cuidaría de ella. Si él estaba a su lado, no tenía nada que temer.

Sin embargo, todavía quedaba una cosa por hacer. Debía escribir a Anne y contarle la noticia. Así tendría tiempo para organizarse y asistir a la boda. Se dio una palmadita en la cabeza ante tan enorme despiste.

<<Querida Anne,

Hoy te escribo para contarte algo importante y muy emocionante. ¿Recuerdas que te conté que había estado en Brighton? Bueno, pues se me olvidó contarte un detalle importante.

Allí me reencontré con lord Branwell Dickinson, el primo de Melinda. Él ha sido el dueño de mi corazón durante todos estos años. Gracias al tiempo que pasamos juntos, los dos llegamos a la conclusión de que no podíamos vivir el uno sin el otro, y ¿sabes qué? Branwell me pidió que me casara con él en el acto. Yo, por supuesto, he dicho que sí.

Sé que ahora mismo estarás asimilando la noticia, y seguramente estés algo preocupada por el rápido desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, te pido que no saques conclusiones precipitadas.

En estos momentos, Branwell se está preparando para hacerse cargo de los negocios y propiedades de su tío, el duque de Lewes, y por este motivo, hemos decidido esperar. Branwell quiere hacer lo correcto, y desea tener una situación económica estable antes de casarnos.

Por otro lado, antes de la boda, visitaremos Ascot Park para que Branwell pida mi mano en matrimonio. Sé lo que estarás pensando. Seguramente mi padre no lo aceptará y no dará su consentimiento, pero debo decirte que no nos importa. Si es necesario, nos casaremos sin su aprobación.

Espero que te alegre esta noticia. Yo no cabo en sí de gozo, y estoy deseando que el tiempo pase rápido para volver a vernos. Deseo, por supuesto, que nos acompañéis en este día. Pronto te daré más detalles. Manda saludos a Angus y Ben de mi parte.

Con afecto,

Beth.>>

Anne terminó de leer la carta con gesto serio. Estaba feliz por Beth, pero al mismo tiempo, temía la crueldad de lord Robert Arundel. Ese demonio era capaz de cualquier cosa con tal de dañar a su hija. Solo esperaba que Branwell fuera lo suficientemente fuerte para aguantar las acometidas.

Angus llegó a casa en ese preciso momento. Su hijo Ben, de ocho años, se abalanzó sobre él para abrazarlo al grito de << ¡Papa!>>. Angus cogió a su hijo en brazos y lo abrazó.

—¿Cómo está mi pequeño? —preguntó Angus, sonriente.

De repente, se dio cuenta de que Anne estaba sentada en el sillón del salón, mirando fijamente el fuego de la chimenea. Parecía no haberse percatado de su presencia.

Angus entró en el salón, y vio que Anne sostenía una carta en la mano. Se acercó a su esposa, y se inclinó delante de ella.

—¿Ocurre algo?

Anne se sobresaltó.

—¡Angus! ¿Cuándo has llegado?

—Acabo de entrar por la puerta, pero no te has dado cuenta. ¿Qué te pasa?

Anne suspiró, pesarosa.

—Beth se casa—respondió con una media sonrisa, mirando a su marido.

—No parece que la noticia te haya alegrado demasiado—comentó él, alzando una ceja.

—No es que no me alegre. Pero tengo un mal presentimiento, Angus.

—Vamos, es lógico que te preocupes por Beth, pero ya es una mujer. Estoy seguro de que todo irá bien, y que te habrás preocupado por nada—afirmó él, acariciando su mano.

Anne asintió, pensativa. Su marido siempre conseguía apartar de ella las preocupaciones con su visión más optimista de las cosas.

—Tienes razón. Beth es una muchacha fuerte, y será muy feliz—aseveró, mostrando una amplia sonrisa.

La respuesta desde Escocia no tardó en llegar.

<<Querida Beth,

Mi preciosa niña, estoy muy feliz por tan maravillosa noticia. Aún no puedo creerme que te vayas a casar. No me hago a la idea de que has crecido y de que los años han pasado tan rápido.              

Sé que te preocupa la visita a Ascot Park, pero estoy segura de que todo irá bien, y pronto serás una mujer casada, y formarás tu propia familia. Estoy deseando que ese día llegue.

Por supuesto, Angus y yo estaremos encantados de acompañarte. Nunca se nos olvidará que, gracias a ti, a tu generosidad y sacrificio, nosotros pudimos casarnos y formar una familia. Lo que siempre lamentaré es que la distancia nos haya impedido vernos cada día. Sin embargo, te aseguro que no faltaré a tu boda.

Rezo cada noche por ti, y ahora redoblaré mis esfuerzos para pedirle al Señor que nada impida que todo salga bien. Te mandamos todo el amor del mundo, mi preciosa niña.

Con afecto,

Anne y Angus.>>

Beth sonrió ante la preciosa misiva. Nada saldría mal, pensó convencida.

Pronto los meses pasaron, y el momento del reencuentro estaba cada vez más cerca. Beth escribió a Ascot Park para informar a su padre de que pronto Branwell y ella le harían una visita, con la intención de anunciar su boda y pedirle su consentimiento. La respuesta tardó en llegar dos semanas, y fue bastante escueta. No había problema, serían recibidos en Ascot Park. Beth sintió cierto alivio, aunque se mantuvo cautelosa. Nada era fácil ni sencillo cuando se trataba con lord Robert Arundel.

Ir a la siguiente página

Report Page